Tiempo de lectura: en torno a 20 minutos.
Tiempo para las fotos: todo el que tengas/desees.
Con la resaca de las fiestas navideñas en la memoria, y tras una breve estancia en Colonia, por fin llegó el día del viaje; en plena víspera del año nuevo Chino (el año de la rata, fechas que tratamos de evitar a toda costa), y de la explosión de la crisis del coronavirus, comenzamos nuestro viaje de grupo a China. La primera parada de nuestro recorrido fue Shanghai, una de las ciudades más grandes y más pobladas del mundo.
De la organización del viaje se encargó mi hermana y la verdad es que yo no puedo sino agradecerle el tiempo y el esfuerzo empleados en organizar un viaje de estas características, porque mi agenda de viajes y de trabajo desde Agosto del año pasado no me han dado respiro y me hubiera sido imposible preparar el viaje como una empresa de ésta magnitud requiere. Y así, confiando en las dotes organizativas de mi hermana, me olvidé del viaje prácticamente hasta el comienzo de las “vacaciones” navideñas (que no fueron tal, por otros motivos), cuando tuvimos que cambiar los planes para obtener el visado chino debido a un cambio en la normativa que entró en vigor el 20 de Diciembre – justo el día que el grupo tenía pensado pedir un visado de grupo a Shanghai. Desde esa fecha, las autoridades chinas exigen huella de los 10 dedos de las manos para emitir el visado. En ésta ocasión fue mi cuñado quien se encargó de investigar el asunto a fondo y de proponer solución, que pasó por organizar un viaje exprés a una de las oficinas de tramitación de visados autorizados por la Embajada China en Madrid el 26 de Diciembre para entregar los papeles (por suerte en esas fechas pudimos pedir cita en solo unos días) y tramitar el visado (60€ del visado + 66€ de costes de gestión). Primer problema solventado y una nueva complicación que se suma a las ya existentes si quieres visitar China.
Llegado el día marcado en rojo en el calendario, emprendimos el
viaje que nos llevaría hasta Shanghai, vía Paris CDG, aeropuerto en el que me
uní al grueso del grupo que volaba desde Madrid. Los vuelos a Shanghai suelen
ser bastante económicos, y se pueden encontrar fácilmente vuelos en buenos
horarios y con compañías conocidas por debajo de los 500€ (incluso si se
compran con poca antelación), pero con el año nuevo chino a la vuelta de la
esquina y el añadido de Harbin el precio se disparaba un poco más. Al final, el
precio se quedó en los 640€ (Dusseldorf – Paris – Shanghai con China Eastern,
en código compartido con Air France, Shanghai – Harbin – Pekín – Ámsterdam con
China Southern en código compartido con KLM, y Ámsterdam – Dusseldorf con KLM).
El vuelo hacia Shanghai, de unas 11 horas de duración, discurrió sin
incidentes: tuve la fortuna de tener el asiento adyacente vacío, con lo que
pude gozar de algo más de espacio en mi apretado asiento de la clase turista.
La oferta de ocio de China Eastern es muy mala, posiblemente la peor de todas
las compañías con las que he volado hasta la fecha: solo un título en Castellano
y muy pocos en inglés – y poco actuales. Pese al espacio “extra” ofrecido por
el asiento vacante adyacente, no pude dormir durante el vuelo, y sin películas
que ver la verdad es que el viaje se hizo un poco pesado. Pero las 11 horas
pasaron (no volando, pero pasaron) y llegamos a Shanghai un poco antes de la hora programada.
Completados los interminables tramites de visados, pasaportes y recogidas de maletas (con reclamación incluida ya que una de las maletas del grupo perdió una rueda en el intento), nos dirigimos hacia nuestro alojamiento para las siguientes 5 noches. Para llegar desde el aeropuerto de Pudong hasta el centro de la ciudad de Shanghai hay varias opciones: taxi, metro, autobús y tren magnético. Nosotros nos decantamos por esta última opción (una de las más caras, si no la más, sobre todo cuando se viaja en grupo) más que nada por la comodidad y rapidez. El tren cuesta 50 CNY (1 € equivale aproximadamente a 7,7 CNY) – trayecto simple - u 80 CNY el trayecto de ida y vuelta (la vuelta se puede emplear en los siete días siguientes al empleo del trayecto de ida). Nosotros pagamos 85 CNY/persona para comprar el billete de ida y vuelta, incluyendo 24h de acceso al metro a contar desde el momento de la entrada. El tren magnético (conocido como MAGLEV) se quedó en unos “ridículos” 300 Km/h de velocidad máxima en nuestro recorrido hacia el centro, velocidad suficiente para cubrir el trayecto que separa el aeropuerto de Pudong de la estación de Longyang (unos 35Km) en unos 10 minutos. Desde Longyang cogimos el metro para dirigirnos al SSAW Boutique Hotel Shanghai (170€/personal la habitación triple superior), un hotel convenientemente ubicado cerca de la parada de metro de Yuyuan Gardens (línea 10). La habitación era amplia, suficiente para tres personas, aunque no nos dieron la habitación que habíamos reservado en una planta superior con vistas (porque al parecer estas habitaciones familiares solo se encuentran en las plantas inferiores del edificio – o lo que es lo mismo, que pagamos de más por nada). En el precio estaba incluido el minibar gratis (aunque con una oferta muy limitada – que eso sí, reponían a diario), desayuno buffet aceptable (aunque en los 5 días de nuestra estancia apenas variaron la oferta) y la conexión de internet WiFi buena pero con las limitaciones conocidas de la conexión a internet en China y a ciertas aplicaciones de mensajería. El personal del hotel, como suele ser habitual en China de acuerdo a mi experiencia, se mostró totalmente ineficiente, poco profesional e incapaz de comunicarse o entender inglés, algo que a estas alturas resulta totalmente incomprensible – y es que cuando digo que no hablan inglés correctamente no me refiero a que no puedan hacer una disertación en la lengua de Shakespeare sobre un tema de actualidad: palabras básicas o incluso los números son conceptos totalmente desconocidos para la gente, que no olvidemos trabajan en la recepción de un hotel de 4 estrellas con abundante clientela europea; algo similar me he encontrado incluso en hoteles de 5* de la famosa cadena hotelera Hilton. Un hotel que cumplió, sin más, pero al que posiblemente no regresaría si se diera la ocasión, más que por las instalaciones en sí por el personal y la pésima gestión del establecimiento.
Completados los interminables tramites de visados, pasaportes y recogidas de maletas (con reclamación incluida ya que una de las maletas del grupo perdió una rueda en el intento), nos dirigimos hacia nuestro alojamiento para las siguientes 5 noches. Para llegar desde el aeropuerto de Pudong hasta el centro de la ciudad de Shanghai hay varias opciones: taxi, metro, autobús y tren magnético. Nosotros nos decantamos por esta última opción (una de las más caras, si no la más, sobre todo cuando se viaja en grupo) más que nada por la comodidad y rapidez. El tren cuesta 50 CNY (1 € equivale aproximadamente a 7,7 CNY) – trayecto simple - u 80 CNY el trayecto de ida y vuelta (la vuelta se puede emplear en los siete días siguientes al empleo del trayecto de ida). Nosotros pagamos 85 CNY/persona para comprar el billete de ida y vuelta, incluyendo 24h de acceso al metro a contar desde el momento de la entrada. El tren magnético (conocido como MAGLEV) se quedó en unos “ridículos” 300 Km/h de velocidad máxima en nuestro recorrido hacia el centro, velocidad suficiente para cubrir el trayecto que separa el aeropuerto de Pudong de la estación de Longyang (unos 35Km) en unos 10 minutos. Desde Longyang cogimos el metro para dirigirnos al SSAW Boutique Hotel Shanghai (170€/personal la habitación triple superior), un hotel convenientemente ubicado cerca de la parada de metro de Yuyuan Gardens (línea 10). La habitación era amplia, suficiente para tres personas, aunque no nos dieron la habitación que habíamos reservado en una planta superior con vistas (porque al parecer estas habitaciones familiares solo se encuentran en las plantas inferiores del edificio – o lo que es lo mismo, que pagamos de más por nada). En el precio estaba incluido el minibar gratis (aunque con una oferta muy limitada – que eso sí, reponían a diario), desayuno buffet aceptable (aunque en los 5 días de nuestra estancia apenas variaron la oferta) y la conexión de internet WiFi buena pero con las limitaciones conocidas de la conexión a internet en China y a ciertas aplicaciones de mensajería. El personal del hotel, como suele ser habitual en China de acuerdo a mi experiencia, se mostró totalmente ineficiente, poco profesional e incapaz de comunicarse o entender inglés, algo que a estas alturas resulta totalmente incomprensible – y es que cuando digo que no hablan inglés correctamente no me refiero a que no puedan hacer una disertación en la lengua de Shakespeare sobre un tema de actualidad: palabras básicas o incluso los números son conceptos totalmente desconocidos para la gente, que no olvidemos trabajan en la recepción de un hotel de 4 estrellas con abundante clientela europea; algo similar me he encontrado incluso en hoteles de 5* de la famosa cadena hotelera Hilton. Un hotel que cumplió, sin más, pero al que posiblemente no regresaría si se diera la ocasión, más que por las instalaciones en sí por el personal y la pésima gestión del establecimiento.
Shanghai, con sus más de 24 millones de habitantes, es la
ciudad más grande del gigante asiático (incluso por delante de Beijing) y la
segunda del mundo. Poco más hay que añadir. Tratar de conocer una ciudad de
semejante envergadura en unos días es una quimera imposible de afrontar. Al
igual que lo sucedido en tantas otras ciudades, Shanghai fue originalmente una
aldea de pescadores que ganó importancia como puerto de mercancías a lo largo
del S. XIX. Desde el año 1990 la ciudad se ha convertido en un centro
financiero reconocido internacionalmente y el desarrollo urbanístico de los
últimos 20 años ha cambiado por completo el perfil de aquella pequeña aldea que
un día fue y de la que hoy en día apenas quedan resquicios. A este respecto
resulta muy ilustradora la secuencia de imágenes sobre el perfil de la ciudad
que se proyecta a la entrada de la Perla de Oriente, el edificio más
emblemático de la ciudad, y que muestra el frenético e impresionante cambio de
la ciudad desde el año 1994 hasta nuestros días. Sin duda una de esas ciudades
que posiblemente resulten irreconocibles si se visita en otros 10 años desde la
fecha actual.
En Shanghai pasamos 5 noches, y durante sus correspondientes
días (marcados por una meteorología adversa, alternando días de lluvia con días
de niebla – no sabría decir qué condición es peor para el viajero), nos
limitamos a recorrer los lugares más emblemáticos de la ciudad, aquellos que no
pueden faltar en una primera visita a la megápolis asiática, y a tratar de
experimentar la cultura local tanto como pudimos.
El bund
Este es el nombre que recibe el paseo que discurre paralelo
al río Huangpu que baña la ciudad. Es la visita por excelencia en la ciudad, la
zona que sí o sí tienes que visitar. El bund ofrece las vistas más impactantes
de la ciudad, al tiempo que ofrece un contraste único del que muy pocas
ciudades pueden presumir: la orilla oriental representa el progreso, la
modernidad, el desarrollo urbanístico desorbitado que ha cambiado el perfil de
la ciudad en un tiempo récord. Los rascacielos se amontonan y parecen haber
entrado en una competición por alcanzar la mayor altura posible: si en el año
2004 el número de edificios con una altura superior a las 11 plantas era de
cerca de 7.000, en el año 2011 el número de esos edificios era de 20.000, con
1.000 de ellos sobrepasando los 30 pisos. En enero de 2019 había planificados
(en construcción o en fase de proyecto) en torno a 170 rascacielos, de los
cuales 5 sobrepasarán los 300 metros de altura. El récord de altura local lo ostenta en la
actualidad la Torre de Shanghai, edificio finalizado en el año 2015 y que con
sus 632 metros de altura gobierna la ciudad de Shanghai. Es el edificio más alto de
China y el segundo del mundo. La segunda posición de este ránking local lo
ostenta el edificio del Centro Financiero (conocido popularmente como el abre
botellas, por su característica terminación), que data del año 2008 y se alza
492 metros sobre el nivel del suelo. El podio lo completa el edificio más
representativo de la ciudad, el conocido como La Perla de Oriente, que data del
año 1994 y alcanza los 470 metros de altura. La Perla es el edificio más carismático
de todos cuantos pueden verse en Shanghai, y el que marcó el inicio de la
transformación de la ciudad a finales del S. XX.
Si la orilla oriental está dominada por los gigantes de acero y cristal, la orilla occidental ofrece, en contraste, una imagen mucho más tradicional de Shanghai, con los edificios de estilo colonial abriéndose paso, testigos recientes del pasado de la ciudad. En la actualidad la gran mayoría de estos edificios están ocupados por entidades financieras u hoteles de gran lujo. Si por el día el bund parece estar dormido, al atardecer goza de plena efervescencia: las luces iluminan vistosamente los edificios en ambas márgenes del río Huangpu y cientos de personas se congregan para disfrutar del espectáculo de luz y color que se dibuja sobre los edificios de la zona financiera. Este espectáculo de luz se puede observar a diario entre las 16 y las 22 horas (durante la temporada invernal).
Se puede pasar de una orilla a otra del río a través de un túnel panorámico (así es como lo venden); la bromita cuesta 50 CNY y la verdad es que es una tomadura de pelo en toda regla. Te montan en una especie de cápsula que circula por carriles, a modo de vagón de metro, y durante el recorrido te muestran algunas imágenes (que no sabes muy bien a qué propósito se muestran). Una puesta en escena no muy cuidada y un recorrido de un par de minutos que no merece la pena en absoluto. Lo bueno es que te deja a los pies de la Perla, ¡algo es algo!.
Si la orilla oriental está dominada por los gigantes de acero y cristal, la orilla occidental ofrece, en contraste, una imagen mucho más tradicional de Shanghai, con los edificios de estilo colonial abriéndose paso, testigos recientes del pasado de la ciudad. En la actualidad la gran mayoría de estos edificios están ocupados por entidades financieras u hoteles de gran lujo. Si por el día el bund parece estar dormido, al atardecer goza de plena efervescencia: las luces iluminan vistosamente los edificios en ambas márgenes del río Huangpu y cientos de personas se congregan para disfrutar del espectáculo de luz y color que se dibuja sobre los edificios de la zona financiera. Este espectáculo de luz se puede observar a diario entre las 16 y las 22 horas (durante la temporada invernal).
Se puede pasar de una orilla a otra del río a través de un túnel panorámico (así es como lo venden); la bromita cuesta 50 CNY y la verdad es que es una tomadura de pelo en toda regla. Te montan en una especie de cápsula que circula por carriles, a modo de vagón de metro, y durante el recorrido te muestran algunas imágenes (que no sabes muy bien a qué propósito se muestran). Una puesta en escena no muy cuidada y un recorrido de un par de minutos que no merece la pena en absoluto. Lo bueno es que te deja a los pies de la Perla, ¡algo es algo!.
Explorando el skyline de la ciudad
En una ciudad de rápido crecimiento como Shanghai, uno de
los principales atractivos se encuentra en disfrutar del skyline desde todos
los ángulos posibles, y para ello nada mejor que subir a uno de los numerosos
miradores que se ubican en las azoteas de algunos de los edificios más altos
del distrito financiero. Durante los días de nuestra visita la meteorología no
estuvo de nuestra parte: los días de niebla iniciales dieron paso a la lluvia,
por lo que cualquier intento de descubrir la ciudad desde lo alto de la Torre
de Shanghai resultó infructuoso debido a la limitada visibilidad – con frecuencia
la parte superior de la torre se ocultaba tras las nubes.
Nos tuvimos que conformar con subir a la torre Jin Mao, que ofrece un mirador en la planta 88, a 340m de altura, y que la verdad me decepcionó enormemente: al margen de la reducida visibilidad debida la niebla (de la que ya estábamos avisados), el mirador es interior (no tienen una terraza exterior), y los cristales no estaban todo lo limpios que debieran, máxime considerando el precio de la entrada, 120 CNY).
Una opción mucho mejor puede ser subir a la terraza del hotel Ritz-Carlton Shanghai Pudong, que ofrece una terraza exterior frente a la Perla, un lugar en el que se puede disfrutar de una bebida o un tentempié a precios altos pero no prohibitivos, considerando la privilegiada ubicación del lugar y las vistas que ofrece: una cerveza de 0.5l cuesta 105 CNY y por 575 CNY los más antojados pueden disfrutar de una botella de vino blanco y 6 ostras cuidadosamente preparadas.
Pero para obtener una de las mejores vistas de la ciudad, te recomiendo subir al bar del hotel Hyatt on the Bund. Nosotros inicialmente reservamos mesa para cenar en el restaurante de la planta superior, pero reservamos a las 21:30h, y con la ciudad apagándose a las 22:00h decidimos prescindir de la experiencia culinaria y simplemente visitar el bar con terraza abierta para disfrutar de las vistas de la ciudad el día de nuestra despedida de Shanghai. La entrada cuesta 110 CNY e incluye una bebida “standard”, que puede ser cerveza, vino, champagne, algún cócktail e incluso licores. Sin duda, amplia la oferta de bebidas standard que ofrece el establecimiento. Desde la terraza del bar se pueden obtener la típica imagen de postal de la ciudad de Shanghai, con el edificio de la Perla dominando la ribera del Huangpu. Sin duda una experiencia, la de subir a uno (o varios, como en nuestro caso) de los numerosos miradores con que cuenta la ciudad, que no puedes dejar pasar.
Nos tuvimos que conformar con subir a la torre Jin Mao, que ofrece un mirador en la planta 88, a 340m de altura, y que la verdad me decepcionó enormemente: al margen de la reducida visibilidad debida la niebla (de la que ya estábamos avisados), el mirador es interior (no tienen una terraza exterior), y los cristales no estaban todo lo limpios que debieran, máxime considerando el precio de la entrada, 120 CNY).
Una opción mucho mejor puede ser subir a la terraza del hotel Ritz-Carlton Shanghai Pudong, que ofrece una terraza exterior frente a la Perla, un lugar en el que se puede disfrutar de una bebida o un tentempié a precios altos pero no prohibitivos, considerando la privilegiada ubicación del lugar y las vistas que ofrece: una cerveza de 0.5l cuesta 105 CNY y por 575 CNY los más antojados pueden disfrutar de una botella de vino blanco y 6 ostras cuidadosamente preparadas.
Pero para obtener una de las mejores vistas de la ciudad, te recomiendo subir al bar del hotel Hyatt on the Bund. Nosotros inicialmente reservamos mesa para cenar en el restaurante de la planta superior, pero reservamos a las 21:30h, y con la ciudad apagándose a las 22:00h decidimos prescindir de la experiencia culinaria y simplemente visitar el bar con terraza abierta para disfrutar de las vistas de la ciudad el día de nuestra despedida de Shanghai. La entrada cuesta 110 CNY e incluye una bebida “standard”, que puede ser cerveza, vino, champagne, algún cócktail e incluso licores. Sin duda, amplia la oferta de bebidas standard que ofrece el establecimiento. Desde la terraza del bar se pueden obtener la típica imagen de postal de la ciudad de Shanghai, con el edificio de la Perla dominando la ribera del Huangpu. Sin duda una experiencia, la de subir a uno (o varios, como en nuestro caso) de los numerosos miradores con que cuenta la ciudad, que no puedes dejar pasar.
Jardines Yuyuan
Como nuestro hotel se encontraba muy cerca de los jardines, a los que podíamos llegar andando, tuvimos la oportunidad de explorar la zona en varias ocasiones. De camino a los jardines se pasa por varias calles tradicionales de la ciudad, calles que ofrecen una visión bien distinta de la urbe de aquella proyectada por los gigantescos edificios que se alzan a tan solo unos cientos de metros, calles en las que la vida discurre a otro ritmo. Algunos negocios tradicionales aún sobreviven al paso del tiempo, aunque la mayoría se han reconvertido en tiendas de recuerdos o de artículos de consumo de turismo. El precio del progreso, imagino. En los alrededores de los jardines sobreviven numerosos edificios tradicionales chinos, vistosamente decorados con motivo del año nuevo chino (el año de la rata), construcciones tradicionales muy llamativas, aunque la decoración del año nuevo ocultaba parcialmente la belleza de las mismas. En los bajos de los edificios se puede encontrar casi de todo: recuerdos, restaurantes, productos de gastronomía local y hasta templos. La casa de té, que se ubica en una isla artificial en el centro de un lago artificial y a la que se accede a través del zigzagueante puente Jiuqu, es el epicentro de todas las miradas y visitas en esta zona anexa a los jardines.
Los jardines Yuyuan (30 CNY, lunes cerrado) presentan todos los elementos de los jardines tradicionales chinos: vegetación, rocas, lagos y edificios, todos conviviendo en perfecta armonía, un lugar creado para la meditación y la relajación. Los jardines son muy populares y son frecuentados no solo por turistas sino también por locales. El itinerario marcado es un tanto caótico y nosotros decidimos hacer el recorrido por libre para poder verlo en su totalidad. Los jardines ofrecen la oportunidad de tomar preciosas imágenes, y eso que el día de nuestra visita la lluvia decidió acompañarnos durante el recorrido.
Nanjing Road.
Nanjing Road es la calle comercial por excelencia de Shanghai. En esta calle se dan cita las más renombradas marcas de telefonía, tecnología y moda. Los centros comerciales son la tónica en esta calle, que desemboca hacia el Oeste en la Plaza del Pueblo – un parque público con jardines, lagos y hasta un pequeño parque de atracciones para los más pequeños – y en el bund hacia el Este. La actividad es vibrante a cualquier hora del día en esta calle, más incluso en vísperas del año nuevo chino. Pese a que en la calle hay una numerosa oferta de establecimientos de restauración, mi recomendación personal es que abandones la calle principal y te adentres tan solo unas decenas de metros por alguna de las calles transversales para encontrar establecimientos de restauración mucho más tradicionales, económicos y auténticos. Seguro que no te arrepientes.
Nos vamos de templos en Shanghai
Estando en Asia, no podemos considerar una visita como completa si no se visita algún templo. En Shanghai abundan los templos taoístas, y no tanto los budistas. Como éstos últimos suelen ser bastante más llamativos a la vista, nos lanzamos a descubrir un par de los más grandes de la ciudad, empezando por el Templo del Buda de Jade (30 CNY), situado muy cerca de la parada de metro de Changshou Road (ojo, que hay varias estaciones con nombre muy parecido – Changshou, Changshu, Changshun –, y equivocarse de parada no es extraño si no se lleva el nombre bien escrito o con letra clara…¡por propia experiencia!). El templo data del año 1882 y está formado por varios edificios. Las dos joyas del templo son el buda de jade sentado, de casi dos metros de altura, y el buda de jade reclinado, que tiene una altura cercana al metro.
El otro templo que visitamos es otro de los imprescindibles en Shanghai, el templo Jing’an (parada de metro del mismo nombre, 30 CNY), un enorme recinto religioso rodeado de rascacielos. La pagoda que domina el recinto data del año 2010, aunque la historia de este templo es mucho más antigua, ya que se remonta nada menos que al año 247, cuando fue construido el templo original, aunque en un emplazamiento distinto. No fue hasta el año 1216 cuando el templo se desplazó a su emplazamiento actual. Durante la revolución cultural el templo fue reconvertido en una fábrica de plástico, y en 1983 el templo volvió a recuperar su función original. Sin duda una ajetreada historia la de este templo. En el centro del patio hay un artilugio de bronce (no sabría cómo llamar a este elemento), y la diversión es tratar de meter una moneda en el cuenco superior del artilugio metálico. Se puede pasar un rato entretenido tratando de meter la monedita…¡y evitando las monedas que te puedan llover desde el otro lado!.
La gastronomía local
Uno de los alicientes de todo viaje a Asia es el aspecto gastronómico. Poco tienen que ver la cocina china que nos llega a Europa con la verdadera comida china que se puede disfrutar en su lugar de origen. Y como China es muy grande, es obvio que las diferencias gastronómicas entre las distintas regiones son enormes; poco tiene que ver la gastronomía tradicional de Beijing con la que hemos podido disfrutar en Shanghai (o en Harbin en la siguiente parada de nuestro viaje). La sopa de noodles y los dumplings rellenos son los absolutos reyes gastronómicos, en sus numerosas variantes. Durante nuestra visita hemos huido de los sitios comerciales o turísticos y hemos tratado de imbuirnos de lleno en la cultura culinaria local, frecuentando locales tradicionales (sí, de esos que a simple vista no invitan a entrar…pero cuando están llenos de oriundos, ¡por algo será!) en los que no hemos coincidido con ningún occidental. Obviamente esta comida tradicional no gusta a todo el mundo, y en nuestro grupo tuvimos algún claro ejemplo en ese sentido, pero como dice el dicho, ¡allá donde fueres haz lo que vieres!. Personalmente, yo me adapto a casi todo tipo de comida (excepción hecha de comidas muy picantes – bueeeeno, simplemente picantes) y he quedado muy contento con la experiencia: es lo que suelo hacer cuando viajo en solitario (probar los lugares locales frecuentados por los habitantes de la zona para tener una experiencia más auténtica durante el viaje) y me alegra que el grupo decidiera optar por ésta opción en lugar de ir a sitios más comerciales.
Explorando Shanghai
Obvia decir que Shanghai, una ciudad de 24 millones de habitantes y que ocupa más de 6000 Km cuadrados, ofrece muchísimo más. Una ciudad de la que me atrevería a aventurar que incluso sus habitantes nunca llegan a conocerla por completo. En nuestra visita exprés, al margen de las visitas ya mencionadas, tuvimos la oportunidad de conocer muchos otros rincones, como por ejemplo la concesión francesa, una zona histórica en el centro sur de la ciudad que tiene su origen en la ocupación francesa acontecida después de la guerra del opio. Y es que desde 1849 y hasta 1946 los franceses gobernaron esta región como si fuera parte de Francia.
También hicimos una visita a un curioso mercado de flores y grillos, que sinceramente no sabría deciros muy bien dónde estaba porque dimos bastantes vueltas hasta que lo encontramos (entre la concesión francesa y la muralla de la ciudad), un mercado curioso, tanto por el género en venta como por los rituales de los lugareños para evaluar las virtudes de los insectos (me quedó la duda de saber para qué los usan…); y visitamos uno de los pocos tramos de la antigua muralla de la ciudad que quedan en pie, donde también se encuentra un pequeño templo taoísta. La muralla data de mediados del S. XVI, cuando bajo la dinastía Ming se construyó para proteger la ciudad de los ataques de los piratas japoneses. Originalmente tenía 8 metros de altura y se extendía unos 5 Km con 10 puertas de acceso. En la actualidad solo queda éste tramo de unos 50 metros de longitud (el resto de tiró abajo a principios del S. XX).
La Venecia de Shanghai
El agua es un elemento fundamental en toda civilización, y en esta zona de China cobra una relevancia mayor si cabe. En los alrededores de Shanghai hay numerosos pueblos que conservan los canales que originalmente se emplearon para el comercio fluvial. Uno de los mejores preservados y más interesantes de visitar es Zhujiajiao (se puede llegar fácilmente en metro desde Shanghai, lo que le hace un destino muy interesante - el billete 24 horas para el metro cuesta unos 2.5€), conocido como la Venecia de Shanghai, Zhujiajiao cuenta con más de 1700 años de historia. La visita es gratuita, aunque hay paquetes de entradas para visitar hasta 8 puntos de interés en el recinto turístico de la villa flotante. Las calles interiores están ocupadas por numerosos restaurantes, museos y tiendas de venta de productos locales, todo orientado al creciente turismo (suponemos, porque la verdad es que el día de nuestra visita gente, lo que se dice gente, hubo más bien poquita). Si visitas la oficina de turismo local te podrás hacer con un mapa que siempre es de utilidad para conocer el recorrido ofrecido, que pasa por descubrir varios puentes que comunican ambas orillas de los canales. Entre medias puedes visitar algún templo local, como el del dios de la ciudad (10 CNY), o el bellísimo templo budista que se ubica en la confluencia del canal con el río Dianpu (10 CNY), y desde cuya planta superior de la pagoda se tienen unas vistas estupendas de la ciudad de los canales. Un sitio muy pintoresco, durante el día, y también de noche, cuando cientos de farolillos iluminan los canales con sus cálidos tonos rojizos; ni tan siquiera la lluvia consiguió arruinar la belleza del atardecer sobre la ciudad de los canales. Una visita de lo más recomendable.
Y ésto es cuanto dieron de sí nuestros 5 días en Shanghai. Por delante, tres noches más en Harbin, para descubrir la ciudad de hielo. En Shanghai gozamos de buenas temperaturas (pese a la lluvia), rondando los 8-10º, pero en Harbin los pronósticos apuntaban ¡máximas de unos -10º y mínimas de -26º! Abandonamos la ciudad con destino al aeropuerto, de nuevo a bordo del MAGLEV, que ésta vez sí, alcanzó ¡¡431 Km/h!!, unas cifras más parecidas a lo que tenía yo en mente. Una primera experiencia en Shanghai que me dejó con muy buen sabor de boca (pese a la meteorología, que no hizo mucho por ayudar), y ¡deseando llegar a Harbin! Pero ésto te lo contaré en una próxima crónica, en unos días, así que ¡estate atento al blog porque vienen novedades!
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