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miércoles, 26 de agosto de 2020

Fin de semana en Holanda: Kinderdijk, Rotterdam y La Haya.

       El fin de semana que tenía que haber iniciado mi segunda fase de vacaciones en España (y que no pudo ser por la cancelación de mi vuelo a Madrid), en medio de una sofocante ola de calor que afectaba a prácticamente toda Europa, decidimos cambiar un poco de aires y dirigirnos a la vecina Holanda, país cuya frontera se encuentra a menos de 100 kilómetros de Colonia. La decisión llegó tarde (4 días antes de partir, cuando el buen tiempo ya parecía estar asegurado), así que nos encontramos con bastantes dificultades para encontrar un alojamiento en la zona a un precio razonable (unos días antes había leído que la ocupación hotelera en España rondaba el 25% éste verano; mientras, Holanda rozaba un lleno casi total – y a nadie se le escapa que la gestión que están haciendo unos y otros de la crisis del coronavirus tiene mucho que ver con ésta situación). Finalmente encontramos alojamiento en Rotterdam, una ciudad histórica que presenta varias caras: una muy comercial, con escasos atractivos para el visitante, ya que la zona central de la ciudad es una especie de centro comercial abierto, donde puedes encontrar las mismas tiendas que en cualquier otra ciudad, pero todas agrupaditas. Escaso interés para el que os escribe. La segunda cara de la ciudad es mucho más interesante: Rotterdam es conocida por su innovadora arquitectura, y la ciudad tiene varios ejemplos de ésta bien merecida fama. Y la última cara es la que ofrece el histórico distrito de Delfshaven, una de las pocas zonas de la ciudad que sobrevivieron a los devastadores bombardeos nazis sufridos en 1940 durante la Segunda Guerra Mundial. Un barrio con mucha historia, como te contaré en la crónica completa del viaje, que sin duda merece una visita para disfrutar de sus muchos atractivos.







     Rotterdam se encuentra a escasos 30 kilómetros de La Haya, una ciudad que he de reconocer me ha conquistado (amor a primera vista). El centro administrativo de Holanda es también el lugar de residencia del Rey de los Países Bajos, y si el Rey vive allí, no puede ser mal lugar. La ciudad carece de los característicos canales que dan forma a muchas de las ciudades del país; el centro alterna pequeñas calles, cuyos orígenes se remontan a la Edad Media, con amplias avenidas en las que se construyeron lujosas residencias allá por el S. XVIII. El epicentro de la actividad se localiza en torno al estanque de Hofvijver, donde se encuentran los orígenes de la ciudad, bordeado por el imponente edificio del Parlamento Holandés y el Mauritshuis, un museo que alberga una de las más importantes colecciones de pinturas de la edad de oro de la pintura neerlandesa. Plazas y edificios medievales, el Palacio Real, el Palacio de la Paz y una vibrante actividad comercial dan vida a esta ciudad que sin duda despertará tus sentidos. Una autentica desconocida para mí hasta la actualidad y que ha pasado, por méritos propios y sobradas razones, como verás en la crónica completa del viaje, a ser una de las ciudades a las que sin duda regresaré en un futuro no muy lejano para poder disfrutarla y descubrirla más a fondo.





      El fin de semana lo completamos con una visita a la playa de La Haya, situada al norte de la ciudad (a unos 7 kilómetros), un fabuloso arenal de varias decenas de kilómetros de longitud que se extiende hasta las proximidades de Ámsterdam, y la visita al pintoresco Kinderdijk, con sus característicos y fotogénicos molinos, una visita imprescindible si tienes la fortuna de visitar la región.  



     Si quieres saber todo lo que dio de sí nuestro fin de semana en Rotterdam y La Haya te invito a que accedas a la crónica completa del viaje a través del menú de páginas situado a la derecha en la página principal (si accedes a través de Pc), pinchando en el enlace AQUÍ, o a través del siguiente enlace (para todo tipo de dispositivos):

 Kinderdijk, Rotterdam y La Haya


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