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China - Hong Kong, la ciudad atrapada en una isla.


      Aprovechando un nuevo viaje de trabajo al Sureste asiático que me "obligaría" a pasar un par de semanas en Singapur, decidí tomarme unos días de descanso entre medias y escaparme a algún sitio en la región. La opción inicial era viajar a Taiwan, pero los precios desorbitados de los vuelos (para el tipo de viaje de que se trataba, una mera escapadita) me hicieron buscar otra opción y Hong Kong fue el destino elegido, principalmente por dos factores: la posibilidad de viajar sin visado y la opción de tener un vuelo directo desde Singapur, algo imprescindible. Con el billete de avión en mano, el problema surgió a la hora de buscar alojamiento, y es que los precios de los hoteles en Hong Kong (la ciudad más cara del mundo, junto con Singapur y París según los últimos datos publicados) son ridículamente caros (rondando los 250-300€/noche). Así que eché mano de mi obsoleta cuenta de Airbnb y alquilé lo que yo creía era una habitación en un alojamiento particular (al final resultó ser una especie de hostal). Hong Kong es una ciudad enorme; comprende varias islas y una zona continental que la une al gigante asiático al que pertenece con el estatus de región administrativa especial. Con la duración de mi paréntesis profesional como única limitación planeé el viaje que me llevaría a pasar 4 noches y 3 días completos en la ciudad de la siguiente forma:

      - 1 día para visitar la zona continental.
      - 1 día para visitar la isla de Hong Kong.
      - 1 día para visitar la isla de Lantau.

    A continuación os cuento lo que dio de sí mi viaje a Hong Kong por días. 

Día 1 - viaje y llegada a Hong Kong.

     Completadas mis obligaciones profesionales en Singapur, me apresuré a dirigirme al aeropuerto para tomar el vuelo que me llevaría directo a Hong Kong, un vuelo de tres y horas y media de duración que realicé con Singapore Airlines (200€ con equipaje facturado y elección de asiento). Cuando me decanté por la opción de Hong Kong, la idea original era volar con Scoot, que ofrecía el recorrido por 120€; pero en estas compañías en cuanto metes un par de extras (maleta, asiento, comida...) el precio se dispara y al final me salía casi por el mismo precio que volando con Singapore Airlines, así que no me lo pensé mucho. El vuelo salió puntual de Singapur y transcurrió de forma muy tranquila. La cabina ofrece espacio suficiente (por fortuna el pasajero sentado delante de mí aguantó con el respaldo del asiento en posición vertical todo el vuelo, lo que le añade un plus de comodidad a estas cabinas), una buena oferta de entretenimiento con pantallas individuales y comida a bordo, ¡no se puede pedir más por este precio! La compañía Singaporense hizo honor a la fama que la precede. 


      Llegué a Hong Kong entrada la noche; tras una breve espera para cumplir con el tramite del pasaporte y recoger la maleta, me dirigí a mi alojamiento, situado en Kowloon, la parte continental de la ciudad. Después de sacar dinero del cajero (el tipo de cambio que ofrecen en el aeropuerto es muy malo, así que me salía más rentable pagar la comisión del cajero) y cambiar 10€ en un puesto de cambio para tener billetes pequeños, me dirigí a la terminal de autobuses para dirigirme al centro. Desde el aeropuerto de Hong Kong se puede llegar a la estación de Kowloon en tren (30 minutos, 100 HKD - en el momento del viaje el cambio estaba en torno a 1€ = 8,5 HKD), pero desde allí hay que tomar otro tren o autobús para llegar a mi destino final; mi anfitriona en la ciudad me había dado instrucciones muy precisas sobre la ubicación del alojamiento y la forma de llegar a él, recomendándome tomar el autobús (línea 21, 33 HKD), y eso hice. Hay autobuses que parten hacia el centro con mucha frecuencia, así que no esperé más de 5 minutos. Los autobuses están muy bien preparados para llevar maletas, tienen dos pisos y son muy nuevos. Se paga al entrar y no dan cambio, así que si no tienes una tarjeta de transporte local mejor llevar dinero suelto para que la "propina" que le das al conductor en forma de cambio no devuelto no sea muy grande. En una hora escasa estaba en mi alojamiento, situado en Nathan Rd., la arteria fundamental de la ciudad. 



      En Hong Kong me alojé en lo que resultó ser una "guest house", más concretamente el Reliance Westin Guest House (65€/noche), un alojamiento muy económico pero que reunía todo lo necesario para mi estancia: una cama amplia, un pequeño frigorífico y un minúsculo aseo (en línea con lo que ofrecen todos los alojamientos por menos de unos 100-125€/noche), y una fabulosa terraza que fue lo que me hizo decantarme por este espacio, situado en la planta 16 del edificio. El tema de la ducha (en el aseo/lavabo) era lo que menos me atraía del alojamiento, pero después de comprobar que era la norma entre la oferta que barajaba no me quedó más remedio que aceptarlo. Una vez experimentado, he de decir que en la práctica no resulta tan incómodo como las fotos sugieren: la verdad es que no tuve ningún problema, el agua salía con muchísima presión y en un tiempo récord (ya quisiera yo esa velocidad en calentar el agua de la ducha en mi casa), y luego se secaba en tiempo récord también. Aire acondicionado, limpieza diaria con cambio de toallas y una conexión Wifi muy rápida y estable...quedé muy satisfecho con la experiencia, y la terraza me dio mucha vida por la mañana para desayunar con unas estupendas vistas, y por la noche a la hora de tomar una cervecita fresquita mientras repasaba las fotos del día y planeaba la jornada siguiente. 




     Cuando llegué ya era tarde, pero como el apartamento estaba muy cerca del famoso paseo de las estrellas (unos 10 minutos andando), dejé todos los bártulos y me lancé a por mi primera toma de contacto real con la ciudad. Llegar un viernes noche a Hong Kong no es precisamente la mejor opción: todo está saturado de gente y hasta el simple hecho de cruzar un semáforo se convierte en una aventura por la marea humana que todo lo inunda. Pese a todo, conseguí llegar a la bahía para tener una primera impresión del famoso "skyline" de la ciudad y a tiempo para disfrutar de los últimos instantes del espectáculo "Symphony of Lights", un espectáculo de luz y sonido que tiene como escenario los edificios de la isla de Hong Kong y que atrae a miles de personas a diario a esta zona en torno a las 8 de la tarde (aunque muchos ya toman posición horas antes, como comprobaría en los días siguientes). Para mi sorpresa la niebla lo cubría prácticamente todo...una primera impresión un tanto empañada por la visión distorsionada de tan fascinante perfil de la ciudad que se alzaba frente a mí. En un primer momento pensé que se trataría de polución (como ya me sucediera en mi viaje a Beijin en 2012), pero resultó ser la bruma del mar que se desplazaba colina abajo sobre la isla de Hong Kong...Di una vuelta por el "famoso" paseo de las estrellas (nada que ver con el de Los Ángeles), que básicamente consiste en la reproducción sobre el pasamanos de la barandilla del paseo de las huellas de las manos de estrellas del cine asiático; ni que decir tiene que con excepción de Bruce Lee, que cuenta con un lugar privilegiado y tiene hasta una estatua (¡¡ohhh!!), el resto no me sonaban para nada. Después de explorar la zona me dirigí al metro (MRT) para comprar la tarjeta Octopus (150 HKD, con un depósito de 50 HKD que te reembolsan al devolver la tarjeta - solo pago en efectivo); resulta muy cómoda porque nunca sabes cuánto va a costar un trayecto, así que la precargas y tienes para unos días (y te ahorras el tener que comprar tickets para cada trayecto y las colas interminables en los terminales de compra). La tarjeta permite exceder el saldo (yo me pasé en 12 HKD y no hubo problema, porque el sistema ya cuenta con el depósito de los 50 HKD, así que si la vas a recargar te descuentan la cantidad excedida, y si la devuelves, pues lo mismo, con lo cual ellos nunca pierden, pero te da muchísima flexibilidad) y tiene un coste añadido de 11 HKD si la devuelves antes de 90 días desde la fecha de la compra (lo cual sucede casi siempre...), pero pese a todo recomiendo comprarla para moverse por Hong Kong, porque la puedes usar en el metro, autobús, barcos, miradores, algunos restaurantes, etc. Muy práctica. Yo hice la mayor parte de mis desplazamientos en metro, que cubre bastante bien todas las zonas de interés de la ciudad. El precio de los trayectos depende de la duración de los mismos, pero oscila entre los 5 - 12 HKD. Un transporte económico y eficiente, con muy buena frecuencia de servicio. Con todo hecho por aquel día, tomé una cena rápida y di por finalizado el día...¡que había sido muy largo!





  Día 2 - Descubriendo el Hong Kong continental

      Mi primer día completo en Hong Kong amaneció nublado. Una neblina invadía el ambiente y reducía notablemente la visibilidad. Ante tal perspectiva, decidí lanzarme a conocer Kowloon y un puñado de templos y jardines que tenía en mi lista de deseos, para los que no necesitaba ni un cielo azul precioso ni un día con mucha visibilidad. Después de disfrutar de mi desayuno en la terraza con el sonido de la ciudad de fondo, me puse en marcha con destino a mi primera parada del día: el monasterio de los 10.000 Budas, ahí es nada, ya sólo el nombre llama la atención. Al templo se accede fácilmente en metro (MRT Sha Tin, línea azul). Una vez allí hay que armarse de valor para enfrentarse a la  larga escalera flanqueada por representaciones doradas de Buda, cientos de ellas (y algún que otro mono que andaba por allí) que conduce al templo situado en lo alto de la colina. La subida es sin lugar a dudas uno de los sitios más pintorescos y fotogénicos que puedes encontrar a lo largo del viaje a Hong Kong






     Una vez arriba, pude comprobar que la bruma seguía presente en el ambiente, ya que apenas se podía otear el horizonte y la ciudad a lo lejos, pero a lo largo de mi visita las condiciones mejoraron notablemente. En lo alto de la colina se ubica el templo (que según reza un cartel que cuelga en la entrada permanece cerrado en caso de huracanes de fuerza 8...¡a ver quién es el guapo que sube allí en esas condiciones!), modesto en su apariencia exterior pero que esconde miles de representaciones de Buda tanto en sus paredes como en los conos giratorios que adornan la estancia. Un lugar que si visitas a primera hora de la mañana tendrás la fortuna de disfrutar en solitario (cuando emprendí el camino de bajada me crucé con muchísima gente que subía...le hubiera restado encanto a la experiencia). El complejo se completa con una pagoda de 9 pisos, una construcción muy tradicional en estas latitudes y que resulta muy atractiva visualmente para el viajero. En mi opinión, una visita imprescindible si se visita Hong Kong






      Satisfecho con la visita emprendí el camino de regreso rumbo a mi próxima parada, pero antes me entretuve unos minutos visitando el cementerio de la colina Po Fook: no iba buscando un cementerio, pero al ir callejeando hacia el MRT divisé unas pagodas que ya había visto en mi subida al monasterio de los 10.000 budas, y mucha gente dirigiéndose hacia allí (por un momento pensé que era otra entrada al monasterio, porque está realmente cerca). Se accede por medio de escaleras mecánicas que te llevan al templo principal y del que parten numerosas callejuelas que se van bifurcando para dar acceso a los distintos pabellones funerarios. Lo dicho, no iba buscándolo pero una vez allí me resultó una experiencia cuando menos interesante.


       Después del breve desvío me dirigí finalmente a mi próximo destino, que no era otro que el Templo Che Kung (MRT Tai Wai, línea azul), templo erigido en honor de un comandante militar cuyas hazañas le llevaron a ser venerado como un dios. Cuenta la leyenda que el templo original se construyó en los mismos terrenos hace unos 300 años, con la esperanza de detener una epidemia que parecía imparable, y que comenzó a remitir cuando se terminó de construir el templo. El edificio actual data de 1993. La imponente estatua que representa a Che Kung domina el altar principal de oración. El templo no da para mucho más, así que después de entretenerme un rato observando los ritos de oración y sintiendo la fragancia del incienso al quemar, abandoné el lugar. 



       Volví sobre mis pasos en dirección al MRT y me dirigí al templo Sik Sik Yuen Wong Tai Sin (MRT Wong Tai Sin, linea verde, salida B2 ó B3, abierto de 07:00h a 17:30h), un vasto complejo religioso que se encuentra dividido en dos zonas en la actualidad, debido a los trabajos de reforma que se están acometiendo. Por la entrada principal se tiene acceso a diversas pagodas y a los jardines, que son la parte más visual y relajada de la visita. Los vistosos edificios, cuidadosamente decorados con vivos colores, se funden con el entorno, rodeados de lagos artificiales, rocas y pasarelas que conectan las distintas partes del complejo. Una visita de lo más relajante, y todo bajo la atenta mirada de los complejos de coloridos rascacielos que rodean el recinto, otro atractivo en sí mismo a añadir a la visita. 












     Para visitar la segunda zona del complejo hay que salir por donde se entró y rodear el recinto caminando en dirección al MRT, para acceder a la zona más espiritual del templo, dedicada a la oración de los fieles. El acceso al recinto de oración y al altar principal del templo se realiza a través de lo que parece ser un pequeño centro comercial de productos religiosos: dos plantas con numerosos puestos donde puedes comprar todo tipo de productos para ofrendas, o escuchar la buenaventura de los adivinos que leen tu mano, una mezcla variopinta de locales y personajes que dan acceso al altar principal y al templo de oración (acceso cerrado). El templo es muy popular, tanto entre los locales como entre los visitantes, posiblemente debido a su eslogan: "conceder todos los deseos que se pidan". Algún deseo dejé por allí en forma de pensamiento...¡veremos si se cumple!











      Desde allí, en mi camino de regreso hacia la zona de Tsim Sha Tsui, al sur de la parte continental de Hong Kong, me dirigí al jardín Nan Lian (MRT Diamond Hill, linea verde), un idílico jardín que supone un remanso de paz y tranquilidad en medio de la selva de asfalto. El diseño del jardín está cuidadosamente pensado y nada parece haberse dejado al azar. El jardín no es muy grande (unas 3 hectáreas), por lo que puede recorrerse fácilmente andando. Cuenta con numerosos estanques, pagodas decorativas, un par de restaurantes y un puñado de muestras gratuitas sobre las construcciones tradicionales de la zona, que utilizan la madera como único elemento constructivo. 






     Los jardines de Nan Lian conectan con el monasterio Chi Lin Nunnery, un complejo budista formado por varios edificios que únicamente utilizan la madera como elemento de construcción: un puzzle de más de 90.000 piezas de madera ensambladas sin emplear ni un solo clavo. Impresionante. Este elemento constructivo es, sin duda, lo que más llamó mi atención durante la visita. Los templos guardan celosamente varias reliquias de Buda, y siguiendo los cánones budistas, cuentan con relajantes estanques con flores de loto en el recinto. Sin duda una visita, la de los jardines de Nan Lian y el Chi Lin Nunnery, que no debes dejar pasar en tu viaje a Hong Kong.  







      Completada la visita a los templos del norte de la ciudad que tenía apuntados en mi cuaderno de viaje, me dirigí de nuevo hacia el sur, para descubrir otros rincones de Kowloon (MRT Jordan, línea roja). Desde allí paseé a lo largo de Nathan Rd., la arteria comercial de la ciudad, disfrutando de la frenética actividad que la zona rezuma un sábado a media tarde, observando el ir y venir de la gente, acompañado del infernal ruido del tráfico...entre tanto caos, merece la pena tomarse un respiro en el parque Kowloon (situado frente a la iglesia de S. Andrés), un pulmón de aire fresco y tranquilidad en medio de todo el barullo. El parque es muy frecuentado por los locales, y puedes encontrar todo tipo de actividades desarrollándose en alguno de sus rincones: clases de Tai Chi colectivas, gente rezando, grupos cantando, bailando, o simplemente disfrutando de la tranquilidad y el silencio (sí, increíble, pero en medio de todo el ruido y actividad que rodea al parque, en el parque puedes disfrutar de lugares que se encuentran en silencio). El momento y el lugar ideal para hacer un alto en el camino en un día muy activo, momento que aproveché para disfrutar de la compañía de los flamencos que habitan en uno de los lagos del parque y que me deleitaron con su curioso comportamiento y sus rituales colectivos. Y es que el parque Kowloon ofrece muchos atractivos: desde un paseo de la fama de personajes de cómic de la región, hasta un aviario o un lago con flamencos, pasando por un museo de esculturas al aire libre o un laberinto vegetal (al estilo del de la película "el resplandor", pero sin un loco persiguiéndote con un hacha). El día lucía espectacular, así que me tomé mi tiempo para descansar y comer algo en tan formidable escenario. 







      Con energías renovadas después del paréntesis en el parque, me dirigí a pie hacia el paseo de las estrellas, para verlo a la luz del día, y para disfrutar de las fabulosas vistas que desde allí se tienen de la isla de Hong Kong, ahora que el día lucía radiante y la niebla había dado paso al cielo azul. La actividad en el paseo de las estrellas es frenética (sábado a las 5 de la tarde...¡poco más hay que decir!). Después de recorrerlo y de disfrutar de varios espectáculos tradicionales que se estaban llevando a cabo, me dirigí hacia la zona del reloj de la antigua estación de trenes, desde donde se puede acceder a una terraza elevada con vistas sobre la isla de Hong Kong, y allí decidí esperar el atardecer, equipado con un refresco, agua fresca y unos cascos para escuchar mi música durante la espera, disfrutando de las vistas que mi ubicación me ofrecía. Pronto la gente comenzó a tomar posiciones para poder disfrutar del mejor lugar posible para ver el "symphony of lights" a las 8 de la tarde...¡si aún quedaban dos horas!. Por lo que pude comprobar, es un espectáculo muy apreciado por los locales...yo como lo había visto parcialmente el día anterior y la verdad no me pareció para tanto, me quedé en mi lugar disfrutando del atardecer y de los colores que el sol proyectaba sobre los edificios de la isla frente a mí, y tan pronto hubo pasado la "hora azul" abandoné mi privilegiado lugar en primera fila de la terraza (para sorpresa y alegría de todos los que se agolpaban detrás mío tratando de hacerse con un hueco para ver el espectáculo de luces) y me dirigí a Temple Street, unos de los mercados nocturnos de la ciudad. 













     El mercado nocturno de Temple Street (MRT Jordan, línea roja, salida A) es uno de los que más fama tiene en la ciudad. Es el típico mercado en el que puedes encontrar casi de todo (sobre todo imitaciones o recuerdos de la ciudad), con juego de regateo incluido (en caso de que quieras entrar en el juego, claro). Además de los puestos que ocupan la mayor parte de la calle, dejando solo un estrecho pasillo en el medio para que los visitantes/compradores queden atrapados, también hay unos cuantos restaurantes que ofrecen comida local a precios más o menos razonables (una cerveza ronda los 25 HKD, un plato de noodles ronda los 50 HKD, unas navajas los 75 HKD, cangrejo por 100 HKD...). El aspecto de la cocina no es de los que invitan a quedarse, pero...¡esto es Asia!. Finalizada mi cena, me dirigí de regreso a mi habitación, andando (por si no había andado suficiente a lo largo del día), para dar por finalizado el día tomando algo en mi super-terraza hongkonesa después de haber "disfrutado" de una ducha hongkonesa también. Al final del día mi reloj marcaba cerca de 30.000 pasos, y me había gastado unos 40 HKD en trayectos de metro. Y yo que venía con una idea tranquila...mañana será otro día. 




        Día 3 - Descubriendo la isla de Lantau

       Un nuevo día amaneció después de un reconfortante descanso. La previsión del tiempo anunciaba el mejor día de todos los de mi estancia, así que sin pensármelo mucho me lancé, después de disfrutar de mi desayuno en la terraza, a la conquista de la isla de Lantau. En Lantau hay dos puntos de interés fundamentales: la villa de Ngong Ping con su Buda gigante, y el pueblo Tai O en la costa, un pueblo pescador que sobrevive al paso del tiempo. El punto de acceso a la isla de Lantau se encuentra en Tung Chung, lugar al que se puede acceder en metro (MRT Tung Chung, línea naranja, salida B). Desde allí se pueden tomar autobuses para ir a los distintos puntos de la isla o bien utilizar el método más pintoresco, turístico y caro para acceder a una de las principales (si no la principal) atracciones de la isla, que no es otra que el gran Buda de Lantau: el teleférico (Ngong Ping 360, https://www.np360.com.hk/en/). Normalmente recomiendan comprar las entradas con antelación para evitar colas, y aunque estuve tentado de hacerlo, por la incertidumbre sobre el tiempo, finalmente decidí no comprarlas. Al menos el día de mi visita (domingo, en torno a las 10 de la mañana) apenas había cola, ni para comprar entradas ni para embarcar en las cabinas. Yo decidí hacer el recorrido como detallo a continuación:

    - De Tung Chung a Ngong Ping en teleférico (215 HKD).
    - De Ngong Ping a Tai O en autobús (línea 21, 14 HKD por ser festivo).
    - De Tai O a Tung Chung en autobús (línea 11, 19 HKD en día festivo).

      Puestos a hacer la turistada, decidí hacerla completa y compré el billete a Ngong Ping en cabina con suelo de cristal (215 HKD, por los 160 HKD que cuesta el trayecto sencillo en cabina convencional). Pues eso, una turistada. Las vistas durante el recorrido de 25 minutos son espectaculares, eso sí. El viaje en teleférico (al menos en uno de los sentidos) recomiendo hacerlo; lo del suelo de cristal ya para gustos, pero a mí no me aportó mucho, la verdad. 





     Al llegar a Ngong Ping pronto quedó claro que aquel no iba a ser el lugar que yo había imaginado: aquello es una feria en toda regla. El pueblecito que da acceso al gran buda de Lantau se parece más a Disney Village que a cualquier otra cosa; la calle está jalonada de tiendas de recuerdos y artesanía (a cuál más cara, por cierto). Pasé por ella tan rápido como pude porque estos sitios no son para mí y por fin entré en el recinto que da acceso al gran buda y al monasterio de Po Lin (abierto de 10:00 a 17:45h). El monasterio es uno de los santuarios budistas más importantes del país; está compuesto por varios edificios que dan acceso al templo principal que custodia cinco representaciones de Buda doradas. El exterior de los edificios está ricamente decorado con vivos colores y cuidados relieves. 













       El Gran Buda de Lantau (o Buda Tian Tan) se alza sobre la colina frente al templo, mirando hacia el pueblo chino. Se dice que el monasterio de Po Lin era un lugar tranquilo, pero que aquello cambió cuando se erigió esta enorme estatua de Buda en 1993; desde entonces, el número de viajeros que visitan esta zona se ha multiplicado. Esta representación de Buda pasa por ser la mayor del mundo de estas características (buda sentado hecho en bronce). La estatua tiene 26m de altura (34m si se cuenta la base sobre la que se asienta) y tardó nada menos que 12 años en construirse. Para llegar a la base del Buda Gigante hay que subir unos cuantos escalones (en torno a los 270), pero el esfuerzo bien merece la pena: desde lo alto se tienen unas vistas estupendas del valle (con el monasterio de Po Lin destacando entre la espesura de la vegetación), y lo mejor es que se puede visitar el interior de la estatua y recorrer las terrazas de la base sobre la que se asienta. La escultura, que presenta una actitud serena, con su mano derecha levantada en señal de bendición, es un lugar de peregrinación obligado para los budistas de Asia. Una curiosidad: mi teléfono tiene una función para sacar auto retratos sin tener que dar al disparador: simplemente mostrando una palma de la mano el disparo se activa. Resultó curioso ver que el teléfono identificaba sistemáticamente la mano levantada de la escultura para sacar una y otra foto (tengo decenas de ellas, todas iguales obviamente :-)). Una visita recomendada y que no me defraudó. 










      Muy cerca del Buda (unos 15 minutos andando), se puede visitar el sendero de la sabiduría, cuya construcción finalizó en 2005 y que representa inscripciones grabadas en troncos de árboles de un texto sagrado venerado por budistas, confucionistas y taoístas. En total son 38 columnas, cuya disposición y altura se ha diseñado teniendo en cuenta la orografía del terreno, plantados siguiendo el contorno de un número 8 (o del símbolo del infinito, según se mire...).





      Al finalizar mi visita a Ngong Ping, me dirigí a la terminal de autobuses para tomar uno en dirección a Tai O, población de pescadores con mucho encanto (línea 21), y al parecer no era el único con esa idea. Tuve que esperar a un segundo autobús para poder acceder (por suerte parecían estar bastante bien organizados). El autobús es el medio de transporte más usado en esta zona, por la orografía del terreno, y es muy económico. Hay entradas del teleférico que incluyen el autobús a Tai O y un paseo en barca una vez allí, pero resulta mucho más caro que hacerlo por libre. El trayecto dura unos 10 minutos y te deja justo en el acceso a la zona más turística del pueblo. Yo decidí ir en sentido contrario para ver el "auténtico" Tai O antes de adentrarme en lo que se adivinaba como un lugar muy turístico. Éste recorrido permite contemplar de primera mano las condiciones de vida de sus habitantes; me llamó mucho la atención el hecho de que las viviendas son flotantes, construidas sobre maderos a un par de metros sobre el nivel del agua. Una apariencia bastante endeble, pero que al parecer aguanta bastante bien las condiciones climáticas de la zona. Las calles están asfaltadas y las casas se abren a ambos lados, suspendidas sobre los ya mencionados pilotes de madera. La vida gira en torno a los canales interiores, canales que dan acceso a mar abierto. Sin duda la imagen de estas casas flotantes fue lo que más llamó mi atención en la visita. 










       Antes de ir al pueblo, di una vuelta por una colina cercana buscando el hito del límite de la provincia inicial, colina desde la que se tienen una vistas estupendas de toda la población y del espectacular puente que conecta Hong Kong con Macao, y que discurre bajo agua en parte de su recorrido. A la parte más turística del pueblo se entra por un puente de aspecto un tanto abandonado. El pueblo tiene un mercado donde se puede comprar pescado (curiosamente, en un pueblo pesquero solo se vende pescado seco), recuerdos, hay restaurantes, bares...un poco de todo. También hay un par de templos, como el de Kwan Tai, templo que data originalmente de finales del S. XV, construido en honor al dios de la guerra. En vida, Kwan Tai fue un honorable general y la gente tiene la creencia de que protege a sus devotos de los demonios. Otra de las actividades que pueden realizarse en Tai O es un viaje en barca por sus canales, para ver las casas flotantes, y que después sale a mar abierto para tratar de ver a los singulares delfines chinos rosas (o blancos). Yo subí a un mirador para ver los delfines, y de hecho vi algunos a lo lejos, así que luego me picó el gusanillo y quise verlos más de cerca y me enrolé en una de estas excursiones (20 HKD, 1/2h de recorrido en total); por supuesto, a bordo de la barca no vi ningún delfín, pero la verdad es que por ese precio fue un paseo agradable en una lancha rápida por el mar (el capitán tampoco se preocupó de esperar un par de minutos a ver si los delfines aparecían, pero bueno...). Al termino de la excursión en barco me dirigí a coger el autobús de regreso a Tung Chung; la cola que había era impresionante. Por fortuna, no respetaron los horarios de salida (1 cada hora) y llegaron varios autobuses de forma consecutiva (hasta 5, en el que finalmente pude entrar) para llevarnos de regreso a Hong Kong. Un recorrido de 40 minutos que me llevó a tiempo de poder disfrutar de un espectacular ocaso en Tung Chung























      Antes de finalizar el día, me acerqué a Mong Kok (MRT Mong Kok, líneas verde y roja), el colorido y luminoso distrito de Hong Kong, y al Ladies Market, otro de los mercados nocturnos de fama en la ciudad. Este mercado está destinado más a la venta de recuerdos de la ciudad; es mucho más extenso que el de Temple Street, pero carece de restaurantes; así que después de recorrer el mercado y de pulsar el ambiente, me dirigí de nuevo a Temple Street para disfrutar de una sabrosa cena local. Al final del día, con todos los trayectos en metro había gastado unos 70 HKD (excluyendo claro está el coste del teleférico), y mi reloj volvía a marcar cerca de 30.000 pasos; otro día agotador y listo para un nuevo sueño reponedor antes de mi último día completo en la ciudad. 




        Día 4 - Descubriendo la isla de Hong Kong

      El plan para mi último día en la ciudad estaba claro: visitar la isla de Hong Kong, el distrito financiero de la ciudad, y disfrutar del atardecer desde el mirador del Pico Victoria. Después de repetir ritual de desayuno al despertar, me dirigí hacia el puerto desde donde salen los ferries que conectan Kowloon con la isla de Hong Kong. Hay dos rutas distintas: la primera te lleva hasta Hong Kong central y la segunda hasta el centro de convenciones y exhibiciones de Hong Kong, más al Este. Decidí dirigirme al Este y desde allí ir avanzando hacia el Oeste descubriendo todos los encantos de la isla. El barco cuesta 3,7 HKD y te lleva a la isla de Hong Kong en unos 10 minutos (con una frecuencia que varía según la hora del día, pero en horas puntas hay salidas cada 12-15 minutos). Un viaje muy agradable que permite contemplar el perfil de la isla de Hong Kong desde una perspectiva distinta, y poder ver, por primera vez, el perfil de Kowloon









      Después de recorrer los alrededores del cercano Centro de convenciones, me dirigí hacia el Oeste acompañado por las vistas de Kowloon y los imponentes edificios de la isla de Hong Kong. Desde el Tamar Park se tienen unas de las mejores vistas de la ciudad; allí pasé un buen rato aprovechando la benévola climatología en tan escénico lugar. Desde allí me dirigí al Hong Kong Park, el equivalente al parque Kowloon en la isla, un bonito parque con estanques artificiales que se abre espacio entre los colosos de acero y cristal que se erigen en los alrededores, con la inconfundible silueta del edificio del Banco de China destacando entre todos los demás. Este parque es un auténtico imán para los fotógrafos locales, que recorren sus senderos juntos en busca de las mejores instantáneas de la flora y fauna que este espacio vegetal ofrece. Desde el parque se puede acceder a la estación del tren cremallera que te lleva hasta el mirador del pico Victoria; las colas son impresionantes. Yo me acerqué en torno a las 13:00 - 14:00h y por la cantidad de gente que había calculo que podría haber esperado allí al menos 2-3 horas para subir...ni que decir tiene que no me quedé a esperar para comprobarlo, porque ya tenía decidido subir andando, y además aún me quedaban muchos rincones por descubrir de la ciudad, antes de dar por terminado el día desde lo alto del mirador. 














     Desde allí me dirigí hacia Hong Kong Central, pasando por la Catedral de S. Juan, el edificio del HSBC, hasta llegar a la terminal del ferry que se ubica justo frente al edificio de la autoridad monetaria de Hong Kong, el Two International Financial Centre, el gigante que (casi) domina la ciudad con sus 412m de altura. Pese a las apariencias, no es el edificio más alto de Hong Kong, ya que este honor lo tiene el International Commerce Centre de Kowloon, un edificio de 484m de altura que destaca especialmente por la noche ya que sus fachadas se convierten en anuncios luminosos. A la sombra del Two IFC se encuentra la que dicen es la tienda Apple más barata del mundo...no entré para comprobarlo. Desde allí merece la pena callejear un poco por el distrito central de Hong Kong, observando la curiosa mezcla de tradición y modernidad, con sus característicos tranvías de dos pisos (conocidos popularmente como Ding-Ding) y las calles con puestos de comida callejera que crecen al abrigo de los gigantes de hormigón, acero y cristal. 













      Otra de las visitas imprescindibles en la isla son las central-mid-level escalators, un conjunto de escaleras y plataformas mecánicas que constituyen el conjunto de escaleras mecánicas más largas del mundo, con un recorrido de casi 1Km de longitud (en varios tramos, claro), desde Des Voeux Road Central hasta Conduit Road. Además de la curiosidad de las escaleras, las plataformas salvan un desnivel importante (unos 150m), así que merece la pena cogerlas. El recorrido completo dura unos 20-25 minutos. Hay varias salidas que posibilitan visitar otras zonas interesantes durante el trayecto de subida, como el barrio del Soho, el barrio bohemio de la ciudad: los edificios lucen sus mejores galas y se visten con coloridas pinturas para saludar al viajero que se acerca hasta este rincón de la ciudad. En la intersección de Hollywood Rd. con Lader St. se ubica el templo Man Mo, un templo taoísta que resiste al crecimiento imparable de la ciudad a su alrededor. En el interior del templo destacan las inmensas espirales de incienso que se van quemando lentamente, impregnando de su aroma el templo y sus accesos. Una visita más que recomendable. 








     Desde el final de las escaleras mecánicas en Conduit Rd. inicié el camino que me llevaría finalmente al centro comercial del pico Victoria, una de las visitas más esperadas del viaje y que dejé para el final. El trayecto, de unos 2.5Km, salva un desnivel exagerado: según vas avanzando vas viendo como los edificios que tan solo unos minutos atrás se alzaban imponentes frente a ti, poco a poco van cayendo sumisos a tus pies. La subida es dura, pero se puede realizar sin mayores dificultades (siempre que vayas equipado con agua suficiente y te lo tomes con calma, por que las cuestas son de aúpa...). Por el camino podrás ver el hito que marca los límites de la ciudad en el año 1903 y alguna que otra curiosidad. La visión del centro comercial en lo alto del pico, después de una hora de caminata, es de lo más reconfortante...







      Había leído en algún blog que la entrada al mirador era gratuita, pero ni mucho menos. Con exactitud no sé lo que vale, ya que pasé la tarjeta Octopus y mostró un saldo de -12 HKD, así que con lo que me quedaba de saldo calculo que entrar cuesta unos 50 HKD. Es cierto que hay  un mirador gratuito unas plantas más abajo en el mismo centro comercial, pero también es cierto que las vistas que ofrecen uno y otro tienen poco que ver. Las vistas desde el mirador son de esas que enamoran, que enganchan. Posiblemente la mejor imagen que se pueda tener de Hong Kong: los estilizados edificios parecen amontonarse unos contra otros, tratando de abrirse hueco hacia el cielo, como los árboles de la jungla, luchando por hacerse con un lugar en la selva de cemento. Las imágenes no le hacen justicia a la realidad, como suele pasar (el viaje me hizo tomar la decisión definitiva para adentrarme en el mundo de la fotografía...¡y ahí sigo!). Uno de esos sitios donde puedes pasarte horas y horas...y eso hice. Llegué pronto a mi destino estrella y allí me quedé esperando hasta el atardecer, ese momento mágico que a punto estuvo de arruinar la bruma procedente del mar: el cielo estuvo despejado la mayor parte de la tarde, pero al llegar el ocaso, la bruma comenzó a deslizarse por la colina hacia la ciudad, ocultando por momentos las partes superiores de los edificios más representativos de la ciudad. Por suerte, entre nube y nube, el atardecer nos ofreció un buen puñado de imágenes y sensaciones a todos los que nos agolpábamos sobre la barandilla del mirador para observar el espectáculo único del iluminado espontáneo de la ciudad de los espigados rascacielos. Una imagen vale más que mil palabras, así que ahí van unas cuantas miles de palabras...













     Completamente entusiasmado con las miles de lucecitas que daban color y vida al atardecer sobre la ciudad de Hong Kong, tan pronto hubo pasado la conocida hora "azul" abandoné el lugar con la intención de llegar a la zona de la bahía a tiempo par ver el espectáculo "symphony of light" desde otra perspectiva. Ni que decir tiene que se baja mucho mejor que se sube...pero esta vez sin la ayuda de las escaleras mecánicas me tocó hacer todo el recorrido andando...una palizilla, la verdad. Pero logré mi objetivo, e incluso tuve tiempo de camino para disfrutar de la estridente iluminación de los edificios. El espectáculo de luces y sonido no me llamó especialmente la atención cuando lo vi desde Kowloon, y visto desde la isla de Hong Kong las sensaciones tampoco fueron mejores, ¡pero que no se diga que no lo intenté!. Aquel día terminé cansado; emprendí el viaje de regreso a Kowloon a bordo del ferry, una cena rápida, devolví la tarjeta Octopus y me dirigí al apartamento a descansar mis cansados pies (de nuevo cerca de 30.000 pasos en mi reloj) mientras disfrutaba de mi última noche en Hong Kong sentado en la terraza observando el ir y venir de una ciudad que parece no descansar nunca. 










               Día 5 - Regreso a Singapur 

      Mi último día en la ciudad dio muy poco de sí; después de levantarme y de  cumplir con mi particular ritual de desayuno (todo un clásico a estas alturas del viaje), abandoné el apartamento y me dirigí al aeropuerto, de nuevo en autobús. El vuelo de Singapore Airlines salió puntual de Hong Kong en torno a las 12:30 del mediodía, y unas 3 horas y media más tarde me encontraba de nuevo en Singapur, con tiempo aún para disfrutar de unas horas de descanso y saborear la experiencia vivida antes de comenzar una nueva actividad profesional a la mañana siguiente. Experiencia cumplida y feliz de haber descubierto este rincón tan particular de Asia, un lugar que ofrece una variedad única en un espacio muy reducido, el espacio que ocupa una región encerrada entre el mar y las montañas, Hong Kong


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