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Hay muchas fotos....un recorrido en imágenes por Harbin.
Cuando nos embarcamos en la organización del viaje a Harbin, creo que ninguno de los integrantes del grupo reparamos en el tamaño de la ciudad; por inercia, cuando yo pienso en una localidad azotada por los vientos polares y las gélidas temperaturas, mi mente me transporta automáticamente a Laponia o a Islandia, donde las poblaciones son por lo general muy pequeñas y tienen un encanto especial, el que le otorga el manto blanco que todo lo cubre durante la temporada invernal. Nada que ver con Harbin, una monstruosa ciudad de más de 5 millones de habitantes situada al Norte de China, en la histórica región de Manchuria, azotada por los gélidos y secos vientos siberianos, y donde la nieve se deja ver mucho menos de lo que cabría pensar. Se conocen asentamientos en la zona al menos desde el año 2200 a.C, cuando la ciudad se denominaba Pokai. El origen de la actual Harbin es muy reciente, ya que la ciudad nació en 1898 al abrigo de la construcción del tren Transmanchuriano, una faraónica empresa lanzada por la Rusia de los zares para unir las ciudades de Vladivostok y Dalian, como alternativa al tren Transiberiano que discurre al norte, paralelo a la frontera entre ambos gigantes. Así, Harbin debe su razón de ser a la necesidad de dotar a los ingenieros rusos que participaron en la construcción del ferrocarril de un lugar en el que vivir. Desde entonces, y a pesar de encontrarse en una de las zonas más inhóspitas del planeta, la ciudad no ha hecho más que crecer, convirtiéndose en un importante núcleo industrial de la República Popular de China. La ciudad sufrió una época convulsa a principios del S. XX, con numerosas invasiones que le hicieron pasar de unas manos a otras, hasta que finalmente en 1946 pasó a formar parte de los territorios del Ejército de Liberación Popular.
Llegamos a Harbin procedentes de Shanghai a bordo de un avión de China Eastern, un trayecto de unas 3 horas de duración que discurrió sin mayores novedades. A la llegada al aeropuerto de Harbin, que se encuentra a unos 30Km de la ciudad, nos estaban esperando, ya que para evitar sobresaltos el día de nuestra llegada, decidimos contratar el transporte hacia nuestro alojamiento con el dueño de dicho alojamiento; como viajábamos 7 personas (cada una con sus correspondientes maletas, una grande y otra de cabina) tuvimos que reservar 3 coches para realizar el trayecto (180 CNY/coche) que se demoró por cerca de una hora para algunos, y unos 40 minutos para otros (cosas de las grandes ciudades, los atascos y las triquiñuelas de los taxistas...). En Harbin decidimos, siguiendo el modelo empleado unos años atrás en Saariselka y confundidos con la idea de que nos recibiría una ciudad pequeña y manejable, alojarnos en un apartamento para estar todos juntos, y como os podéis imaginar no abundan precisamente las opciones para grupos de 7 personas. Así que nos alojamos en el único establecimiento céntrico que nos ofreció booking para poder estar todos juntos bajo el mismo techo, el Harbin Xingwang Apartment (25€/persona por noche), un alojamiento muy económico y perfectamente ubicado (a una manzana de la Catedral de Santa Sophia), emplazado en un edificio de viviendas "típico" de la ciudad, con todo lo que ello conlleva: la entrada no invitaba para nada a entrar, y mucho menos a quedarse en aquel edificio; llegamos de noche, el conductor nos metió por la entrada trasera del bloque y accedimos por el aparcamiento del edificio, así que no sabíamos muy bien donde estábamos (los primeros en llegar al apartamento comentaron entre bromas que temieron por sus riñones durante la espera en tan lúgubre emplazamiento). El ascensor tampoco ayudó a mejorar mucho nuestra percepción del lugar, pero una vez llegamos al apartamento, todo cambió (¡afortunadamente!). El apartamento estaba en buen estado (el tema de la decoración merecería un capítulo aparte, pero como siempre digo, para gustos, colores), con dos salones/comedores amplios, dos baños completos, cocina equipada, dos galerías acristaladas y tres dormitorios. Buena conexión a internet (de nuevo, con las limitaciones de la conexión a internet en China) y buena calefacción (¡fundamental!), en definitiva todo lo que necesitábamos. Yo personalmente estuve muy a gusto en el apartamento (tampoco hubiera tenido mayor problema, por el precio pagado, en haberlo dejado y haber buscado otro alojamiento si hubiera sido necesario), pero es cierto que la primera impresión fue...¡impactante!. Pudimos disfrutar de nuestra jornada gastronómica tradicional española en el centro de Harbin: una comida a base de productos españoles, con fabada litoral como plato principal y regada por vinos del Duero...y además en perfecta compañía, ¡no se puede pedir más!.
Harbin, la ciudad
El pasado Ruso de Harbin se encuentra muy presente incluso hoy en día, no solo en la arquitectura de la ciudad, sino en los hábitos y costumbres de sus habitantes: Harbin, conocida como la Moscú de Oriente, es la única localidad en la que los chinos pueden comprar productos tan tradicionales del país vecino como el vodka o las muñecas matrioskas. La gastronomía, como no podía ser de otra forma, está muy influenciada por la vecina región de Mongolia. Un crisol de culturas y tradiciones que da forma a una de las ciudades más septentrionales de China. La calle Zhongyang - situada muy cerca de la Catedral - es la más concurrida y comercial de la ciudad, y en invierno se convierte en un museo al aire libre: las esculturas, talladas en el delicado y frágil hielo, acompañan al visitante a lo lago del iluminado recorrido jalonado de todo tipo de tiendas, algún que otro mercado al aire libre para los más atrevidos y muchos centros comerciales. Nosotros, como somos muy osados, desafiamos a las bajas temperaturas (durante nuestra estancia no superamos los -10 grados durante el día, y por la noche los termómetros llegaron a marcar-26º) y nos imbuimos de lleno en la cultura local, con alguna licencia, eso sí: disfrutamos de los riquísimos helados producidos por una famosa heladería local desde el año 1906, degustamos alguna tapa local en los mercados exteriores (la comida estaba, como no podía ser de otra forma, completamente congelada antes de ser preparada), visitamos un "antro" ruso local en nuestra última noche en la ciudad, y hasta disfrutamos, para envidia y sorpresa de muchos, de un reconfortante vino caliente llevado para la ocasión desde Colonia...¡así da gusto viajar, no nos faltó de nada!.
Perpendicular a la calle Zhongyang se encuentra la Calle 14 Oeste, una calle con un puñado de restaurantes locales que bien merecen una visita. La calle Zhongyang desemboca hacia el Norte en el río Shonghua, el caudaloso río (por la anchura del mismo más que nada) que baña la ciudad y sobre el que se instala una feria en toda regla durante la época invernal: pistas de trineos, hovercrafts, pistas para conducir buggies, un escenario para las actuaciones nocturnas y hasta...¡un helipuerto!. Y todo sobre las congeladas aguas del río. Imaginad el espesor que tiene que tener el río para que pueda soportar todo ese peso con garantías. De hecho, los bloques que se emplean en la construcción de la ciudad del hielo y las esculturas que adornan parques y paseos de la ciudad salen del Shonghua..¡casi nada!. Resulta difícil pensar que en solo unos meses toda esa plataforma helada se fundirá por completo. Sin duda lo más impresionante del paseo que dimos por el parque (de entrada gratuita) fue pensar que toda esa feria estaba "flotando" sobre el agua del río, aunque ¡quién sabe si quedaba algo de agua o todo el río se congela durante el invierno!.
Perpendicular a la calle Zhongyang se encuentra la Calle 14 Oeste, una calle con un puñado de restaurantes locales que bien merecen una visita. La calle Zhongyang desemboca hacia el Norte en el río Shonghua, el caudaloso río (por la anchura del mismo más que nada) que baña la ciudad y sobre el que se instala una feria en toda regla durante la época invernal: pistas de trineos, hovercrafts, pistas para conducir buggies, un escenario para las actuaciones nocturnas y hasta...¡un helipuerto!. Y todo sobre las congeladas aguas del río. Imaginad el espesor que tiene que tener el río para que pueda soportar todo ese peso con garantías. De hecho, los bloques que se emplean en la construcción de la ciudad del hielo y las esculturas que adornan parques y paseos de la ciudad salen del Shonghua..¡casi nada!. Resulta difícil pensar que en solo unos meses toda esa plataforma helada se fundirá por completo. Sin duda lo más impresionante del paseo que dimos por el parque (de entrada gratuita) fue pensar que toda esa feria estaba "flotando" sobre el agua del río, aunque ¡quién sabe si quedaba algo de agua o todo el río se congela durante el invierno!.
El parque Zhaolin
El Parque Zhaolin es un parque público de entrada libre que alberga una muestra de esculturas de hielo, quizás no tan llamativas como las de la calle Zhongyang, pero atractivas de cualquier manera. El lago helado sirve de pista de juegos para pequeños y mayores, que pasan el rato haciendo bailar una especie de peonza a la que azotan continuamente con una cuerda para que siga girando. Al atardecer las luces iluminan las esculturas y los palacios de hielo, y los faroles, también hechas de hielo, iluminan los paseos que recorren el parque (no en vano el parque alberga el conocido como festival de las linternas de hielo). No faltan las atracciones para los peques, que pueden intentar perderse en un laberinto de hielo o deslizarse por pistas heladas con sus particulares trineos, y para los mayores, que podemos jugar a emular a Tom Hanks en la película Big saltado sobre las teclas de un piano o tocar el tambor para deleite (u horror) de los demás visitantes...
Isla del sol - Exposición Internacional de esculturas de nieve
Harbin "disfruta" (o sufre, más bien) de un clima gélido durante el invierno, con temperaturas máximas que suelen rondar los -15º y pueden desplomarse hasta los -38º, motivo por el cual allá por el año 1963 a algún iluminado se le ocurrió la idea de organizar un festival de esculturas de nieve y hielo, un festival que solo se ha visto interrumpido durante el periodo de la Revolución Cultural China, pero que se ha desarrollado ininterrumpidamente desde su reinstauración en el año 1985. Y ese festival de hielo y nieve, del que se hacen eco las noticias de medio mundo en torno al mes de enero, es el que nos llevó a visitar ésta inhóspita ciudad del norte de China. Durante el día visitamos la Exposición Internacional de esculturas de nieve (240 CNY), un recinto situado en la Isla del Sol que alberga impresionantes esculturas realizadas empleando la nieve como único material. Impresionante lo que se puede llegar a hacer con nieve (e imaginación y la destreza necesaria para concretar esa idea); el nivel de detalle de algunas de las esculturas es simplemente fascinante. Durante el recorrido se van viendo algunas esculturas pequeñas, alternadas con otras de mayor tamaño. En total puede haber unas 15 ó 20 esculturas de grandes dimensiones, sin duda las más impresionantes. De entre todas, a mi me llamaron la atención especialmente 3: la principal del parque, por sus dimensiones y espectacularidad, con pasadizos internos dentro de la escultura; la que representaba unos unicornios, una composición de gran belleza plástica; y la que representaba unos osos en un bosque, por el grado de detalle y realismo de la obra. Al margen, por supuesto, numerosas otras obras de gran belleza. Al final del parque hay una zona con atracciones que pueden disfrutarse de forma gratuita, como una pista de nieve que hizo nuestras delicias, con carreras de grupo, una pista de hielo o el remolque en flotadores arrastrados por un quad en una pista de nieve. Si al atractivo visual de las esculturas se le suma un precioso cielo azul (el único día de nuestro viaje en el que disfrutamos de una meteorología favorable), el resultado es una experiencia única e inolvidable. Pero como una imagen vale más que mil palabras, ahí van unas cuantas para que os hagáis una idea de lo que hablo.
Y cuando cae la tarde, es el momento de acercarse al cercano festival del hielo (en taxi se llega por 8-10 CNY, la entrada cuesta 290 CNY). Una construcción a modo de muro (al más puro estilo Juego de Tronos) nos da la bienvenida al recinto, una ciudad construida únicamente a base de bloques de hielo, cortados por más de 10.000 trabajadores que levantan en tiempo récord una ciudad distinta cada año, una ciudad efímera, con fecha de caducidad. Y es que la ciudad solamente se puede visitar durante unas 6 ó 7 semanas (las fechas del 2020 eran del 5 de Enero al 28 de Febrero). Con la estructura en pie llega la hora de los artistas, que cuidan hasta el más mínimo detalle de los edificios y esculturas de hielo que dan vida a esta ciudad mágica, al más puro estilo de "frozen". Si el nivel de detalle y belleza de las esculturas realizadas en nieve me sorprendió, en la ciudad del hielo me quedé directamente boquiabierto. Nosotros llegamos aún con la luz del día, para tratar de ver la ciudad también de día. Con la sinuosa torre central alzándose más de 40m sobre el suelo (el equivalente a un edificio de 15 plantas...¡hecho sólo con hielo!) como referencia en el recinto, las construcciones y esculturas se presentan ante el viajero siguiendo una cuidada disposición. Palacios, catedrales, templos chinos, dragones, trenes...todo cabe en el imaginario de los artistas. Una maravilla.
Pero lo mejor aún estaba por llegar. En torno a las 4 de la tarde, conforme va cayendo la noche, el color comienza a invadir el lugar y las esculturas y monumentos de hielo cobran una nueva dimensión: miles de luces dan vida a la ciudad. La imagen que habíamos estado esperando durante casi un año por fin se mostraba ante nosotros. Un espectáculo digno de ver, a la altura de las expectativas creadas, sin duda. Recorrimos la ciudad de nuevo, varias veces de hecho, para asegurarnos de que no perdíamos detalle; y es que, siendo sinceros, las posibilidades de regresar a Harbin en el futuro son muy reducidas, así que ¡no podíamos dejar nada pendiente!. Entre medias algún tentempié en uno de los pocos restaurantes que hay en el recinto (KFC o pizza hut, no hay más opciones), una cervecita a media tarde para entrar un poco en calor, un par de intentos infructuosos de montar en alguna de las atracciones del recinto (pistas de nieve o de hielo, similares a las que ya habíamos podido disfrutar en la ciudad de nieve, con la diferencia de que allí fue llegar y montar y en la ciudad de hielo las colas eran de ¡¡¡3 horas!!! - y para aquellos que no sepáis como funcionan las colas en China: todos se apelotonan, sin respetar orden alguno, y en cuanto hay un hueco lo interpretan como que ese hueco libre lo pueden ocupar, lo que se convierte en una batalla de apretones que ninguno estábamos dispuestos a librar), y un intento exitoso al borde de la hora de cierre del parque fue todo lo que dio de sí nuestro día en la ciudad del hielo de Harbin, una visita por la que habíamos esperado mucho tiempo y que por fin se hizo realidad. Pasadas las 9 y media de la noche abandonamos el lugar, echando la vista atrás para llevarnos esa última imagen de la ciudad del hielo, dando por finalizado nuestro viaje.
Y eso fue todo (¡que no fue poco!). El vuelo de regreso lo hicimos vía Beijing y Amsterdam, con China Southern, escapando por los pelos de las medidas que se tomaron a consecuencia de la crisis del coronavirus, como la cancelación de vuelos, el cierre de fronteras terrestres o el aislamiento de ciudades, que se hicieron efectivas tan solo un día después de nuestro regreso de China. Un viaje exitoso, uno más, que discurrió sin incidentes, que es lo importante al final de cada viaje, aparte de pasarlo bien, y eso ¡doy fe de que lo cumplimos! En Amsterdam nos separamos, y mientras yo me dirigía a Dusseldorf, para tras una brevísima parada en Colonia emprender viaje profesional a Toulouse esa misma tarde, el grueso del grupo tomó rumbo a Madrid. Al grupo, un placer haber podido compartir este viaje tan único con todos vosotros; especial agradecimiento a mi cuñado, por hacerse cargo de muchas de las fotos (sacar la mano del guante con temperaturas rondando los -20º merece al menos un agradecimiento), y sobre todo a mi hermana por haberse encargado de prácticamente toda la organización del viaje. ¡Esperando que la experiencia se repita en el futuro! ¡Hasta la próxima!
Isla del sol - Festival del hielo
Y cuando cae la tarde, es el momento de acercarse al cercano festival del hielo (en taxi se llega por 8-10 CNY, la entrada cuesta 290 CNY). Una construcción a modo de muro (al más puro estilo Juego de Tronos) nos da la bienvenida al recinto, una ciudad construida únicamente a base de bloques de hielo, cortados por más de 10.000 trabajadores que levantan en tiempo récord una ciudad distinta cada año, una ciudad efímera, con fecha de caducidad. Y es que la ciudad solamente se puede visitar durante unas 6 ó 7 semanas (las fechas del 2020 eran del 5 de Enero al 28 de Febrero). Con la estructura en pie llega la hora de los artistas, que cuidan hasta el más mínimo detalle de los edificios y esculturas de hielo que dan vida a esta ciudad mágica, al más puro estilo de "frozen". Si el nivel de detalle y belleza de las esculturas realizadas en nieve me sorprendió, en la ciudad del hielo me quedé directamente boquiabierto. Nosotros llegamos aún con la luz del día, para tratar de ver la ciudad también de día. Con la sinuosa torre central alzándose más de 40m sobre el suelo (el equivalente a un edificio de 15 plantas...¡hecho sólo con hielo!) como referencia en el recinto, las construcciones y esculturas se presentan ante el viajero siguiendo una cuidada disposición. Palacios, catedrales, templos chinos, dragones, trenes...todo cabe en el imaginario de los artistas. Una maravilla.
Pero lo mejor aún estaba por llegar. En torno a las 4 de la tarde, conforme va cayendo la noche, el color comienza a invadir el lugar y las esculturas y monumentos de hielo cobran una nueva dimensión: miles de luces dan vida a la ciudad. La imagen que habíamos estado esperando durante casi un año por fin se mostraba ante nosotros. Un espectáculo digno de ver, a la altura de las expectativas creadas, sin duda. Recorrimos la ciudad de nuevo, varias veces de hecho, para asegurarnos de que no perdíamos detalle; y es que, siendo sinceros, las posibilidades de regresar a Harbin en el futuro son muy reducidas, así que ¡no podíamos dejar nada pendiente!. Entre medias algún tentempié en uno de los pocos restaurantes que hay en el recinto (KFC o pizza hut, no hay más opciones), una cervecita a media tarde para entrar un poco en calor, un par de intentos infructuosos de montar en alguna de las atracciones del recinto (pistas de nieve o de hielo, similares a las que ya habíamos podido disfrutar en la ciudad de nieve, con la diferencia de que allí fue llegar y montar y en la ciudad de hielo las colas eran de ¡¡¡3 horas!!! - y para aquellos que no sepáis como funcionan las colas en China: todos se apelotonan, sin respetar orden alguno, y en cuanto hay un hueco lo interpretan como que ese hueco libre lo pueden ocupar, lo que se convierte en una batalla de apretones que ninguno estábamos dispuestos a librar), y un intento exitoso al borde de la hora de cierre del parque fue todo lo que dio de sí nuestro día en la ciudad del hielo de Harbin, una visita por la que habíamos esperado mucho tiempo y que por fin se hizo realidad. Pasadas las 9 y media de la noche abandonamos el lugar, echando la vista atrás para llevarnos esa última imagen de la ciudad del hielo, dando por finalizado nuestro viaje.
Y eso fue todo (¡que no fue poco!). El vuelo de regreso lo hicimos vía Beijing y Amsterdam, con China Southern, escapando por los pelos de las medidas que se tomaron a consecuencia de la crisis del coronavirus, como la cancelación de vuelos, el cierre de fronteras terrestres o el aislamiento de ciudades, que se hicieron efectivas tan solo un día después de nuestro regreso de China. Un viaje exitoso, uno más, que discurrió sin incidentes, que es lo importante al final de cada viaje, aparte de pasarlo bien, y eso ¡doy fe de que lo cumplimos! En Amsterdam nos separamos, y mientras yo me dirigía a Dusseldorf, para tras una brevísima parada en Colonia emprender viaje profesional a Toulouse esa misma tarde, el grueso del grupo tomó rumbo a Madrid. Al grupo, un placer haber podido compartir este viaje tan único con todos vosotros; especial agradecimiento a mi cuñado, por hacerse cargo de muchas de las fotos (sacar la mano del guante con temperaturas rondando los -20º merece al menos un agradecimiento), y sobre todo a mi hermana por haberse encargado de prácticamente toda la organización del viaje. ¡Esperando que la experiencia se repita en el futuro! ¡Hasta la próxima!
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