Día 1: llegada y toma de contacto
Diciembre 2020. El invierno azota con benevolencia el centro de Europa (invierno al fin y al cabo). La posibilidad de escapar a un destino en el que las temperaturas rondaban los 20 grados, situado a menos de 4 horas de vuelo desde el corazón del viejo continente, y donde la pandemia parecía haber dado una tregua (breve, pero tregua) se cruzó por mi mente, inicialmente con la idea de poder juntarme allí con mi hermana (que fue quien propuso el destino en un inicio, aunque luego las cosas se complicaron y el viaje no llegó a concretarse). Y una vez que algo se cruza en mi mente, muy mal se tiene que dar para que no lo haga realidad. Así que aprovechando una ventana de oportunidad en el periodo en el que Alemania dejó de considerar a las islas Canarias como destino de alto riesgo por Covid, no lo pensé mucho y me embarqué en la que sería la última escapada de un año para olvidar en lo que a viajes se refiere (en otros ámbitos no puedo quejarme de cómo fue el año, la verdad). Pese a que siempre que puedo trato de evitar volar con Ryanair, en ésta ocasión y con la escasez de vuelos que la pandemia nos ha traído, no tuve muchas más opciones (vuelo directo desde Colonia) y me dejé llevar (110 € con embarque prioritario y maleta a bordo). La verdad es que el vuelo fue muy tranquilo, tuve el asiento de al lado libre (algo que siempre se agradece, pero más aún en tiempos de pandemia y volando con la compañia de bajo coste irlandesa) y llegamos a la hora programada a Tenerife. Las nubes, que se posaban como un platillo volante sobre la cercana isla de La Gomera, también se dejaron ver a la llegada al aeropuerto tinerfeño.
Para mi estancia de una semana alquilé un coche para moverme por la
isla con Top Car (top-car-hire.com, 125 € con seguro a todo riesgo incluido), una compañía un
poco más cara que otras que operan en la isla, pero que ofrece coches en muy
buen estado y aún a precios muy buenos. Registro sencillo (sin sobrecostes o cláusulas
ocultas), entrega de llaves y en ruta hacia el apartamento elegido para mi
estancia en la isla. Como el plan de viaje llegó tarde, no había mucha
disponibilidad de apartamentos que cumplieran con mis condiciones, no muy
exigentes, pero sí innegociables: alejado de zonas turísticas (como Los
Cristianos, por ejemplo), pero con restaurantes o supermercados cerca, amplio,
con terraza y vistas al mar. Podría resultar sencillo, pero la oferta no era
muy numerosa. Al final me decanté por un apartamento situado en Los Gigantes (7Lizards - Ocean View Apartments, 301€/semana) ,
en el extremo occidental de la isla. El apartamento me encantó según vi las
fotos, pero la zona no me terminaba de convencer, ya que parecía estar muy
alejado de todo. Una vez allí, mis impresiones se confirmaron: el apartamento
estaba muy bien equipado, las vistas eran estupendas, la terraza simplemente
fabulosa, con servicios y aparcamiento gratuito cercano, pero muy lejos de las
principales vías de comunicación, siendo necesario conducir unos 10-15 minutos
desde el apartamento por sinuosas carreteras que salvan el desnivel de ésta
montañosa región de la isla hasta llegar a la autopista o a las carreteras de
acceso a el Teide. Un mal menor, pero cuando regresas cansado después de todo
un día fuera, éstos minutos finales se hacen pesados. Pese a todo, el
apartamento resultó muy cómodo, el servicio de la empresa que lo lleva muy
correcto, muy tranquilo, internet de alta velocidad... ¡todo fenomenal!
Para cuando quise terminar el registro y me había puesto cómodo en el piso, ya se había ido la mitad del día. Comí algo rápido y me dispuse a tener una primera toma de contacto con la localidad, los alrededores, los supermercados y restaurantes de la zona. Todo increíblemente tranquilo, muchísimos locales cerrados, una imagen desconocida en una de las temporadas más turísticas de las islas y con las navidades a la vuelta de la esquina. Estuve paseando por la localidad y explorando zonas cercanas, me dejé seducir por la melodía creada por las aguas en su suave baile entre las rocas volcánicas que dan forma a la costa en ésta zona, contemplé las impresionantes vistas y los paisajes que ofrece la zona y satisfice mi curiosidad visitando algunas de las numerosas piscinas naturales que el área ofrece. Con los efectos del madrugón comenzando a hacerse notables (el vuelo había salido muuuy pronto - 06:40h -, y madrugar siempre cuesta, pero hay horas en que no sabes si madrugar o no acostarte la noche anterior), regresé al apartamento desde donde disfruté del atardecer desde la terraza y de una buena cena casera.
Día 2: Explorando el norte de la isla
La previsión anunciaba nubes, restos de una depresión que había pasado por las islas unos días atrás (de echo llegó a nevar en el Teide unos días antes de mi llegada), así que decidí retrasar unos días más mi asalto al centro de la isla, condicionado también porque por la mañana tuve que trabajar media jornada (cuya hora de comienzo adelanté para poder tener más tiempo libre el resto del día). Así, cumplidas mis obligaciones laborales, me dirigí hacia el norte de la isla, visitando Santiago del Teide (desde donde pude ver por primera vez El Teide, en la lejanía y entre nubes) y tomando el desvío por la TF-82 hacia Erjos, singular localidad enclavada en un paraje de lo más hermoso. La carretera en ésta zona ofrece unas vistas espectaculares de la montaña de la isla, con contrastes imposibles de ver en otras partes: se pasa del nivel del mar en Los Gigantes a una altura cercana a los 1000 metros en apenas ¡20 kilómetros!
Después de haber disfrutado del paisaje con calma, saboreando cada
momento (hay un par de miradores en la carretera que te recomiendo visitar),
continué mi camino hacia el norte, en dirección al mirador de Garachico que
ofrece unas vistas soberbias de la costa norte tinerfeña, con la localidad de
Garachico a los pies, una animada localidad que bien merece una visita (tiene piscinas naturales, pero estaban cerradas - no se muy bien si por el Covid o por el reciente temporal sufrido por las islas . Mejor unas imágenes que mil palabras.
La serpenteante carretera que desciende montaña abajo empalma con la
TF-42, una carretera costera que bordea el norte de la isla y que lleva, entre
otros muchos sitios de interés, a Icod de los Vinos, localidad famosa por
albergar el famoso Drago milenario, que pasa por ser uno de los símbolos de la
isla. Aproveché mi parada para tomar un aperitivo en una terraza - aunque duré
poco porque hacía más fresco de lo que en un principio podría pensarse.
Finalizada la visita a ésta pequeña localidad, emprendí el regreso hacia Los
Gigantes, pasando primero por el faro de Punta de Teno, el punto más occidental
de la isla, donde tenía intención de disfrutar del atardecer. Para mi sorpresa,
la carretera que conduce al faro tiene acceso restringido y solo se permite el acceso de residentes. También
se puede acceder mediante autobús público, que circula con una frecuencia ridícula
(1 por hora), lo que hizo inviable mi visita. Decepcionado y contrariado me
dirigí hacia Los Gigantes, a donde llegué a tiempo para disfrutar de una
espectacular puesta de sol sobre la cercana isla de La Gomera. Un día de
transición en la isla, marcado por la agenda laboral y la limitación en el
acceso a Punta de Teno.
Día 3: aproximación al Parque Nacional de Teide.
Mi tercer día en la isla comenzó de nuevo cumpliendo con mis
obligaciones profesionales, pero me levanté bastante antes (con la hora menos
de la que gozan las islas, levantarse antes no cuesta tanto) y pude salir antes
del medio día para comenzar a explorar el Parque Nacional del Teide, alargando
así considerablemente el día de exploración. Me dirigí hacia el Parque
Nacional, que se sitúa por encima de los 2000 metros de altitud, altitud que se
salva en apenas 35 minutos, los que se tardan en recorrer los algo más de 30Km
que separan la costa de Los Gigantes del acceso al parque. Antes de viajar
me había descargado un mapa de rutas y la descripción de las mismas de la
página del Gobierno de Canarias (Rutas e itinerarios en el Teide) y había preseleccionado algunas de
ellas, aunque al final, como de costumbre, fui improvisando. Mi visita comenz
Comencé mi aproximación al Teide con una ruta sencilla (ruta 13, Sámara), que parte del aparcamiento público que hay en el Km. 7,5 de la TF-38 y consiste en un recorrido circular de unos 5 Km con un desnivel de unos 250 metros, algo sencillo para empezar. La ruta discurre por un camino custodiado por el pinar canario que puebla la zona. Al poco de comenzar la ruta vi un desvío que marcaba la ruta 32 (que no me la había descargado), pero la descripción sonó suficientemente atractiva como para aventurarme a descubrirla. Error. La ruta es llana, de unos 5 kilómetros (por sentido), pero lleva a un punto que es accesible en coche, el Mirador de las Narices del Teide. Al final empleé dos horas en hacer un trayecto que la verdad no ofrece nada salvo el mirador señalado anteriormente que es accesible en coche ya que es punto de inicio y final de algunas otras rutas, horas y esfuerzo que me podía haber ahorrado, es lo que tiene la improvisación.
Una vez retomé el camino inicial de la ruta 13, pude disfrutar de un fabuloso paisaje (el camino presenta un tramo de fuerte subida), siempre acompañado por los dos picos más emblemáticos del Parque: el omnipresente Teide y el Pico Viejo. El pino canario va desapareciendo del paisaje conforme el camino se adentra hacia el interior del parque y la altitud aumenta, hasta que solamente quedan restos de roca volcánica (de todas las formas y colores, variedad no falta) para recordarte a cada paso qué tipo de terreno pisas. Las imágenes que deja ésta ruta son de lo más gratificantes. Sin duda merece la pena el esfuerzo (relativo) empleado en completar la ruta.
Al inicio (o al final) del recorrido se puede ascender a
la cumbre del volcán de Sámara, que ofrece unas vistas inmejorables del Teide y
del Pico Viejo, así como del mar de pinos y nubes que se encontraban unos
metros por debajo, incapaces de continuar su ascensión por la colina de la
montaña. Un lugar que visité en numerosas ocasiones, como comprobarás a lo
largo de la crónica, para disfrutar de atardeceres únicos. Cuando descendí del
Sámara había caminado unos 18 kilómetros en unas 3 horas y media (con paradas y
fotografías, bocadillos, refresco, equivocaciones y toda la parafernalia). Buena toma de
contacto, sin duda. Aún tuve tiempo antes de que el sol decidiera dar por
finalizado el día de adentrarme un poco hacia el norte del parque para visitar
Lavas Negras, impresionante formación originada en la erupción que tuvo lugar
en 1798. El día iba dando a su fin y decidí despedirlo desde lo alto el pico
Sámara, que me regaló unas imágenes increíbles para dar por finalizado mi
primer día de exploración del Parque Nacional del Teide. Es increíble cómo cambia todo cuando la cálida luz del sol del atardecer baña los paisajes.
Día 4: costa Este y Norte de Tenerife.
Mi último día de trabajo a media jornada arrancó como ya sabía:
trabajando. Aquel día no pude arrancarle unas horas al día, ya que tenía
reuniones que no pude cambiar, así que salí del apartamento más tarde de lo que
me hubiera gustado y decidí dirigirme hacia el Este y Norte de la isla. Tampoco
el día había amanecido muy soleado (al menos en Los Gigantes), y me pareció una
buena idea cubrir esas zonas de la isla en un día de transición. Comencé
visitando el Arco de Tajao, que parecía mucho más llamativo en las imágenes que
había visto en internet que en vivo.
Desde allí me dirigí hacia Abades, localidad que en su día albergó un leprosario y cuya iglesia llamó mi atención cuando estaba preparando el viaje a la isla. De nuevo la realidad decepcionó, ya que el leprosario es en la actualidad un conjunto abandonado de edificios semiderruidos, ocupados por drogadictos y vagabundos, nada que ver con la imagen románica de antigua leprosería conservada en el tiempo que había podido ver en internet (de hecho, no me atreví ni a entrar en la iglesia).
Muy cerca pude ver el faro de Tenerife, ubicado en la Punta del Manso,
una guía imprescindible en tiempos antiguos a tenor de lo escarpado de la costa
en esta zona. Desde allí hice un intento de visitar el Arco La Puente (El
Tablador), una formación natural en forma de arco que no llegué a encontrar
pese a aventurarme por un desagüe que recoge las aguas de la torrentera en la
que el arco se encuentra (una de las mías, vamos, pero en ésta ocasión me di la
vuelta a tiempo...) y que pude ver de paso desde la autopista cuando ya había
abandonado el lugar en dirección a Candelaria,
Finalizada mi visita (que me dejó más que indiferente), me dirigí
hacia mi último destino del día, el Parque Rural de Anaga, en el extremo
nororiental de la isla. La verdad es que no tenía ni idea de qué me
encontraría, porque no había encontrado mucha información al respecto de la
zona, pero no iba con intención de hacer rutas de senderismo, y menos mal. De
pronto, conforme la carretera asciende, la niebla comienza a apoderarse del paisaje. La vegetación en ésta zona es exuberante, por momentos crees estar
en otra isla (¡si tan solo unos minutos atrás el sol lucía y el terreno era un
completo desierto!). Incluso se puso a llover, ¡y de qué manera! Una isla de contrastes
no cabe duda. Pude disfrutar de la zona a medias, ya que la niebla se apoderaba
del lugar por momentos, para dar paso a momentos más despejados (el movimiento
de las nubes y los vientos en ésta zona son asombrosos), así que tan pronto
veías algo como estabas poniéndote a cubierto de la lluvia. Una pena, porque la
zona, por lo poco que pude ver, tiene muchos atractivos y se pueden hacer
numerosas rutas andando (aunque aquel no era el día desde luego), y los
miradores tienen que ofrecer vistas espectaculares de ésta zona de la isla
(solo pude disfrutar de los situados en las zonas más bajas del parque, ya que
la niebla cubría la zona superior, haciendo estéril cualquier intento de ver
algo que no fuera el borde del mirador).
Para finalizar mi exploración de la zona, me dirigí hacia Punta del
Hidalgo, desde cuyo mirador se tienen unas bonitas vistas del paisaje volcánico
de la zona. El faro de Punta del Hidalgo, un faro atípico, fue el lugar
escogido para disfrutar del atardecer aquel día, en medio de unas rocas de lava
que se adentraban mar adentro, sorteado las olas que en ocasiones llegaban con
mayor fuerza, y disfrutando del bonito espectáculo creado por el ir y venir del
agua del mar y el reflejo del faro sobre las mansas aguas de una piscina
natural, tranquilidad solo perturbada por algunas olas que osaban adentrarse en
la piscina cada cierto tiempo. Un bonito final para un día extraño, con una
primera mitad decepcionante y una segunda parte muy atractiva pero desfigurada
por la mala climatología. Como estaba en el punto más alejado de la isla de mi
lugar de descanso, el camino de vuelta me llevó un buen rato, así que aproveché
para cenar de camino en el Puerto de la Cruz, cuando la noche ya se había
apoderado del lugar. No hubo tiempo para más aquel día.
Día 5: Asalto al techo de España.
Mi quinto día de estancia en la isla lo empleé en subir al Teide, que
con sus 3.715 metros de altitud pasa por ser el techo de España. Para subir al
Teide hay dos maneras: la cómoda, utilizando el teleférico que te lleva hasta
La Rambleta (3.550 m) y desde allí andando hasta la cima, o hacer todo el camino
andando. A poco que me hayas seguido o conozcas, obvia decir qué opción tomé.
Para acceder al Teide hay que tener un permiso de acceso (gratuito, lo puedes solicitar en www.reservasparquesnacionales.es), que marca la fecha y hora en la que se te permite acometer el acceso
a la parte final del Teide, para evitar aglomeraciones en la cima. Es una
limitación importante, porque (en toería...) no te permite improvisar en función de la climatología, pero es lo que hay.
Liberado de mis actividades profesionales (día de vacaciones
completo), pude salir del apartamento lo suficientemente pronto como para
llegar al aparcamiento desde el que parte el camino de acceso al Teide temprano
para encontrar aparcamiento. Es un aparcamiento pequeño (ya lo había explorado
días atrás), y pese a la relativa ausencia de gente, si hay algo que la gente
hace en Tenerife es visitar el Teide, así que supuse que el aparcamiento
pudiera ser un lugar frecuentado. Y no me equivoqué: llegué en torno a las 9 de
la mañana y ya solo había un hueco de aparcamiento (en total hay unos 7-8
espacios). Hay otros aparcamientos en la zona, pero ya están lejos (2-4
kilómetros que discurren por carretera, con poco atractivo).
Desde el aparcamiento, situado en el Km. 40,2 de la carretera TF-21,
parte el sendero No. 7 que lleva hasta el Pico del Teide por Montaña Banca, un
camino de unos 8,5Km (por sentido, si se hace directo - que no fue mi caso) con
un desnivel de 1.400 metros, y que no lleva hasta el Teide, ya que para eso aún
hay que tomar otro sendero y subir algo más (unos 160 metros más en 600 metros
de recorrido), así que el día se presentaba entretenido. La primera parte del
recorrido es bastante suave: el sendero es amplio, en subida (ligera, pero
subida al fin y al cabo), y se puede caminar a buen ritmo. A medida que se
asciende, las vistas que te acompañan son más y más espectaculares: el manto de
nubes que cubre la costa norte de la isla queda a tus pies y por delante solo
queda camino por hacer. En ésta primera zona se pueden observar los
"huevos del Teide", que son bolas de material volcánico que se
formaron as desgajarse de una colada de lava y que, al rodar por la ladera
adoptaron su forma actual. Los puedes encontrar a los pies de Montaña Blanca.
La parte más complicada del recorrido comienza en Montaña Blanca. Como iba bien de tiempo y de energías, decidí hacer esta ruta circular de escaso desnivel para llegar al mirador de Montaña Blanca (unos 5 kilómetros en total). La verdad, os la podéis ahorrar ya que aunque ofrece bonitas vistas (del Llano de Ucanca y los Roques de García) no aporta nada, ya que las vistas que se tienen desde la Montaña Blanca las vas a ver igual unos minutos más adelante conforme avances en la ascensión al Teide. Completado éste recorrido circular, emprendí el ascenso a la parte "final" del Teide (aún quedaba bastante...). Aquí el terreno ya se complica, caminando entre rocas volcánicas en forma de zigzag para salvar el desnivel de la zona, bastante elevado. La nieve comenzó a aparecer en pequeñas cantidades en zonas sombrías orientadas al norte. Las vistas, ni que decir tiene, son espectaculares, como a lo largo de todo el recorrido (una vez más, las imágenes que pude capturar no le hacen justicia a la realidad del escenario). A medida que se gana altura, la Montaña Blanca gana presencia, también las impresionantes formaciones de los Roques de García y del espectacular Llano de Ucanca, que a mí me recordaba muchísimo a la vista del Death Valley desde el mirador de Darwin en Estados Unidos (salvando las diferencias, pero se dan un aire).
A unos 500 metros antes de llegar a la base del Teide (La Rambleta,
situada a 3.550 metros sobre el nivel del mar, camino 11) se encuentra el
mirador de La Fortaleza, desde donde se pueden observar (como a lo largo de
todo el recorrido) los Riscos de la Fortaleza, una formación rocosa de color
rojizo de origen volcánico, y el mar de nubes formado por los vientos alisios
que azotan tradicionalmente la vertiente norte de la isla.
Una vez en La Rambleta la parte más dura del trabajo ya está hecha.
Las vistas son espectaculares. Desde aquí se puede acceder al Mirador de Pico
Viejo (sendero 12, 730 metros de longitud y 54 metros de desnivel negativo), un
camino acondicionado que lleva hasta el mirador desde el que se tienen unas
vistas espectaculares del cráter de éste volcán y la colada de Lavas Negras,
así como El Chinyero, formado durante la última erupción volcánica en la isla
en 1909. El lugar ideal para disfrutar del tradicional bocadillo antes de
afrontar la subida final al Teide.
El acceso final al Teide se realiza a través del sendero Telesforo Bravo (sendero 10, 614 metros de longitud, desnivel de 159 metros), cuya dificultad radica en el fuerte desnivel, con una pendiente que roza el 60% y la elevada altitud, que puede afectar a muchas personas por la relativa falta de oxígeno. En la cima del Teide se pueden observar fumarolas, una clara señal de que el Teide solo está dormido, ni mucho menos ha dicho su última palabra. Finalmente, allí me encontraba, ¡en la cima de España! En ese momento, no había nadie en toda España en un lugar más alto que yo... ¡mola! Después de unos primeros momentos de saturación turística en la zona (principalmente causada por un grupo de familias que habían emprendido el ascenso cuando yo llegaba a La Rambleta, una hora atrás, y que casi llegaron al tiempo que lo hice yo - de hecho decidí ir al mirador de Pico Viejo antes de subir al Teide para evitarlos en la subida y arriba, pero la jugada me salió mal), la gente comenzó a bajar (sobre todo porque la mayoría había subido en teleférico y éste cerraba pronto) y me encontré, por unos minutos, completamente solo en la cima de España. Increíble sensación. Un refresco, unas fotos y a disfrutar del momento, que me lo había ganado.
Con pocas ganas, emprendí el regreso hacia el coche por el mismo
camino. El descenso es mucho menos exigente que el ascenso, aunque
personalmente prefiero subir que bajar (en las bajadas tan pronunciadas mis
rodillas y los dedos de los pies sufren muchísimo) y se realiza prácticamente
en la mitad de tiempo que la subida. Al final del recorrido, de vuelta en el aparcamiento, mi reloj macaba casi 21 kilómetros recorridos en algo menos de 6
horas y media. ¡No está mal para un cuarentón!
Antes de regresar a casa aún tuve energías para visitar los Roques de
García, totalmente desiertos a esa hora del día. Una visita panorámica para
ubicar la excursión del día siguiente. Un día muy exigente pero enormemente
gratificante. Una buena cena en un restaurante de Los Gigantes y a recuperar
fuerzas para el día siguiente.
Día 6: Alto de Guajara.
Un nuevo día radiante amaneció sobre Tenerife, con algunas nubes bajas. Para ese día había planificado una ruta por la zona sur del Parque Nacional, aún inexplorada a esas alturas del viaje. Para ello me desplacé hasta la base del Teide y aparqué muy cerca del teleférico, en un aparcamiento que da acceso a los senderos 16 y 19 que llevan al Parador (Km. 43,3 de la carretera TF-21). El sendero 16 (4,6 Km por sentido, en terreno prácticamente llano) lleva hasta el Parador, desde el que parte el sendero 4 que conecta con el sendero 15 que lleva al Alto de Guajara, un recorrido circular de unos 5Km de longitud que salva un desnivel de unos 400 metros. El sendero te lleva por la vertiente sur del Parque, ofreciendo vistas de La Gomera al fondo en la distancia. El recorrido es complicado (mucho más de lo que el desnivel salvado pudiera sugerir), pero mucho más sencillo que la subida al Teide.
El
Alto de Guajara se encuentra a 2715 metros sobre el nivel del mar y es la tercera
cota en altura del Parque Nacional. Al llegar al Alto tuve dos sorpresas: la
negativa, en forma de excursionistas "domingueros" que habían tomado los restos
de un antiguo refugio al remanso del viento y estaban pegando voces y haciendo
video conferencias para compartir sus logros (por las voces que pegaban y el
acento que tenían - canario - seguramente cualquiera que estuviera en alguna de las islas los hubiera
escuchado sin necesidad de teléfono). Esto empañó, de forma fugaz, la
experiencia, ya que me desplacé hacia el Este y a unos cientos de metros,
suficientemente alejado del jolgorio, a remanso del viento y en silencio, encontré el sitio
de los sitios, el lugar perfecto para disfrutar del lugar. Increíble. Desde
allí disfruté, sin duda, de las mejores vistas que todo el viaje me deparó: de
frente el Teide, siempre imponente, flanqueado por la Montaña Blanca al Este y
el Pico Viejo al Oeste. Por si fuera poco, la imagen la completa las
formaciones del Roque de García, el Llano de Ucanca y la pared sur de la
caldera del Teide. Todo desde un mismo lugar, todo en una imagen.
Definitivamente la sorpresa positiva del viaje, ya que no esperaba toparme con
similares vistas en aquella excursión. Me tomó un buen rato abandonar el lugar
para proseguir con mi ruta. No había prisa y las vistas eran realmente
espectaculares. Para ser honestos, subir al Teide tiene su aliciente, pero como
siempre, si subes a él no le ves. Si tuviera que recomendar una excursión para
alguien que solo tuviera tiempo para hacer una excursión en la isla, sin duda recomendaría
ésta. No te arrepentirás.
El descenso discurre por la Degollada de Guajara, un desfiladero
precioso que mira al Llano de Ucanca y que ofrece unas vistas excepcionales
durante toda la bajada. Una ruta que además de ser circular, resultó ser
redonda.
Una vez en el Parador, tomé el sendero 19 para regresar al coche. En total fueron 17 km en algo más de 4 horas, salvando un desnivel de 600 metros. ¡Más que recomendable! Como unico punto de mejora a considerar, la parte interesante de la ruta es realmente la subida al Alto de Guajara, y la subida puedes afrontarla comenzando directamente en el Parador y ahorrándote así los casi 10 Km de los senderos 16 y 19, que sinceramente no ofrecen nada - pero esto solo lo descubrí cuando ya me encontraba sobre el lugar.
Aún tuve tiempo antes de que el sol se ocultara entre las montañas de
visitar el mirador de los Llanos de Ucanca (que siempre había visto en la
sombra) y los Roques de García (sendero 3, circular de unos 3.5 kilómetros), un
sendero que rodea varios roques (formaciones de roca volcánica con formas
caprichosas y muy, muy grandes) para continuar bajando a la caldera del Llano de
Ucanca, que conduce hasta el pitón conocido como la Catedral, una impresionante
formación rocosa que surge de la nada y que no es otra cosa que una antigua
chimenea volcánica. Las oportunidades fotográficas de esta zona son infinitas. A los pies de la Catedral se inicia el tortuoso y difícil
ascenso al punto de partida (no tuve la sensación de haber bajado tanto antes,
pero ésta última subida se me hizo interminable y agotadora, tal vez también
por el cansancio acumulado de la anterior subida al Alto de Guajara). Para
finalizar la experiencia y despedirme del Teide, me tomé una cañita con una
tapa en la terraza del Parador, que tiene unas vistas estupendas (aunque a esa
hora ya daba la sombra y la verdad es que hacía frío para estar allí en
pantalón corto...). Final a un día redondo (exigente, con cerca de 25 kilómetros cubiertos a pie) con una nueva cena homenaje en un
restaurante de Los Gigantes.
Día 7: de aventura por el Barranco de los Cochinos.
Para el último día de mis vacaciones en Tenerife no tenía nada
planeado; por un lado me apetecía hacer alguna ruta por algún otro sitio que no
fuera el Parque Nacional, por ver otros paisajes, pero no me apetecía recorrer
toda la isla para regresar al norte, al Parque Rural de Anaga, donde además no
tenía garantía de qué tipo de tiempo me encontraría. Así que me tocó investigar en
internet qué opciones había por la zona, y buscando, buscando me llamó la
atención una ruta conocida como la Ruta del Agua (no suena mal, ¿verdad?), pero
no conseguí saber exactamente a qué debía su nombre (¿cataratas?, ¿lluvia?, ¿ríos?),
y tratando de buscar información sobre la ruta del agua encontré información
sobre una ruta que va desde Los Silos a Cuevas Negras pero por el barranco de
los Cochinos, atravesando un túnel recorriendo un canal de riego. ¡bingo! La ruta tenía,
a priori, todos los ingredientes para el éxito. Sin dudarlo, y después de hacer
la compra para preparar unos bocadillos para la ruta (que luego se quedaron en
el maletero del coche porque se me olvidaron...) me dirigí hacia Los Silos,
pequeña localidad de la que parte la ruta. La información de la ruta, muy detallada, la puedes encontrar en La Gaveta Voladora (lagavetavoladora.com). La imagen de la portada
de ese blog llamó mi atención: por desgracia, no la verás si haces esta ruta,
ya que la zona sufrió un incendio y ahora todo lo que debería de estar verde está
negro. Una pena.
En Los Silos visité antes de comenzar la pequeña iglesia de la
localidad y luego seguí todos los pasos del blog de la Gaveta Voladora para
seguir con el recorrido. El único "pero" que se le puede poner a la
excelente descripción de la ruta es que marca las distancias por tiempo, y éste
claro está depende de cada persona. El camino es bastante claro y no ofrece
lugar a equivocaciones, salvo en un caso, como luego os contaré.
El camino que parte de Los Silos en dirección a Las Moradas y regresa por Cuevas Negras: importante seguir éste recorrido porque si lo haces al revés el desnivel es mucho más acusado. El camino asciende por el lateral del barranco de Bucarán, y tras unos 45 minutos de marcha se llega a Las Moradas, restos de los antiguos caseríos utilizados por pastores y agricultores. Se puede subir al Paridero (488 metros) antes de seguir con destino al Monte del Agua, un sendero bien acondicionado, en continuo ascenso, pero muy ligero, que discurre entre barrancos y bellos paisajes.
Según la descripción de la ruta, a unos 45 minutos de Las Moradas hay que tomar un camino que se abre a la izquierda y baja hacia el Barranco de los Cochinos. Yo vi el camino, pero solo habían pasado 30 minutos desde que había abandonado Las Moradas y no creí que se tratara del camino correcto (me pareció demasiado pronto y tampoco vi la indicación que señalaba que ese no era el sendero de la ruta principal, y es que éste solo se ve cuando ya has tomado el camino y andado unos metros por él), así que seguí andando. Al llegar a la hora de recorrido desde la salida de Las Moradas, me encontré con una familia que estaba tratando de dar con el mismo camino y que seguían el mismo blog. Me comentaron que venían de regreso ya que el camino principal terminaba a un kilómetro, y el único desvío visible era hacia Erjos, que no era la ruta que queríamos hacer. Así que desanduve lo andado hasta llegar de nuevo al desvío y me adentré en él, donde comprobé que efectivamente era el sendero correcto. Como ya he dicho, el único "pero" a la descripción de La Gaveta.
El sendero desciende por un camino poco transitado hacia el Barranco
de los Cochinos,
He de confirmar que sentí cierto alivio cuando divisé la luz de la boca de salida (que supuse estaría abierta, porque si no hubiera sido otra aventura). La reja estaba abierta y salí del túnel salvando el desnivel de un par de metros hasta el suelo, para proseguir en dirección a Cuevas Negras, restos de cabañas antiguas empleadas por pastores y agricultores. El camino de descenso discurre entre paisajes volcánicos muy vistosos y el camino tiene muchísima inclinación, así que algún resbalón tendrás (espero no ser el único en haberme resbalado – varias veces – en este tramo). Al final, regreso al punto de partida. Una ruta que se prolongó algo más de lo previsto inicialmente por la equivocación al tomar el camino de descenso al barranco (al final fueron casi 13Km), pero que respondió plenamente a las expectativas y resultó ser, definitivamente, algo diferente a lo que había hecho hasta entonces. Absolutamente recomendable.
Finalizada la ruta, y después
de comer el bocadillo que había quedado olvidado en el maletero del coche, decidí
regresar al Pico Sámara para pasar mis ultimas horas en la isla disfrutando de
un nuevo atardecer de ensueño. Elección acertada, y punto casi final a mi
semana de vacaciones en una de las islas afortunadas.
Dia 8: regreso a Colonia
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