Tiempo de lectura: en torno a 20 minutos.
El tradicional viaje a Singapur de los últimos años se
adelantó este año al mes de Febrero, por motivos de agenda, y merced a una
pre-agenda de viajes acordados con distintas compañías situadas en China y en
las áreas del pacifico y del sudeste asiático para los meses siguientes que
tampoco dejaba muchas fechas para ésta visita a Singapur, aunque finalmente y por desgracia todos esos viajes no se van a poder llevar a cabo por la actual crisis del
coronavirus (COVID-19). Sea como fuere, el viaje a Singapur estuvo a punto de
ser cancelado por la "escalada" de casos registrados en la isla (un centenar, en las fechas de mi viaje), pero finalmente,
haciendo uso del sentido común, mi jefe autorizó el viaje (con mi beneplácito,
por supuesto).
Y es que el COVID-19 marcó la agenda de mi visita a
Singapur a mediados de Febrero, del mismo modo que está marcando nuestras vidas cotidianas durante éstos primeros meses del 2020, algo con lo que sin duda ninguno de nosotros contábamos y que está trastocando nuestra actividad diaria hasta límites simplemente impensables tan solo unas semanas atrás. He encontrado una ciudad más tranquila de lo normal, con muchos
lugares inusualmente vacíos (o con mucha menos gente de la que podía recordar de
visitas anteriores), con una actividad que si bien no se ha paralizado, sí se ha ralentizado. El uso de mascarillas (agotadas en el país) no es tan frecuente como cabría esperar en los lugares
públicos, como en el metro o en los centros comerciales (tanto por locales como por visitantes): la gran mayoría de la gente íbamos sin protección alguna (el riesgo, aunque
existía, era muy reducido). En los lugares de mayor afluencia de gente (como en
los centros comerciales, entradas al metro, etc.) se habían instalado cámaras para medir la temperatura corporal, abundaban los desinfectantes para las manos en las recepciones de los hoteles, en las entradas
a los templos, en los bares y restaurantes, en los lugares de trabajo obligaban a tomar
la temperatura corporal dos veces al día, en las entradas a los templos
registraban tu temperatura y te hacían rellenar un formulario con tus datos de
contacto para poder contactarte en caso de que se identifique a algún portador
del virus que haya visitado los mismos lugares…en fin, toda una batería de
medidas destinadas a evitar, en la medida de lo posible (con poca efectividad, a la vista de la situación actual), la expansión de un
virus que de momento parece no tener contención, a juzgar por las cifras que se
reportan a diario a fecha de esta entrada. Esperemos,
por el bien de todos, que todo remita pronto y la situación vuelva a la
normalidad.
Pero volviendo a la crónica del viaje, como de costumbre la
agenda de trabajo dejó poco tiempo para el ocio, pero también como de costumbre,
sobretodo viajando al otro lado del mundo, saqué tiempo de donde pude para
poder redescubrir una de las ciudades que más me atraen de la región, una
ciudad cosmopolita que si bien no cambia al ritmo de otras urbes de la zona, aún
esconde numerosos secretos que esperan para ser descubiertos por aquellos afortunados que puedan dedicar algo más de tiempo a la isla. El fin de semana que
pude pasar en el destino antes de regresar a Turquía para continuar con mi
actividad profesional la semana siguiente, fue determinante para poder descubrir nuevos lugares que ahora puedo
llevar hasta vosotros. No es ésta mi primera entrada sobre Singapur: en la
primera entrada (Singapur, la isla bonita), os conté lo fundamental de la ciudad, las visitas y
puntos de interés que, a mi modo de ver, no debería perderse ningún viajero que
visite la ciudad por primera vez y que pueda disfrutar de una estancia de al
menos 3 ó 4 días en la ciudad. Si cuentas con un par de días adicionales, te
puedes lanzar a descubrir alguna zona más de los alrededores de la isla, como
la isla Sentosa o la cercana isla de Palau Ubin, actividades de las que di
buena cuenta durante la segunda entrada dedicada a este país (Sentosa y Palau Ubin). Y ésta
nueva entrada está destinada, aunque no en exclusiva, a aquellos afortunados
que cuenten con no menos de 7 ó 9 días en la ciudad, tiempo necesario para
descubrir algunos lugares que definitivamente no están en la agenda turística
de la mayoría de personas que visitan la isla, templos y parques naturales
recomendados por los habitantes locales, ubicados en zonas alejadas del centro de la
ciudad, visitas que permiten, al mismo tiempo, comprobar el verdadero estilo y
condiciones de vida de la inmensa mayoría de los habitantes del país, lejos del
glamour y los excesos de la zona centro, la marina y el distrito financiero.
Como en alguna otra ocasión, volé con Turkish Airlines, no
por gusto ni por deseo personal, sino porque, como de costumbre, es la compañía
que mejores precios oferta (y las conexiones en cuanto a horarios se refiere no
suelen ser malas), máxime considerando que a mi regreso de Asia aún debería
pasar una semana entre Estambul y Bodrum en el país otomano, con lo que en la práctica no había
otra opción que volar con la compañía de bandera turca. La ventaja de volar con
Tukish (la única), es que algunos vuelos a Estambul salen desde Colonia, lo cual es
toda una comodidad (más aun cuando el día de mi partida los servicios de trenes
de toda la región estaban suspendidos por los estragos de la tormenta de aire y lluvia que azotó la región el día anterior). Más allá de esa ventaja, el resto de la experiencia es más
bien normalita: interiores de cabina muy viejos, desfasados y un servicio a
bordo que deja bastante que desear; Turkish es una de las pocas compañías – al
menos de las que yo acostumbro a volar – que todavía ofrece asientos dobles en
la cabina business, que no ofrecen acceso directo al pasillo a todos los
pasajeros, lo que en mi opinión es un verdadero atraso. No obstante, con el
vuelo hacia Singapur saliendo a las 2 de la mañana hora local (medianoche en
Europa), la verdad es que el asiento me dio un poco igual, porque me acosté tan
pronto despegamos y me incorporé de nuevo justo antes del aterrizaje. Un vuelo
Estambul – Singapur visto y no visto.
Singapur me recibió con una intensa lluvia, que no cesó
hasta el momento de irme a dormir aquella noche un tanto afectado por el cambio
horario de 7 horas. Para mi estancia en la ciudad decidí alojarme en mi hotel
de referencia, el Mercure Singapore Bugis (160 €/noche), un hotel muy bien ubicado, cerca de
varias estaciones de metro, zonas de ocio y mercados nocturnos que ofrece
habitaciones muy cómodas, limpias y con una muy buena conexión a internet. En
definitiva, todo lo que necesito durante una estancia profesional – y además es
de los pocos hoteles de ésta categoría que se encuentran por debajo del techo
de gasto que tenemos asignado para los alojamientos en Singapur, así que miel
sobre hojuelas.
Por supuesto, durante los días de trabajo no tuve tiempo
para explorar nuevas zonas, así que me dediqué a explorar las ya conocidas, al
atardecer, a mi regreso al hotel una vez completadas las obligaciones
profesionales, con la zona de la marina como epicentro de todas las visitas (¡cómo resistirse a las vistas que ofrece Singapur, aunque ya sean conocidas!). No
faltó la tradicional visita a los jardines de la Bahía Este, un paseo que
ofrece posiblemente las mejores vistas de la ciudad, unas vistas preciosas a
cualquier hora del día, pero si tuviera que elegir un momento para la visita,
sin duda elegiría el atardecer, momento en el que la belleza del panorama se
acrecienta cuando las luces de los edificios se mezclan con los colores del
atardecer.
El distrito financiero es otro de esos lugares que ofrecen
unas imágenes únicas del skyline de la ciudad, con el Merlion, símbolo de la
ciudad (mitológica criatura mitad pez y mitad león) dominando la zona de la marina.
El contraste con los rascacielos de la ciudad financiera lo ofrecen las
pequeñas construcciones tradicionales que flanquean al río Singapur en Boat
Quay, una animada zona de restaurantes y bares muy frecuentada por los
expatriados que han establecido en Singapur su lugar de residencia.
Y no puede faltar en toda viaje a Singapur una visita a los jardines de la Bahía, con sus llamativas construcciones, árboles flotantes y numerosos espectáculos; durante mi estancia (entre Enero y Marzo 2020) se estaba llevando a cabo una exposición en el lago central, con cientos de globos flotantes iluminados, una coreografía de colores cambiantes que simboliza la pluralidad de razas y la necesidad (obligación) de encontrar la forma de vivir juntos en el planeta que nos ha tocado habitar, en armonía y respeto. Una bonita y simple metáfora enfrentada con la complejidad del ser humano.
Aunque hablando de Singapur, casi cualquier lugar ofrece una buena oportunidad para tomar una foto, darse un respiro o simplemente disfrutar de la ciudad.
Y no puede faltar en toda viaje a Singapur una visita a los jardines de la Bahía, con sus llamativas construcciones, árboles flotantes y numerosos espectáculos; durante mi estancia (entre Enero y Marzo 2020) se estaba llevando a cabo una exposición en el lago central, con cientos de globos flotantes iluminados, una coreografía de colores cambiantes que simboliza la pluralidad de razas y la necesidad (obligación) de encontrar la forma de vivir juntos en el planeta que nos ha tocado habitar, en armonía y respeto. Una bonita y simple metáfora enfrentada con la complejidad del ser humano.
Aunque hablando de Singapur, casi cualquier lugar ofrece una buena oportunidad para tomar una foto, darse un respiro o simplemente disfrutar de la ciudad.
Nuevas vistas de Singapur
Una vez que me encontraba en la zona del Marina Bay, decidí subir para disfrutar del atardecer desde la terraza del bar Lava, situado en la planta 57 de la torre 1, una visita que ya se me había resistido en un par de ocasiones – el bar suele ser lugar frecuente de eventos de empresa, que lo reservan para su uso privado. La entrada el bar es gratuita, y la verdad es que nadie me “obligó” a consumir nada (básicamente te dejan entrar y te puedes mover libremente por la terraza o por el bar interior, así que si quieres solo dar una vuelta sin consumir nada, puedes hacerlo). Tras un par de intentos fallidos, bien por causas meteorológicas o bien por encontrarse el recinto cerrado al público debido a eventos privados, finalmente conseguí acceder, y una vez allí decidí darme un pequeño capricho. La carta de cervezas no es muy extensa, y curiosamente no incluye ninguna cerveza local, así que entra las opciones disponibles (italiana, belga, alemana y española), me decanté por la opción patria. Disfrutar de una Estrella Galicia bien fría en lo alto del Marina Bay, mientras se disfruta de la mágica transición entre el día y la noche sobre la ciudad no tiene precio, pero cuesta 21 SGD (unos 14€). La ventaja de la terraza es que ofrece una vista limpia sobre la ciudad, sin cristales de por medio (como sucede en el mirador del skydeck situado justo al otro extremo del edificio). Por el mismo precio, disfrutas de una bebida y de vistas sin obstáculos. Una visita que llevaba tiempo intentando vivir en primera persona y que por fin se materializó, y que por supuesto, no defraudó.
En la zona de la marina también descubrí la terraza de los
Teatros de la Esplanada, que se encuentra en la parte superior del edificio
(entrada gratuita); el bar que ocupa una parte de la terraza está
cerrado por reformas (Febrero 2020), pero la otra parte de la terraza está
abierta, una terraza diferente, con zonas ajardinadas y numerosos árboles.
Ofrece unas bonitas vistas de la zona de la bahía. Una visión distinta de la
ciudad que no había tenido la oportunidad de descubrir hasta la fecha.
Hice un intento por descubrir una perspectiva diferente de
la ciudad desde lo alto de otro de los edificios más emblemáticos de la ciudad,
pero no llegó a concretarse ya que el bar que se sitúa en lo alto del mismo estaba cerrado cuando traté de visitarlo el domingo antes de emprender el
regreso a Turquía, así que de momento no te diré nada más, a la espera de que
la visita y las imágenes se concreten en una próxima visita a la ciudad
(¡espero!).
Me voy de templos en Singapur.
Y ahora sí, entro ya en materia sobre las nuevas visitas.
Para empezar, te propongo que nos vayamos de templos (entrada gratuita en todos ellos).
En Singapur se dan cita todo tipo de religiones: hinduismo, budismo, islamismo,
cristianismo…y todas coexisten en perfecta armonía (al menos en apariencia).
Como ya imaginarás si sigues éste blog, de entre todas las opciones, siempre me
inclino por visitar los templos budistas, y en Singapur pedí consejo a mis
anfitriones que me dieron un par de recomendaciones (e
investigando dónde se encontraban aquellos pues “descubrí”, con la inestimable
ayuda de google maps, alguno más que se encontraba en la zona, y que no dudé en
incluir en mi recorrido).
La carta de presentación del Monasterio Kong Meng San Phor
Kark See es contundente: es el complejo budista más grande de Singapur. Se
encuentra en Bright Hill (línea de metro circular, CC16 Marymount, muy cerca del templo Tse Tho Aum) y sus
orígenes se remontan a comienzos del S. XX. Desde entonces la importancia
espiritual del centro ha ido en aumento, y sus instalaciones han crecido a la
par: en la actualidad cuenta con una importante escuela donde se forman los
futuros monjes, estupas, salones de oración, un crematorio, un cementerio con
200.000 nichos y lagos. El edificio principal alberga en su cuarta planta una gigante
representación del Buddha Shakyamuni, de casi 14 metros de altura (altura medida desde
la flor de loto sobre la que se asienta), que domina el inmenso espacio de
oración (de una superficie equivalente a dos campos de fútbol y que puede
acomodar hasta 20000 fieles). Al margen del edificio principal, que data del año
2003, y de la impresionante representación de Buddha que acoge, el recinto bien
merece una visita pausada, ya que los detalles constructivos y decorativos de
los edificios que conforman el complejo son espectaculares. El recinto se
encontraba inusualmente vacío durante mi visita, ya que con motivo del COVID-19
todos los actos religiosos se habían suspendido, para evitar las aglomeraciones
de gente, siguiendo las recomendaciones del gobierno. El templo ofrece
muchísimos puntos interesantes que hacen buena una visita al recinto, como
puedes juzgar por las imágenes que adjunto.
La segunda de las recomendaciones de mis anfitriones fue el
templo Sakya Muni Buddha Gaya (metro NE8 Farrer Park), pero antes de llegar hasta él
visité algunos otros templos en la zona, como el Templo Hindú Sri Vadapathira
Kaliamman, un colorido y vistoso templo cuya construcción data del año 1830 y
en el que se estaba llevando a cabo una animosa celebración religiosa; el
modesto templo taoísta Leong San See, dedicado a Guanyin, la deidad china de la
misericordia; o el Sri Srinivasa Perumal Temple Singapore, en el que destaca su
gran “gopuram” (torre) y que pasa por ser uno de los más antiguos de Singapur
(1855), aunque el gopuram es de 1966. El templo Sakya Muni Buddha Gaya pasa por
ser uno de los templos budistas más visitados y venerados de Singapur, cuya
fundación se remonta al año 1927. El templo alberga una representación de
Buddha sentado de 15 metros de altura y 300.000 Kg. de peso.
El siguiente templo que visité fue el Templo Budista
Kancanarama (línea circular, CC13 Serangoon), un bonito complejo construido
siguiendo los cánones de los templos Tailandeses, situado completamente fuera
del circuito turístico de la ciudad, con numerosas representaciones de Buddha
(yacente o sentado) gobernando la estancia. Un templo muy frecuentado por los
locales, como pude comprobar durante mi visita, y poco por los turistas (a
juzgar por cómo me miraban).
Finalmente te propongo que nos desplacemos hasta el parque
Toa Payoh (NS19, Toa Payoh), en cuyos alrededores, además del parque homónimo,
un recinto de paz con numerosos lagos y jardines, se pueden visitar numerosos
templos, entre ellos me permito destacar el Templo Budista Birmano, construido
siguiendo los cánones birmanos, y que data del año 1878. La joya del templo es
una representación de Buddha de 3.3m de alto, tallado en un bloque de mármol de
10 toneladas, cuyo origen se sitúa en Mandalay, en Myanmar, en 1918. Es la
representación de Buddha en mármol más grande conocida situada fuera de la antigua Birmania. Un mural en la segunda planta del templo narra cronológicamente la
vida de ésta representación, desde sus origines, transporte y llegada a Singapur, así
como la evolución constructiva del templo. La imagen transmite sin duda una tranquilidad y serenidad que he observado muy pocas veces en representaciones de Buddha.
Muy cerca se encuentra el fabuloso complejo del Monasterio
Lian Shan Shuang Lin, cuyo origen se remonta al año 1898 y cuya construcción se
demoró a lo largo de 11 años. Dos majestuosos arcos marcan la entrada al
recinto, con bonitos jardines, lagos y numerosos templos, siendo el más
representativo el Mahavira. En 1991 se iniciaron los trabajos de restauración
del complejo, que continúan hoy en día, afectando a algunos de los edificios.
El templo fue reconocido como monumento nacional en 1980, una declaración que supuso todo un espaldarazo en favor del reconocimiento de las raíces culturales de los primeros inmigrantes chinos que
llegaron al país.
Para finalizar, y porque me venía de paso en mi camino hacia la
estación de metro para regresar al centro, pasé por el Templo Budista Sri
Lankaramaya, el primer templo budista de la comunidad de Sri Lanka en Singapur.
El edificio principal lo ocupa una enorme representación de Buddha tumbado,
pero solo pude verlo a través de los cristales ya que cuando llegué el recinto
estaba cerrado.
Parque MacRitchie
Pero no solo te propongo visitar templos; a continuación te propongo visitar uno de los parques naturales más accesibles y antiguos de la isla. Al norte de la isla, a medio camino entre la ciudad y la
frontera con Malaysia, se encuentra una reserva natural, un espacio que alberga
varias reservas de agua y áreas naturales protegidas, con especies endémicas de
la isla (tanto vegetales como animales). La zona alberga una superficie
equivalente a un kilómetro cuadrado ocupado por los bosques originales de la
isla. Al parque se llega fácilmente en metro (línea circular, CC13 Marymount).
Yo comencé mi recorrido al norte, en el Parque de la Naturaleza Windsor, al
Oeste del templo Kong Meng San Phor Kark See, donde se encuentra el inicio del
camino que lleva hasta el puente suspendido. Hay muchos mapas explicando las
distintas rutas que hay (todas discurren por terreno llano, así que la única
dificultad estriba en la distancia del recorrido…¡ojo! que no hay ningún sitio en
el que puedas aprovisionarte de agua, así que mejor ir bien provisto porque las
temperaturas y la humedad pueden ser tu mayor enemigo). Yo me dirigí hacia el
puente suspendido, que era básicamente lo que me había llevado hasta allí. El
camino alterna tramos que discurren sobre paseos elevados construidos en madera
con otros más naturales. Hay numerosos carteles explicativos a lo largo del
recorrido que ofrecen información sobre las especies animales y vegetales que
se pueden observar durante el recorrido por la reserva natural; en lo que
respecta a los animales, yo únicamente me crucé con monos y unos cuantos
lagartos monitores (alguno de tamaño considerable).
El puente suspendido tiene un vano de unos 250 metros entre
apoyos (entre Bukit Pierce y Bukit Kalang, los dos puntos más altos dentro del
Parque MacRitchie), su construcción finalizó en 2004 y tiene una altura de 25m
en su punto más elevado, ofreciendo unas bonitas vistas del bosque circundante.
El recorrido sobre el puente se realiza en un único sentido, así que solo se
puede acceder por una parte del mismo y luego no hay más remedio que continuar
hasta la intersección con el camino principal.
En el camino de regreso hacia la reserva MacRitchie, pasé por la torre Jetulong, que se eleva 120 peldaños sobre el terreno, para ofrecer una vista panorámica del bosque que se encuentra a sus pies. El resto del camino, hasta llegar al Parque MacRitchie, discurre paralelo a la reserva de agua del mismo nombre, un boardwalk que ofrece unas bonitas vistas de esta zona protegida de la ciudad, un bosque situado a tiro de piedra del centro de acero y hormigón y que ha resistido al empuje del desarrollo urbanístico de la ciudad, un remanso de paz y tranquilidad. El recorrido completo que yo hice fueron en total cerca de 11Km…así que al final resultó ser una paliza en toda regla el paseíto en cuestión.
El regreso
El final del fin de semana marcó el final de mi actividad turística en la isla y el inicio del viaje hacia Turquía. Pero antes de dejar Singapur aún tuve tiempo de visitar una de las ultimas atracciones de la ciudad, inaugurada en abril del año 2019, justo unos días después de mi visita de aquel año, y no es otra que la Joya (“the Jewel”), un enorme centro comercial construido anexo a la Terminal 1 del aeropuerto de Singapur Changi (también está comunicado con las Terminales 2 y 3 mediante pasillos elevados dotados de aire acondicionado). En el recinto te puedes encontrar casi de todo (tiene 10 niveles): bares, restaurantes, la primera tienda Apple situada en un aeropuerto, muchas tiendas, un hotel, zona de facturación de equipajes (hasta 24 horas antes de la salida del vuelo)…sin embargo nada de esto hace especial a la Joya; lo que de verdad hace que cientos de miles de personas visiten este recinto a diario (sí, has leído bien, ¡cientos de miles de visitas diarias!) es el parque tropical que se encuentra en el centro del recinto, donde se encuentra la catarata interior más alta del mundo, con nada menos que 40 metros de altura. La catarata emplea agua recirculada que procede de la lluvia y cae por el agujero situado en la parte superior de la estructura toroidal de cristal, dejando caer la friolera de 40.000 litros de agua por minuto, que convergen en la piscina inferior. Si durante el día la catarata resulta espectacular, por la noche las paredes de agua se convierten en la pantalla sobre la que se proyectan las imágenes del espectáculo de agua y sonido, un espectáculo que no te debes perder si visitas Singapur. La entrada a la Joya es gratuita (y no necesitas tener una tarjeta de embarque para acceder), y te puedes mover libremente por casi todos los niveles y terrazas del bosque central. También puedes acceder a la planta superior, pero para recorrerla habrás de pagar la entrada de 5 SGD que da acceso a miradores, jardines de flores y alguna que otra actividad incluida en el precio de la entrada, y también da acceso a otras actividades que requieren pago adicional, como la pasarela suspendida o el canopy. La entrada permite múltiples entradas (es válida para todo el día), y aunque lo que verás no merece mucho la pena, honestamente, por el precio que tiene yo preferí no quedarme con las ganas y lo visité. No obstante, las mejores vistas del bosque y de la catarata se tienen, desde mi punto de vista, desde las plantas 2 y 3 del recinto. El tren que conecta las terminales 2 y 3 pasa por el medio del recinto, lo que estropea un poco la vista (una vía plantada en medio del bosque no resulta de lo más atractivo…). Pero en definitiva, un aliciente más para llegar con algo más de tiempo de antelación al aeropuerto antes de emprender tu vuelo de regreso, o de pasar un par de horas a tu llegada (para poder disfrutarlo de día y de noche).
Espero que alguna de las recomendaciones de ésta entrada te
puedan servir para popular tu agenda de viaje si estás planificando una visita
a Singapur, y si no es así, que al menos te haya servido para disfrutar de la
experiencia cómodamente sentado/a en tu casa. Me encantaría recibir tus
comentarios y sugerencias para mejorar éste espacio o simplemente para saber tu opinión, ¡no dudes en ponerte en
contacto conmigo!
¡Hasta pronto!
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