Translate

Irlanda: de Dublin a Galway, un viaje por el sur de la isla

 Tiempo de lectura: 10 - 12 minutos

        Después de unos meses ajetreados tras las vacaciones del verano en cuanto a viajes se refiere (bueno...no tantos, pero alguno hubo), llegaron las vacaciones de otoño y nos lanzamos a re-descubrir el sur de Irlanda, un deja-vú de viajes y experiencias pasadas para M pero un viaje repleto de sitios por descubrir para mí, ya que en mis numerosos viajes a Irlanda, hasta la fecha solo me había quedado en Dublín, ciudad que como no podría ser de otra forma fue el punto de origen y el final de nuestro recorrido por el centro sur de la isla. Volamos a la isla al atardecer con mi compañía favorita (Ryanair...ironía al canto)...¡qué decir! llegamos puntuales y las maletas también llegaron, que no es poco. Los primeros días de nuestro viaje los pasamos recorriendo las calles de la capital y sus numerosos atractivos (que se pueden ver fácilmente en un día...y si no que se lo digan a mi hermana, que en una escala de 5 ó 6 horas regresando de NY le di un tour completo por la ciudad incluyendo comida en un restaurante tradicional irlandés de la calle del Temple Bar hace unos años ya), pero nos lo tomamos con calma, que el tiempo invitaba y estábamos de vacaciones. Y es que si por algo es conocida Irlanda es por su lluviosa climatología y los días sin lluvia había que aprovecharlos. He de decir que en las imágenes tomadas durante nuestra estancia de 9 días no verás cielos azules, ni soles, solo verás nubes...¡pero no nos llovió ni un sólo día! (solo la noche antes de regresar a Alemania, o lo que es lo mismo, nada). Algo de agradecer en todo viaje, sin duda. 


    Dublín

  Los días que pasamos en Dublín los empleamos en recorrer sus calles comerciales (menos concurridas de lo que recordaba de viajes pasados), como Grafton St y Henry St; visitamos las instalaciones de la fábrica-museo de Guiness y la famosa puerta de St. James, una obligación para los amantes de la cerveza, y también la destilería de Jameson (no es que ninguno seamos de whisky, pero ya que estábamos allí...); nos dejamos caer por el pub más antiguo de Irlanda (no, no es el Temple Bar), y por el más famoso de todos (sí, éste sí es el Temple Bar); nos dejamos seducir por la historia de la ciudad y su riquísimo legado cultural, visitando la Catedral de San Patricio, la Catedral de la Santísima Trinidad, el Castillo de Dublín o la Iglesia de los Santos Agustín y Juan el Bautista, por citar solo algunos (porque hay mucha historia en la ciudad). No pudimos visitar el Trinity College, ya que con lo de la pandemia el acceso está restringido solo para estudiantes y profesores (o con previa cita, que no teníamos).  


















      Y claro está, hubo tiempo para ir de compras, aunque la verdad es que no compramos nada, de disfrutar de la animada vida nocturna de la ciudad, con improvisadas actuaciones de artistas (más o menos famosos, por lo que pudimos descubrir buscando en internet), de disfrutar de los tradicionales pubs irlandeses (cada vez menos irlandeses...el tipo que cantaba en uno de ellos abrió la actuación cantando "la chica de ayer"...¡esto ya no es lo que era!), de imbuirnos en el folclore local de la mano de Molly Malone (hay una canción tradicional sobre esta mujer que vendía mejillones y no sé cuántas cosas más, pero yo no la había escuchado nunca, aunque M ¡se la sabía de memoria!), descubrimos el Dublín menos conocido (en la zona del puerto) y hasta tuvimos tiempo de acercarnos al curioso faro de Poolbeg, situado a unos 2Km mar adentro y al que se accede por un malecón de piedras que me dejó un buen puñado de imágenes y recuerdos. Como ves, hay para todos los gustos en ésta pequeña gran ciudad. 













Galway (y alrededores)

         Finalizada nuestra estancia en la capital irlandesa, nos hicimos cargo del coche de alquiler en el aeropuerto y emprendimos el viaje hacia nuestro siguiente destino, Galway, situado en la costa Oeste (de costa a costa, lo que se dice atravesar el país - no es que sea mucha distancia pero si vas por carreteras secundarias, por ir viendo algo, se tarda un rato). De camino paramos en el lago Ree, que para ser sinceros ofrecía más a vista de pájaro que a pie de tierra, y llegamos a Galway a tiempo de hacer un recorrido de reconocimiento por el centro, muy animado y colorido, vestido con las mejores galas de los colores del otoño. Mención especial merece, aparte de su animada vida nocturna, la catedral, mucho más llamativa y espectacular por dentro de lo que su sobrio aspecto exterior sugiere, aunque la imagen del templo reflejado sobre las mansas aguas al atardecer es posiblemente la imagen que más me gustó de ésta localidad.












       Estando en Galway hay una visita casi obligada: los acantilados de Moher, que pasan por ser uno de los mayores atractivos de todo el país. Los acantilados se formaron hace un montón de tiempo (se calcula que hace unos 320 millones de años) y tienen una altura máxima de 214 metros sobre el nivel del mar en la zona de la Torre de O´Brian, construida en 1835 por el que era el dueño de los terrenos por aquellas fechas, que ya por entonces tuvo una visión clara de las posibilidades turísticas que el lugar podría ofrecer. Hoy los acantilados aparecen en numerosas películas y promociones y son fácilmente reconocibles por su escarpado perfil. Los acantilados se pueden visitar de varias formas: la cómoda, que es ir directamente al centro de visitantes situado en las proximidades de la Torre de O´Brian (aparcamiento de pago, 10€), desde donde se obtienen algunas de las mejores vistas del entorno (pero no las mejores); la segunda requiere algo más de tiempo, partiendo de Doolin y recorriendo andando el camino que, bordeando los acantilados, llega hasta la Torre de O´Brian y que continúa más allá hasta Liscannor en el sur. A poco que hayáis leído alguna entrada mía sabréis que la primera opción en realidad no es tal para mi (M optó por esa opción, lo cual en parte agradecí porque así no tuve que regresar andando de nuevo a Doolin ya que M estaba en el centro de visitantes con el coche). El camino desde Doolin es simplemente maravilloso: el estrecho camino discurre entre los acantilados y el mar a la derecha, y los verdes y bucólicos pastos donde las vacas disfrutan de una vistas envidiables cada día a la izquierda. Durante mi caminata el camino apenas estuvo frecuentado y solo me crucé con un par de parejas en ambos sentidos durante todo el recorrido de unos 5 kilómetros, recorrido durante el que puedes ir observando el progresivo aumento en la altura de los acantilados, ya que el camino empieza a nivel de mar y discurre en suave pero continuo ascenso hasta que que los acantilados alcanzan su altura máxima en las inmediaciones de la Torre de O´Brian. Sin duda, la mejor experiencia que tuve en Irlanda y uno de esos paseos que siempre recordaré y que invito a todos a hacer al menos una vez porque las vistas son impresionantes, y si el tiempo acompaña y la lluvia respeta el paseo, es altamente gratificante. Como suele pasar en éste tipo de lugares, las imágenes no le hacen justicia a la belleza del entorno, pero ahí van una cuantas para que al menos te puedas hacer una idea (aunque la perspectiva y sobriedad de los acantilados solo se puede comprobar sobre el terreno).






















       Muy cerca de los acantilados de Moher se puede visitar Ennistymon, una pequeña localidad que se caracteriza por los saltos de agua que la atraviesan, una concatenación de pequeñas pero continuas cascadas, situadas prácticamente a pie de carretera, que no te imaginas en absoluto. Una visita que no entraba en nuestros planes iniciales y que tenemos que agradecer, una vez más, a Google maps... (¡ya no hay lugares por descubrir!). Al norte de Galway puedes visitar uno de los pocos fiordos que se pueden encontrar en Irlanda (nada que ver con los Noruegos, pero al parecer cumple con la definición de fiordo); en ésta ocasión el mirador que señala Google maps es posiblemente el peor sitio al que ir para observar la zona...¡así que no vayas!. La carretera que bordea el fiordo lleva a la Abadía de Kylemore, que no visitamos porque llegamos tarde, pero al menos pudimos disfrutar de las bonitas vistas del lugar y el reflejo de la abadía sobre las tranquilas aguas del lago Pollacapall. Y como no pudimos visitar la abadía pues nos acercamos al cercano Parque Nacional de Connemara, donde ascendí la colina Diamond (hay tres circuitos en el parque, y el más largo asciende esta pequeña colina, que no es que sea complicada pero la verdad es que la recompensa tampoco es para tirarse horas y horas allí disfrutando de las vistas...). 











      Al Oeste de Galway hay una zona que, sobre el mapa, recuerda a las Lofoten de Noruega: un conjunto de islas desperdigadas y conectadas por carretera. Nos acercamos por allí con la idea de descubrir la "potencialmente desconocida" joya de la corona de Irlanda, pero no la encontramos. Las islas están, y la carretera también, pero la verdad es que la mayoría del terreno está ocupado por propiedades privadas o no es accesible, es completamente plano, y a nivel del suelo la verdad es que el lugar no ofrece lo que esperábamos (lo dicho...no hay nada por descubrir). A vista de pájaro la situación mejora algo, pero no se acerca ni de lejos a la belleza y espectacularidad de las islas Lofoten. También visitamos el vistoso castillo de Dunguaire (o lo que queda de él, al sur de Galway), la pintoresca localidad de Adare, con sus casas tradicionales con techo de paja y su pequeña iglesia medieval situada al lado del mar, disfrutamos de bonitos atardeceres entre nubes desde nuestro apartamento y visitamos muchos lugares históricos: otra cosa no, pero iglesias y restos de conventos medievales no le faltan a Irlanda











De Galway a Cork

      La parte final de nuestro viaje se iba acercando y era hora de ir regresando poco a poco a nuestro punto de origen, pero aún nos quedaban unos días en el sur de la isla, más concretamente en Cork. Y en lugar de ir directos desde Galway, pues fuimos haciendo paradas y visitando lugares, como Limerick, localidad en la que destaca el castillo del Rey Juan y la Catedral de Sta. María, o la turística localidad de Killarney, desde donde se puede acceder al parque Killarney o iniciar el recorrido por la escénica carretera King of Kerry, que quedó pendiente para otra visita porque el tiempo da de sí lo que da, y tampoco era plan de simplemente recorrer la carretera sin disfrutar del viaje, tiempo que no tuvimos en parte porque nos "perdimos" en el Gap of Dunloe, buscando el puente de los deseos, que la verdad no mereció la pena en cuanto a la inversión en tiempo que tuvimos que hacer, pero hasta que no lo ves no lo sabes; un lugar de interés histórico que a mi personalmente me dejo bastante indiferente.











Alrededores de Cork

     La verdad es que Cork fue toda una decepción: como ya os he comentado, no tomé ni una sola foto de la localidad (¡algo que no me ha pasado ni en Leverkusen!). No fui capaz de encontrar ni un rincón que mereciera gastar batería y memoria de la tarjeta de la cámara. Tal vez esté siendo injusto por falta de conocimiento de la localidad, pero en los días que estuvimos fue la realidad que afronté. Por suerte, los alrededores ofrecen un puñado de sitios más que interesantes o curiosos por descubrir. Al sur de Cork visitamos el histórico faro de Old Head, aunque lo de visitar es un decir, porque el acceso es privado (para llegar al faro hay que atravesar un campo de golf que solo permite el acceso a los socios), así que tuve que conformarme con verlo desde el aire (nada malas las vistas, por cierto). Visitamos el Castillo Blarney, unos kilómetros al norte de Cork, un lugar histórico en el que se puede visitar el castillo que data originalmente del S. XIII, aunque la construcción actual data de 1446. En lo alto del castillo se puede ver la piedra Blarney, también conocida como piedra de la elocuencia, ya que según la leyenda otorga el don de la elocuencia a quien la besa; la verdad, había que ponerse boca abajo por un agujero y un par de tipos te sujetaban para que no te cayeras, y besar una piedra chupada por cientos de personas cada día en tiempos de pandemia no me pareció lo más oportuno (y como yo ya soy muy elocuente pues...:-)). El conjunto se completa con amplios jardines, lagos y la casa Blarney (privada). Una visita interesante, sobre todo por ver las estancias interiores del castillo y las estrecheces con las que tenían que vivir (y aquí vivían los nobles...).
















      Antes de dar por finalizado nuestro viaje aún visitamos la colorida localidad de Kinsale, todo un regalo para la vista entre tanto cielo gris, y Cobh, con sus características casas "naipe", la seña de identidad más conocida de ésta pequeña localidad costera situada a unos pocos kilómetros al sur de Cork. Más al norte, y ya de camino a Dublín, visitamos la formidable Roca de Cashel: según la leyenda, el lugar está relacionado con la conversión del rey de Munster por S. Patricio en el S. V, santo que años atrás había expulsado a Satanás de una cueva en la zona. Leyendas al margen, el recinto tiene un incalculable valor histórico; la construcción más antigua data del año 1100 y se alza casi 30 metros sobre el suelo. El edificio principal es una catedral que data del S. XIII y que tiene anexado el castillo residencial. Es fácil imaginarse las historias que han debido vivir esas piedras a lo largo de los siglos, unos de esos sitios que transmite algo especial y cuya visita es obligada (desde mi punto de vista, claro, que me gustan estas cosas). 





















      Antes de regresar a Dublín para pasar allí nuestra última noche en un hotel cercano al aeropuerto ya que el vuelo salía a medio día del día siguiente, aún tuvimos la oportunidad de visitar el bosque de Ballinastoe, típico irlandés (aunque no vimos ningún duende), y Glendalough, lugar de un asentamiento que data del S. VI y donde aprovechamos para dar un paseo por uno de los muchos senderos que el parque ofrece, entre los lagos inferior y superior. El punto final a un viaje muy completo (aunque relajado) a un país que tenemos a tiro de piedra pero que no visitamos lo frecuentemente que deberíamos (¡como tantos otros, pero es que no hay más tiempo!). Esperemos a ver cómo se desarrollan los acontecimientos en éste 2022 antes de lanzarnos a viajar a lo loco de nuevo (que hay mucho tiempo que recuperar). ¡hasta la próxima!.







No hay comentarios:

Publicar un comentario