Tiempo de lectura: en torno a los 20 minutos.
Tiempo par ver fotos: como de costumbre, todo el que quieras. :-)
Después de tantos
años visitando Malaysia, reparé en que lo único que conocía del país era Kuala
Lumpur, mi destino habitual y mi puerta de entrada en Asia, ciudad que he usado
como plataforma para visitar muchos otros países de la región. En Septiembre
tuve que viajar en repetidas ocasiones a Malaysia (hasta tres entradas en el
país en otros tantos viajes en un solo mes, vuelos que realicé con Qatar Airways y con Turkish Airlines - la diferencia en los servicios, comodidad a bordo, espacio, tránsito, etc. entre ambas compañías es abismal, estando la compañía qatarí a la cabeza), y decidí cambiar esta tendencia y
pasar unos días extras en algún destino nacional, para comenzar a conocer algo
más del país, alejado del glamour de las torres Petronas. Por motivos profesionales
tuve que pasar 11 noches en la ciudad de las torres gemelas, divididas en tres
estancias. En las dos primeras me alojé en el Hotel Traders, como en anteriores
ocasiones, un hotel que tiene en su ubicación - ofreciendo vistas sin
obstáculos y únicas del icono del país - su punto fuerte. Para la tercera
estancia decidí probar el Pullman KLCC, situado muy cerca del anterior; el
hotel en sí es mucho mejor que el Traders: servicios comunes, habitaciones,
piscina, personal…me asignaron una habitación de categoría superior y resultó
ser, aunque parezca extraño, demasiado grande para una persona sola. Pero
también ofreció sombras, entre ellas la conexión a internet, que sin ofrecer
problemas en absoluto para el uso de ocio, presentó ciertas limitaciones de
compatibilidad con el sistema de mi oficina, y cuando se viaja por motivos
profesionales es todo un problema. La otra gran sombra es la arrojada por el
monstruoso complejo que se está construyendo justo al lado del Pullman, con las
consabidas consecuencias: ausencia de vistas y ruido. Las 5 noches que me alojé
en el Pullman tuve la sensación de que podría estar en cualquier parte, un hotel sin personalidad.
Personalmente, la próxima vez volveré a elegir un hotel con buenas vistas que
me recuerde al despertar y al acostarme en qué ciudad me encuentro, y seguramente el Traders será mi elección.
Durante mi
estancia en Kuala Lumpur tuve tiempo de recorrer de nuevo la ciudad,
descubriendo con otra mirada rincones de sobra conocidos a estas alturas, pero que no por ello
dejan de despertar mi interés, como la estación central de Kuala Lumpur, construida
por los británicos siguiendo los cánones y normas de construcción del país
(está diseñada para poder soportar un metro de nieve sobre su tejado…); el mercado
central; el barrio chino con sus singulares templos y la comercial Jalan
Petaling, la calle de compras por excelencia de la ciudad; la plaza Merdeka,
epicentro de las actividades que se llevan a cabo en la ciudad, como la maratón
del día 29/09 (los horarios no tienen desperdicio, con la carrera masculina comenzando a las 3 de la madrugada...); la cercana mezquita Jamed
y el revitalizado “river of life” que la bordea; la bulliciosa y siempre
concurrida Jalan Alor, con sus aromas y sabores únicos, una visita (o varias...) que nunca falta en mis viajes a la ciudad; los parques de KLCC o
las cercanas cuevas Batu, que recibieron un baño de color recientemente que no
quise perderme, visita en la que comprobé que por fin, el templo está terminado
(o casi, tanto el situado a los pies de la escalera como el principal que se encuentra
en la cueva). Kuala Lumpur es una ciudad vibrante y en cada viaje se puede
sentir su crecimiento. Me quedó pendiente subir de nuevo a la torre Menara,
para tener una imagen más certera de los cambios experimentados por la ciudad
desde la última vez que subí a sus alturas, pero gran parte del viaje a
Malaysia se vio afectado por el humo procedente de los incendios de las selvas de
Sumatra y Borneo, en Indonesia, y la visibilidad era muy limitada: una
neblina que llegó a originar el cierre de las escuelas durante algunos días
debido a la inaceptable calidad del aire (extraña medida…se ve que los niños
cuando se quedan en casa respiran otro aire…) y que condicionó notablemente mi
viaje, sin obviar el hecho de que el origen de ésta nube fueron incendios provocados en la
vecina Indonesia para ganar terreno para el cultivo de palma, mientras todos
los gobiernos de la zona miran para otro lado. Tres semanas duraron los
incendios, y tres semanas estuvo Malaysia sumida en una nube de cenizas. En el
extremo opuesto al Amazonas, otro de los pulmones del planeta también se
destruye sin que nadie haga nada por evitarlo.
Georgetown
Pero volviendo al
motivo de esta entrada…el destino elegido para este mini viaje por Malaysia fue
Langkawi, uno de los destinos turísticos por excelencia del país, una isla
situada a una hora de vuelo desde Kuala Lumpur. El principal motivo de mi
elección era poder visitar el Skybridge, un puente colgante situado en la cima
de una de las montañas más altas de la isla. Pero antes de llegar a Langkawi
tuve que pasar por Georgetown, ciudad colonial repleta de historia y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, ubicada en una isla del distrito de
Penang, al sur de Langkawi. La idea inicial era pasar el equivalente a un par
de días en la ciudad colonial antes de viajar en ferry hasta la cercana
Langkawi, pero los horarios del vuelo de ida (desde Colonia vía el nuevo
aeropuerto de Estambul – horrible desde el punto de vista del viajero y muy
poco práctico – hasta Kuala Lumpur con Turkish Airlines, y desde allí hasta
Penang con Malaysian Airlines) no fueron los que me hubieran gustado y
finalmente llegué a Georgetown bien entrada la noche (contaba con estar allí a
medio día, saliendo de Colonia el día anterior por la mañana, pero al final
tuve que salir de Colonia por la tarde). Un pequeño cambio de planes que me
obligó a exprimir al máximo mis reducidas horas en Georgetown una vez
completada mi actividad profesional y antes de partir hacia Langkawi. Para
aprovechar el tiempo disponible al máximo alquilé una moto tan pronto como me
liberé de las ataduras de la corbata (25 RMY/dia, en el centro de Penang hay numerosos sitios para alquilar) y me lancé a descubrir Georgetown y los
alrededores, que os puedo anticipar que tiene mucho que ofrecer (la visita se
me hizo corta).
Para mi estancia
de 3 noches en la ciudad me alojé en el hotel Neo+ Penang (60€/noche la
habitación superior con desayuno), un hotel discreto que respondió parcialmente
a las expectativas: ubicado tal vez un poco lejos del centro histórico, está sin embargo convenientemente situado para acceder tanto al aeropuerto como al puerto. La
habitación y el aseo son muy amplios, y todo está en buen estado. Entre los
puntos negativos sin duda la mala e inestable conexión WiFi, el número limitado
de ascensores disponibles (2, para dar servicio a un establecimiento hotelero
de 25 alturas), y la escasa oferta del buffet de desayuno. Tiene una piscina en
la azotea (que como de costumbre no usé), desde la que se tienen unas vistas
estupendas de toda la ciudad. El hotel se ubica justo enfrente de la torre
Komtar, el edificio más alto de Georgetown (250m) y cuyo principal reclamo es
la cafetería situada en la azotea y sus vistas; las ofrecidas por la azotea del
Neo+ no creo que tengan mucho que envidiar (tal vez incluso mejores, al estar a
menor altura).
Un poco de
historia sobre Georgetown: la ciudad se estableció en 1786, convirtiéndose en
el primer asentamiento británico en el Sudeste asiático. Su pasado colonial
británico es palpable en cada rincón de su centro histórico, pero Georgetown
también es conocida como la capital gastronómica de Malaysia merced a la
calidad y variedad de sus mercados de comida callejera. Al margen de la
influencia europea en su arquitectura, la ciudad también acoge una fabulosa
mezcla de estilos arquitectónicos asiáticos. Las casas tradicionales de los
primeros inmigrantes chinos que llegaron a la isla, construidas siguiendo los
mismos patrones que aquellas que se pueden ver en Singapur en un número cada
vez más reducido, con el negocio familiar ocupando la planta baja del edificio,
reservándose la planta alta para la vivienda, son una constante en
Georgetown. A lo largo de todo el centro histórico se pueden encontrar éstas
características construcciones, unas en mejor estado de conservación que otras,
otorgando a la ciudad una identidad personal única. Las calles del centro se
pueden (se deben) recorrer a pie, porque solo así se puede apreciar toda la
singularidad y riqueza histórica de la ciudad. El centro es bullicioso, con muchísimos locales turísticos de todo tipo, y hay quien
prefiere recorrerlo a bordo de los tradicionales triciclos locales. Para
gustos, yo prefiero caminar y descubrir (o dejar de descubrir, porque no
llevaba nada preparado) la ciudad a medida que voy avanzando en mi recorrido.
Como
en otras muchas ciudades, Georgetown trata de sacar partido al arte urbano: el
centro de la ciudad es el escenario de un buen número de murales pintados sobre
fachadas que buscan interactuar con el viajero. Ni la calidad ni el estado de
conservación son tan buenos como los murales que se pueden encontrar en otras
ciudades (como en Montreal), pero son muy originales y buscan la fusión de elementos cotidianos
con la pintura e incluso la participación del espectador. Georgetown ha hecho
del arte urbano una de sus señas de identidad y hay incluso recorridos
organizados para descubrir estas muestras artísticas.
Al margen del
centro histórico colonial de la ciudad, el otro gran foco de atención lo
constituyen sus muelles flotantes, conocidos como Clan Jetties, ya que el
origen de estos asentamientos se encuentra en los inmigrantes chinos que
llegaron a Malaysia en el S.XIX y se agruparon en esta zona formando
clanes. En la actualidad aún se pueden
visitar 6 de estos clanes (el séptimo desapareció consumido por el fuego),
auténticas ciudades flotantes que han ido creciendo sobre los pilones que las
elevan sobre el fluctuante nivel de las aguas sobre las que se asientan. En cada
uno de ellos vive un clan, y cada asentamiento tiene su propio templo. Los
habitantes se dedicaban en origen principalmente a la pesca, pero en la
actualidad la creciente actividad turística y el abandono de las tradiciones
ancestrales está poniendo en peligro la supervivencia de estos asentamientos en
su forma primitiva. Algunos de los muelles son eminentemente turísticos,
mientras que otros se mantienen fieles a su concepto original y permiten
hacerse una idea de cómo se puede desarrollar la vida en estas viviendas
construidas principalmente a base de madera. Una visita imprescindible en la ciudad.
Y como en toda
ciudad de Asia, los templos cobran una relevancia excepcional. Herencia de su
pasado, los templos más antiguos de la ciudad son taoístas. La arquitectura y
los detalles constructivos de algunos de ellos son simplemente fascinantes. En el centro de la ciudad hay un buen número de ellos (la mayoría son gratuitos, pero en Leong San Tong Khoo Kongsi hay que pagar - no recuerdo cuanto pero en torno a los 5-10 MYR). Para un profano en la materia de los templos taoístas, mi criterio básicamente es si es bonito o no, así que ese mismo criterio he seguido para traer hasta vosotros algunas imágenes de alguno de esos templos.
Pero también hay
un puñado de templos budistas, situados principalmente a las afueras de la ciudad, que bien merecen una visita. Dos de ellos se encuentran en la misma calle, uno enfrente del otro; uno de ellos es el templo budista Chaiya Mangalaram Thai, un complejo espiritual que alberga la mayor representación de un buda yacente de Malaysia, y una de las mayores del mundo. En el complejo hay una serie de edificios y templos secundarios, con una gran estupa dorada en la parte posterior y representaciones de serpientes con varias cabezas custodiando la entrada al templo principal.
Justo enfrente se encuentra el templo birmano Darmikarama, compuesto por varios edificios, estanques y jardines. Un bonito recinto que te llevará un buen rato recorrer, y que está lleno de curiosidades. Se puede subir a la planta superior del templo situado más alejado de la entrada (en ascensor o usando las escaleras); desde la terraza se tienen unas vistas estupendas de todo el complejo religioso (empañadas por la omnipresente nube de humo que no me abandonó en toda la visita...). La entrada a ambos templos es gratuita.
Justo enfrente se encuentra el templo birmano Darmikarama, compuesto por varios edificios, estanques y jardines. Un bonito recinto que te llevará un buen rato recorrer, y que está lleno de curiosidades. Se puede subir a la planta superior del templo situado más alejado de la entrada (en ascensor o usando las escaleras); desde la terraza se tienen unas vistas estupendas de todo el complejo religioso (empañadas por la omnipresente nube de humo que no me abandonó en toda la visita...). La entrada a ambos templos es gratuita.
Pero la joya de la corona de Georgetown en cuanto a templos budistas se refiere se llama Kek Lok Si. Situado a las faldas de una montaña al oeste de la capital, es el mayor templo budista del país y un importante centro de peregrinación para los budistas en el sudeste asiático. La construcción del templo se inició a finales del S. XIX y se demoró por 15 años. Unos años más tarde se completó la construcción de la pagoda Kek Lok Si, o de los 10.000 budas, una pagoda de siete pisos que combina estilos arquitectónicos chino, tailandés y birmano (se puede subir hasta lo alto de la pagoda, y las vistas desde arriba no tienen desperdicio, como verás a continuación - a pesar de la neblina, de nuevo -, así que si visitas el templo te recomiendo que te tomes tu tiempo para subir los numerosos escalones de la pagoda). En el año 2002 se inauguró una enorme estatua de más de 30m de altura, de bronce, de la diosa de la misericordia (Guan Yin), y de 2009 data el pabellón que cubre la estatua, de 60m de altura. El acceso a la estatua se realiza a través de un funicular (de pago), aunque también se puede subir andando (o en moto) de forma gratuita (pero hay que dar muuuucha vuelta - yo descubrí el acceso por casualidad). Entre medias de tanto templo y sitios de oración no faltan las tiendas de recuerdos y artículos religiosos, algo que no deja de sorprenderme en estos lugares. Sin duda, una de las visitas más impactantes que depara Penang, el tempo de Kek Lok Si.
Y claro, no podían faltar los templos hindúes. El más importante es el conocido como templo de la colina de las cascadas; el nombre es cierto al 50%: doy fe de lo de la colina, porque el templo se ubica en lo alto de la misma y para acceder al templo principal hay que subir muchas escaleras, pero muchas, muchas. Pero lo de las cascadas...ni rastro de agua en la zona (será una metáfora...). La verdad es que el templo no ofrece mucho (al margen de la importancia espiritual para los profesantes de esta religión), y bien me podía haber ahorrado el esfuerzo (y el tiempo) empleado en la visita. Para gustos colores, pero a mí este "color" no me aportó nada nuevo.
Por si aún no te he dado motivos suficientes para visitar la isla, ahí va uno más: en el extremo noroeste de la isla se encuentra el Parque Nacional de Penang, un recinto que ofrece un remanso de paz y tranquilidad alejado del bullicio de la ciudad en un entorno natural de gran belleza. Hay varios caminos dentro del parque que conectan la entrada principal con las playas litorales, a las que se puede acceder andando o en barca. Yo opté por la opción de andar y me lancé a descubrir el sedero que lleva al lago meromítico, un paseo de una hora de duración por sentido (andando a ritmo muy ligero, algo más de 3Km de longitud por sentido), que discurre por una sendero selvático de los que me gustan, sin preparar (sin escaleritas, pasarelas o similar). El lago meromítico (se llama así a los lagos en los que el agua salada proveniente del mar y el dulce de la montaña no se mezclan) no es tal, ya que no hay lago (completamente seco), pero eso era lo de menos. La caminata me gustó mucho y además tuve la fortuna de poder ver algún mono "raro" durante el recorrido (y muy tímido) y un par de ejemplares de impresionantes lagartos monitores campando a sus anchas por la playa (playa preciosa, por cierto, pero con semejantes compañeros no me extraña que estuviera vacía). ¿Te has convencido ya de las virtudes de Penang?
Para finalizar, como en todo viaje, la libertad que ofrece el moverse por libre en moto no tiene parangón. Entre destino y destino la isla ofrece multitud de sitios que bien merecen una visita más pausada que la mía: preciosas playas, mezquitas flotantes, mercados locales...las bases para una futura visita más tranquila a la isla ya están establecidas, así que solo queda esperar a una oportunidad futura para volver a este rincón de Malaysia a descubrir sus encantos con algo más de tiempo y calma; con el tiempo que disponía no pude hacer mucho más...¡pero bastante pude ver!. Hora de hacer la maleta y emprender rumbo hacia el siguiente destino: Langkawi.
Para ir de Penang a Langkawi decidí coger el ferry (https://www.langkawi-ferry.com/schedule-fare.html), que en algo menos de 3 horas conecta ambas islas. Los billetes los compré en Georgetown, en la oficina que hay al lado del puerto (y así aproveché la visita para explorar el acceso al mismo, que por otro lado no tiene ninguna complicación porque es un servicio muy demandado y está muy bien señalizado). El ferry es un autobús flotante: nada de acceso al exterior, plazas numeradas y poco que hacer una vez dentro. Yo me puse los auriculares y activé mi modo vuelo personal, ya que por las ventanas del ferry tampoco se podía ver nada (en parte por la niebla, en parte por la suciedad de las ventanas...). Por suerte el mar estaba bastante tranquilo aquella mañana de domingo y llegué a mi destino en hora y sin marearme, ¡todo un logro!
Tan pronto llegué a Langkawi me dirigí al hotel, el Seaview Langkawi (45€/noche), situado muy cerca del puerto, donde había reservado una habitación de categoría superior con balcón con vistas al mar; balcón tenía, y vistas al mar también, pero con la dichosa niebla no se veía nada, así que una vez más no pasé ni un solo minuto en el balcón (con el calor que hacía, para estar fuera y no ver nada, preferí estar dentro fresquito). Hotel normalito, con desayuno más bien escaso y pobre servicio. Cumplió, pero seguramente no repetiría. Tan pronto me instalé en el hotel, me dirigí de nuevo al puerto para alquilar una moto (35 RMY/día), algo más cara que en Penang, pero la moto estaba en mucho mejor estado. Una fianza de 100 RMY y una firma de contrato es todo lo que necesitas para alquilar una moto en Malaysia. Realmente cómodo y sencillo.
Para cuando me quise poner en marcha ya eran casi las 2 de la tarde, así que dejé para el día siguiente la visita al skybridge, el objetivo del viaje que ya anticipo no se logró. La isla de Langkawi es pequeña y se recorre muy bien en moto. El primer día lo empleé en visitar Kuah, que no ofrece absolutamente nada, y en visitar algunas de las cataratas de la isla, como la de Durian Perangin, un salto de agua en tramos (hasta 14 pequeñas cataratas se pueden ver), donde destaca el tramo superior, que es el de mayor altura (unos 15 metros, tampoco una cosa única), la catarata Temurun, que es una catarata con múltiples hilos de agua mojando la roca sobre la que se deslizan (supongo que en la temporada de lluvia será más espectacular al caer más agua) o la catarata de los siete pozos, muy frecuentada por los locales y que se caracteriza por tener varias piscinas y toboganes naturales a lo largo del cauce del río. Ausencia de lluvia y calor no son una buena combinación para las cataratas. Ninguna de ellas llamó mi atención especialmente (aunque sí me hubiera dado un bañito en alguna de las pozas...). Hice una breve parada en la playa de Cenang, verdadero epicentro turístico de la isla, donde puedes hacer todo tipo de actividades acuáticas, con las motos de agua como reinas (no sé cuántas motos pude contar en el rato que estuve...), y me dirigí al mercado de comida que tocaba ese día (el mercado se ubica en un punto distinto de la isla cada día) para cerrar mi actividad aquella jornada.
Pero el objetivo del viaje era visitar el skybridge, un puente colgante situado al Oeste de la isla en lo alto de una montaña. Hasta allí me dirigí al día siguiente en cuanto salí del hotel. El día estaba bastante más claro que los días anteriores (parecía que no había tanta niebla, y sí alguna nube). Al llegar al recinto (una feria en toda regla, con muchisimos restaurantes, museos 3D, un recinto para acariciar conejos, un cine 3D de dinosaurios, etc) comprobé para decepción propia que a pesar de que el teleférico que da acceso al skybridge estaba abierto, el puente estaba cerrado. No contaba con ello, nunca se me pasó por la cabeza que pudiera estar cerrado (pensé que si el día no estaba claro simplemente las vistas no serían tan buenas), así que fue una decepción en toda regla y un jarro de agua fría, ya que era lo que me había llevado hasta allí (principalmente) y no tenía ningún plan B en mente. Después de dar una vuelta por allí (entre museos, exposiciones, tiendas, etc. se pueden pasar varias horas por allí sin darse cuenta), cogí la moto y emprendí el regreso, sin rumbo definido.
De camino a ninguna parte paré en un par de playas, una de ellas de arena negra que me llamó bastante la atención porque no suelen ser muy habituales en ésta región. Caminando por la arena y mirando al horizonte me acordé de unos anuncios que había visto el día anterior al visitar Cenang Beach sobre una excursión para visitar el geoparque Kilim, y a falta de algo mejor que hacer, pues para allá que me fui.
El geoparque Kilim en una reserva natural compuesta por manglares y canales que dan acceso al mar. Según leí, jugó un papel muy importante durante el último tsunami que sufrió la isla ya que actuó de barrera natural, minimizando considerablemente los daños aguas adentro de la isla. Me enrolé en una visita de grupo de 2 horas de duración (60 RMY) para descubrir el parque. La primera parada del recorrido fue la cueva de los murciélagos; obvia explicar el contenido de la visita y el por qué la cueva recibe dicho nombre. Desde allí se recorren los canales, los manglares y se llega a una zona donde anidan las águilas oriundas de Langkawi, un águila de tamaño reducido pero con bonitos colores. Las barcas arrojan un puñado de carne al agua y luego lo trituran con la hélice de la embarcación, y al alejarse de la zona las águilas se lanzan a por su festín. Un poco artificial (bastante), pero al menos se pueden ver las águilas en su entorno natural. La excursión continua recorriendo los canales, se sale a mar abierto (donde curiosamente el teléfono móvil pierde la señal de Malaysia y recibes el mensaje de bienvenida a Tailandia), y se visita una aldea flotante de pescadores donde se crían diversas especies de peces (que puedes comer si lo deseas, porque la paradita en la aldea flotante en cuestión dura 40 minutos...). Una turistada en toda regla, la verdad, con la que como os podéis imaginar no quedé muy contento, pero al menos me tuvo entretenido un par de horas y me sirvió para conocer a un argentino que viajaba en la misma embarcación y que me dio un par de consejos sobre templos cercanos para visitar.
Finalizada la excursión, me dirigí hacia el templo que me había indicado el argentino, el templo de la fortuna, un tranquilo templo budista excavado en la roca, que resultó una visita de lo más interesante. Muy cerca de él se puede visitar otro templo budista (desconozco el nombre ya que ni google maps lo indica), del cuál llamó mi atención una enorme figura excavada en la roca que vi desde la carretera; numeroso monjes viviendo en el recinto (donde se está construyendo un nuevo templo) dan vida a este tranquilo lugar de silencio y meditación.
Una visita al mercado local de aquel día y una puesta de sol sobre el mar es todo cuanto pude hacer de más aquel día, un día que empezó con la decepción del skybridge, pero que terminé moderadamente satisfecho ya que al final pude hacer y ver bastantes cosas que de otra forma igual no hubiera podido. Como os podéis imaginar, al día siguiente, el día de mi regreso a KL, amaneció radiante, y por fin, después de casi tres semanas en el país, pude ver el azul del cielo y...¡el mar desde el balcón de mi habitación!. Murphy nunca falla: el día del regreso, aquel en el que apenas tuve tiempo para visitar el monumento de Langkwi, devolver la moto y emprender el camino hacia el aeropuerto, aquel fue el único día soleado de toda mi estancia. Previsible. No hubo tiempo para más. Una visita breve pero que me sirvió para comprobar de primera mano los encantos que ofrece el país, un país que es mucho más que KL y que espero poder seguir descubriendo poco a poco, como hice con Indonesia, a lo largo de los próximos años. ¡Os mantendré informados!
Y claro, no podían faltar los templos hindúes. El más importante es el conocido como templo de la colina de las cascadas; el nombre es cierto al 50%: doy fe de lo de la colina, porque el templo se ubica en lo alto de la misma y para acceder al templo principal hay que subir muchas escaleras, pero muchas, muchas. Pero lo de las cascadas...ni rastro de agua en la zona (será una metáfora...). La verdad es que el templo no ofrece mucho (al margen de la importancia espiritual para los profesantes de esta religión), y bien me podía haber ahorrado el esfuerzo (y el tiempo) empleado en la visita. Para gustos colores, pero a mí este "color" no me aportó nada nuevo.
Por si aún no te he dado motivos suficientes para visitar la isla, ahí va uno más: en el extremo noroeste de la isla se encuentra el Parque Nacional de Penang, un recinto que ofrece un remanso de paz y tranquilidad alejado del bullicio de la ciudad en un entorno natural de gran belleza. Hay varios caminos dentro del parque que conectan la entrada principal con las playas litorales, a las que se puede acceder andando o en barca. Yo opté por la opción de andar y me lancé a descubrir el sedero que lleva al lago meromítico, un paseo de una hora de duración por sentido (andando a ritmo muy ligero, algo más de 3Km de longitud por sentido), que discurre por una sendero selvático de los que me gustan, sin preparar (sin escaleritas, pasarelas o similar). El lago meromítico (se llama así a los lagos en los que el agua salada proveniente del mar y el dulce de la montaña no se mezclan) no es tal, ya que no hay lago (completamente seco), pero eso era lo de menos. La caminata me gustó mucho y además tuve la fortuna de poder ver algún mono "raro" durante el recorrido (y muy tímido) y un par de ejemplares de impresionantes lagartos monitores campando a sus anchas por la playa (playa preciosa, por cierto, pero con semejantes compañeros no me extraña que estuviera vacía). ¿Te has convencido ya de las virtudes de Penang?
Para finalizar, como en todo viaje, la libertad que ofrece el moverse por libre en moto no tiene parangón. Entre destino y destino la isla ofrece multitud de sitios que bien merecen una visita más pausada que la mía: preciosas playas, mezquitas flotantes, mercados locales...las bases para una futura visita más tranquila a la isla ya están establecidas, así que solo queda esperar a una oportunidad futura para volver a este rincón de Malaysia a descubrir sus encantos con algo más de tiempo y calma; con el tiempo que disponía no pude hacer mucho más...¡pero bastante pude ver!. Hora de hacer la maleta y emprender rumbo hacia el siguiente destino: Langkawi.
Langkawi
Para ir de Penang a Langkawi decidí coger el ferry (https://www.langkawi-ferry.com/schedule-fare.html), que en algo menos de 3 horas conecta ambas islas. Los billetes los compré en Georgetown, en la oficina que hay al lado del puerto (y así aproveché la visita para explorar el acceso al mismo, que por otro lado no tiene ninguna complicación porque es un servicio muy demandado y está muy bien señalizado). El ferry es un autobús flotante: nada de acceso al exterior, plazas numeradas y poco que hacer una vez dentro. Yo me puse los auriculares y activé mi modo vuelo personal, ya que por las ventanas del ferry tampoco se podía ver nada (en parte por la niebla, en parte por la suciedad de las ventanas...). Por suerte el mar estaba bastante tranquilo aquella mañana de domingo y llegué a mi destino en hora y sin marearme, ¡todo un logro!
Tan pronto llegué a Langkawi me dirigí al hotel, el Seaview Langkawi (45€/noche), situado muy cerca del puerto, donde había reservado una habitación de categoría superior con balcón con vistas al mar; balcón tenía, y vistas al mar también, pero con la dichosa niebla no se veía nada, así que una vez más no pasé ni un solo minuto en el balcón (con el calor que hacía, para estar fuera y no ver nada, preferí estar dentro fresquito). Hotel normalito, con desayuno más bien escaso y pobre servicio. Cumplió, pero seguramente no repetiría. Tan pronto me instalé en el hotel, me dirigí de nuevo al puerto para alquilar una moto (35 RMY/día), algo más cara que en Penang, pero la moto estaba en mucho mejor estado. Una fianza de 100 RMY y una firma de contrato es todo lo que necesitas para alquilar una moto en Malaysia. Realmente cómodo y sencillo.
Para cuando me quise poner en marcha ya eran casi las 2 de la tarde, así que dejé para el día siguiente la visita al skybridge, el objetivo del viaje que ya anticipo no se logró. La isla de Langkawi es pequeña y se recorre muy bien en moto. El primer día lo empleé en visitar Kuah, que no ofrece absolutamente nada, y en visitar algunas de las cataratas de la isla, como la de Durian Perangin, un salto de agua en tramos (hasta 14 pequeñas cataratas se pueden ver), donde destaca el tramo superior, que es el de mayor altura (unos 15 metros, tampoco una cosa única), la catarata Temurun, que es una catarata con múltiples hilos de agua mojando la roca sobre la que se deslizan (supongo que en la temporada de lluvia será más espectacular al caer más agua) o la catarata de los siete pozos, muy frecuentada por los locales y que se caracteriza por tener varias piscinas y toboganes naturales a lo largo del cauce del río. Ausencia de lluvia y calor no son una buena combinación para las cataratas. Ninguna de ellas llamó mi atención especialmente (aunque sí me hubiera dado un bañito en alguna de las pozas...). Hice una breve parada en la playa de Cenang, verdadero epicentro turístico de la isla, donde puedes hacer todo tipo de actividades acuáticas, con las motos de agua como reinas (no sé cuántas motos pude contar en el rato que estuve...), y me dirigí al mercado de comida que tocaba ese día (el mercado se ubica en un punto distinto de la isla cada día) para cerrar mi actividad aquella jornada.
Pero el objetivo del viaje era visitar el skybridge, un puente colgante situado al Oeste de la isla en lo alto de una montaña. Hasta allí me dirigí al día siguiente en cuanto salí del hotel. El día estaba bastante más claro que los días anteriores (parecía que no había tanta niebla, y sí alguna nube). Al llegar al recinto (una feria en toda regla, con muchisimos restaurantes, museos 3D, un recinto para acariciar conejos, un cine 3D de dinosaurios, etc) comprobé para decepción propia que a pesar de que el teleférico que da acceso al skybridge estaba abierto, el puente estaba cerrado. No contaba con ello, nunca se me pasó por la cabeza que pudiera estar cerrado (pensé que si el día no estaba claro simplemente las vistas no serían tan buenas), así que fue una decepción en toda regla y un jarro de agua fría, ya que era lo que me había llevado hasta allí (principalmente) y no tenía ningún plan B en mente. Después de dar una vuelta por allí (entre museos, exposiciones, tiendas, etc. se pueden pasar varias horas por allí sin darse cuenta), cogí la moto y emprendí el regreso, sin rumbo definido.
De camino a ninguna parte paré en un par de playas, una de ellas de arena negra que me llamó bastante la atención porque no suelen ser muy habituales en ésta región. Caminando por la arena y mirando al horizonte me acordé de unos anuncios que había visto el día anterior al visitar Cenang Beach sobre una excursión para visitar el geoparque Kilim, y a falta de algo mejor que hacer, pues para allá que me fui.
El geoparque Kilim en una reserva natural compuesta por manglares y canales que dan acceso al mar. Según leí, jugó un papel muy importante durante el último tsunami que sufrió la isla ya que actuó de barrera natural, minimizando considerablemente los daños aguas adentro de la isla. Me enrolé en una visita de grupo de 2 horas de duración (60 RMY) para descubrir el parque. La primera parada del recorrido fue la cueva de los murciélagos; obvia explicar el contenido de la visita y el por qué la cueva recibe dicho nombre. Desde allí se recorren los canales, los manglares y se llega a una zona donde anidan las águilas oriundas de Langkawi, un águila de tamaño reducido pero con bonitos colores. Las barcas arrojan un puñado de carne al agua y luego lo trituran con la hélice de la embarcación, y al alejarse de la zona las águilas se lanzan a por su festín. Un poco artificial (bastante), pero al menos se pueden ver las águilas en su entorno natural. La excursión continua recorriendo los canales, se sale a mar abierto (donde curiosamente el teléfono móvil pierde la señal de Malaysia y recibes el mensaje de bienvenida a Tailandia), y se visita una aldea flotante de pescadores donde se crían diversas especies de peces (que puedes comer si lo deseas, porque la paradita en la aldea flotante en cuestión dura 40 minutos...). Una turistada en toda regla, la verdad, con la que como os podéis imaginar no quedé muy contento, pero al menos me tuvo entretenido un par de horas y me sirvió para conocer a un argentino que viajaba en la misma embarcación y que me dio un par de consejos sobre templos cercanos para visitar.
Finalizada la excursión, me dirigí hacia el templo que me había indicado el argentino, el templo de la fortuna, un tranquilo templo budista excavado en la roca, que resultó una visita de lo más interesante. Muy cerca de él se puede visitar otro templo budista (desconozco el nombre ya que ni google maps lo indica), del cuál llamó mi atención una enorme figura excavada en la roca que vi desde la carretera; numeroso monjes viviendo en el recinto (donde se está construyendo un nuevo templo) dan vida a este tranquilo lugar de silencio y meditación.
Una visita al mercado local de aquel día y una puesta de sol sobre el mar es todo cuanto pude hacer de más aquel día, un día que empezó con la decepción del skybridge, pero que terminé moderadamente satisfecho ya que al final pude hacer y ver bastantes cosas que de otra forma igual no hubiera podido. Como os podéis imaginar, al día siguiente, el día de mi regreso a KL, amaneció radiante, y por fin, después de casi tres semanas en el país, pude ver el azul del cielo y...¡el mar desde el balcón de mi habitación!. Murphy nunca falla: el día del regreso, aquel en el que apenas tuve tiempo para visitar el monumento de Langkwi, devolver la moto y emprender el camino hacia el aeropuerto, aquel fue el único día soleado de toda mi estancia. Previsible. No hubo tiempo para más. Una visita breve pero que me sirvió para comprobar de primera mano los encantos que ofrece el país, un país que es mucho más que KL y que espero poder seguir descubriendo poco a poco, como hice con Indonesia, a lo largo de los próximos años. ¡Os mantendré informados!
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