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Austria - Regiones de Alta Austria y Estiria, vacaciones de Otoño 2020 (III y final)

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Tiempo para ver fotos: ¡todo el que te puedas permitir!




Día 1: De Salzburgo a Bad Ischl    

     Después de nuestra visita pasada por agua a Salzburgo (Salzburgo), nos dirigimos hacia Bad Ischl, pequeña localidad de la región de Alta Austria a una hora de Salzburgo que usamos como base de operaciones durante nuestra estancia para explorar esta preciosa zona. Durante nuestra estancia, como estuvimos varios días, nos alojamos en un apartamento de Airbnb que estaba en pleno centro de la localidad (50€/noche); no es que Bad Ischl tenga mucho, la verdad, pero siempre es mejor tener supermercados y restaurantes a mano sin necesidad de coger el coche para todo. El apartamento era muy amplio y tenía de todo; yo personalmente me sentí muy cómodo y sin duda repetiría de volver a aquella zona (que no lo descarto, más bien tarde que pronto, porque volví encantado). 




Día 2: aproximación a Hallstatt, castillo de Hohenwerfen y cuevas de hielo.
     
   El día que llegamos a Bad Ischl desde Salzburgo la lluvia siguió acompañándonos, así que nos dedicamos a conocer un poco la zona, hacer la compra y ponernos cómodos en nuestro nuevo alojamiento; día de descanso total. Al día siguiente el tiempo no mejoró mucho (tal y como anunciaba la previsión, que sí anticipaba una mejoría notable a partir de la tarde), así que me fui a visitar la que se anuncia como la cueva de hielo más grande del mundo (https://www.eisriesenwelt.at/en.html). De camino hacia mi objetivo, hice un par de paradas para contemplar la belleza del paisaje y el aire especial que le daban las nubes de aquel día grisáceo pero bonito, y tuve una primera aproximación a la preciosa localidad de Hallstatt - que visitaría varias veces durante las vacaciones -  ya que quedaba casi de camino hacia la cueva (casi...). Incluso en un día nublado, Hallstatt ya muestra todo su potencial. Preciosa localidad. 



     Me encanta conducir, y en entornos así, donde encima tienes la posibilidad de parar prácticamente donde quieras (las carreteras de ésta zona de Austria tienen numerosas áreas de descanso y aparcamientos a borde de carretera) es una auténtica gozada. Como iba con tiempo (la entrada la compré por internet y eliges una hora para llegar, y la cogí para ir desahogado ya que para ese día no había muchos más planes), también visité el castillo de Hohenwerfen - bueno, más que visitarlo lo vi desde lejos, que es desde donde mejor se aprecia la belleza de la construcción y el idílico paraje en el que se ubica. Al final, ¡qué sorpresa!, me tocó correr para llegar a la cueva de hielo a la hora que tenía asignada...lo de siempre.  









     El acceso a la cueva de hielo se realiza por medio de un teleférico que sale cuando le va bien al operario de turno (33€). Curiosamente en el teleférico no habían limitado la capacidad máxima por el Covid, así que íbamos como sardinas en lata (con mascarilla, eso sí, sardinas con mascarilla...cosas de la pandemia). La mayor parte del recorrido de ascenso no vi nada, porque atravesamos las nubes, pero en la estación superior, situada a solo 1075m de altitud, ya se abrieron algunos claros y la nieve hizo acto de presencia. Un contraste total con el paisaje de la estación inferior. Tras un pequeño camino (unos 20 minutos andando), se llega al acceso a la cueva, una cueva que tiene 42 kilómetros, pero solo se recorre el primero, que es en el que se encuentra hielo. La temperatura en el interior de la cueva se mantiene constante en torno a los 0 grados (fuera ese día hacía más frío...), y en el recorrido se salvan unos 140m de desnivel (700 escalones de subida...y otros 700 de bajada). La cueva permanece cerrada en invierno, así que atento a las fechas de operación: de Mayo a Octubre. Al entrar te dan un candil de aceite de la época de cuando se descubrieron las cuevas, de hace unos 70 años (no es broma...), que proporcionará la única luz que hay en el recorrido ya que las cuevas apenas tienen iluminación artificial. El candil pesa lo suyo, por cierto. El recorrido dura una hora, es guiado y muy, muy lento. Por desgracia no se permiten hacer fotos del interior (alguna robé, para qué negarlo), una pena, porque las dimensiones de la gruta y los juegos de luces del hielo eran increíbles (con la excusa de la seguridad, prohíben hacer fotos porque decían que había habido muchos accidentes de gente que se despistaba...yo creo que más bien es que el recorrido se demora porque todo el mundo quiere hacer fotos en el mismo sitio, y para evitarlo pues las prohíben y listo...curiosamente luego en la tienda de recuerdos no venden imágenes para comprar...raro). Durante el recorrido se ven enormes estalagmitas de hielo (las estalactitas las rompen para evitar riesgos de desprendimientos no controlados), se pasa por un muro de hielo de ¡30m de alto y 25m de espesor!, se atraviesa un túnel excavado en el hielo y se ven varias figuras formadas por el hielo (algunas con algo de ayuda...) y que iluminan con tiras de magnesio al que prenden fuego, todo tratando de mantener el espíritu y el entorno que vivieron los primeros exploradores de la cueva. Una experiencia interesante, ideal para un día lluvioso. Al finalizar el recorrido y salir al exterior, pude comprobar que el tiempo había mejorado notablemente, tal y como indicaban los pronósticos, ¡ya era hora!. Emprendí el camino de regreso a Bad Ischl donde llegué justo a tiempo para salir a cenar con M y Cookie a un restaurante local. 






Día 3, nos vamos de ruta: Altausseer See, y visitamos Hallstatt.

      El día amaneció sin lluvia...¡por fin!. Y por fin nos lanzamos a descubrir uno de los muchos rincones increíbles de la zona, el lago Altausseer. El cristalino lago se enmarca en un pintoresco paisaje de montaña, una escena preciosa. El camino discurre paralelo al borde del lago (básicamente lo rodeas), así que es plano (unos 6-7 Km en total, apto para todos los públicos). El sol comenzó a asomarse y pudimos disfrutar de nuestros bocadillos de almuerzo en una playa del lago contemplando un paisaje fabuloso. Juzga por ti mismo...











      Completada la ruta, de regreso a casa pasamos por Hallstatt, donde pude comprobar que independientemente de la luz, la localidad es preciosa se mire por donde se mire. Hicimos un pequeño recorrido para que M lo viera (yo ya casi un experto en la ciudad a aquellas alturas) y seguimos nuestro camino hacia Bad Ischl, no sin antes parar para disfrutar de los juegos de luz y los reflejos sobre las mansas aguas de los lagos de las montañas al atardecer. Pura poesía de la naturaleza. Impresionante. 













Día 4, Hallstatt a fondo

     Un sol radiante se colaba en el piso durante el desayuno. Con energías renovadas nos dirigimos de nuevo a Hallstatt, pero ésta vez para una visita más pausada. Obvia decir que la localidad es el epicentro turístico de la zona, y aparcar puede ser o complicado o muy caro. Si accedes desde el Norte, atravesarás un túnel para llegar al centro; si tomas la carretera de salida, a mitad del túnel hay un aparcamiento gratuito (máximo 2 horas, que pueden ser suficientes, o si no siempre puedes volver al coche a cambiar el reloj porque la localidad es muy pequeña). Si no quieres andar con prisas, ve directamente al aparcamiento público que se sitúa en la salida Sur de la localidad. 

     Hallstatt representa la típica imagen de postal: una coqueta localidad situada al borde de un lago de aguas mansas sobre las que se refleja con montañas nevadas al fondo. Todos los elementos. No le falta ni uno. Y si encima lo puedes disfrutar en varias ocasiones, y con un tiempo como el que tuvimos éste día, entonces como decimos en mi tierra, "miel sobre hojuelas". El centro de la villa es pequeño, mucho, pero no faltan restaurantes y tiendas de recuerdos o en las que hacerte con la cerveza local, una compra indispensable para los amantes de la cerveza (yo me vine con el kit completo de cervezas y jarra).
 
      Sobre Hallstatt, a unos 400 metros por encima, se puede visitar una plataforma que se sostiene suspendida en el vacío sobre la villa y desde la que se tienen unas vistas inigualables del maravillo paisaje de montaña en el que se encuentra. ¡Una visita imprescindible!. Al mirador se puede llegar andando desde el centro de Hallstatt (una hora escasa) o por medio del tren de cremallera que parte del aparcamiento situado en el sur de la localidad. Nosotros optamos por la opción de andar para disfrutar de toda la experiencia. De nuevo, mejor te muestro unas imágenes de aquella maravilla. 














     Aún tuvimos tiempo antes de regresar a Bad Ischl de disfrutar de otro atardecer fabuloso y de los reflejos sobre el agua; y es que los lagos en ésta zona ¡parecen ser espejos!



Día 5: Monte Katrin y Gosauseen

      Otro día de tiempo estupendo a la vista. Después de valorar mucho las opciones disponibles (subir al Monte Katrin en Bad Ischl o subir al Dachstein, el pico más alto de la zona), me decanté por la opción del Monte Katrin. La razón: la cima del monte Dachstein es un conocido destino turístico y las vistas desde allí miran hacia Hallstatt, una zona y un lago ya visitado en numerosas ocasiones durante nuestra visita, mientras que el Monte Katrin, de menor altura, ofrecía más posibilidades, a priori, para mi objetivo diario: una ruta de montaña, en un terreno aún inexplorado. Así que preparé lo que creía podría necesitar y me dirigí hacia el teleférico que sube hasta los 1416m en los que se  sitúa la estación superior de éste tradicional teleférico (22€), dejando a Cookie y M en casa. El ascenso se prolonga por unos 15-20 minutos, tiempo suficiente para saber que había tomado la decisión correcta al elegir hacer ésta ruta, ya que las vistas que se iban adivinando ante mí eran espectaculares, por no hablar de la práctica ausencia de turistas (cuando llegué arriba solo había operarios del restaurante retirando nieve) y...¡los montones de nieve que me esperaban en la estación superior!. Al no estar tan elevado, y con las buenas temperaturas de los días de atrás temí que apenas hubiera nieve, pero me equivoqué por completo. Una vez arriba, familiarización con el terreno, una foto por aquí, otra por allá, ruta localizada y a caminar. Objetivo: recorrer los tres picos de la zona, empezando por el Monte Katrin (1542m). 





      Vaya por delante que la ruta no solo me gustó: ¡me apasionó!. Es una ruta de montaña de verdad, en la que pisas terreno de montaña (nada de paseítos preparados, escalones artificiales o similares), con zonas comprometidas, como os contaré a continuación. Una ruta en toda regla. La primera parte hacia el Monte Katrin es sencilla: algo de desnivel, pero terreno en buen estado, algo de nieve pero nada exagerado, y unas vistas espectaculares a cada paso. Me llevó algo más de tiempo completar ésta primera etapa, y es que cada dos pasos paraba para tomar una fotografía, porque las posibilidades eran infinitas, y el día acompañaba ¡genial!. Una cruz marca la cima del Monte Katrin, la única cumbre en la que me crucé con gente. Una breve parada para beber agua, disfrutar de las vistas y en marcha hacia el siguiente objetivo. 




      La segunda cima a abordar era la del Eiferkogel (1601m), a no mucha distancia del Katrin, pero el terreno se iba adentrando poco a poco hacia la montaña y la nieve comenzaba a acumularse en bastante cantidad, llegando a tapar algunos de los indicadores del camino, aunque la ruta era aún bastante clara y evidente gracias al terreno pisado y huellas de algunos otros visitantes. Los paisajes nevados comienzan a tomar el relevo y la vegetación no puede más que sucumbir ante la nieve. Sin mayores dificultades llegué hasta mi objetivo; otra breve parada y en marcha hacia el último objetivo del día. 


       El objetivo final era el pico Hainzen (1638m), el más alejado de la estación del teleférico. El primer tramo después del Eiferkogel estaba bien indicado - hay un desvío para regresar al teleférico por la parte inferior de la montaña (éste camino discurre por la parte elevada de la montaña), y a partir de ese desvío, nada. El camino desapareció, sin huellas ni terreno pisado y con los indicadores cubiertos por la abundante nieve, y sin referencias visuales del objetivo final, la empresa se complicó un poco. Os muestro un par de imágenes de lo que tenía ante mí, y por dónde, aunque no se vea, está el camino que me llevaría a mi objetivo final (estaba claro que a esa altura no me iba a dar la vuelta y regresar sin cumplir mi empresa).




    Con la inestimable ayuda de Google maps, que me ayudó a localizar la dirección de mi objetivo, mi bastón (que me ayudó a tantear el terreno...y con eso aún me caí en un par de ocasiones al "vacío"), y las huellas de algún animalillo que pasaba por allí (y que confié fuera en la misma dirección que yo), fui avanzando, hundiéndome en cada paso hasta más arriba de la rodilla, avanzando lentamente, descubriendo el camino y tratando de no pensar en la cantidad de nieve que se me estaba metiendo en las zapatillas (iba con calzado de montaña, pero tipo zapato...protección contra la nieve cero). No os lo creeréis, pero ese tramo es el que más recuerdo y gracias al cual, sin duda, tengo tan buenos recuerdos de la excursión, ¡lo pasé bomba! Entre pasos y caídas también me dio tiempo de sacar alguna fotillo, que traigo hasta vosotros para que podáis disfrutar de la experiencia de una forma un poco más relajada.












         Con la satisfacción del objetivo cumplido (pese a las adversidades), y después de haber disfrutado de las vistas y la tranquilidad reinante durante un buen rato, bocadillo y Coca-Cola mediante, emprendí el camino de regreso hacia la base del teleférico, por el sendero inferior de la montaña. La primera parte del regreso siguió la tónica del camino de ida: mucha nieve y sin camino visible, así que tuve que dejarme guiar por mi sentido de la orientación (un milagro que regresara...) hasta encontrar alguna baliza visible. La parte siguiente discurría por una empinada ladera, ya sin nieve porque estaba mucho más bajo. Por suerte había barandillas metálicas para agarrarse en algunos tramos, porque si no con la nieve, el hielo y la pendiente, algunos tramos eran complicadillos (en ésta zona vi a varios que venían haciendo la ruta en sentido contrario darse la vuelta - por no hablar de zonas en las que el camino parecía desvanecerse). Las vistas no decepcionaron. Finalmente, unas tres horas y media después de haber comenzado la ruta llegué de nuevo al inicio/final de la ruta, dando por muy buena la experiencia. No puedo hacer otra cosa que recomendarte hacer ésta ruta si tienes la oportunidad, ¡no te arrepentirás!








     Pero aún hubo más experiencias aquel día. A la bajada quedé con Cookie y M, que me trajo calcetines y calzado sequito, y nos dirigimos al Gosauseen, otro maravilloso lago cristalino rodeado de montañas y pastos, un lugar de lo más idílico. Por desgracia llegamos cuando el sol ya se estaba poniendo entre las imponentes y escarpadas cumbres que rodean al lago, con lo que la luz no era la mejor, pero os puedo asegurar que el lugar es bellísimo, posiblemente la ruta más hermosa de todas cuantas hicimos, ¡y eso ya es mucho decir!. De nuevo la ruta bordea el lago, con lo que es plana y de unos 5-6Km de longitud, así que es apta para todos los públicos. Una inmejorable forma de terminar un día muy activo y enormemente fotogénico. 








Día 6: recorrido en bicicleta por el Wolfgangsee

     Nuestro último día completo en la región lo dedicamos a hacer una ruta en bicicleta alrededor del Wolfgangsee, que nos habían recomendado. Para ello nos dirigimos a la pintoresca localidad de Sankt Gilden, en el extremo occidental del lago, y alquilamos un par de bicicletas eléctricas (¡no podía ser de otra manera!) y un carrito para Cookie, que fue como una cuqui (no estaba muy convencida...ni al principio ni al final, la verdad, porque no paró quieta dentro del carrito ni un momento). La verdad es que la experiencia me dejó bastante indiferente...vamos, que podría haber prescindido de ella totalmente. Para empezar no se da la vuelta completa al lago, ya que una zona es de montaña y no hay carretera, así que básicamente haces 3/4 del lago y te das la vuelta para regresar por donde habías ido. Gran parte del recorrido discurre paralelo a la carretera general, lo que le quita cierto encanto (todo, de hecho). El recorrido que no discurre paralelo a la carretera te lleva por el medio de la nada, sin ningún atractivo visual y bastante alejado del lago, al que apenas se puede ver en un par de ocasiones. Y el lago en sí, después de haber visto lo que habíamos visto los días anteriores, pues salía claramente perdiendo en la comparación, en cuanto a vistas y belleza del entorno. El día tampoco era el mejor en cuanto a iluminación; al final todo influyó. Pero bueno, que no se diga que no probamos algo nuevo e hicimos algo de deporte estando de vacaciones :-). 










Día 7: punto final y regreso a Alemania

      Al día siguiente emprendimos el camino de regreso a Alemania, pero aún no a Colonia; nos dirigimos al Chiemsee, en Baviera, viaje del que ya te hablé (Región de Baviera). Casi una semana descubriendo ésta, hasta la fecha, desconocida región del país vecino que dejó muy buen sabor de boca y la sensación de que podríamos haber estado allí todas las vacaciones porque la zona tiene encantos más que suficientes para ocupar dos semanas de vacaciones. ¡Quién sabe si no tendremos que volver, porque la vuelta de los viajes en avión aún parece que tardará en llegar (¡¡por desgracia!!)!. Un saludo y ¡hasta la próxima!

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