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Estados Unidos, costa Oeste: de San Francisco a Las Vegas

Tiempo de lectura: en torno a 40 minutos

El recorrido  

      Corría el mes de febrero cuando M y yo comenzamos a preparar nuestras vacaciones de Otoño, como de costumbre durante el periodo de vacaciones escolares, lo que en Alemania es siempre un problemilla (de ahí que anticiparse sea la única opción). No teníamos destino fijo en mente, así que buscando y valorando alternativas M dio con una super-oferta para viajar a San Francisco (con escala, saliendo desde Frankfurt) por ¡¡300€!!. Si bien M ya conocía la ciudad ya que había visitado varias veces la ciudad del Golden Gate, aún tenía algún sitio que le gustaría conocer en la zona (¡y regresar a California no suele ser un problema para ella!), así que después de mirar y re-mirar (a mí me salía el mismo vuelo por el doble de precio...¡cosas de internet!) decidimos comprarlo y fijar nuestras vacaciones; al final el precio fue de 380€/persona, incluyendo maletas y selección de asientos, con United (operado por Lufthansa). Un chollo con mayúsculas. Y comenzamos a preparar un poco lo que sería nuestro recorrido por la zona, visitando los Estados de California y Nevada (decidimos no abordar el Gran Cañón, ya que nos supondría muchas horas de viaje y ambos hemos estado ya en el pasado - aunque hay ganas de regresar, que quedaron muchas cosas pendientes de visitar), y teniendo en cuenta que en las fechas del viaje algunos de los accesos a los parques que queríamos visitar podrían estar cerrados por la nieve (algo que aprendimos el año pasado durante nuestro viaje a Canadá), al final el recorrido del viaje quedó más o menos como os detallo a continuación (que no fue el recorrido planificado inicialmente, ya que pensamos abordar los parques desde la vertiente Oeste, pero debido al excepcional clima reinante cambiamos de planes durante el viaje):

San Francisco - Las Vegas - Monte Whitney y Sierra Inyo - Mammoth Lakes - Lago Tahoe - San Francisco


      Por supuesto la idea era utilizar estos lugares como "centros de operaciones" para descubrir algunos de los atractivos de la zona, como Death ValleyYosemite, el lago Mono o la ciudad histórica de Bodie, como os contaré a continuación. Al final fueron 2000 millas de recorrido. Y como ya nos ha pasado en alguna que otra ocasión, después de comprar los billetes de avión y de planificar la ruta por encima, los quehaceres diarios y el trabajo hicieron que nos olvidáramos del viaje hasta el momento de partir. Cero planificación. ¡Pero ya es casi una tradición! 


La salida: Frankfurt

      Llegado el día de las deseadas vacaciones, decidimos viajar a Frankfurt el día anterior a la salida de nuestro vuelo (que salía por la mañana) para hacer noche allí y poder ir al aeropuerto con algo más de tranquilidad. Salimos pronto de Colonia y evitamos el atasco del viernes, consiguiendo llegar a Frankfurt de día, con lo que yo aproveché para acercarme al centro de la ciudad (un paseo de unos 20-30 minutos a lo largo del curso del río Main desde nuestro hotel) para re-descubrirlo, ya que hacía varios años que no lo visitaba. El tiempo era espléndido, algo que por fortuna nos acompañó durante la mayor parte del tiempo de viaje, lo que ayudó a que disfrutara aún más de la visita, y es que el atardecer me regaló unas imágenes de esas que no se olvidan. Una breve pero más que productiva visita al centro de Frankfurt, ¡el aperitivo perfecto antes de emprender viaje hacia los Estados Unidos!











La llegada: San Francisco

     A la mañana siguiente y sin mayores contratiempos (más allá del caos que reinaba en el aeropuerto de Frankfurt en la zona de los controles de seguridad), tomamos nuestro vuelo hacia los Estados Unidos; el vuelo que compramos hacía escala en Atlanta (muuuuy larga), pero a las pocas semanas de comprar los vuelos recibimos un aviso de United informándonos del cambio de vuelo: ahora llegaríamos un poco antes a San Francisco, pero con dos escalas (en Atlanta y en Denver). Un mal menor a esas alturas del viaje. Los vuelos discurrieron sin mayores problemas y llegamos puntuales a San Francisco, donde recogimos nuestro coche de alquiler (lo reservamos con Dollar, para 14 días, con seguro a todo riesgo y conductor adicional incluido en el precio por unos 370€) y nos dirigimos sin más demora a nuestro alojamiento en la ciudad para las próximas tres noches, un apartamento de Airbnb situado al sur de San Francisco. El apartamento era muy amplio, con una habitación, salón comedor y cocina, ubicado en una zona muy tranquila donde se podía aparcar sin problemas (a unos 15-20min. en coche del centro de la ciudad). No tuvimos contacto con el dueño hasta el momento de nuestra salida tres días después, cuando por casualidad coincidimos con sus padres y M aprovechó para dar de comer a las alpacas que tenían en el jardín de la casa y jugar un poco con la perrita que vestía un ridículo vestido con tu-tu. Como de costumbre, no publico fotos de los apartamentos de Airbnb, pero quedamos muy contentos con nuestra estancia. 




       La mañana del domingo nos levantamos sin prisas, pero no pudimos burlar el cambio horario, así que salimos razonablemente pronto del apartamento y nos dirigimos al Golden Gate, mi objetivo personal del viaje y auténtico icono de la ciudad de la bahía. El puente recibe el nombre del estrecho en el que se ubica, nombre que a su vez tomó del estrecho que comunica Asia y Europa en Constantinopla (estrecho también conocido como "puerta dorada"). ¿qué decir de éste puente? A pesar de no ser el más largo de la ciudad (récord que ostenta el Bay Bridge, un puente colgante de casi 3Km de longitud), es sin duda el más famoso de la ciudad (y posiblemente del mundo). En su época supuso todo un hito de la ingeniería (hablamos del año 1937), y las cifras impresionan aún hoy en día: la longitud total del puente es de 2737m (1970m de estructura colgante), con un vano de 1280m entre ambas torres, torres que se alzan casi 240m hacia el cielo, permitiendo un gálibo para navegación de casi 70m bajo su estructura. Casi nada. Simplemente impresionante. Los trabajos de diseño y construcción de éste puente se estudian en muchas universidades (yo lo estudié como parte de la asignatura de "resistencia de estructuras" y desde ahí me enganchó la idea de conocerlo). M había estado en varias ocasiones en la ciudad y me comentó que nunca había conseguido ver el puente, ya que siempre lo había visto cubierto por la bruma característica de la ciudad. Aquel día cuando salimos del apartamento el sol lucía en todo su esplendor y no se veía ni una sola nube en el cielo. "Era el día", pensaba para mí, sin decirlo en voz alta para no "gafar" la experiencia. El sol nos acompañó durante todo el viaje, e incluso hasta el momento de aparcar el coche en un aparcamiento situado a escasos metros del puente (Langdon Court - gratuito); sin embargo, nuestra primera imagen del puente fue la que os muestro a continuación:


       No daba crédito. El puente estaba envuelto en niebla...¡pero sólo el puente! Mirando en cualquier otra dirección se podía distinguir claramente el azul del cielo. Toda una decepción, sin duda. Por fortuna el momento duró poco y pronto la bruma comenzó a disiparse, dejando adivinar la parte superior del puente. Aún no podíamos verlo completo, pero yo ya me daba por satisfecho teniendo en cuenta cómo había arrancado el día. La niebla se iba disipando más y más, hasta que finalmente solo quedaron unos elegantes trazos de aquella y el puente se mostró ante nosotros con toda su grandeza. Ni que decir tiene que pasamos toda la mañana en los alrededores del puente, viéndolo desde todos los ángulos posibles (pobre M...), sacando cientos de fotos...y todo ello animado por una exhibición aérea que se llevaba a cabo en la bahía con motivo del día de Cristobal Colón y las festividades relacionadas con el día de Italia (y nosotros sin saberlo...). Golden Gate, todo tipo de aviones surcando el cielo y un día despejado, ¡mejor imposible! Disfrutamos de los jardines de Crissy Field - repletos de familias y grupos de amigos disfrutando del soleado día y de la exhibición aérea -, visitamos el embarcadero Torpedo y el centro de visitantes del Golden Gate que se encuentra frente al mismo, la fortaleza de Cranston, desde la que se tienen unas vistas estupendas del puente y de la bahía, y continuamos caminando por la playa hasta el Palacio de Bellas Artes. Para cuando quisimos regresar al coche, el sol ya se estaba despidiendo y dando paso a la noche; sin darnos cuenta ¡habíamos pasado todo el día en las proximidades del Golden Gate y no hicimos otra cosa! Yo, obviamente, encantado, ¡quién sabe como estaría el tiempo los días siguientes!. 











      Para nuestro segundo día de estancia en San Francisco teníamos reservada otra de esas visitas casi obligadas si se visita la zona: Alcatraz (o la roca, como me gusta a mí). El desfase horario nos seguía pasando factura (cuesta algo acostumbrarse a 9 horas de diferencia), así que de nuevo nos levantamos antes de lo esperado y nos lanzamos a descubrir algún rincón de la ciudad en las proximidades del muelle desde el que parten los barcos hacia la isla en la que se encuentra la cárcel más famosa del mundo. Pudimos descubrir (o sufrir) en primera persona la pendiente de algunas de las calles de San Francisco, esas que le han dado fama otorgándole un carácter e identidad única y que han salido en multitud de películas (como en La Roca, por ejemplo), con sus típicos y turísticos tranvías (a 8$ el trayecto no creo que los usen muchos locales). Una de las calles más conocidas es Lombard St., que en su tramo final (el más alejado de la zona del puerto) presenta una sucesión de curvas que van de lado a lado de la calle, y cuyo único objetivo es reducir la pendiente de la calle (al parecer tiempo atrás algunos vehículos tenían problemas al afrontar la pendiente, debido a su exagerada inclinación). Hoy en día un reclamo turístico más de la ciudad para curiosos que nos acercamos hasta allí para sacar la foto de rigor y comprobar en nuestras propias carnes la magnitud de la pendiente (algo que no queda tan patente en las fotos). De regreso a la zona del puerto visitamos el Pier 39, posiblemente el más turístico y animado de todos cuantos se pueden visitar, con muchísimos restaurantes, tiendas de recuerdos y actividades de ocio. Una primera aproximación que nos sirvió para comprobar que era una zona a la que había que regresar durante nuestra estancia.  








      A la hora señalada en nuestra reserva (compramos las entradas a Alcatraz varios meses atrás, https://www.alcatrazcruises.com/ 39.90$/persona) nos encontrábamos en la cola para abordar el barco que nos llevaría a la roca; la película homónima estaba en mi mente (aquella en la que un grupo de terroristas se hacían con el control de la isla e instalaban varios misiles en algunos de sus edificios, apuntando directamente hacia algunas de las ciudades más populosas del país americano; menos mal que Sean Connery – que había conseguido escapar de la isla cuando era preso – y Nicolas Cage se encargaron de neutralizar la amenaza). El recorrido en barco apenas dura unos minutos (en torno a 15), y pronto nos encontramos en ¡la roca! El inconveniente de llegar a una isla es que a la hora del desembarco todos vamos en la misma dirección, así que esperamos un poco a que se diluyera la multitud antes de iniciar nuestro recorrido por el presidio de Alcatraz. El sol nos acompañó de nuevo aquel día, ¡qué lujo! La visita recorre las distintas estancias del presidio con la ayuda de una audio guía que se entrega al comienzo del recorrido, en la zona de las duchas (incluida en el precio de la entrada) y que cuenta, bajo la mirada real de tres reclusos y de tres vigilantes de la prisión, cómo era la vida intramuros, los problemas de convivencia que había o el único intento “exitoso” de fuga reconocido, donde tres presos consiguieron salir de sus celdas a través de los orificios que practicaron en las paredes de las mismas, consiguiendo conectar con el circuito de ventilación del pabellón, cuyos conductos usaron para salir del mismo, aunque sus cuerpos nunca se encontraron (al menos esa es la versión oficial), una de los tantos motivos por los que Alcatraz fue considerada como la prisión más segura del país, y también una de las más duras: ubicada en una isla azotada por las duras corrientes del pacífico, su cercanía a la ciudad de San Francisco (de la que se tienen unas vistas fabulosas desde el patio exterior) era, según cuentan en la narración, todo un tormento psicológico para los presos, que veían tan cerca una libertad que por otro lado les era inaccesible. A lo largo del recorrido se visitan los módulos donde se encontraban las duchas y los vestuarios que recibían a los nuevos huéspedes de la roca, las celdas (muy pequeñas, sí, pero recuerdo una habitación en uno de los primeros pisos en los que viví – o sobreviví durante tres meses – en mi época de estudiante que no era mucho más grande…), el comedor – el recinto más peligroso de todo el presidio, la sala de control, la morgue, el edificio donde se alojaban las familias de los vigilantes, el patio, el faro (muy importante, porque es donde los terroristas habían ubicado los últimos misiles que amenazaban a la paz mundial y que Connery y Cage tenían que desmontar, quitando el chip de guiado), en definitiva, todas las instancias de tan famoso lugar, hogar temporal de presos tan ilustres como Al Capone. Sin dejar de reconocer el carácter eminentemente turístico que se le ha dado a Alcatraz desde que cerrara sus puertas como presidio hace unos 40 años, la verdad es que la visita me pareció muy interesante (aunque no discurra, ni de lejos, de la forma en la que se describe en la película de La Roca...), porque no olvidemos que también se trata de una prisión en la que se cometieron todo tipo de atrocidades (peleas, asesinatos, abusos, etc.), un pedazo de la historia americana más reciente.













      Finalizada nuestra experiencia como habitantes temporales de Alcatraz, abandonamos el recinto de la misma manera que llegamos, a bordo de uno de los barcos que nos llevó de vuelta a la zona portuaria de San Francisco.

      Dedicamos el resto del día a recorrer el barrio de Chinatown, que pasa por ser el más antiguo de América del Norte y el mayor enclave chino fuera de Asia. Aún con esta magnífica carta de presentación, resultó ser una decepción, ya que no tiene, para nada, la esencia que caracteriza a este tipo de barrios en otras ciudades (la verdad es que llevamos ya unas cuantas visitas a Chinatowns en distintas partes del mundo que han sido bastante decepcionantes). Al caer la noche decidimos regresar al Pier 39 donde descubrimos que el muelle es el hogar de una colonia bastante numerosa de leones marinos, y para disfrutar del skyline de la ciudad desde el edificio del puerto de San Francisco, desde el que también se tienen unas vistas estupendas del puente de la Bahía















      La primera etapa de nuestra estancia en San Francisco no dio más de sí, pero por suerte aun teníamos que pasar un par de noches al final de nuestro recorrido por California y Nevada (por aquello de evitar sorpresas el ultimo día de camino al aeropuerto, para evitar tener que conducir cientos de kilómetros desde donde quiera que pudiéramos encontrarnos). Para esa segunda etapa nos alojamos también en un Airbnb, mucho mejor equipado que el anterior pero un poco más lejos del centro (y más cerca del aeropuerto), con todas las comodidades como de costumbre y donde no tuvimos, también como de costumbre, ningún tipo de problema. Aquella segunda etapa de nuestra estancia la empleamos en volver a visitar el Pier 39 (para ver a los leones marinos y sus juegos a la luz del día), yo subí hasta lo alto de la torre de Coit (8$, se sube en ascensor), que prometía unas vistas espectaculares sobre la ciudad, ya que se ubica en lo alto de un promontorio, y que sin desmerecer en absoluto, ya que las vistas son ciertamente espectaculares, me hicieron pensar si realmente la experiencia valía lo que costaba (8$ me parecieron excesivos, sobre todo porque la mayor parte de las ventanas del mirador superior estaban cerradas, con lo que tomar fotos – que no nos engañemos es uno de los objetivos cuando se sube a este tipo de torres – se convirtió en una tarea harto complicada, por los reflejos y la gente agolpada en torno a las dos únicas ventanas abiertas del mirador), recorrimos los alrededores de Union Sq., una de las zonas más comerciales del centro, y la Catedral Grace, con sus bonitas vidrieras y juegos de colores, y nos desplazamos al Oeste de la península para disfrutar de un bonito y pausado paseo por el corazón del parque Lands End (fin de la tierra), un paseo que discurre paralelo a la línea de costa en medio de un bosque y que ofrece unas vistas espectaculares del Golden Gate (¡cómo no!) y de la bahía en la que se ubica la ciudad. Sin duda una muy buena idea para cerrar nuestra visita a San Francisco















Las Vegas


      La primera parada tras nuestra estancia inicial de tres noches en San Francisco fue Las Vegas, donde pasamos otras tres noches. El trayecto entre ambas ciudades nos iba a obligar a pasar la mayor parte del día en el coche, así que decidimos hacerlo un poco más interesante (aunque también algo más largo) y para ello tomamos la highway 1, la carretera panorámica que discurre por la línea de costa y que llega hasta más al sur de Los Angeles. Por supuesto no llegamos hasta Los Angeles, pero sí recorrimos un buen puñado de kilómetros por ella antes de desviarnos hacia nuestro destino final, cogiendo para ello la ruta 5. Aquel día, al menos durante el tiempo que duró nuestro recorrido por la highway 1, el tiempo no nos acompañó en absoluto: ya desde la salida de San Francisco el cielo estaba cubierto y el color grisáceo del firmamento nos persiguió durante nuestro recorrido costero, limitando en parte el número de paradas que realizamos. Aún con cielo gris y lluvia, el paisaje que se mostraba ante nosotros evidenciaba el potencial de la zona, una zona de acantilados que al parecer no tiene parangón con los que se pueden observar más hacia el sur (y que M ya había visitado), pero que ofrece un buen número de puntos interesantes en los que parar a estirar las piernas y deleitarse con las vistas. 








     La ruta nos llevó a través del desierto de Mojave, entre otros puntos de interés. Con tantas horas de conducción por delante, cuando llegamos a Las Vegas ya había caído la noche, así que el strip ya lucia con toda su energía y actividad habitual. En la ciudad del pecado nos alojamos en el hotel Best Western Plus Casino Royal (100 €/noche), un hotel muy normalito y al que le hace falta una buena renovación, pero que ofrece en su ubicación su mejor carta de presentación, justo al lado del Venetian y muy cerca de todos los hoteles representativos de la ciudad de los neones (Mirage, Bellagio, Paris, etc.). A ambos nos sorprendió la subida desorbitada en los precios de los hoteles con respecto a nuestras respectivas estancias previas (en mi anterior visita me alojé en el MGM por muchísimo menos dinero). Las Vegas no necesita carta de presentación: es uno de esos lugares que cuando visitas por primera vez te parece que ya has conocido antes, y es que forma parte de las vidas de casi todos nosotros merced a los esfuerzos de la industria cinematográfica americana. Y a pesar de eso te engancha (o lo odias, que tambien puede pasar). Gran parte del atractivo de Las Vegas reside en visitar los otros establecimientos hoteleros, establecimientos diseñados con todo tipo de detalle. En algunos de ellos se pueden ver espectáculos (tanto gratuitos como de pago), tanto dentro de los hoteles (como el espectáculo de Poseidón en Caesars Palace, que no merece la pena, la verdad) como fuera de los mismos: desde la montaña rusa que recorre por dentro y por fuera el recinto del hotel New York, New York, la erupción de un volcán en los jardines del Mirage o la famosa fuente musical del Bellagio. Cuando visité la ciudad en la primavera del año 2013 con mi hermana recuerdo que no dejamos hotel sin visitar, así que en esta ocasión fuimos algo más selectivos y solo visitamos algunos de ellos. Solo en Las Vegas se puede visitar Nueva York, Paris, Venecia, Atenas o Egipto en el mismo día. Aunque no lo creáis, solo con pasear por el strip (la calle central de Las Vegas) y entrar en alguna de las numerosísimas tiendas de todo tipo que allí se ubican, se pasan las horas y los días que ni nos enteramos. Hubo sin embargo tiempo para otras actividades, como por ejemplo ir a uno de los outlets de tiendas que hay en la ciudad e incluso visitar a una antigua profesora de M que vive en la ciudad; resultó interesante visitar a alguien que vive en la ciudad y tener su punto de vista sobre la vida en una de las ciudades más visitadas de Estados Unidos donde parece que todo el mundo vive de la industria de los hoteles y los casinos.  






















       Debido a su ubicación, en mitad de un desierto, las temperaturas y la lluvia no suelen ser un problema cuando se visita Las Vegas, pero el viento sí puede serlo. Ya lo comprobé en mi anterior visita, cuando el viento hizo que se cancelara el espectáculo de piratas del hotel Treasure Island (uno de los mejores que se podían ver de forma gratuita y que ya no existe en la actualidad). Durante nuestra estancia de tres noches en Las Vegas disfrutamos de un tiempo buenísimo durante la mayor parte del tiempo…pero justo el día que teníamos reservado el vuelo en helicóptero para ver la ciudad al atardecer, el viento comenzó a hacer de las suyas. Yo reparé en ello enseguida en cuanto vi los remolinos que se formaban de camino hacia los outlets; una vez allí la verdad es que no se notaba tanto, pero al salir de los mismos y cuando nos dirigíamos hacia el aeropuerto para hacer el vuelo, recibí el correo de la empresa con la que lo había contratado (702 helicopter, no diré el precio por tratarse del regalo que le hice a M en su cumpleaños), anunciando la cancelación de todos los vuelos aquella tarde a causa del viento. El viento no era excesivo, la verdad, pero la compañía se curó en salud y decidió cancelar todos las actividades. Es cierto que al haber reservado un vuelo privado para dos personas, el helicóptero con el que operan estos vuelos es un Robinson 22, que es muy pequeño y en el que las turbulencias se notan mucho más, lo que puede llegar a arruinar la experiencia (vimos que otros helicópteros de otras compañías, con capacidad para 5 o 6 pasajeros, sí que operaron aquella noche, al menos algunos de ellos). La empresa nos ofreció el reembolso del precio del vuelo o hacerlo a la mañana siguiente, que era cuando teníamos pensado abandonar Las Vegas en dirección al Death Valley. Al final decidimos hacerlo a la mañana siguiente, tan pronto como nos dejaron, para no demorar mucho nuestra salida hacia el próximo destino. Hicimos el vuelo según lo previsto: por un lado la verdad es que se ve mucho más la ciudad, no solo el strip, sino todos los barrios residenciales que rodean al epicentro de la ciudad y el desierto y las montañas que se alzan en el horizonte, pero la esencia de Las Vegas son las luces y el colorido, y eso definitivamente nos lo perdimos. El vuelo fue muy tranquilo, sin apenas turbulencias y algo más corto de lo ofertado (como de costumbre en estos vuelos turísticos… ¿alguien ha conseguido volar realmente durante el tiempo que ofrecen cuando haces la reserva y pagas la actividad?), pero suficiente para hacerse una idea de lo que puede llegar a ser y, cómo no, abandonar Las Vegas con una buena excusa para volver una vez más en el futuro y realizar el vuelo nocturno ¿¡Quién sabe!?.












Red Rock Canyon

     Después de descubrir Las Vegas desde una perspectiva diferente, emprendimos, finalmente, el largo viaje hacia nuestro próximo alojamiento, con la idea de visitar Death Valley de camino. Ya sabéis lo que ocurre cuando no se planifican las cosas, ¿verdad? (fail to plan is plan to fail). En fin…de camino hacia el Death Valley pasamos por Red Rock Canyon, que está muy cerca de Las Vegas (apenas a media hora en coche), y decidimos parar porque tenía buena pinta. Allí compramos el pase Wonderful America, que permite el acceso a la mayor parte de los Parques Nacionales de Estados Unidos por 80$ y es válido durante un año (sale muy rentable teniendo en cuenta que la entrada a los parques oscila entre los 15-35$ y que íbamos a visitar unos cuantos en los próximos días). Como en todos los parques, hay múltiples actividades que se pueden hacer si se dispone del tiempo necesario (el mapa que nos dieron a la entrada indica hasta 26 rutas para hacer andando dentro o en las proximidades del parque). Nosotros, como íbamos un poco justos de tiempo y la parada no estaba planificada, decidimos simplemente hacer el recorrido escénico de 21 Km de longitud que recorre el parque y que ofrece varias paradas a lo largo del recorrido en distintos puntos de interés y miradores panorámicos. Los paisajes, que ya me habían fascinado en el viaje hacia Las Vegas, se vuelven más y más agresivos, ofreciendo paisajes desérticos salpicados de formaciones rocosas de un vistoso color rojizo (de ahí el nombre del parque… ¡qué imaginación la de los americanos para nombrar los sitios!). Recuerdo que en el momento de la visita, me pareció que había sido una excelente idea, porque la verdad es que el recorrido escénico es atractivo, pero al final del día lamenté un poco el tiempo empleado en este parque, ya que nos privó de disfrutar más relajadamente del Death Valley, como os cuento a continuación. 








Death Valley


     En Death Valley (acceso incluido en el pase Wonderful America) es donde más nos falló la planificación; por lo poco que había podido mirar sobre el lugar antes del viaje, pensé que se trataba de un enorme desierto con unos pocos puntos de interés que bien merecían una visita, y estaba en lo cierto – al menos parcialmente. En la información que te dan en la oficina de visitantes del parque (que no está precisamente a la entrada del parque), solo se identifican 9 puntos de interés, amén de incontables rutas y senderos para los más privilegiados con tiempo para poder disfrutar del parque como merece. En lo que no reparé fue en las dimensiones del desierto en cuestión y, sobre todo, en lo cortos que son los días en esta zona. No en vano, Death Valley es el Parque Nacional más grande de los Estados Unidos (excluyendo aquellos situados en Alaska), y las distancias entre los distintos puntos se miden en horas de conducción. Eso no lo dice nadie. Sea como fuere, el primer punto de interés al que se llega cuando se aborda Death Valley desde Las Vegas es el mirador de Dante; una indicación en la carretera general es la única pista que tevimos sobre este mirador. La palabra mirador suele ser sinónimo de éxito, así que tomamos el desvío sin tener ni idea de a dónde íbamos, ni de qué veríamos desde allí ni de cuánto tiempo nos duraría llegar (son solo 19Km, pero la carretera es muy virada y en continuo ascenso). Media hora después nos alegramos de habernos aventurado, porque las vistas que ofrece el mirador, situado a pie del aparcamiento, son sobrecogedoras. Sin duda el desvío había merecido la pena: las vistas son simplemente fascinantes. Y para muestra, nada mejor que una imagen:


      El mirador se encuentra a más de 1500m sobre el nivel del mar, y desde él se puede observar la grandeza del desierto y los depósitos salinos que dan color al Badwater Basin, situado casi 1600m por debajo de nosotros. La base del desierto, en la que se encuentran los depósitos salinos, se encuentra a 86m por debajo del nivel del mar, convirtiéndolo en el lugar más bajo de toda Norte América. Fascinante. Como os podéis imaginar, con esa diferencia de altitud entre la parte más baja del parque y las montañas que lo rodean el sol se pone extraordinariamente pronto en este lugar, lo que limita mucho las horas efectivas de visita (la puesta de sol se produjo en torno a las 17:30h, una hora y media antes de lo que habíamos vivido en San Francisco). Visitamos el centro de visitantes (que se encuentra a casi una hora desde el mirador de Dante) para hacernos con un mapa del lugar y volvimos hacia atrás para visitar la base del desierto y hacer el recorrido de 15Km que recorre la que se conoce como la carretera del artista, un recorrido que discurre entre formaciones rocosas de sugerentes colores y formas y que se recorre en un único sentido. Y fue en medio del recorrido por esa carretera escénica, cuando nos encontrábamos frente a la conocida como paleta del artista, cuando el sol dejó de bañar con su cálida luz los paisajes del lugar. Ya con la oscuridad apoderándose poco a poco del lugar, aun tuvimos tiempo de visitar el punto Zabriskie, un mirador que ofrece vistas a un paisaje espectacular, formado por montañas de sugerentes y redondeadas formas, en tonalidades doradas, y todo ello en el incomparable marco que es el desierto. Y la noche se apoderó del lugar. No hubo tiempo para más aquel día. La puesta de sol nos sorprendió demasiado pronto y dio al traste con los planes de visitar algún lugar más del parque, y sobre todo de una forma más relajada. Hicimos una parada en las dunas de arena que se encuentran en el otro extremo del parque, ya en plena noche y de camino al hotel, donde al menos obtuvimos la recompensa de un cielo estrellado como posiblemente nunca antes haya visto. Sin ciudades en varios cientos de kilómetros, la contaminación lumínica en esta zona es prácticamente nula, y una vez que los ojos se hubieron habituado a la oscuridad, la imagen que nos ofreció el firmamento sobre nosotros fue simplemente espectacular. Imposible de describir y menos aún de captar en una imagen, lamentablemente. Uno de esos recuerdos que quedan grabados solo en la memoria del viajero. 







      En vista de la benevolencia del clima y de la favorable previsión meteorológica para los próximos días, decidimos cambiar nuestro plan de viaje inicial a mitad del mismo. Inicialmente contemplamos pasar esa noche en Lindsay, para abordar los parques nacionales por su acceso Oeste, ante la posibilidad de que los accesos del Este pudieran estar cerrados por la nieve (esto lo pensamos allá por Marzo, cuando planificamos las paradas del viaje). Vista la situación, decidimos abordar los parques por el Este, ya que nos ahorrábamos muchos kilómetros, y pasamos esa noche de transición en el Motel Mount Whitney, en Lonepine, un típico motel de carretera americano que para pasar una noche resultó más que aceptable (y sobre todo tranquilo, pese a encontrarse tan cerca de la carretera).

     Después de una reparadora noche, comenzamos el día siguiente, ya más habituados al horario local, regresando de nuevo a Death Valley (aunque suponía retroceder en nuestro recorrido), para visitar el mirador del Padre Crowley, situado frente al mirador de Dante, al otro lado del Death Valley, y poder tener una perspectiva diferente de tan fascinante y único lugar. De regreso a Lonepine, continuamos hacia el norte por la carretera 395, que discurre entre el desierto y la sierra norte, ofreciendo paisajes espectaculares (una vez más, y es que el viaje no dio descanso a los sentidos en ese aspecto). La cara Este del Monte Whitney, el techo de la Sierra Norte y de todo Estados Unidos (excluyendo de nuevo el Estado de Alaska) alzándose hasta los 4421m de altitud, es sin duda la más reconocible: un espectacular macizo rocoso escarpado que no pasa desapercibido. 






      De camino hacia nuestra siguiente parada en Mammoth Lakes, visitamos el bosque Nacional Inyo, que ofrece unas vistas espectaculares de la Sierra Norte. Entre otras curiosidades, pudimos visitar una sección del bosque en el que se encuentran algunos de los pinos más longevos del planeta: se calcula que algunos de ellos tienen más de 4000 años de vida. El ocaso de aquella tarde nos ofreció uno de esos atardeceres mágicos, con el cielo inundado de colores rojizos, rosados y morados, reflejos del sol sobre las caprichosas nubes que adornaban el lienzo del cielo como si de la obra de un pintor se tratara, un espectáculo natural que no por frecuente deja de asombrarme y fascinarme. Y es que si bien cada atardecer es único y especial, atardeceres como el de aquel día en las proximidades del Lago Crowley se quedan grabadas a fuego en la memoria.  









Mammoth Lakes - Yosemite

     Mammoth Lakes fue nuestra base para explorar la zona, incluyendo el renombrado Parque Yosemite (acceso incluido en el pase Wonderful America). Para nuestra estancia de dos noches nos alojamos en el Sierra Lodge (113€/noche), un hotel ubicado en la calle principal (Main St) de la población que tenía muchas instalaciones que como de costumbre no usamos (como un jacuzzi exterior). La habitación era sencilla pero muy amplia, con una pequeña cocina, una zona de vestidor y por supuesto baño. Aparcamiento privado y buena conexión WiFi completan la oferta del establecimiento. El primer día en la zona lo empleamos en visitar el Parque de Yosemite. Accedimos al parque por el paso de Tioga, al Este. El centro de visitantes se encuentra en el centro del Parque, y desde el acceso de Tioga hay una buena tirada hasta el centro (en torno a hora y tres cuartos). En ese sentido lo de acceder por el Este no resultó tan beneficioso, ya que si accedes por los pasos del Oeste, una vez entras en el parque estas ya prácticamente en el corazón del mismo. El lado positivo de entrar por el Este es que ves cosas que de otra forma seguramente no verías, como las morreras del antiguo glaciar que ocupó estos terrenos tiempo atrás. El paisaje, como no podía ser de otra forma, es muy atractivo. La escénica carretera que lleva al centro del valle discurre por bosques y a una elevación que oscila entre los 2000 y los 3400m de altitud. 





       El centro del valle está dominado por las masivas formaciones de granito que controlan el escenario, como El Capitán, que se eleva en torno a 1200m desde la base y es uno de los principales escenarios elegidos por escaladores de todo el mundo para poner a prueba sus habilidades. El otro gran macizo es el denominado Half Dome, el más fotografiado del parque por su característica y única forma. Ni que decir tiene que son incontables los caminos y rutas que se pueden hacer dentro del parque si uno tiene el tiempo necesario para ello. El parque es el hogar de la mayor catarata (en altura) de todo Norteamérica, aunque en la temporada seca no suelen llevar agua, como pudimos comprobar. Uno de los mejores lugares para observar el valle es el mirador conocido como “tunnel view”, pero en cada rincón del parque puede surgir una inesperada fotografía y una buena excusa para hacer un alto en el camino y disfrutar del lugar. 












    Al sur del Parque se encuentra Mariposa Grove, hogar de más de 500 sequoias gigantes. Llegar hasta allí no es sencillo, ya que hay que emplear en torno a 45 minutos desde “tunnel view” (de nuevo las distancias se hacen muy largas dentro del parque, principalmente por los límites de velocidad existentes). El acceso al recinto de las sequoias se realiza por medio de un autobús que parte del aparcamiento y emplea apenas 5 minutos en ascender la pendiente hasta la entrada al parque de sequoias. Cuando llegamos allí la decepción fue bastante grande, ya que el recinto está vallado y no te puedes acercar a los árboles (pero ni de cerca). Las sequoias son impresionantes, eso sí. Echamos mano del ingenio hispano y nos acercamos hasta la carretera para, al menos, poder traer algún recuerdo visual de nuestro paso por el lugar – aunque las sequoias que se pueden ver allí no tienen comparación con las gigantes que habitan dentro del área protegida del parque. Quizás sea demasiado exagerado decir que Yosemite fue algo decepcionante, porque el Parque (lo poco que pudimos ver en un día de visita) me gustó, mucho, pero también es cierto que esperaba algo más de uno de los Parques Nacionales más renombrados del gigante americano (no sabría decir qué esperaba exactamente, pero esperaba más). Pese a todo, una visita imprescindible, sin duda. 





  Mammoth Lakes

      Después de visitar Yosemite y antes de partir hacia nuestro siguiente y último destino, el Lago Tahoe, dedicamos algo de tiempo en descubrir el Parque de las Columnas del Demonio (acceso incluido en el pase Wonderful America), situado en Mammoth Lakes. El parque presenta dos atractivos principales: las Columnas del Demonio, formaciones de lava solidificadas de forma lenta que adoptan esta curiosa forma de columnas hexagonales.  Las columnas se originaron hace unos 80000 años, cuando lava procedente de un origen desconocido, y de una composición mineral consistente, se solidificó de forma lenta. A las columnas se accede fácilmente desde el aparcamiento (que se ubica a unos 400m). El otro aliciente son las cataratas arcoíris, visita que requiere recorrer unos 3.5Km desde el aparcamiento. Las cataratas salvan un desnivel de unos 35m de altura.









     Antes de seguir por la carretera 395 hacia el Norte, fuimos unos kilómetros al Sur para visitar el Parque Geológico de Hot Creek (entrada gratuita), que la verdad no ofrece mucho; al sitio se accede por un camino sin asfaltar, y una vez allí lo más interesante tal vez fuera ver como aguas arribas, a escasos 100m del lugar en el que las aguas sulfurosas procedentes de la actividad geotérmica terrestre se mezclan con el agua del rio, la pesca está permitida. Lo dicho, cuando menos curioso. Al margen el sitio en sí se reduce a lo que veis en las fotos, no hay más, así que la visita fue más o menos rápida. 






Lago Mono

       Continuamos nuestro viaje hacia el Norte por la carretera 395 hasta que llegamos al Lago Mono (entrada con el pase anual Wonderful America), que es el lago más antiguo de Norteamérica (su edad se calcula en unos 760.000 años), y que pese a ser un lago carente de entrada o salida de agua, tiene grandes fluctuaciones en su nivel. Pero no fue siempre así, ya que en el pasado el lago recibió enormes cantidades de minerales, lo que combinado con la evaporación del agua fresca ha dado como resultado un lago en el que la vida no es posible (no hay peces en el lago) debido a que su salinidad es el doble de la del océano. Estas altas concentraciones de minerales han originado, a lo largo de miles de años, las formaciones conocidas como tufa, formaciones que muestran lo que la naturaleza puede hacer con un par de elementos básicos. Las curiosas formaciones se originan cuando los depósitos cálcicos del lago se depositan en las zonas por las que fluye el agua fresca desde el subsuelo; esta combinación origina que los minerales se vayan depositando en columnas cuando el agua se evapora. Lo que significa, en la práctica, que al menos en algún momento en el pasado, el agua cubría por completo las formaciones calcáreas que hoy pueden verse no solo sobresaliendo sobre el agua del lago, sino también a lo largo del propio camino que lleva desde el aparcamiento hasta el borde del lago, un recorrido que muestra los distintos niveles que alcanzaba el lago no mucho tiempo atrás – los carteles muestran el retroceso sufrido en el nivel del lago en los últimos 80 años. Sobrecogedor comprobar cuánto ha retrocedido el nivel del agua en este corto periodo de tiempo. El lugar es uno de los más pintorescos de cuantos visité a lo largo del recorrido por ésta región de Estados Unidos y ciertamente ofrece unas imágenes únicas y de lo más llamativas. 






Bodie

       Unos kilómetros más al norte, siguiendo por la carretera 395, se encuentra el desvío para tomar la carretera 270 que lleva hasta el pueblo histórico de Bodie; los últimos 10Km son de camino sin asfaltar, y con un coche normal (no un 4x4) la verdad es que el trayecto se hace un poco pesado – posiblemente sea parte de la experiencia, un camino polvoriento y no asfaltado que da acceso a un pueblo abandonado. Bodie es en la actualidad un Parque Estatal histórico (entrada 18$/persona), pero en el pasado fue una población con una pujante industria minera. Una población que creció al abrigo de la fiebre del oro de comienzos del S. XIX y que contó con 10.000 habitantes en sus mejores tiempos. El oro fue desapareciendo, y con él los habitantes de esta población, hasta que hace unos 50-60 años los últimos habitantes abandonaron el lugar, dejándolo a su suerte. Bodie se convirtió entonces en un pueblo fantasma. Y una fuente de ingresos para el Estado de California unos años más tarde. El recorrido por las calles del pueblo se hace totalmente por libre: se puede visitar el casino, la taberna, la barbería, el hotel, la escuela, viviendas, iglesias y hasta la cárcel de la época – aunque en la mayoría de los edificios tendrás que conformarte con mirar a través de las ventanas para ver lo que se oculta tras sus cristales, ya que solo se puede entrar en unos pocos edificios. Al ver el interior de algunos de los edificios queda bastante claro que todo está cuidadosamente preparado para que parezca un pueblo abandonado, pero el lugar no pierde su encanto por esta falta de naturalidad. A mí me encantó la visita (este tipo de lugares originales y distintos me apasiona, aunque sean un tanto artificiales). Yo disfruté imaginándome cómo podría haber sido la vida en aquella poblacion de casas desperdigadas, recorriendo los polvorientos caminos y adentrándome en los secretos de un pueblo abandonado. De lo que no hay duda es de que hace no mucho tiempo la gente vivía en este poblado, y eso le añade mucho interés a la visita. En Bodie tan solo encontrarás un centro de visitantes con algunos recuerdos y libros, pero nada de restaurantes (aunque sí agua), todo para tratar de preservar el ambiente de pueblo fantasma. Un pueblo histórico que cayó en el olvido hasta que alguien se acordó de él y lo puso de nuevo en el mapa, ¡y de qué manera!. 














Lago Tahoe


      La última etapa de nuestro viaje por Estados Unidos tuvo al Lago Tahoe como escenario. Para nuestra estancia de 3 noches en la zona nos alojamos en el Postmarc Suites & Spa Hotel (94$/noche), ubicado al sur del Lago Tahoe, en una de las zonas más turísticas del lago, y que constaba de una habitación muy amplia con cocina y baño con jacuzzi; las instalaciones y tamaño de la habitación, junto al hecho de estar ubicado directamente frente al lago fueron los motivos por los que nos decidimos por este alojamiento, situado ya en California (el lago actúa de frontera natural entre los Estados de Nevada y California, y de hecho la línea imaginaria de división se encuentra muy cerca de nuestro hotel). Al llegar al hotel reparé enseguida (pese a que era de noche y no se veía mucho) que el hotel no estaba en primera línea frente al lago, y que mucho menos nuestra habitación daba al lago. Al reclamar en recepción nos dijeron que ya sabían que la descripción en booking.com era incorrecta, pero no habían hecho nada por solucionarlo. Increible. Contactamos con booking para que resolviera el problema, ya que habíamos reservado tiempo atrás una habitación con vistas al lago y nos encontrábamos en una habitación con vistas al aparcamiento del establecimiento, pero booking, como de costumbre cuando hay algún tipo de problema, no ofrece soluciones y básicamente nos ofreció cancelar la estancia en el Postmarc pero no nos ofreció ninguna alternativa a un precio razonable, así que al final nos quedamos en el hotel, pero obviamente no puedo recomendar un establecimiento cuya descripción muestra imágenes que corresponden a otros establecimientos de la zona (¡ni tan siquiera de la propiedad!). Un pequeño contratiempo, porque si bien la habitación y el establecimiento en general estaban muy bien, no era lo que habíamos contratado, y de haberlo sabido meses atrás cuando hicimos la reserva, posiblemente hubiéramos podido reservar algo acorde a nuestras necesidades a un precio similar.


       Pese a todo, el Postmarc nos ofreció un improvisado lugar de observación para el avistamiento de osos, lo que fue toda una sorpresa. Toda la región estaba repleta de carteles avisando de la actividad de los osos, con caminos y áreas cerradas al público para evitar contratiempos, y con muchas otras en las que avisaban que era posible encontrarse con osos en el recorrido y cómo actuar en caso de tener tal encuentro. Los contenedores de basura tienen unos cierres especiales, para evitar que los osos los abran, e incluso en todos los parques hay cajas herméticas en las zonas de acampada y aparcamiento para guardar la comida mientras se hacen excursiones (recomiendan no llevarla consigo ni dejarla en el coche). Pese a todos estos síntomas de intensa actividad, no vimos ni un oso en ninguno de nuestras visitas a los parques y áreas recreacionales menos concurridas. Pero a nuestra llegada al Postmarc, mientras yo trataba de resolver el entuerto de las vistas al lago con booking y M buscaba opciones para cambiar de alojamiento, de pronto pudimos ver, para nuestro asombro, un oso paseando por el aparcamiento, posiblemente en busca de comida o cubos de basura. La emoción fue tal que hasta llegamos a bajar a la entrada del apartamento, hacia donde se dirigía el oso, para verlo más de cerca. Como el oso no doblaba la esquina y ya tardaba en aparecer, decidí salir para ver dónde estaba, con M manteniendo la puerta abierta por si tenía que regresar corriendo, todo ello mientras se quejaba por mi comportamiento…Por desgracia (o por fortuna), cuando la mirada del oso se cruzó con la mía (nos encontraríamos a unos 5-7m de distancia en aquel momento), el oso dio media vuelta y se alejó de la entrada del hotel. Obviamente ya no lo seguimos y lo dejamos continuar con su búsqueda tranquilamente. Fue toda una sorpresa, agradable sorpresa, después de la decepcionante y artificial actividad en la que nos embarcamos para ver osos en Canadá un año atrás. En esta ocasión al menos no cabía duda que el oso era salvaje, y pese a no estar en su hábitat natural, al parecer es más o menos frecuente verlos acercarse a la ciudad en la época previa al invierno, en busca de comida. De hecho volvimos a verlo aquella misma noche y al día siguiente, haciendo más o menos el mismo recorrido.  



      Al margen de la sorpresa que supuso ver a un oso a tan corta distancia desde la ventana del hotel, el Lago Tahoe nos deparó muchísimas otras sorpresas, esta vez en forma de increíbles paisajes y escenarios naturales. Tahoe es un afamado destino vacacional, tanto en la temporada de verano (por sus actividades acuáticas) como de invierno (hay numerosas pistas de esquí en la zona). El lago tiene unas dimensiones impresionantes: 35km de largo por 19km de ancho, se ubica a 1900m de altura y ofrece casi 120Km de costa. La profundidad media del lago es de ¡300m! y la máxima de ¡¡500m!! Pese a estos datos y a la boyante industria turística que ha crecido en torno al lago, lo primero que llama la atención del lago son sus aguas cristalinas, totalmente claras. Si a ello se le añade que está rodeado de montañas en todas las direcciones, uno llega a entender fácilmente el porqué de la fama del lugar. Un destino espectacular, precioso. Si encima el tiempo acompaña, ya no se puede pedir más. Los días que pasamos en Tahoe fueron muy relajados, los más tranquilos de todo el viaje: tiempo para descansar, para pasear al borde del lago, descubrir los “secretos” del lago a ritmo pausado, tiempo para el ocio en definitiva (M incluso se enroló en una excursión a lomos de un Mustang por los montes que rodean al lago). No tuvimos tiempo ni de recorrer el lago entero: a cada paso encontrábamos un motivo para parar, ver algo, pasear, disfrutar del lugar, del entorno y del fabuloso tiempo del que gozamos, aún a casi 2000m de altura y a finales del mes de Octubre. Una experiencia fabulosa, sin duda. Entre los lugares que bien merecen una atención especial, me permito recomendarte dos: Emerald Bay, una bahía dentro del lago, donde se encuentra la pequeña y pintoresca isla Fannette; y Secret Cove, sin duda uno de los sitios más atractivos del lago, una pequeña cala donde la claridad y el azul del agua se fusionan con el cielo, un lugar de esos que invitan a tomarse un respiro y a disfrutar simplemente del lugar, del momento, de la vida. Uno de esos lugares de los que no quieres moverte. Pero estos son simplemente dos ejemplos de los muchísimos rincones maravillosos y espectaculares que ofrece el Lago Tahoe, un lugar de visita obligada (y más que agradecida) si tienes la fortuna de visitar la zona. 


















Sacramento



      Nuestro recorrido iba llegando a su fin, y con él el final de nuestras vacaciones – aunque cuando dejamos el Lago Tahoe aún nos quedaban dos noches más en San Francisco antes de emprender el regreso al viejo continente. De regreso a San Francisco pasamos por Sacramento, capital del Estado de California, donde M actuó como guía en la visita a Old Sacramento, el germen a partir del cual la ciudad comenzó a crecer, al abrigo de la industria ferroviaria, auténtico motor de la zona en tiempos pasados. Old Sacramento, en la actualidad considerado distrito histórico, es en realidad una reconstrucción de la zona original, ya que los edificios datan en su mayoría del S. XIX, muchos de ellos construidos poco después del desastroso fuego que arrasó la ciudad en 1852; lo que es seguro es que el propósito al que se han destinado los edificios no tiene nada que ver con su uso original, ya que en la actualidad Old Sacramento está repleto de tiendas de recuerdos, restaurantes, bares y otros establecimientos turísticos. El distrito frente al rio Sacramento consta de literalmente 4 calles de un par de cientos de metros de longitud donde se pueden visitar y observar muchos de estos edificios históricos. Por lo reducido del área, se recorre fácilmente andando. Al margen de Old Sacramento, la ciudad más moderna carece de puntos de interés: con el edificio del Capitolio sometido a trabajos de restauración, únicamente pudimos ver el ayuntamiento y la Catedral del Sagrado Sacramento como edificios más notables. Un paseo por las calles del nuevo Sacramento sirvió para atestiguar el elevado número de indigentes que pueblan sus calles, portales y cruces. Realmente algo que no pasará desapercibido al visitante, la cara más amarga de la visita a la capital del Estado de las oportunidades americano. 


















      Y como suele suceder, los días pasaron como horas y sin darnos cuenta nos vimos de nuevo en el aeropuerto de San Francisco esperando para tomar nuestro vuelo de regreso, esta vez vía Seattle, hacia Frankfurt. El vuelo de regreso fue mucho más corto que el de ida (el hecho de tomar la ruta norte, desde Seattle, y de volar hacia el Este ayudaron a recortar la duración del vuelo hasta las 9 horas). Lo mejor, que regresamos sin incidentes a casa después de una travesía de 2000 millas por carreteras americanas, cargados de recuerdos y experiencias. Yo personalmente regresé encantado del viaje, un viaje que deparó una mezcla ideal de ciudad y montaña, en la que únicamente nos falló la planificación en fechas concretas para haber disfrutado de algún lugar con un poco más de tranquilidad. Pero como suele suceder, ya que te pegas la paliza de viajar a San Francisco, quieres abarcar lo más posible en los días de viaje. Quedaron muchos sitios sin visitar, y muchos más en los que una visita más pausada se hubiera agradecido, así que no descarto en absoluto una nueva visita a la zona en unos años, siempre que la salud y el ánimo nos sigan acompañando. A mi regreso a Colonia apenas tuve unas horas de descanso en casa, ya que al día siguiente me embarqué en un viaje profesional que me tuvo alejado de casa 3 semanas más, visitando Qatar y Nueva Zelanda, pero eso será motivo de una futura entrada. Hasta entonces, espero que hayas disfrutado con las imágenes de nuestro viaje por California y Nevada. Especialmente espero que a mi tío Jesus, que siempre ha tenido este viaje en la cabeza, le haya servido para hacerse una idea de la zona y quién sabe si finalmente animarse a realizar este viaje, que seguro no le decepcionaría. ¡Hasta la próxima!.


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