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Portugal - Madeira, el paraíso portugués del Atlántico Norte.


      Fieles a la tradición, en Semana Santa hicimos las maletas para alejarnos de Alemania en busca de sol y calor, una de las premisas habituales cuando planeo un viaje de vacaciones con M como compañera de viaje. En esta ocasión nos decantamos por la opción de Madeira, la isla portuguesa situada en el Atlántico Norte, una opción que a la postre resultó ser no tan calurosa como nos hubiera gustado, ya que durante nuestras vacaciones apenas rebasamos los 20 grados centígrados (mientras tanto en Colonia se registraron temperaturas prácticamente veraniegas). Otra de las premisas del viaje era que ninguno de los dos queríamos embarcarnos en un viaje con muchas horas de vuelo o haciendo varios saltos, así que Madeira se presentaba como una buena opción, un destino que la compañía Eurowings ofrece en vuelo directo desde el aeropuerto de Colonia/Bonn (3.5 horas de vuelo, 300€). El precio no es que fuera atractivo (meses después hemos visto vuelos a San Francisco - con una escala - ¡por ese mismo precio!), pero la comodidad del vuelo nos hizo decantarnos por esta opción. El vuelo discurrió sin incidentes y nos llevó puntual al aeropuerto Cristiano Ronaldo de Funchal, después de disfrutar de uno de los aterrizajes más espectaculares que posiblemente se puedan experimentar en territorio Europeo, recorriendo la linea costera insular de forma paralela a la pista de aterrizaje (donde pudimos observar que parte de la pista se ha tenido que construir sobre una extensión suspendida sobre pilones de hormigón sobre el mar), para luego hacer un giro cerrado hacia la derecha en trayectoria descendente para embocar la pista de aterrizaje. ¡Genial!



      Para desplazarnos por la isla no dudamos en alquilar un coche, ya que es la opción más cómoda y que más flexibilidad otorga. Lo reservamos con Sunnycars (175€ por 7 días de alquiler, con seguro a todo riesgo y dos conductores) y la verdad es que quedamos súper contentos: no tienen oficina física en el aeropuerto (tal vez por eso puedan ofrecer mejores precios), pero a nuestra llegada estaba esperando un representante de la empresa, completamos el papeleo muy rápido (ya estaba pre-pagado) y nos entregaron el coche que se encontraba estacionado en el aparcamiento más cercano a la terminal. Ni una sola queja, todo fue perfecto. 



       Y del aeropuerto fuimos directos a nuestro alojamiento en la isla, el apartamento Alta do Garajau (50€/noche), situado en Caniço, al sur de Funchal. El dueño del apartamento nos estaba esperando en una cafetería cercana y nos guió hasta el apartamento, que era un fiel reflejo de la descripción que figuraba en el motor de reservas que utilizamos para reservarlo. Un apartamento muy bien equipado, todo en muy buen estado: cocina completa, aparcamiento privado, WiFi, un amplio comedor, un dormitorio acristalado y una estupenda terraza con vistas al océano. En los alrededores había un par de restaurantes y supermercados; todo lo necesario para pasar una semana estupenda. 






      Peeeero, no contábamos con una obras que se estaban llevando a cabo justo debajo de nuestro apartamento, con maquinaria pesada. Antes de las 8 de la mañana ya estaban las máquinas trabajando...imposible disfrutar de la terraza ni de nuestro merecido descanso en aquellas condiciones. Lo único bueno fue que con los días de fiesta de la Semana Santa los trabajos se suspendieron por unos días, pero decidimos cambiar de apartamento el domingo, para poder aprovechar nuestros tres últimos días en la isla de cierta tranquilidad. El dueño del apartamento no nos puso ningún problema por cambiar nuestra estancia de 7 días y dejar el apartamento al cuarto día y nos devolvió el dinero de las noches no disfrutadas (menos los impuestos que tenía que pagar por esas noches). De nuevo, nada que objetar. Así las cosas, tuvimos que buscar un apartamento para nuestros últimos días en la isla sin pleno aviso. Pensamos que los precios serían mucho más elevados o que no habría mucha oferta disponible, pero ni una cosa ni la otra. Reservamos en apartamentos Lucas (35€/noche), un apartamento muy amplio situado en la zona de Lido, al norte de Funchal, y también perfectamente equipado, con una terraza con vistas al océano, aparcamiento privado, WiFi, cocina amueblada, etc. No contamos con este cambio, pero al menos pudimos dormir sin ruidos de máquinas las últimas noches de nuestras vacaciones. 





        Pasamos 7 noches en la isla y pudimos aprovechar 7 días completos, gracias a los buenos horarios de los vuelos. Con las dimensiones de la isla, nos tomamos la semana con mucha tranquilidad, evitando poner el despertador (aunque ya se encargaron las máquinas de despertarnos las dos primeras noches...) y descubriendo la isla sobre la marcha, condicionados por las cambiantes condiciones meteorológicas. El plan inicial era el siguiente:


  • 1 día para descubrir Funchal.
  • 1 día para descubrir la zona sur de la isla, desde Funchal hasta Paul do Mar.
  • 1 día para descubrir la zona norte de la isla, desde Porto da Cruz hasta Porto Moniz.
  • 2 días para hacer rutas de senderismo por la isla, visitar levadas, miradores, etc. 
  • 1 día para visitar el interior de la isla.
  • 1 día "libre" para hacer paragliding u alguna otra actividad en la isla. 
     Como ya os habréis imaginado, lo que sucedió durante el viaje poco tiene que ver con lo planificado. El cambio de alojamiento por un lado, y las condiciones climatológicas por otro condicionaron en parte el desenlace de nuestras vacaciones. Por poner solo un par de ejemplos, no pudimos hacer paragliding ya que cuando lo intentamos las condiciones del viento no eran adecuadas y para cuando se esperaba una mejoría de las mismas ya no estaríamos en la isla (actividad pendiente para otro viaje...¿quizás San Francisco en Octubre?), y yo subí hasta 3 veces al pico do Areeiro: la primera vez que subimos la niebla lo cubría todo, en el segundo intento solo subimos para ver las vistas (por si acaso), y yo subí una tercera vez para hacer la ruta que une este punto con el pico Ruivo. Pese a todo, he de decir que el plan inicial podría haberse llevado a cabo sin problemas, y pese a las repetidas visitas a ciertos sitios, nos tomamos la semana con muuuucha calma. Vacaciones. 

      Antes de entrar en los detalles sobre lo que ofrece la isla, un par de apuntes gastronómicos. Madeira es Portugal. Dicho esto obvia decir que hay bacalhau, no tan bueno como el que puedes probar en tierra continental, pero bacalhau al fin y al cabo. Entre las especialidades locales, hay tres cosas que tienes que probar en Madeira: las espetadas: carne o pescado ensartado en un pincho al estilo rodizio brasileño; la segunda cosa es el bolo do caco, una especie de bocadillo caliente que se hace con un pan típico de la isla y se rellena de queso, jamón, pollo...Nosotros los comimos en varias ocasiones, en la casa do bolo do caco, en pleno centro de Funchal, un pequeño local con muy buen servicio y excelentes bolos do caco a un precio muy económico (3-4€). Y la tercera es la poncha, la bebida por excelencia de la isla, un licor afrutado con base de ron que se sirve muy frío en vaso pequeño, y que se ofrece con distintos sabores. Nosotros probamos varios y hasta compramos un par de botellas pequeñas para tener en casa. Nada excepcional, pero no estaba mal.  



Funchal

        El día que llegamos a la isla, después de hacer el registro de entrada en el apartamento y de hacer la compra para unos días, nos dirigimos a Funchal, la capital de la isla. Aparcar en la ciudad es muy barato: hay numerosos aparcamientos públicos y los precios son muy económicos (por ejemplo, en el aparcamiento de la calle 5 de Octubre, la tarifa máxima diaria es de unos 4€). Una vez liberados de la atadura del coche, exploramos el centro histórico andando. No te llevará mucho tiempo, ya que es muy pequeño (nosotros en unas 2-3 horas ya lo habíamos explorado a fondo). Funchal ofrece unas cuantas visitas interesantes: la Catedral de Funchal, de aspecto sobrio, que data de principios del S. XVI, pasear por la bonita Praza do Municipio y las animosas callejuelas que la rodean, visitar la puerta de la ciudad o desplazarse hasta la colorida fortaleza de Sao Tiago, cuya construcción data del S. XVII y que desde 1992 alberga el Museo de Arte Contemporáneo de la isla. En las cercanías de la fortaleza se puede tomar el teleférico para subir a Monte, y recorrer la animada calle de Sta. María, repleta de restaurantes y de coloridos murales pintados sobre paredes y puertas, pinturas que se han convertido en un atractivo en sí mismo y no faltan en todo recorrido por la ciudad. La calle Sta. María desemboca en su extremo occidental en el Mercado de Lavradores, un mercado de productos locales (muy turístico y por tanto extremadamente caro) que también tiene una bonita terraza en su planta superior en la que se puede disfrutar de una poncha o una cerveza artesana local. En el extremo opuesto de la ciudad se ubica el puerto y el museo de su ciudadano más ilustre y conocido. 















      Al norte de la ciudad, en la parte elevada de la misma, se ubica el distrito de Monte; a esta zona de la ciudad se puede llegar en teleférico (muy escénico, pero también muy turístico), o en coche (hay un aparcamiento gratuito). Este distrito poco o nada tiene que ver con el Funchal colonial del que se puede disfrutar a borde de mar; la zona está salpicada de haciendas privadas que vivieron sin lugar a dudas mejores tiempos, y frondosos jardines, y conserva una de las actividades más tradicionales de la ciudad: los carreiros. Este medio de transporte lo empleaban las personas adineradas, a mediados del S. XIX, para desplazarse desde Monte hasta el centro de Funchal. Consiste en unos trineos de mimbre que se desplazan sobre patines de madera por las empinadas carreteras de la ciudad (siempre cuesta abajo, claro está), guiados por dos carreiros, equipados con zapatos especiales de goma que les ayudan a guiar y frenar el trineo durante el descenso. En la actualidad la actividad persiste como atracción turística; por 30€ los carreiros te llevarán unos 2Km a bordo de estos trineos. Subimos a Monte con la intención de probar la actividad, pero una vez allí nos decepcionó enormemente: la velocidad que cogen es bastante reducida (que si ahora paro porque se me ha caído el sombrero, que si el trineo no desliza bien, que si hay un coche delante...) y luego te dejan en tierra de nadie entre Monte y Funchal, donde la única forma de moverte es o cogiendo un taxi (¡no, por favor!) o regresando a pie por esas bonitas pendientes...Nos fuimos sin probar la actividad, y sin la sensación de haber dejado algo pendiente de hacer en la isla.    












El sur de la isla: desde Funchal hasta Paul do Mar.

      El sur de Madeira ofrece numerosos puntos que bien merecen una visita. Nuestra idea era ir por la carretera bordeando la costa, e ir parando a medida que surgiera una oportunidad para ello, pero la orografía de la isla condiciona mucho los desplazamientos y cambia los planes de viaje. Las carreteras en Madeira están en muy buen estado, la mayor parte de las conexiones se realizan a través de autovías y las carreteras convencionales se limitan a unir poblaciones de difícil acceso. El problema es que las autovía discurren en gran parte de su recorrido por túneles, por lo que la verdad es que ver no se ve mucho mientras conduces. Para colmo, nos encontramos a menudo con que muchas de las vías convencionales que unen localidades costeras estaban cerradas al tráfico (con rocas obstaculizando a menudo el paso, como en la ER101), así que tuvimos que ir improvisando sobre la marcha. Nuestra primera parada fue Cámara de Lobos, una bonita localidad de pescadores situada en una recogida bahía. La localidad es muy pequeña, y lo que más me gustó fueron las vistas del entorno que se tienen caminando por el sendero peatonal por el que se accede a la localidad (dejamos el coche un poco lejos del centro para poder disfrutar de esta experiencia).







      Desde allí nos dirigimos al teleférico do Rancho, desde cuyo mirador se tienen una vistas espectaculares de la línea costera del sur de la isla. El teleférico salva un desnivel considerable para llegar directamente hasta la playa, facilitando el acceso a una zona de cultivos a la que antes del teleférico (2003) solo se podía acceder por mar. Muy cerca se puede visitar el mirador del Cabo Girao, uno de los acantilados más altos de Europa (cerca de 600m sobre el nivel del mar, ¡casi nada!); las vistas que se tienen desde su plataforma de observación (que desde el año 2012 tiene un suelo panorámico transparente) son simplemente indescriptibles: las imágenes nunca le pueden hacer justicia a sitios naturales así. Nosotros entramos en la plataforma de observación sin pagar, pero vimos que había unos tornos en la zona de acceso (que no funcionaban el día de nuestra visita), por lo que supusimos que tal vez en periodos de mayor afluencia de gente el mirador sea de pago (o algo que pretenden implantar en un futuro cercano), o tal vez solo usen los tornos para regular el acceso de visitantes. Sea como fuere, no te extrañes si tienes que pagar cuando lo visites (si los tornos están, será por algo...).








      Desde el Cabo Girao nos dirigimos a Ribeira Brava, municipio creado en 1914 donde pudimos visitar la Iglesia de Sao Bento y el fuerte del mismo nombre. Había visto la indicación del fuerte en google maps (nuestro inseparable compañero y guía de viaje), y esperaba encontrar algo parecido a la fortaleza de Sao Tiago de Funchal, pero nada que ver: el fuerte en cuestión es una ridícula torre circular de unos 5m de altura y otros tantos de diámetro...M hizo unos cuantos chistes sobre el fuerte y mi cara al descubrir lo que se encontraba tras aquel llamativo nombre de google maps. Menos mal que había algo más que ver en Ribeira Brava, porque si hubiera sido por el fuerte hubiéramos terminado la visita muy pronto. 








    Seguimos nuestro camino hacia el Oeste y visitamos Ponta do Sol, una pequeña población de 8.000 habitantes que la verdad no ofrecía mucho. Desde allí nos dirigimos a Madalena do Mar y a la praia da caleta, recorrido que tuvimos que hacer a través de túneles ya que la ER101 que bordea la costa en esta zona estaba cerrada al tráfico. La praia da caleta es una de las pocas playas de arena (artificial) con que cuenta la isla, ya que la práctica totalidad de las playas son de roca o piedras. La verdad es que la playa no tiene ningún atractivo, y la atronadora música del único chiringuito que había abierto nos convenció para abandonar la zona. Nuestra última parada fue Paul do Mar, a donde llegamos hambrientos en busca de un restaurante ya que la hora de la comida se nos había echado encima. Durante todo el viaje nos llamó la atención que pese a ser Semana Santa, muchos sitios estaban cerrados y la ausencia de turismo en la zona. Paul do Mar no fue una excepción, y pese a tener un par de restaurantes abiertos la verdad es que ninguno de ellos nos convenció para quedarnos, así que dimos por finalizada la exploración del sur de la isla y nos dirigimos de regreso a Funchal para saciar nuestro creciente apetito. 



    El norte de la isla: desde Santana hasta  Porto Moniz.

       Iniciamos nuestro recorrido por el norte de Madeira en Santana, pintoresca localidad muy frecuentada por los turistas por ser la localidad en la que se pueden ver las casas típicas maderienses, con su característico tejado de paja. Curioso que las llamadas casas típicas maderienses solo se encuentren en esta localidad (no las vimos en ningún otro lugar de la isla...tan tradicionales no serán entonces, ¿no?) y en número más bien reducido: unas 6-7 casas agrupadas a las afueras de la localidad y destinadas al turismo: floristerías, oficina de turismo...La belleza de las casas es innegable, pero a mí me resultó bastante artificial, la verdad. Hay un aparcamiento gratuito cubierto situado justo en frente de las casas, así que la visita es muy cómoda. 




     Un poco decepcionado con la visita a Santana (para se sinceros esperaba algo más), seguimos nuestro camino por la ER101 que bordea la costa (en el norte no hay autovías) disfrutando de las vistas, de los paisajes, los acantilados y parando a cada paso en los miradores que flanquean la carretera, para poder disfrutar del paisaje (y eso que el día que hicimos este recorrido el tiempo no estaba para muchas fiestas, con un cielo gris plomizo que amenazaba lluvia). Las siguientes imágenes las tomamos desde el mirador del Arco de Sao Jorge 





       En nuestro recorrido por el norte atravesamos Ponta Delgada y llegamos a Sao Vicente. En esta localidad se pueden visitar las Grutas de Sao Vicente (8€, visitas guiadas de una hora de duración), que incluyen también un centro de vulcanismo y pretenden ilustrar al viajero sobre el origen volcánico de la isla. La visita se divide en dos partes: en la primera (unos 30 minutos) se recorren algunos de los tubos de lava originados por la erupción acaecida hace casi 900.000 años en Paul da Serra. Según explica la web de las grutas (https://www.islamadeira.es/naturaleza-en-isla-madeira/cuevas-y-centro-de-vulcanismo-de-sao-vicente/), "las cuevas están formadas por tres galerías, de las cuales la más grande se llama Lago dos Desejos, en la que los visitantes disfrutarán con este espectacular viaje al interior de la Tierra, donde pueden ver las estalactitas volcánicas; las acumulaciones de lava o bolo de lava que son, en realidad, el final de una corriente de lava lenta; el llamado bloque errante, que es una roca transportada por la lava que se quedó dentro de uno de los tubos a causa de sus dimensiones y de su temperatura baja". Durante el recorrido se pasa por unos lagos artificiales donde en la actualidad se pueden ver botellas de vino sumergidas: al parecer es un experimento de reciente creación de los productores locales que creen que al mantener el caldo a temperatura constante sumergido, éste puede ser de mejor calidad. Es el primer año que lo hacen, así que no se sabe cuál será el resultado. La segunda parte de la visita se centra en aspectos más educativos sobre los volcanes (tipos, clases, historia, etc.), con unas cuantas proyecciones de vídeos que a mí me sobraron. Pese a todo la visita es interesante y recomiendo hacerla (si es en un día de lluvia, ¡plan redondo!). A las afueras de la localidad de Sao Vicente paramos en el mirador Agua d'alto (una catarata) y yo me adentré unos metros a pie en la ER101, cortada a esta altura, para poder ver mejor el paisaje.











      Como la carretera que bordea la costa estaba cerrada, no nos quedó más remedio que ir de túnel en túnel hasta casi llegar a Seixal. Poco antes de llegar se puede visitar el miradouro do Veu da Noiva, desde donde se puede apreciar un salto de agua que sale de entre las rocas de la montaña y desemboca directamente en el mar. Ya en Seixal aprovechamos para hacer una parada y comer algo disfrutando de las estupendas vistas que nuestro improvisado lugar de recreo nos deparaba, y donde pudimos ver piscinas naturales. Desde Seixal nos dirigimos hacia Ribeira de Janela (de nuevo recorriendo túneles, lo que le restaba gran parte de atractivo al recorrido en coche), una pequeña localidad donde se pueden visitar unas llamativas formaciones volcánicas, tanto en el mar como en tierra, formaciones que me recordaron mucho a los llamados trolls de Islandia











      Nuestro recorrido por la zona norte de la isla finalizó en Porto Moniz, localidad famosa por sus piscinas "naturales" (poco tienen de naturales...). El escenario es simplemente espectacular: te puedes dar un baño en estas piscinas "naturales" de roca volcánica a solo un metro de un embravecido océano que rompe sus olas contra las rocas de la orilla. En esta ocasión nos faltó la planificación porque visitamos Porto Moniz el día que hicimos el cambio de apartamento y no teníamos toallas a mano (ni apartamento del que cogerlas ya que habíamos dejado el apartamento de Caniço con nuestras maletas por la mañana). Bien es cierto que yo personalmente no tenía intención de bañarme (las temperaturas eran agradables, pero no como para darse un baño), pero viendo el escenario y después de haber comprobado la temperatura del agua (que me pareció mucho más alta de lo que a priori cabría esperar), lo cierto es que me quedé con las ganas (muuuuchas) de disfrutar de un baño allí. Para el resto de los días de nuestra estancia la previsión meteorológica en Porto Moniz fue muy mala (con temperaturas a la baja y alta probabilidad de lluvia), así que la actividad quedó pendiente. La excusa perfecta para volver algún día...










El interior de la isla
      
       Para regresar a Funchal desde Porto Moniz decidimos hacerlo por el interior de la isla, siguiendo la ER101 primero y la ER110 después. El paisaje cambia radicalmente en esta zona de la isla, mucho más boscoso que en otras zonas. Una vez superada la brusca ascensión inicial al dejar Porto Moniz, la carretera se torna más tranquila y apenas tiene curvas, está en muy buen estado, pero la presencia de animales sueltos hace que no puedas bajar la guardia. Por el camino pasamos por el mirador de la Encumeada y nos detuvimos en el enorme (gigantesco) aparcamiento de una de las rutas más famosas de la isla, que no es otra que la levada de las 25 fuentes. Visto el número de coches que allí se amontonaban bien entrada la tarde, no quiero imaginar cómo habría sido hacer la ruta (una feria en toda regla, imagino). Pero como siempre, para gustos colores. 






      Una de las zonas más escénicas del interior de la isla (difícil afirmación, porque el interior de la isla es una preciosidad vayas por donde vayas) se encuentra en Serra da Agua, una localidad que no destaca por sí misma (apenas tiene 1.400 habitantes) si no por dónde se encuentra, en medio de las montañas, un paisaje de lo más espectacular y llamativo. En linea con éste, también recomiendo visitar el mirador de Eira do Serrado, situado a 1.096m de altitud, desde donde se tienen unas vistas espectaculares sobre la localidad de Curral das Freiras y de la cadena montañosa que se alza imponente frente a ti. Las últimas dos imágenes corresponden a Eira do Serrado











     Finalmente, una visita más pausada al pico Arieiro, el tercero más alto de la isla con 1.818m de altitud. Se puede llegar en coche hasta el mirador situado en el pico, que también alberga una estación meteorológica, un restaurante y varias tiendas de recuerdos. La primera vez que subimos al pico el tiempo no estaba para muchas alegrías: hicimos la mayor parte del camino con lluvia y niebla, pero seguimos; cuando llegamos arriba encontramos aparcamiento en el aparcamiento del mirador (bastante reducido para la gente que lo visita), ya que a esas horas la gente ya empieza a abandonar el lugar y tampoco había mucho que hacer allí, como ahora mismo comprobaréis. Una vez arriba nos llevamos la desagradable "sorpresa" de que no se veía nada; la niebla lo cubría todo. Yo tenía la esperanza de que las nubes estuvieran por debajo de nosotros, pero aquel día se situaban justo a nuestra altura. Primer intento fallido. 




      El segundo intento lo hicimos en domingo, en torno al mediodía (vamos, de domingueros total...): los accesos estaban colapsados, con coches aparcados en la carretera del acceso al mirador desde varios cientos de metros antes (yo diría que prácticamente el último kilómetro estaba invadido); si tienes en cuenta que la carretera a esta altitud no es muy ancha, y encima hay gente que aparca en el arcén (que no existe) ocupando un carril de la misma pues el resultado te lo puedes imaginar. Nosotros como no nos íbamos a quedar mucho tiempo seguimos y al final aparcamos en doble fila en el mirador. El viento soplaba con muchísima fuerza aquel día, pero al menos estaba despejado y nos pudimos hacer una idea de lo que el interior de la isla ofrece, de sus espectaculares paisajes escarpados. Con el coche en doble fila M y yo nos turnamos para hacer una breve visita al mirador y seguimos con nuestra ruta para aquel día (zona norte de la isla).







      Y como no hay dos sin tres, yo volví a subir (esta vez en solitario) en una tercera ocasión, esta vez para hacer la ruta del pico Arieiro, una ruta de montaña que tiene la particularidad de que une los tres picos más altos de la isla: el pico Arieiro de 1.810m, el pico de las Torres situado a 1.851m y el pico Ruivo que se alza hasta los 1.862m. Un recorrido de unos 13.5Km de ida y vuelta. A primera vista podría parecer que la ruta es "fácil" ya que no salva grandes desniveles...pero nada más lejos de la realidad. La altitud mínima de la ruta se sitúa en los 1.542m, y se suben y bajan escaleras durante prácticamente la mitad del recorrido. Un rompe-piernas en toda regla. La ruta comienza bajando muchísimo, luego se sube, se vuelve a bajar, se vuelve a subir...Me gustaría saber cuál es el desnivel acumulado de la ruta completa, pero no he encontrado esa información. A mí me pareció una ruta difícil, sobre todo por las numerosísimas escaleras que hay que subir y bajar. Al margen de eso, tampoco me gustó mucho el estado del sendero, ya que en algunas zonas estaba muy preparado con piedras allanando el camino a modo de adoquines (nada de terreno natural) - hubiera preferido un piso más abrupto y montañoso. Lo positivo de la ruta son sin lugar a dudas las vistas que el recorrido ofrece. Paisajes de esos que quitan la respiración (las escaleras también ayudaban a ese cometido). Hay tramos que discurren sobre la cornisa de la montaña, con protecciones laterales, se atraviesan túneles (algunos de una longitud considerable, donde eché de menos mi super-linterna táctica :-) ya que estaban encharcados por las filtraciones de agua y la linterna de mi móvil no es precisamente su punto fuerte), se cruzan pequeños saltos de agua...un recorrido de lo más completo, con la recompensa final de coronar el punto más alto de la isla y poder ver cómo las nubes se postran a tus pies. La cima del pico Ruivo fue el lugar ideal para disfrutar de un bocadillo (de nuevo eché de menos mi chorizo castellano...), dejando la bolsa de cheetos para el camino de vuelta (la gente me miraba extrañada al verme comer mis cheetos...). Un día agotador, pero muy reconfortante. A continuación os dejo unas cuantas imágenes para que os hagáis una idea del recorrido y de las maravillosas vistas. 





























De senderismo por Madeira

     Madeira es un paraíso para los aficionados al senderismo. En las oficinas de turismo podrás hacerte con unos folletos que describen todos los recorridos que la isla ofrece, facilitando información muy detallada sobre el punto de inicio, la longitud del recorrido, la dificultad y otras informaciones interesantes. La mayor parte de los recorridos tienen las "levadas" como referencia. Las levadas son conducciones que recogen el agua de las montañas y la llevan hasta depósitos o hasta puntos menos elevados de la isla (una acequia de toda la vida). Los paisajes por los que discurren varían según la zona que decidas recorrer, pero por lo general todas discurren por terrenos muy frondosos y a cierta elevación. Al margen del recorrido del pico Arieiro que ya te he contado, yo hice otras tres rutas.






      La primera fue la levada dos balcoes, una ruta muy sencilla que discurre por terreno prácticamente plano, sin desniveles, que sigue el recorrido de la levada da Serra do Faial (3Km ida y vuelta). Al final del recorrido se llega a un mirador que ofrece unas estupendas vistas...cuando el tiempo lo permite, porque la primera vez que hicimos el recorrido la niebla impedía toda vista, así que me tuve que acercar otro día a repetirla, que me había quedado con la curiosidad...y el "esfuerzo" mereció la pena.







      A continuación os quiero llevar hasta la punta de San Lorenzo, un sendero de unos 9Km de longitud que recorre la península de San Lorenzo. Para hacer honor la verdad, nos acercamos hasta este punto, situado en el extremo nororiental de la isla, con la idea de asomarnos al mirador. Fue una vez allí cuando reparamos en que para obtener la recompensa de unas buenas vistas había que ganárselo antes. Y como ya os podéis imaginar, a mi me faltó tiempo para comenzar la ruta. El sendero tiene una dificultad moderada, con frecuentes subidas y bajadas (altitud máxima en torno a los 175m, cuando haces el "extra" al final del recorrido "oficial", y mínima de 5m sobre el nivel del mar). La ruta discurre por terreno volcánico y es espectacular: en ocasiones discurre paralelo a acantilados increíbles, con vistas difíciles de imaginar. La vegetación no tiene nada que ver con lo que te puedes encontrar en el resto de la isla, ya que el área es muy árida y está azotada por los fuertes vientos del norte, así que no verás árboles durante el recorrido. Cuando se llega al final del recorrido "oficial" un cartel advierte de la prohibición de continuar más adelante; sin embargo el camino está en perfecto estado y obviamente una vez allí decides subir hasta lo alto del promontorio que se alza frente a ti. Una subida exigente que tiene una fantástica recompensa en forma de vistas sobre la península. Espectacular. Y si no, juzga por ti mismo.












       



       Y para finalizar te llevo hasta la levada do Rei, un recorrido con un desnivel moderado (530-710m) de unos 10.5Km de longitud que discurre paralelo a la levada do Rei y finaliza en el punto en el que la levada nace. La ruta tiene una primera parte que discurre por un terreno frondoso (bastante embarrado durante mi visita debido a las lluvias caídas los días anteriores) y se va a adentrando en una de las áreas del bosque Laurissilva. El sendero en algunos tramos es bastante estrecho (de hecho no hay ni sendero y se camina sobre el borde de los bloques que conforman la levada), pero por suerte cuando fui era ya un poco tarde y no había mucha gente haciendo el recorrido. Como de costumbre, las vistas que ofrece el recorrido son espectaculares.









     Y hasta aquí lo que dio de sí nuestra semana en Madeira, una semana muy completa y un viaje a una isla que no decepcionó en absoluto. Nos faltaron cosas por hacer, cierto, pero fueron principalmente por la caprichosa meteorología local. Al final de nuestra semana devolvimos el coche dejándolo en el mismo aparcamiento del que lo habíamos recogido una semana atrás (abierto y con las llaves en la guantera ¡¡OOOH!!), pero con 680Km más en su marcador, los que habíamos recorrido en nuestras idas y venidas por la isla. El vuelo de eurowings salió puntual y nos llevó de regreso en un vuelo muy cómodo hasta Colonia. Punto y final a las vacaciones de Semana Santa de éste año y tiempo para empezar a pensar en próximos viajes. Ya sabéis, estad atentos porque ¡Lo mejor está por venir! 

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