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Alemania, región de Baviera: de Rothenburg ob der Tauber al lago Chiem.

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Rothenburg ob der Tauber

         No hubo gran viaje en Otoño, no pudo ser. En un año en el que mes tras mes se han ido cayendo de la lista de viajes un destino tras otro (tanto profesionales como personales, para mi desgracia), y con lo aprendido de las experiencias de las vacaciones de Semana Santa y de verano, decidimos esperar hasta el último momento para hacer nuestras reservas de alojamientos - porque volar no era una opción tal y como estaban ya las cosas a principios de Octubre - y planificar nuestro viaje, y ¡sorpresa! no tuvimos ningún problema en encontrar alojamientos disponibles con tan poca antelación (incluso viajando con Cookie). Con la llamada "segunda ola" de la pandemia comenzando a azotar el viejo continente con violencia (¿acaso alguna vez la primera ola se controló por completo como para poder hablar de una segunda?...), tuvimos que adaptar nuestro plan de viaje y sustituir a última hora nuestra estancia en la región de Tirol, en Austria, por un recorrido alternativo por Baviera y alargar nuestra estancia en la región de Alta Austria - lo que fue todo un acierto, como te comentaré en una próxima entrega contándote lo que dio de sí nuestra estancia en aquel país.

       Así, nuestra primera parada - Rothenburg ob der Tauber - entró en el plan de viaje de forma imprevista, y no es porque yo personalmente no tuviera ganas de visitar ésta pintoresca localidad bávara desde hace tiempo, es que simplemente al estar relativamente cerca del lugar en el que viven los padres de M (a los que mando un saludo desde aquí y agradezco su hospitalidad durante nuestra estancia de camino a Rotehnburg o.d.T y al regresono lo considerábamos un destino de vacaciones (al menos yo), pero éste año todo es diferente, así que nos plantamos en Rothenburg ob der Tauber para comenzar nuestro periodo de descanso; nos alojamos en la Pensión Birgit (85€/noche en la habitación doble deluxe con balcón), un establecimiento situado en pleno centro histórico de la localidad, a escasos 100 metros del lugar más fotografiado y emblemático del pueblo (Plönlein, en la foto de entrada de ésta crónica) y a escasa distancia de todos los sitios de interés (el centro histórico de Rothenburg no es muy grande, la verdad). La habitación era muy amplia y cómoda, el baño bastante angosto y el acceso a la habitación muy incómodo, por medio de una empinada escalera interior que fue un desafío constante. El balcón era estupendo, pero por desgracia no lo utilizamos nada, porque la climatología nos jugó una mala pasada al comienzo de nuestras vacaciones y no se puso de nuestra parte, ni tan siquiera un poquito. El día de nuestra llegada no dejó de llover en ningún momento, una lluvia entre ligera y moderada (pero constante) que condicionó mucho nuestra visita a ésta preciosa localidad. Al menos la habitación de la pensión tenía muy buena calefacción, imprescindible para secar abrigos y pantalones por la noche. 


       Rothenburg es una localidad muy famosa entre los turistas orientales, con el turismo japonés a la cabeza, algo de lo que nos dimos buena cuenta nada más llegar al ver muchos letreros escritos con caracteres de aquella región. De lo poco bueno que ha traído el bicho éste es que al menos se puede disfrutar de los lugares con cierta tranquilidad y ausencia de gente, algo de agradecer en lugares tan turísticos como Rothenburg. Rothenburg representa la imagen más romántica de Alemania, la cabecera de una ruta (la ruta romántica) que pasa por lugares como Neuschwanstein o Füssen (puedes ver la entrada AQUÍ), una ciudad detenida en el tiempo que ha hecho de su pasado medieval su futuro. Pero Rothenburg es también la localidad de la Navidad (el museo de la Navidad Alemán se encuentra aquí), y se pueden encontrar tiendas especializadas en artículos artesanales navideños (y no navideños) abiertas a lo largo de todo el año. Y claro, entre tanto artículo no pude resistirme a ampliar mi ya extensa colección de jarras con una más...



       Pero ¡descubramos Rothenburg ob der Tauber! (aunque sea bajo la lluvia). Como ya he comentado, el centro histórico de la ciudad es bastante pequeño y se recorre fácilmente andando. No es exagerado decir que en 2 ó 3 horas ya habrás dado buena cuenta de lo que la ciudad ofrece intramuros. Recorrer la muralla, uno de los grandes atractivos de la visita (y una excelente manera de conocer la ciudad en días lluviosos), te llevará otras 2 ó 3 horas, dependiendo de tu ritmo y del tiempo que emplees en descubrir los rincones e imágenes que el recorrido te deparará (el recorrido en sí son unos 6 kilómetros). El pasado medieval queda patente en cada rincón, un pasado que ha llegado hasta nuestros días en un estado de conservación envidiable y gracias al cual la localidad goza de la fama mundial que tiene. En Rothenburg las piedras hablan, y cuentan historias de reyes y nobles, de ciudadanos y comerciantes, la historia de una ciudad que tuvo el estatus de "ciudad libre" hasta comienzos del S. XIX y cuyo centro histórico apenas se vio afectado por los bombardeos que sí afectaron otras zonas de la ciudad durante la II Guerra Mundial. Considerada por muchos como la ciudad prototipo alemana, el centro histórico se presenta al viajero con sus calles adoquinadas y las características casas de madera entramada. Sin duda, y a pesar de la lluvia, fue todo un placer tener la oportunidad de recorrer sus calles casi en completa soledad. 







        La plaza del Mercado es el epicentro de la actividad de la ciudad antigua, presidida por el solemne edificio del ayuntamiento, justo enfrente de un grupo de coloridas casas, el contraste en perfecta armonía. En la plaza encontramos también un par de edificios tradicionales con los entramados de madera visibles, así como el "Ratstrinkstube", el edificio que cuenta con un campanario y dos ventanas laterales que, entre las 10 de la mañana y las 10 de la noche se abren para contar la historia del alcalde que apostó que era capaz de beber tres jarras de vino de una vez a cambio de que los invasores no destruyeran la ciudad. A la vista del aspecto de la ciudad, está claro que el alcalde bebía bastante y tuvo éxito en su empresa, y que los invasores también cumplieron su palabra. No teníamos idea de ésta historia, pero vimos un grupito de gente esperando en la plaza del mercado por la mañana y resultó que esperaban para ver la representación de ésta historia (la representación es súper cutre, porque los muñecos ni se mueven ni nada); pero bueno, lo vimos por casualidad y luego busqué el significado (un poco al revés de cómo debería haber sido). 








      Descubrir Rothenburg a pie de calle es fascinante, pero lo mejor de la visita (tal vez condicionado por la meteorología y por mi particular pasión por éstas actividades) fue poder recorrer la muralla que rodea la ciudad y desde la que se tienen unas vistas inigualables de la arquitectura de la ciudad - y de nuevo, prácticamente solo, ¡una experiencia impagable!. He de reconocer que a mí este tipo de cosas que se salen de lo normal me apasionan, como poder recorrer una muralla medieval; un paseo por la muralla es un viaje en el tiempo, un recorrido por la historia de la ciudad que te traslada a otra época. La muralla está en perfecto estado de conservación y te permite recorrer (a cubierto, lo que en tiempos de lluvia se agradece enormemente) aproximadamente un 40% del perímetro de la ciudad. Otro 40% se puede recorrer a pie de muralla y el 20% restante del recorrido discurre sin fortificación. En total, unos 6 kilómetros. Es una de las actividades que sin duda recomiendo a todo el que visite la ciudad, ya que además de ofrecer unas vistas singulares e inigualables de Rothenburg, te permite recorrer todo el perímetro de la ciudad medieval, jalonado de torres de vigilancia y seguridad. Personalmente, lo que más me gustó de Rothenburg (después de la gran experiencia en Jinshanling (AQUÍ) está claro que lo que me gusta es recorrer murallas, subirme a piedras, ¡qué le vamos a hacer!). Y como prometí que éste iba a ser un paseo en imágenes, con poco que leer, ahí te pongo unas cuantas fotos para que te hagas una idea de lo que hablo y el por qué de mi entusiasmo. 



























       Y para finalizar éste breve recorrido en imágenes por la bonita localidad de Rothenburg o.d.T., te invito a que salgas del casco histórico de la ciudad y te acerques al curioso puente romano de doble arco, al que se accede por un bonito camino entre árboles y hojas caídas (en otoño), un paseo de unos 10 minutos (máximo) que te conduce a este curioso puente desde el que se tienen unas bonitas vistas de la ciudad en lo alto y de los viñedos que crecen a la orilla del río Tauber. Y antes de finalizar, una breve reseña gastronómica: visitar lugares en tiempos de pandemia tiene muchos inconvenientes, siendo el principal de ellos que muchos lugares de restauración están cerrados u ofrecen servicios limitados. Sinceramente, durante nuestra estancia no dimos con ningún lugar que mereciera una reseña particularmente positiva y que pudiera recomendarte; de los que probamos, me quedaría con el Baumeisterhaus Inh. Dieter Neupert, situado en la Schmiedgasse, a la entrada a la Plaza del Mercado, que ofrece una carta de productos regionales a precios contenidos: buenas raciones aunque excesivo uso de especias y sal en todos los platos. 



Chiemsee

        Y del Norte de Baviera, nos vamos al Sur. Como ya te he comentado, Baviera fue el inicio y el final de unas vacaciones atípicas donde el plato fuerte estuvo en Austria, viaje del que te hablaré en una próxima entrada. El lago Chiem es una zona del sur de Alemania muy frecuentada por los turistas nacionales. Vaya por delante que, sin quitarle méritos a la zona, que los tiene, la estancia no respondió a las expectativas creadas, tal vez condicionadas en parte por la belleza de los paisajes de los que pudimos disfrutar en Austria, y en ésta comparación inmediata el lago Chiem sale perdiendo claramente. La idea para los últimos días de nuestras vacaciones era clara: descanso, naturaleza y rutas de senderismo por los alrededores, repletos de lagos. Para nuestra estancia de 3 noches no alojamos en un apartamento de Airbnb situado en Hirnsberg, Bad Endorf (en torno a los 100€/noche), un apartamento muy amplio y muy bien equipado, con todo en perfecto estado y limpio, situado en la pequeña localidad de Hirnsberg, a unos 4 Km de Bad Endorf, con unas vistas estupendas de la zona. La estancia fue muy cómoda y sin duda recomendaría el alojamiento a cualquiera que visitara ésta región. A unos 100m escasos de la casa hay un restaurante (Gasthaus Hilger, https://gasthaus-hilger.de/) que ofrece platos tradicionales de comida bávara a precios razonables: buen servicio, admiten perros y buena comida. Una opción acertada. 



      La pequeña localidad de Hirnsberg no tiene mucho: un puñado de casas, el restaurante mencionado anteriormente, una diminuta tienda de comestibles y más casas de vacaciones que habitantes. Como toda localidad en la zona, por pequeña que sea, cuenta con su iglesia (Mariä Himmelfahrt), una iglesia de aspecto humilde y sobrio exteriormente que para nada se corresponde con su rico y ornamentado interior; la iglesia data del S. XV y sin duda merece la pena una visita (si estás allí, claro; si no, ir a propósito a verla puede ser excesivo). 


     El lago Chiem (Chiemsee) es conocido popularmente como "el mar de Baviera"; ocupa una extensión de 80 Km2, con unos 64Km de perímetro costero y profundidades que oscilan entre los 25 y los 70 metros. Es un lago de agua dulce situado en una cuenca glaciar, con cañaverales y arbustos costeros y tres islas en su interior: la Herrenchiemsee (la isla del caballero) es la mayor de ellas y alberga un palacio construido a imagen de Versalles por Luis II de Baviera a finales del S. XIX, aunque nunca llegó a terminarse (el palacio se puede visitar durante la temporada estival); la Frauenchiemsee (la isla de las mujeres) alberga una pequeña villa y un convento benedictino que data del S. VIII en el que las monjas producen mazapán y un licor artesanal; y la Krautinsel (la isla de la hierba) que es un pequeño islote deshabitado. Durante el verano es posible visitar las dos primeras (hay barcos que salen desde las principales poblaciones que se asientan a lo largo del borde del lago, e incluso conexiones entre islas), pero en Octubre y con las medidas preventivas por el covid-19 éstas conexiones eran mínimas (pocas frecuencias de barcos) y no nos lanzamos a conocer ninguna de ellas. Nos conformamos con descubrir el lago recorriendo la carretera que lo bordea y visitando algunas de las localidades que allí se ubican. Sinceramente, nada especial: la carretera discurre a menudo bastante alejada del lago (hubiera sido más acertado haber hecho el recorrido en bicicleta, ya que hay caminos para ello que discurren mucho más cerca del lago, pero después de la aséptica experiencia vivida en Austria en una excursión similar, la verdad es que en ésta ocasión ni valoramos la opción) y hay pocos lugares para parar fuera de las poblaciones (algo similar a lo ya vivido en el Lago Constanza - AQUÍ), lo que condiciona mucho el éxito de la empresa. A pesar de lo anterior, el lago ofrece un buen puñado de lugares en los que se puede disfrutar de un paseo y de las estupendas vistas que ofrece el paisaje, con los característicos muelles de madera que dan forma a la identidad del lago y hacen de él su elemento más distintivo. Supongo que en verano, y en un año normal, el lago tenga más actividad y alicientes para la visita, porque la verdad es que en otoño de un año de pandemia, las actividades que se pueden hacer en el lago son más bien escasas (nulas). 












      Descubierto el Chiemsee (en coche, no andando como nos hubiera gustado - al menos una parte), nos lanzamos a descubrir los alrededores embarcándonos en alguna ruta de andar. Con la ayuda de una aplicación sobre rutas de "hiking", nos decantamos por hacer una ruta que discurría entre nada menos que siete lagos, de unos 7Km de longitud, ideal para disfrutar un par de horas haciendo una actividad al aire libre. La ruta resultó bonita, y caminamos la mayor parte del tiempo entre bosques y terrenos arbolados, pero ni rastro de los lagos que solo fueron visibles en momentos puntuales. Y es que conviene recordar que los lagos en ésta región son más parecidos a pantanos de aguas estancadas, con abundante maleza y ramas en las orillas que prácticamente impiden ver el agua y contemplar las vistas, nada que ver con los soberbios lagos austriacos, amplios y de aguas cristalinas. La ruta nos decepcionó un poco, porque la verdad es que no es lo que esperábamos y se asemejó bastante a cualquiera de las rutas que podemos hacer en los alrededores de Colonia, donde también hay un número de éstos lagos en las cercanías. Los colores del otoño nos acompañaron en nuestro recorrido, un aliciente más en éste tipo de caminatas por la naturaleza. 



     Así las cosas, como la zona no ofrecía todo lo que esperábamos, nuestro último día en la región lo empleamos en una nueva visita urbana, Wasserburg am Inn, una bonita localidad medieval situada en un meandro del río Inn, siendo su ubicación su atractivo más remarcable (desgraciadamente, sin una foto aérea ésta característica no se aprecia). La entrada a la ciudad antigua atravesando el río se puede realizar únicamente a través del Wasserburge Innbrücke, que conduce a la puerta de la ciudad tras la cual te encontrarás en otra época, con restos medievales y coloridos edificios tradicionales. Por desgracia el puente es la única entrada en ésta especie de península fluvial, tanto para coches como para peatones, por lo que el tráfico es muy abundante y le resta cierto encanto a la visita. Una vez dentro de la ciudad antigua (muy pequeña, se recorre fácilmente andando en un par de horas) destacan el edificio del ayuntamiento, la iglesia de St. Jakob o el propio castillo (más bien palacio) que da nombre a la ciudad. La ribera oriental alberga numerosas obras de arte al aire libre, un bonito paseo por éste meandro del río Inn que confiere un carácter tan especial a ésta localidad. Una visita interesante sin duda, aunque no imprescindible (depende de tus planes en la región). 


















      Y hasta aquí cuanto dio de sí la parte "bávara" de nuestras vacaciones de Otoño; en breve te contaré todo referente a nuestra visita a Austria, donde pasamos una semana visitando Salzburgo y la región de Alta Austria, todo un placer para los amantes de la naturaleza y las rutas a pie. Sigue atento que, a pesar de todo, ¡sigo en movimiento!.


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