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Estados Unidos - Costa Este, y Canadá (Parte 1 - EEUU)


       Han pasado ya unos meses, pero por distintos motivos ésta entrada se había demorado demasiado...¡pero ya está aquí! El que fuera el segundo viaje de vacaciones del año después de la fallida búsqueda de Auroras Boreales en Ivalo, me llevó, en compañía de M, a visitar el continente americano. Con motivo de la Semana Santa, huyendo de las procesiones y después de valorar varios destinos para pasar un par de semanas, nos embarcamos en un viaje para visitar Estados Unidos y Canadá. El itinerario era, a priori, relajado...aunque al final los trayectos en coche (sobre todo para llegar hasta Canadá) se hicieron un poco pesados. El viaje me llevó a visitar de nuevo Nueva York, y a descubrir Atlantic City y Philadelphia antes de hacer una pequeña incursión en Canadá para visitar Toronto y las cataratas del Niágara, un deseo personal, ya que se me antojó pasar mi cumpleaños en tan simbólico lugar. 

Nueva York


      El 18 de marzo aterrizamos en Nueva York, después de un vuelo tranquilo aunque un poco largo merced a la escala de casi tres horas que tuvimos que realizar en Heathrow, y con el cansancio habitual de un viernes después de toda una semana de trabajo a la espalda. En el vuelo, operado por British Airways (en torno a los 500€), pudimos disfrutar de una aceptable cena, algo parecido a un desayuno y una correcta oferta de entretenimiento a bordo, aunque un poco limitada para mi gusto. A nuestra llegada (en torno a las 22:30h, hora local), decidimos contratar los servicios de un minibús (22€ por persona) para trasladarnos al hotel, ya que se nos antojaba un poco tarde para ir en metro. Al final el trayecto se demoró una hora, así que no resultó mucho más rápido que haberlo hecho en metro. 


      



      Mi primera visita a la Gran Manzana fue en Septiembre de 2011; Nueva York es de esos lugares que o bien te enganchan o bien no quieres regresar nunca más. A mí me enganchó, hasta el punto que, cinco años después, recordaba cada lugar y cada calle de mi anterior visita. En ésta ocasión el tiempo no fue muy benévolo con nosotros: si bien no llovió, hizo muchísimo frío, hasta el punto que un día, en nuestro regreso al hotel en Times Square, se puso a nevar con abundancia. Una bonita experiencia que se quedó en anécdota, ya que no nevó lo suficiente como para cubrir la ciudad con un manto blanco. 



     En Nueva York pasamos seis noches, cuatro al inicio del vuaje y dos al final, a nuestro regreso de Canadá, justo antes de tomar el vuelo de vuelta a Alemania, y nos alojamos en los siguientes hoteles:

Night Hotel Times Square (95€/noche, con todos los impuestos del mundo ya incluidos - la factura es para enmarcar), situado a escasos 50m de Times Square, poco más se puede decir de la ubicación de este hotel, simplemente fabulosa. Conseguimos un precio sospechosamente barato a través de un buscador de hoteles (considerando la categoría del hotel y la ubicación en el corazón de Nueva York), y la sorpresa negativa la recibimos al llegar, ya que, como llegamos muy tarde, nos informaron que para la primera noche no teníamos una habitación del tipo reservado (algo que nos pareció increíble, ya que el precio de la habitación era en base al tipo de habitación reservada), así que ante la imposibilidad de hablar con nadie del hotel ni del buscador de hoteles por el que hicimos la reserva nos tuvimos que adaptar y pasar esa primera noche (corta, muy corta...cuando nos acostamos eran cerca de las 2 de la mañana hora local) en la única habitación que nos ofrecieron. Al día siguiente, y después de hablar con la gerente del hotel, el asunto se solucionó y nos cambiaron a otra habitación y nos ofrecieron un par de desayunos en el hotel. La estancia fue de lo mas agradable (aunque el hotel es un poco ruidoso, principalmente por la cercanía a Times Square y por las obras que se llevan a cabo en otro edificio adyacente) y, a pesar del problema de la primera noche, quedamos bastante contentos con el hotel. Y es que es un lujo poder pasear por Times Square a primera hora de la mañana al salir del hotel y por la noche justo antes del merecido descanso después de un intenso día de turismo. 



36 Hudson Hotel (165 $/noche), situado en la calle 36, a la altura de la novena avenida, elegimos el hotel principalmente porque era lo mas barato que encontramos para las últimas dos noches en la zona centro - sur de Manhattan - ¡los precios eran desorbitados para esos días! Hotel normalito (con habitaciones bien equipadas, con calentador de agua, frigorífico y microondas), excesivamente caro para lo que ofrece, pero limpio y con buena comunicación de metro (la parada de la calle 34 conecta con el aeropuerto JFK, así que nos venia bien para el regreso) Personal amable y buena conexión wifi. 

      Tratar de descubrir una ciudad como Nueva York en una estancia de apenas una semana se antoja una empresa imposible de acometer. Con la experiencia ganada en mi anterior visita, en esta ocasión nos dedicamos a recorrer los lugares más emblemáticos de la Gran Manzana; resulta francamente difícil tratar de plasmar las innumerables sensaciones y recuerdos que se agolpan en mi mente respecto a éste viaje: cientos de imágenes, momentos, situaciones, lugares, recuerdos...muchos lugares no tuvieron su oportunidad de ser descubiertos, pero de entre los que sí la tuvieron un buen puñado de ellos merecen ser compartidos; al igual que en otras entradas, no creo que descubra o escriba nada nuevo sobre tan sorprendente y emblemática ciudad, así que me limitaré a plasmar en imágenes, más que en palabras, lo que fue nuestro viaje a la Gran Manzana, y mis diez imprescindibles:

10. Morningside Heights

       Ésta zona, entre las calles 110 y 125 y dominada por la Universidad de Columbia, marca el inicio del Harlem. Al margen del barrio del Harlem (que no visité ésta vez, ya que lo hice en mi anterior viaje, incluyendo asistencia a una misa Gospel), en la zona hay un par de edificios que merece la pena visitar. El primero de ellos, el situado más al norte, es la Iglesia Riverside, de estilo neogótico y cuya principal característica son sus vidrieras, copias de las de la catedral de Chartres. Hacia el Sur visitamos la Iglesia Catedral de San Juan el Divino, cuya construcción comenzó en 1892 y aún no ha finalizado (algo así como la Sagrada Familia de Gaudí...¡pero a años luz!) Con sus 180m de largo y 90m de ancho es la mayor catedral del mundo...aunque no lo parezca desde el exterior. Desde allí se accede fácilmente al extremo Norte de Central Park


Iglesia Riverside
Interior de la Iglesia junto al río
Catedral de S. Juan el Divino
9. Civic Center

        Esta zona, situada justo en la desembocadura del puente de Brooklyn, entre Chinatown y el distrito de negocios de Wall Street, pasa por ser la zona de la ciudad donde se encuentra la arquitectura más exquisita. Aquí se encuentran numerosos edificios oficiales, como el ayuntamiento o los juzgados. Es una zona que se pasea muy bien y que tampoco te robará mucho tiempo en tu visita a Nueva York

Ayntamiento de NY, desde 1812
Edificio Municipal
Edificio de la Corte
Palacio de Justicia de Nueva York


8. El ambiente y la esencia de Nueva York

       Posiblemente lo que más atrae de Nueva York es algo que no puede captarse con imágenes, y que resulta difícil describir con palabras, y no es otra cosa que el ambiente de la ciudad. Considerada por muchos como la capital del mundo, en Nueva York se puede ver/encontrar de todo. Una ciudad en continuo movimiento, que lejos de cansarse y apagarse al anochecer, vibra en cada rincón y cada calle de sol a sol, sin descanso. La ciudad ofrece ambientes tan dispares que en ocasiones parece que estas en una ciudad distinta, incluso en un país o continente diferente. Referencia mundial, espejo en el que se miran todas las grandes metrópolis, se puede decir que lo que se pone de moda en Nueva York acabará extendiéndose al resto del mundo. Algo así sucede con el Black Tap (http://blacktapnyc.com/soho/), un pequeño local que se ha "hecho famoso" merced a los estupendos batidos que preparan; hicimos el intento de ir a tomar uno, y nuestra sorpresa fue mayúscula al ver la cola de gente que esperaba para acceder al local (la gente que esperaba nos comentó que llevaban esperando 3 horas...y a los que posiblemente les quedaban otro par de horas para entrar) El local es muy reducido, así que hasta que no se van los comensales del grupo anterior, no permiten el acceso a gente de la fila. Nos conformamos con tomar un batido para llevar (para estos no había que hacer cola), esperando que la idea se extienda para poder disfrutar de las creaciones del local sin tener que guardar horas de espera.

       Pocas ciudades pueden presumir del palmarés cinematográfico que ofrece Nueva York. Decenas de películas rodadas en sus calles, con algunos puntos emblemáticos bien reconocidos (quién no ha visitado el Hotel Waldorf Astoria que salía en el Príncipe de Zamunda, o las instalaciones del Daily Planet, el periódico en el que trabajaba Superman, por poner un par de ejemplos) y otros no tan conocidos pero de los que se disfruta igualmente (la estación central, el Empire State, Brooklyn, Broadway, etc) Te recomiendo recorrer la ciudad sin prisas, sin destino, simplemente dejándote llevar por los estímulos y sensaciones que sólo una ciudad como Nueva York puede producir. 

Esfera en el vestíbulo del edificio que acogía al Daily Planet en la ficción

Edificio de las Naciones Unidas
7. Chinatown y Little Italy 

     Viajando con M, una visita a Chinatown es casi como una obligación. Estos dos barrios étnicos fueron fundados por antiguos inmigrantes, y se ubican al norte del Civic Center. Mientras que Little Italy ha visto cómo su dominio se reducía hasta quedar limitado a un par de manzanas, Chinatown se ha expandido y aún sigue haciéndolo. Sus calles ofrecen todo lo que se puede esperar de este tipo de barrios: restaurantes italianos en Little Italy y una mezcla de tiendas, restaurantes y templos en Chinatown, un caos ordenado de callejuelas en cuyos comercios se puede encontrar de casi todo, desde productos frescos a recuerdos de la ciudad, sin olvidar las famosas imitaciones de artículos de marca (con un viaje a Asia a la vuelta de la esquina en aquella época, no perdimos mucho tiempo curioseando por las tiendas) Disfrutamos de una abundante (y nada barata...) comida en uno de los más de 200 restaurantes que se calcula hay en Chinatown, al tiempo que nos dejamos llevar para descubrir algunos de los tempos budistas de la zona, que resultaron ser poco atractivos (al menos para el visitante) La visita tampoco dio para más, pero siempre resulta interesante echar un vistazo a estos reconocidos y consolidados barrios de inmigrantes, donde se escucha chino en las conversaciones de calle y el aroma a Asia invade los rincones de los negocios locales. 



6. Wall Street

        El distrito financiero de Manhattan se encuentra al Sur de la isla. Con una historia reciente marcada de forma trágica por el atentado terrorista del 11-S, la zona trata de recuperarse del duro golpe que supuso aquel ataque a los cimientos de toda una nación. La zona está repleta de edificios interesantes por descubrir, desde el edificio de la bolsa, hasta la Iglesia de la Trinidad, todo ello con permiso del World Trade Center, que ocupa el lugar más destacado en la visita a esta zona. 

      Dos enormes agujeros, con agua fluyendo por sus paredes, ocupan el lugar en el que se alzaron las torres gemelas hasta que fueron destruidas en el año 2001. En el borde del recinto, los nombres de las miles de personas que perdieron su vida aquel día, un día que a la vista de los acontecimientos recientes acaecidos en otros lugares de Europa, cambió definitivamente nuestra forma de vida y fue el origen de una guerra devastadora contra un enemigo invisible. Mi anterior visita a NY coincidió con el 10º aniversario de la tragedia, así que el monumento estaba listo para ser inaugurado, pero el acceso estaba restringido a las autoridades y familiares de las víctimas. Hoy el acceso es libre (no hay vayas como hace cinco años), y la imagen es simplemente sobrecogedora. La zona aún está en proceso de construcción; recientemente se ha abierto al público un intercambiador de transportes subterráneo, cuya cara visible tiene la controvertida firma del arquitecto Santiago Calatrava: una gigantesca estructura cuyo diseño ha causado mucho revuelo y no pocas teorías sobre su simbolismo. Para algunos es simplemente una espina de pez; otros quieren ver un ave fénix, símbolo del resurgir de la zona tras los ataques. Al margen de interpretaciones, la estructura es simplemente espectacular.







En el interior del intercambiador
        El One World Trade Center (conocido anteriormente como Torre de la Libertad) ha ocupado el lugar (no físico, pero sí simbólico) dejado por las torres gemelas. Un edificio de 541m de altura finalizado en el año 2014. La base de la torre, fortificada por motivos de seguridad, marca la altura a la que llegaron los escombros de las torres gemelas tras su derrumbe. 



       No muy lejos se encuentran los edificios del mercado de valores (la bolsa) y el Federal Hall National Memorial, a muy poca distancia de la Iglesia de la Trinidad. El famoso toro de Wall Street es obra del escultor Arturo di Modica, que descargó la obra frente al edificio del mercado de valores una noche de diciembre de 1989, en referencia a la fuerza de los americanos tras la caída de la bolsa en 1987. Hoy, en su ubicación definitiva en Broadway, es un punto de visita más de la zona. A escasos metros del toro se encuentra Battery Park, lugar de salida de los ferrys con destino a la estatua de la libertad, y un buen punto para hacer un descanso (si el tiempo lo permite) en sus jardines. Allí se encuentra la escultura titulada "la esfera" que durante tres décadas ocupó la plaza del World Trade Center. Milagrosamente la escultura sobrevivió (más o menos) a los ataques del 11-S y se decidió ponerla en este parque, junto con una llama permanente, en memoria y recuerdo de los fallecidos. Nunca un distrito financiero ha ofrecido tantos puntos de interés histórico como el de Nueva York. Una visita más que recomendada. 

Distrito financiero desde Battery Park
"La esfera", en Battery Park

Federal Hall National Memorial
Mercado de valores, Wall Street



La pequeña iglesia al pie de las torres gemelas que resistió el ataque
Iglesia de la Trinidad
5. Central Park

      El pulmón de Manhattan, un remanso de paz y tranquilidad en medio del bullicioso tráfico de la ciudad. Este tesoro tiene una extensión de 340 hectáreas, y resulta difícil cubrir toda su superficie en una simple visita. La actividad en el parque, lejos de ser tan tranquila como el ambiente que se respira, es frenética. Miles de personas se lanzan al parque a diario para practicar todo tipo de actividades deportivas, pasar el rato sólo o con amigos, o simplemente dejarse ver con el perrito de moda vestido perfectamente para la ocasión. Uno de esos sitios en los que me hubiera pasado horas simplemente dejando pasar más tiempo, ya que el desfile de personajes no tiene fin, pero el día no invitaba mucho a permanecer sentado en un banco soportando el gélido viento de finales de marzo. Pese a todo, tuvimos tiempo más que suficiente para pasear y perdernos por sus caminos y lagos. No pudimos montar en barca (me hacía cierta ilusión, la verdad, ya que en el otro viaje también me quedé con las ganas, en esa ocasión por falta de tiempo) ya que la temporada aún no había comenzado. 




        El parque es una ciudad en sí mismo, y ofrece muchos puntos de interés dentro y en los alrededores del parque. En el interior del parque se puede visitar el castillo Belvedere, una bonita construcción que ofrece unas estupendas vistas de Central Park, y en cuyo interior se ubica un observatorio natural que muestra la diversidad natural del parque. Pasear por sus caminos y dejarse seducir por la belleza de sus lagos y las impresionantes vistas que ofrece es simplemente un placer (más aún si se hace bien acompañado)


Vistas desde el Castillo Belvedere






       En los márgenes de Central Park, a ambos lados Este/Oeste, se encuentran buena parte de los mejores museos de la ciudad, así que planificamos el paseo por Central Park para ir de un lado a otro y de esta manera tener la oportunidad de visitar (o al menos ver) algunos de estos museos. Sabido es que no soy aficionado a los museos (con algunas excepciones, pero todo lo que tiene que ver con pinturas, esculturas o arte moderno no me atrae en absoluto), pero en esta ocasión entré (de forma testimonial, pero entré), no en uno, ni en dos...sino en ¡tres museos! El recorrido comenzó en el Guggenheim, continuó en el Museo Metropolitano de Nueva York y finalizó en el Museo Americano de Historia Natural (que no me hubiera importado visitar más en detalle, pero tampoco teníamos mucho tiempo, acababan de abrir - por alguna razón había estado cerrado y había una enorme cola de entrada - y decidimos que tal vez no era el momento de entrar) Como siempre digo, hay que dejar algo pendiente para futuras visitas, algo que en una ciudad como Nueva York no resulta difícil en absoluto, ya que dudo que incluso quienes viven allí lleguen a conocer en profundidad todo lo que la ciudad ofrece. Otro día muy agradable en la ciudad de los rascacielos, esta vez apartados del bullicio. 





4. La Quinta Avenida y las zonas aledañas 

      Una de las calles más exclusivas y afamadas a nivel mundial, una sucesión de rascacielos, en lucha continua por alzarse con el trofeo al más alto. En aquel escenario, rodeado por gigantes de acero, hormigón y cristal, uno tiene la sensación de que los edificios no son tan altos. Pero luego uno mira las cifras, y la sensación se desvanece: los edificios son enormes, y oculta entre ellos se encuentra la Catedral de S. Patricio, edificio de estilo gótico que data de 1878, y cuyas torres se alzan nada menos que 100m hacia el cielo, aunque su altura no destaque en absoluto en medio de sus enorme vecinos. La Catedral de S. Patricio es la mayor catedral católica del país, capaz de acoger hasta 5000 fieles. Como curiosidad, cuando se eligieron los terrenos del templo, allá por el año 1850, el arzobispo de la época fue criticado por la elección, muy alejado del centro de la ciudad en aquella época. Hoy sólo queda por decir que el arzobispo en cuestión hizo una muy buena elección. 



       Más al sur, a la altura de la calle 34, se alza uno de los edificios más icónicos de la ciudad, el Empire State Building, el más alto del mundo cuando finalizó su construcción en 1931, en plena depresión, por lo que permaneció vacío durante varios años, lo que le acarreó ser conocido popularmente como el Empty State Building. Con la desaparición de las torres gemelas en 2001, el Empire recobró el título de rascacielos más alto de la ciudad con sus 443m, título que ha perdido de nuevo recientemente a manos del One World Trade Center, que con sus 541m de altura, se alza con el título desde que fuera inaugurado en el año 2014. Pese a todo, el Empire State Building sigue siendo el segundo edificio más alto de la ciudad, cuya azotea de observación se sitúa a 381m de altura. Desde que King Kong se encaramase a lo más alto del edificio en 1933, el edificio ha gozado de fama mundial, y millones de personas pasan por sus instalaciones anualmente, algunos buscando a Meg Ryan, y otros simplemente por el echo de haber estado allí. La aguja del edificio se ilumina con distintos colores para conmemorar distintos eventos: así, el rojo, blanco y azul se reservan para las fiestas nacionales, el verde para el día de S. Patricio y el blanco y azul para la Januká. Un edificio que más que destacar por su belleza arquitectónica (es más bien feote en ese sentido, aunque tiene un gran atractivo simbólico), destaca por la historia y la simbología que hay detrás. 



Vista frontal del Comcast Building
      

       En mi primera visita a NY no subí al Empire State, y lo mismo ha sucedido en ésta segunda ocasión. La razón es bien simple. Si subes al Empire State, no ves el edificio más famoso de la ciudad, así que en ambas ocasiones me decanté por subir al Rockefeller Center, el mayor complejo del mundo de propiedad privada, compuesto por 19 edificios y situado a la altura de la calle 50, entre la quinta y la sexta avenida. El edificio más alto del complejo, el Comcast Building, se alza hasta los 260m de altura, y ofrece tres plantas panorámicas en su azotea. Las vistas desde allí son simplemente impresionantes, difíciles de describir. La entrada sencilla al Top of the Rock (https://www.topoftherocknyc.com/) cuesta 32$, mientras que el pase Premier (que incluye un mapa guía y una foto digital) cuesta 37$. En mi primera visita reservé la entrada, y es la opción más recomendada. En esta segunda ocasión estuvimos pendientes del tiempo, para ver qué día merecía más la pena subir (que no estuviera lloviendo o nevando); elegimos el día perfecto, pero llegamos un poco tarde y nos dieron hora de subida al atardecer, así que mejor ser previsores y llegar con algo más de tiempo en el caso de que se decida dejar la compra de la entrada para el último momento. Subir al Top of the Rock o al Empire State diría que es una obligación si se visita Nueva York; decidir a cuál de los dos hacerlo ya depende de gustos, supongo. 


Mirando hacia Central Park



Rockefeller Plaza, con su famosa pista de hielo (tradicional de Navidad, pero la temporada se extiende hasta Semana Santa)
         Un poco más alejado (Lexinton Av. con la 42) se alza otro de los edificios notables de Nueva York, el edificio Chrysler, concebido entre los años 1928 y 1930 en estilo Art Decó, todo un homenaje al automóvil. Para llegar hasta él pasaremos antes por la Biblioteca Pública de Nueva York y la Grand Central Terminal, una de las estaciones más grandes y concurridas del mundo, en cuyo interior se pueden encontrar tiendas, restaurantes y hasta un supermercado de productos frescos. La Biblioteca Pública de Nueva York, un bello y enorme edificio (se extiende por dos manzanas) que ofrece visitas guiadas gratuitas por sus instalaciones, para conocer su historia y sus secretos. Nos embarcamos en una de ellas, pero resultó ser muy poco interesante (demasiadas explicaciones sobre la historia y construcción del edificio y muy pocas visitas a las salas), así que la abandonamos y exploramos un poco el recinto por nuestra cuenta. La persona que guiaba la visita apenas tenía voz y el tono plano de su discurso hizo que más de uno abandonara la visita. Una pena...

Biblioteca Pública de Nueva York
Edificio Chrysler




























Grand Central Terminal
3. Times Square

       Posiblemente la plaza más conocida del mundo. Un lugar único, al que por fortuna, tuvimos un acceso privilegiado desde nuestro hotel, lo que nos permitió empezar y terminar cada día en tan vertiginoso escaparate. Y es que Times Square no duerme. No importa la hora a la que vayas, el lugar rebosa vitalidad, energía, dinamismo...a veces hasta llega a cansar el tan sólo ver tanta actividad. Un ir y venir frenético de coches y gente que tratan de ocupar su espacio en la jungla de asfalto. Algunos podrían decir que tan sólo se trata de luces y carteles luminosos...y tal vez tan sólo sea eso, ¡pero qué bien puestas están esas luces! 
      El nombre original de la plaza era Lonacre Square, pero en 1904 llegó el New York Times y estableció su sede aquí. Su inauguración, el día de Nochevieja, se celebró por todo lo alto; desde entonces, el nombre de la plaza cambió y la tradición de recibir el año nuevo con fuegos artificiales se mantiene hasta el día de hoy.

     Además de infinidad de tiendas, restaurantes y todo tipo de negocios, la zona es famosa por sus teatros, en Broadway. En el quiosco TKTS, situado en la esquina de Broadway con la 47, se pueden comprar entradas para los musicales de Broadway con grandes descuentos - pero no para todos los espectáculos. Si quieres pillar buenos precios, ármate de paciencia...¡y suerte! 



2. La estatua de la Libertad

       No hay visita a Nueva York que no incluya una visita a la Estatua de la Libertad. Esta elegante dama, de 46m de altura y más de 150 toneladas de peso, regalo del pueblo francés al americano con motivo de la conmemoración del centenario de la independencia estadounidense, se ha convertido en el símbolo por excelencia de Nueva York y casi de todo Estados Unidos. Se accede en ferry (25$, www.statueoflibertytickets.com), en un trayecto de unos veinte minutos, que ofrece una vistas espectaculares de la gran dama y del distrito financiero del Sur de Manhattan. Los barcos parten de Battery Park cada 20-30 minutos (llega con tiempo, ya que los controles de seguridad para acceder al ferry pueden demorarse por mucho tiempo) Pese a haber planificado el viaje con unos tres meses de antelación, la compra de los tickets para visitar la estatua se me despistó, así que cuando quise hacerlo (unos dos meses antes del viaje) me encontré con la desagradable sorpresa de que ya no había entradas para subir a la corona en ninguna de las fechas que pasaríamos en Nueva York, así que nos quedamos con las ganas. Por lo que vi en la web, para garantizarse el acceso hay que comprar las entradas con al menos tres meses de antelación...¡¡la próxima vez seré más cuidadoso!!




   
     La enorme estatua se asienta sobre un pedestal no menos enorme. En total, desde la antorcha hasta la base, el conjunto mide más de 90m. Hay muchas teorías sobre el modelo empleado por Bartholdi, su diseñador, para dar rostro a la estatua; la más aceptada es que el rostro corresponde al de la madre del diseñador. Los siete rayos de la corona representan los siete océanos y los siete continentes (dichosa EGB...a mí me dijeron que sólo había cinco continentes...) Tras los atentados del 11 de septiembre, la corona de la estatua estuvo cerrada al público. Hoy ya se puede acceder a ella, aunque hay que ser bastante previsor, como ya comenté anteriormente. La estructura interna fue ideada por Gustave Eiffel (de qué me suena a mí este nombre...¡éste hombre soñaba con barras de hierro!), y está recubierta por láminas de cobre oxidado (de ahí su característico color verdoso) que pesan nada menos que 31 toneladas (y eso que el grosor de las láminas es de tan sólo 2,4mm) La nueva antorcha está bañada en oro y data de la renovación de 1986. 





       La estatua daba la bienvenida al Nuevo Mundo a quienes se aventuraban a cruzar el Atlántico en busca de mejores oportunidades de vida. Después de una etapa en la que sirvió como faro, en la actualidad es una de las principales atracciones turísticas del mundo, con más de 3,5 millones de visitantes al año. El acceso a la isla es libre (una vez has pagado el ferry, claro), y desde allí se puede hacer lo que hace todo el mundo: simplemente dar vueltas a la base para buscar el mejor ángulo y la mejor luz para conseguir esa instantánea que perdure en tu retina por el resto de tu vida. Al desembarcar se puede tomar una audio guía (gratuita), pero resulta tan pesada y aburrida que al final lo único que haces es cargar con el aparatito durante toda la visita. La tienda de recuerdos supone el punto y seguido ideal a la visita a Liberty Island - nada que ver la calidad de las reproducciones que se venden aquí con las que se pueden obtener en las numerosas tiendas de recuerdos de la quinta avenida...claro, el precio tampoco es el mismo.




       De vuelta al ferry que nos llevará de regreso a Manhattan, se puede hacer una visita a Ellis Island (el ferry se detiene en la isla siempre, quien quiere se baja y quien no sigue hacia la Gran Manzana) Ellis Island es un lugar lleno de historia: aquí esperaban los viajeros que llegaban al Nuevo Mundo hasta que obtenían el permiso que les permitiera abandonar la isla. Un enorme museo (el Museo de la Inmigración) explica con todo detalle la historia del lugar, objetos de ilustres visitantes y las estancias en las que se hacinaban. Desde 1892 hasta 1954 llegaron 12 millones de personas, cuyos descendientes a día de hoy (calculados en torno a 100 millones de personas) constituyen el 40% de la población actual de los Estados Unidos. Como no soy muy aficionado a los museos, lo más interesante para mí fueron las vistas, sublimes, de Manhattan. Una visita, la de Libery Island y Ellis Island, obligada y muy interesante. Pese a haber estado en la isla con anterioridad, siempre se descubre algo nuevo cuando se visitan los lugares por segunda vez. No es lo mismo estar allí que contarlo...





1. El puente de Brooklyn 

       Para mí, uno de los lugares más fotogénicos y emblemáticos de Nueva York, y posiblemente mi lugar favorito. El puente data de 1883, y en aquella época se convirtió en el puente colgante más largo del mundo, y el primero construido en acero, aquel novedoso material para la época. Tardó en construirse 16 años y ofrece unas vistas soberbias de la ciudad. El puente en sí es también un icono de la ciudad de Nueva York. Nosotros cruzamos a Brooklyn para poder disfrutar de unas vistas inmejorables del puente y de la zona sur de Manhattan, para después recorrer los casi 2Km del puente hacia el lower Manhattan. Es un auténtico placer recorrer el puente, disfrutar de las vistas, descubrir los detalles de su construcción, observar el ir y venir de gente que sin descanso cruza el puente de un lado a otro, vivir el puente...un paseo más que recomendable. 












      Agotado nuestro tiempo de Nueva York, recogemos el coche de alquiler con el que compartiríamos muchas horas de viaje durante los siguientes días. Primera parada, Atlantic City, ¡allá vamos!

¡Menudos consumos los del Jeep Compass! Menos mal que allí el combustible es barato...
                             Atlantic City
         Tras algo más de dos horas de viaje, finalmente llegamos a Atlantic City, situado a unos 200Km al Sur de Nueva York, en la costa Atlántica. Nos alojamos en el Hotel Casino Tropicana (70$/noche), uno de los más grandes y antiguos de la ciudad. A nuestra llegada (de nuevo tarde), el mismo problema que a nuestra llegada a Nueva York: el hotel está completo y no tienen habitaciones de nuestra categoría, así que nos ofrecen una de una categoría inferior. Con la lección aprendida, pronunciamos las palabras mágicas: quiero poner una reclamación y hablar con el gerente. Una llamada después, de pronto había una habitación para nosotros. La habitación era muy amplia, con todo funcionando correctamente, bonitas vistas al mar...nada que objetar. Por el aspecto de los casinos y los restaurantes del hotel dudo que estuviera completo, ya que apenas se veía movimiento. Parece ser que sistemáticamente tratan de "castigar" a los rezagados ofreciendo sus peores habitaciones...¡menos mal que traíamos la lección aprendida de Nueva York!

        
     Atlantic City es una especia de Las Vegas...pero las similitudes son solo en apariencia: no tendría ningún problema en regresar a Las Vegas (de hecho me gustaría volver en el futuro, ya que el viaje me apasionó, aunque se me quedó un poco corto), pero no volvería a Atlantic City...paseando por sus calles (por su paseo marítimo, casi la única calle de la ciudad), da la impresión de ser una ciudad venida a menos, claramente vivió tiempos mejores en el pasado, y a pesar de los esfuerzos por tratar de promocionarla como la capital del juego en la costa Este, el resultado está lejos de ser el esperado, al menos en cuanto a apariencia y afluencia de gente. Los casinos rezuman un ambiente rancio y desfasado, nada que ver con el "glamour" de los hoteles de Las Vegas, hasta los "crupieres" tienen un aspecto dejado, abandonado. 


El famoso "boardwalk" de Atlantic City
      La información que recibimos sobre Atlantic City mientras preparábamos el viaje poco tiene que ver con lo que nos encontramos allí. La idea, no obstante, era simple: pasaríamos un par de noches solamente, para palpar el ambiente, jugar unos dólares y hacer algunas compras en el outlet de reciente creación, accesible desde el hotel (todo está muy cerca en Atlantic City, no hay distancias insalvables andando...), así que los planes no se vieron afectados en absoluto. 
      El epicentro de la actividad en la ciudad es el paseo marítimo o Boardwalk, un bonito paseo flanqueado por el mar por un lado y decenas de comercios, restaurantes y hoteles-casino por el otro. Para aquellos seguidores de la serie "Boardwalk Empire", algunos de los escenarios recreados en la serie son fácilmente reconocibles, como la tienda de moda en los bajos del hotel Ritz. El boardwalk respondió a las expectativas depositadas, a pesar de encontrarnos con muchos negocios cerrados o en un estado muy abandonado. El aspecto cambia radicalmente del día a la noche: si bien durante el día no había mucha gente, por la noche parecías estar en una ciudad abandonada (la ausencia de gente seguramente también se vio potenciada por el desapacible viento...y ¡también porque la gente va allí a jugar y a beber!) La actividad se desarrolla en el interior de los hoteles, auténticas ciudades cubiertas, con restaurantes, bares, tiendas y, como no, casinos. 





      El outlet de Atlantic City fue, probablemente, la mayor decepción de nuestra visita. Con la imagen de los outlet de California en mente, M y yo imaginábamos algo parecido allí. El Tanger Outlet es una especie de centro comercial en la calle: las tiendas no se encuentran en un recinto cerrado, si no que son tiendas independientes, todas juntas, pero con calles de por medio, lo que complica mucho el ir de un lado a otro, cruzando las calles, pendientes del tráfico. Da la sensación de ser un centro comercial construido sobre la marcha, sin planificación alguna. La oferta de tiendas tampoco es exagerada, pero más o menos tenía las marcas que íbamos buscando, así que al final terminamos cargando (unos más que otros :-))
        Para tratar de recuperar algo de lo gastado en los outlet, la última noche de nuestra estancia en Atlantic City nos lanzamos al casino del hotel Tropicana, así, a lo loco. Tiramos la casa por la ventana y nos ponemos un límite de...¡10$ cada uno! Un dineral vamos...con todo, conseguimos extenderlos de una forma exagerada jugando a la ruleta primero (bueno, principalmente yo, porque M perdió todo a las primeras de cambio :-P) y al blackjack después, que me gusta más. Un par de horas después no sólo aún teníamos dinero, si no que  incluso ganamos algo...y lo dejamos porque ya era tarde y nos caíamos de sueño, pero de seguir, ¡seguramente hubiéramos saltado la banca aquella noche!



      Al final de nuestra estancia, abandonamos Atlantic City rumbo a nuestro próximo destino, Philadelphia, no sin antes coger fuerzas con un estupendo desayuno, probando una de las especialidades de la zona (funnel cake, una masa compacta frita...¡una bomba de calorías en toda regla vamos!) Unos 100Km que recorrimos en una hora y media y nos hayamos a las puertas de nuestro próximo destino americano. 

                              Philadelphia

      
        Philadelphia me sorprendió. Después de darle muchas vueltas, no sabría decir si la sorpresa fue positiva o negativa...lo que sí es cierto es que no es lo que esperaba. La ciudad ofrece una mezcla única de ambientes con profundos contrastes; en algunos sentidos parece una pequeña población, casi un pueblo, con sus coquetas casas unifamiliares y su relajado ambiente (predominantemente en la zona conocida como "desembarco de Penn" y en la zona colonial de la ciudad); otras áreas tienen menos personalidad y un carácter mas "estándar", lo mas parecido a una gran ciudad, con sus inmensos rascacielos y un distrito de negocios en continua expansión; y otras áreas simplemente te desconciertan y no sabes muy bien dónde te encuentras, ya que los solares vacíos (reciclados como aparcamientos, el mejor negocio de la ciudad sin duda alguna) y los edificios en ruinas se alternan con teatros, cines y comercios en el centro de la ciudad. De lo que no cabe duda es que Philadelphia, se mire por donde se mire, tiene una personalidad única y no te dejará indiferente. 





El negocio más rentable de la ciudad...¡aparcamientos públicos!
Coloridos murales que adornan las fachadas de la ciudad
       La capital del condado de Pensilvania fue fundada por William Penn, que llegó a esas tierras allá por el año 1682, cuando estableció una colonia basada en la libertad religiosa. Penn no podría imaginar que sólo un siglo después aquella ciudad (cuyo nombre significa ciudad del amor fraternal) sería el origen de una nueva nación. Y es que en ésta ciudad se firmó la Declaración de Independencia y la Constitución de Estados Unidos en 1776, por la que se declaraba la libertad e independencia de América del imperio Británico. La mayor parte de puntos turísticos se encuentran al Este de la ciudad, que es donde se ubica la ciudad antigua y Society Hill. Por ello decidimos alojarnos en esta zona para nuestra estancia de tres noches.


       El hotel elegido fue el hotel Penn's View Landing (140 $/noche), extremadamente caro para lo que el hotel ofrece, pero es que si por algo sorprende Philadelphia a los nuevos visitantes es por sus elevados precios (mejor no comentar el precio del aparcamiento del hotel...) Obviando el tema del precio, el hotel respondió, más o menos, a lo que se espera de un hotel de esta categoría. Ubicado en una zona muy buena, junto al río, en la zona colonial de la ciudad, permitía acceder andando a las principales atracciones y puntos de interés (el distrito de los museos queda bastante apartado, pero también se puede ir andando...un paseo largo, eso sí) El hotel ocupa un edificio histórico y eso se nota en las habitaciones, que son algo pequeñas y cuentan con un sistema de aire acondicionado muy obsoleto, así que decidimos mantenerlo apagado la mayor parte del tiempo para evitar el ruido. Es un hotel de gestión familiar, muy pequeñito, con un personal muy atento y amable. El servicio de desayuno estaba incluido en el precio (una sorpresa, ya que en la reserva que hicimos ponía que no había servicio de comidas - simplemente correcto; lástima que el precio no incluyera el aparcamiento...) y una buena conexión WiFi. 

              La ciudad antigua


      El acceso a la ciudad se realiza a través del puente Benjamin Franklin (de peaje, 5$), una bonita estructura metálica que da acceso a una estupenda vista del skyline de la ciudad del amor fraterno. El final del puente desemboca de lleno en el corazón de la ciudad antigua, un área de 1km cuadrado que concentra multitud de puntos de interés y visitas obligadas para el viajero que quiera descubrir algo más sobre los orígenes de la ciudad y, por extensión, de los Estados Unidos.  Si hay un edificio que destaque de entre todos por su importancia histórica, ese es el Independence Hall, un austero edificio de ladrillo en el que se discutieron los borradores de la Constitución y la Declaración de Independencia del país, y que fue inaugurado en 1753 tras dos décadas de trabajos. Se puede hacer una  visita guiada por su interior, que no ofrece mucho, la verdad: austeras habitaciones de época conservadas tal cual, los salones en los que se discutieron y firmaron los borradores finales de ambos documentos y alguna que otra curiosidad histórica, como la silla empleada por George Washington durante la convención constitucional de 1787, simbolizando el nacimiento de una nueva nación. La entrada es gratuita, y las entradas (que suelen agotarse a diario), se obtienen en el cercano Centro de Visitantes. Para los mas cómodos, si no quieres hacer colas y tienes decidida la fecha de tu visita, puedes comprar las entradas online en  https://www.nps.gov/inde/planyourvisit/independencehall.htm al precio de 1,5$, en concepto de reserva y gestión. El día de tu visita, pasa por el Centro de Visitantes un poco antes de la hora se tu visita al Independence Hall para obtener las entradas originales. Mas allá de la importancia histórica del lugar y de poder contemplar (una réplica) de la famosa Declaración de Independencia en el entorno en el que fue concebida, la visita, a cargo del hombre que aparece en la foto, resultó tan pesada o más como la que asistimos (parcialmente) en la biblioteca de NY....¿tendrían alguna relación las dos personas? En cualquier caso, si haces la visita y ves aparecer al hombrecillo afable de barba blanca como guía de la visita...¡¡¡huye!!! ¡Aún estás a tiempo de hacer algo mas interesante en esa hora y media de visita!






       La otra visita obligada en Philadelphia es la Liberty Bell (campana de la libertad) Para ser fiel a la verdad, cuando compré las entradas para visitar el Independence Hall lo hice porque pensé que sólo dentro se podría ver la Liberty Bell...(no tenía mayor interés  en el Independence Hall, pero sí me apetecía ver la famosa campanita...¡qué le vamos a hacer!) Pues bien, para ver la campana no hay que reservar entradas...tan solo armarse de paciencia para soportar la cola para acceder al Liberty Bell Center por las estrictas medidas de seguridad (nosotros estuvimos algo mas de una hora para cubrir el trámite...) Una vez dentro, parece como si la gente desapareciera, y de pronto te encuentras prácticamente sólo en medio del edificio, rodeado de murales sobre la historia y fabricación de la campana, que hallarás al final del recorrido justo antes de la salida (si te descuidas, igual te encuentras fuera del edificio sin verla) La campana, uno de los símbolos mundiales de la libertad, también es famosa por su grieta, irreparable pese a los intentos acometidos. Y es que la campana se agrietó la primera vez que fue usada en 1753... Pese a los intentos por detener la grieta, ésta no dejó de crecer y se optó por dejarla como atracción turística para las generaciones venideras...no sé quién fabricaría la campana, pero si la hubieran fundido en la factoría de mi pueblo (en Saldaña, Palencia), ¡seguro que no se hubiera agrietado al primer uso!


        La zona acoge muchos otros puntos de interés, uno de ellos es la Fábrica Nacional de Moneda, que por desgracia no pudimos visitar ya que los horarios de visita son un poco restringidos, los edificios del primer y segundo banco de los Estados Unidos, el National Constitution Center, el National Liberty Museum, el mercado de valores de Philadelphia (también cerrado cuando intentamos visitarlo) o la Iglesia de Cristo, que data de 1695, así como la casa de Betsy Ross, uno de los sitios históricos mas visitados de Philadelphia, donde se dice que Betsy Ross (que para eso es su casa) cosió la primera bandera americana, con un diseño algo distinto al actual, aunque no existe ningún documento oficial que pruebe este hecho. 

Iglesia de Cristo
Casa de Betsy Ross
       Pero no habíamos ido a Philadelphia a empaparnos de historia americana...había, al menos para mí, tres razones de peso para visitar la ciudad: de la primera ya he hablado, la Liberty Bell; la segunda y mas importante razón de ir hasta allí... era probar los famosos ¡Philly Cheesesteaks! A tiro de piedra del hotel se encuentra uno de los establecimientos de mas solera en cuanto a cheesesteaks se refiere, el Campos, lugar que visitamos en más de una ocasión para degustar estos típicos bocadillos, que utilizan como base tiras de carne frita (el tradicional es de carne de ternera, pero también los hay de cerdo y pollo), aderezado con queso fundido (de distintos tipos, a gusto del consumidor) y otros ingredientes, como cebolla, pepinillos...el bocadillo no sale barato (9-11 $) pero la verdad es que ¡estaba para chuparse los dedos! Y si lo acompañas con una cerveza local...¡mejor que mejor! El establecimiento no acepta pago con tarjeta de crédito, el único pero que se le puede poner.


           El centro de la ciudad

       El contraste con la tradición y la historia de la ciudad vieja lo marca el centro de la ciudad, con sus enormes edificios acristalados, símbolo de la actividad comercial y de negocios que se desarrolla en la ciudad a la sombra del edificio mas representativo de la zona, el ayuntamiento, que ocupa un lugar privilegiado en la ciudad de Philadelphia; un edificio construido en mármol y granito donde sobresale la imponente torre de 167m de altura, coronada por una estatua del fundador de la ciudad, William Penn, de 11m de altura, que con sus 27 toneladas de peso es la estatua más grande del mundo situada en lo más alto de un edificio...¡ahí es nada! Hay una anécdota interesante con respecto a la torre del ayuntamiento y el respeto que la ciudad guarda(ba?) a su fundador, ya que al tiempo que los rascacielos proliferaban por todo el país, en Philadelphia se había llegado a una especie de acuerdo de caballeros  por el cual no se construirían edificios de mas de 150m de altura, para que la estatua de William Penn dominara siempre sobre la ciudad. El acuerdo se mantuvo durante muchos años, pero los tiempos cambian y los negocios son los negocios, así que en  1987 se construyó el One Liberty, que arroja su sombra sobre la torre del ayuntamiento desde sus 288m...William Penn había perdido su privilegiada situación en lo alto de la ciudad, y eso fue solo el principio, ya que en sólo cinco años se alzaron otros muchos rascacielos que hicieron empequeñecer la estatua de Penn, como el Two Liberty Place o el Comcast Center, que con sus 297m de altura es el edificio mas alto de la cuidad en la actualidad.


Comcast Center
El Ayuntamiento, con Penn coronando el que fuera el edificio más alto de la ciudad durante muchos años
      Frente al Ayuntamiento, y bajo la atenta mirada de Penn, se encuentra uno de los edificios mas hermosos y ¿misteriosos? de la ciudad, el edifico de los masones. Siempre me he sentido atraído por las logias y sociedades secretas, así que ver el cartel que reza en la entrada del edificio me causó un escalofrío. En teoría el edifico se puede visitar (pues vaya sociedad secreta...), pero pese a los intentos y las veces que acudimos allí, la puerta siempre estaba cerrada, sin información respecto al horario de apertura o visita...el edifico es una joya arquitectónica, dedicado a la Gran Logia de los Masones de Pensilvania en 1873, e incorpora detalles ornamentales copiados de lugares tan dispares como la Alhambra de Granada o los templos de Luxor. 


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       Al Oeste se alza la torre del One Liberty Place, la precursora de las grandes construcciones en Philadelphia. Con sus 288m de altura y su cúpula piramidal acristalada constituye una de las siluetas mas reconocibles de la ciudad, guardando cierta similitud con el edificio Chrysler de Nueva York. A su lado se alza el Two Liberty Place (se rompieron la cabeza buscando nombres a los edificios...) Hay un mirador situado en lo alto de una de las torres; recuerdo que nos acercamos a verlo y rápidamente decidimos que no subiríamos. El precio (entre 19-29$, https://phillyfromthetop.com/), nos pareció excesivo (como todo el Philadelphia), sobre todo si se compara con el Empire State o al Top of the Rock, con la diferencia que Philadelphia, por mucha ciudad del amor que quiera ser, no es Nueva York....


En el acceso al mirador del Liberty Place
       Como no podía ser de otra manera, Philadelphia también tiene su Chinatown....su origen se remonta a 1860, cuando se estableció en la zona la primera lavandería China. En la actualidad es el cuarto Chinatown por tamaño de los Estados Unidos, por detrás de los de Nueva York (visto), San Francisco (pendiente) y Washington (pendiente) Mucho menor en extensión que el de Nueva York, ofrece en un espacio reducido prácticamente la misma variedad de artículos, desde ropa y adornos hasta las mas variadas tiendas de comestibles, y como no, restaurantes, se calcula que unos 50 en la actualidad. Distinta ciudad, mismo entorno. 



          Plaza Logan y Distrito de los Museos

      Al Oeste de la ciudad se encuentra la Av. Benjamin Franklin, un bonito (y larguísimo) paseo arbolado que conecta el distrito financiero con el Museo de Arte de Philadelphia

       El recorrido comienza en la Catedral de S. Pedro y S. Pablo, que domina el entorno con su cúpula de cobre de 18m de altura. El exterior no es que llame mucho la atención, pero el interior, sin ser una obra maestra de la arquitectura religiosa, sí merece la pena ser visitado. 

Catedral de S. Pedro y S. Pablo
       Justo en frente de la catedral se ubica la plaza Logan, que forma parte del plan urbanístico original concebido por William Penn. Originalmente fue un cementerio, luego lugar de ejecuciones y ahora alberga una fuente...¡cómo cambian los tiempos! El nombre Logan se lo debe a la secretaria de Penn, James Logan (oooops!) La fuente central data de 1924, y contiene tres figuras que representan las tres vías de agua de la ciudad. En la actualidad (Marzo 2016) las obras en la zona hacen difícil pasar de un lado a otro de la enorme Av. Benjamin Franklin. Sin exagerar, nos llevó más tiempo cruzar los interminables pasos de cebra e intersecciones de calles que hay para llegar desde la Plaza Logan a la Biblioteca Publica de Philadelphia, situada justo enfrente, que el tiempo que permanecimos dentro de la biblioteca.  



        En la Plaza Logan se encuentra el Instituto Franklin, que pasa por ser la institución científica y tecnológica que ha estado en uso de forma ininterrumpida por más tiempo en toda Norte América, fundado en 1824. Una enorme estatua de mármol de 6m da la bienvenida a los visitantes. Es uno de esos museos que gustan visitar, orientados al público, de todas las edades, y que busca divulgar ciencia con divertidos juegos y pruebas en los que todos pueden participar. Hay varias salas, y en cada una de ellas hay una parte que acceso libre y otras exposiciones para las que hay que pagar entrada. Lo cierto es que pasamos un buen rato "jugando" con muchos de los experimentos que allí había; M rodó en una bicicleta sobre un cable de acero suspendido en lo alto del museo, yo pude comprobar cuál era mi nivel de hidratación (no contaré cómo...), piloté una maqueta de avión (deformación profesional lo llaman algunos), probamos innumerables artilugios y hasta competimos en una lucha de pulsadores para comprobar los reflejos; nos divertimos comprobando nuestros tiempos de reacción (0.65s mios, por los 0.79 de M), valores muy lejanos de aquellos mostrados por jugadores profesionales de fútbol (menos mal que me dediqué a la ingeniería a tiempo...) En definitiva, un museo interactivo muy recomendable (aunque también es verdad que estaba un poco saturado de gente...)


        Dirigimos nuestros pasos hacia el Museo de Arte de Philadelphia, donde se encontraba el tercer motivo del viaje (¿recordáis? Hasta ahora solo he hablado de dos de ellos...) El paseo está jalonado de museos y galerías: la Academia de Ciencias Naturales, la Fundación Barnes, el Museo Rodin (que recoge 130 esculturas del artista en un espacio minúsculo, siendo la mayor colección de sus obras situada fuera de territorio francés)...y al final, alzándose sobre una escalinata que para algunos parece inabordable, se alza el Museo de Arte de Philadelphia. Así dicho seguro que no os dice nada, pero si os digo que el museo en cuestión es el que aparece en la película de Rocky, cuando entrena para el combate corriendo por las calles, y culmina su entreno subiendo una escalera imposible y poniendo la ciudad a sus pies, seguro que recordáis la imagen. Por si no lo recordáis, ahí va un enlace a la escena en cuestión (Rocky I) La magia del cine. La escalinata interminable tiene 72 escalones...nada. Ni que decir tiene que imitadores no le faltan a Rocky: basta sentarse allí un rato para comprobar toda suerte de imitadores, algunos con mas estilo que otros, recreando la famosa escena al tiempo que la grababan, ¡algunos incluso lo hacían con la música original de la película! Uno de esos sitios donde el tiempo pasa volando, observando a la gente y disfrutando de algo tan simple como una vista estupenda en un entorno de lo más animado. El Museo es lo de menos, claro está, lo importante son sus escaleras y la estatua de Rocky que se alza a sus pies, posiblemente el punto más visitado de Philadelphia, junto con la Liberty Bell; interminables colas de personas que se agolpaban, a cualquier hora, para tener un par de segundos y poder retratarse con Rocky, el boxeador que marcó una época (en el cine) Yo no hice la cola...pero sí mi particular homenaje a Rocky...¡que no he viajado hasta Philadelphia para irme sin mi foto estilo escena final! 




Museo Rodin




        Quedaron pendientes muchas cosas...pero el tiempo es el que es, y el objetivo del viaje tampoco era el de pegarse una paliza, si no más bien el de disfrutar y apreciar lo poco o mucho que nos diera tiempo a ver y disfrutar en cada lugar. Entre los "debe" dos visitas que me quedé con las ganas de hacer (además de la ya mencionada visita al edificio de los Masones): la primera de ellas a la Penitenciaria del Estado, donde cumplió condena Al Capone, y la segunda y más importante, a alguno de los poblados Amish de los alrededores..¡eso sí que me hubiera gustado! Pero el tiempo es implacable, y estando de vacaciones por alguna extraña razón vuela...así que amigos Amish, nos veremos en el futuro en algún otro viaje a la zona (¿Washington tal vez?)

      Concluida nuestra estancia en Philadelphia, emprendemos camino hacia Toronto, Canadá, y las cataratas del Niágara. 800 km nos separaban de nuestro próximo destino, así que sin perder más tiempo, ¡vamos hacia allá! ¡Pero eso ya será en la próxima entrada del blog!




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