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Indonesia, mucho por descubrir (Parte 2) - Java central / Yogyakarta y Blitar

       Después de la fascinante experiencia vivida con los orangutanes en Kalimantan, era momento de continuar el viaje en solitario. El pequeño aeropuerto de Pangkalan Bun fue el lugar de despedida de mis compañeros de viaje en el tour del klotok; mientras ellos regresaban a España, yo me dirigía a mi próximo destino: Semarang y Yogyakarta. Después de pagar las correspondientes tasas de salida del aeropuerto (11.000 IDR en ésta ocasión) y de los pertinentes "no controles" de seguridad, el ATR72 de Trigana Air me llevó puntual a mi destino. Decidí emplear el autobús para hacer el trayecto hacia Yogya. El taxi del aeropuerto a la estación de autobuses de Terboyo, en Semarang, me llevó a mi destino en unos 25 minutos por algo menos de 60.000 IDR. A la llegada a la estación una legión de buscadores de fortuna me abordaron para "ofrecerme" su particular oferta para viajar a Yogya. Tener una buena guía a mano en estas ocasiones ayuda mucho, ya que además de ayudarte a preparar el viaje habitualmente te puede sacar de algún pequeño apuro durante el mismo, el primero de ellos en aquel mismo momento, ya que lo que me ofrecían no se correspondía con el precio que había visto en la Lonely Planet. Finalmente conseguí deshacerme de mis "desinteresados amigos" para dar con el autobús que hace la ruta a Yogya, el conocido como PATAS, con aire acondicionado (40.000 IDR).
        A los pocos minutos de emprender la marcha el autobús se detuvo en una aldea cercana durante algo más de media hora, tiempo que aprovecharon no menos de una veintena de vendedores para abordar el autobús en busca de clientes, ofreciendo un inimaginable surtido de artículos, desde las tradicionales bebidas y dulces de la zona hasta revistas religiosas y otras de animación, un carrusel de vendedores ambulantes que convirtieron el hasta entonces autobús refrigerado en una pequeña sauna inundada por multitud de olores. Algo menos de cuatro horas después de su salida de Semarang, el autobús llegaba a Yogyakarta. En la estación de autobuses había taxis (azules oscuros), pero el precio que me pedían para llevarme al hotel me pareció excesivo, así que maleta en mano salí a la avenida principal y paré al primer taxi oficial que vi (de color blanco) y unos minutos más tarde me encontraba en el hotel (28.000 IDR, la cuarta parte de lo que me pidieron en la estación de autobuses), al lado de la calle Malioboro, auténtico centro de actividad de Yogya. Tiempo para ojear la zona, tomar una cena en un restaurante local y mirar un par de agencias de viajes, tiempo que sirvió también para descartar mi idea original de alquilar una moto para visitar Prambanan y los templos cercanos, ya que el tráfico era peor de lo que había imaginado y Yogya mucho más grande y compleja de lo que anticipaban los mapas. ¡Hora de descansar después de un largo día!

           Prambanan


        Uno de los principales reclamos de la zona son los templos de Prambanan, situados a unos 18 km al noreste de Yogya. Para preparar la visita y comprender mejor la historia que hay detrás de los templos de Prambanan y de Borobudur te recomiendo que eches un vistazo a la página web del sitio, www.borobudurpark.com, donde encontrarás información relativa a su localización, historia y actividades paralelas. Descartada la idea de la moto, tomé la línea 1A del TransJogya, el autobús local que tiene varias paradas en la calle Malioboro, que finaliza en Prambanan. El económico viaje (3.000 IDR) de unos 40 minutos me permitió pasar por lugares de Yogya que de otra forma no hubiese descubierto, así como observar a sus habitantes...o al menos a los pocos de ellos que por un motivo u otro no tienen una motocicleta para sus desplazamientos. Al final del recorrido (pocos minutos después de abandonar el aeropuerto, ya que esta línea también conecta el aeropuerto con el centro urbano), nuevamente me sentí acorralado por los conductores de becaks, que una vez más trataron de engañarme diciéndome que el templo estaba a varios kilómetros de allí; nada más lejos de la realidad: tan sólo con cruzar la calle (¡algo que parece sencillo pero que en Indonesia es un riesgo constante!) las magníficas torres del templo asomaron entre los árboles, sublime espectáculo. La entrada al templo para los turistas solo cubre el templo de Prambanan; si te diriges al mostrador de los locales, te ofrecerán una entrada algo más cara (30.000 IDR más) para poder visitar también el templo de Ratu Boko, al que te trasladan con un minibús gratuito; una ventaja más de no dejarte guiar siempre por lo obvio y tratar de buscar otras opciones. Pese a todo lo acontecido en los últimos tiempos y a su innegable impacto en mi aspecto físico, mi carnet de estudiante funcionó (mitad de precio, 144.000 IDR) y me dispuse a explorar el templo.
 
Vista general del templo de Prambanan
         La primera impresión es una mezcla de asombro y decepción; asombro por la solemnidad y magnificencia de los templos que se conservan y por lo que significan y significaron en su tiempo; y decepción porque desgraciadamente la mayor parte del templo no son más que ruinas, piedras que tuvieron una importante función en otra época, pero a las que nadie presta importancia hoy en día ya que no forman parte de ninguna construcción mayor; se cree que tal desastre lo causó un terremoto ocurrido en el SXVI. Los buscadores de fortuna que actuaron impunemente en esta zona durante siglos y el terremoto sufrido en 2006 – que causó graves daños a los templos, ya que de hecho el principal de ellos, el central dedicado a Shiva (de 47m de altura), sigue cerrado al público desde entonces – se encargaron de dejar la imagen que podemos contemplar hoy de ésta maravilla de otro tiempo.
 
 
La mayoría de la gente llevaba saron, el pañuelo para cubrir las piernas, pero a muchos visitantes con pantalón
corto nos dejan pasar de ésta guisa al complejo

 
 
        Durante el tiempo que duró mi vista no había muchos turistas, así que pude disfrutar bastante bien de lo que los templos ofrecen. Al norte del templo de Shiva se localiza el templo dedicado a Vishnu, que con su templo gemelo dedicado a Brahma (ambas torres  de 33m de altura), constituyen la imagen más conocida de éste templo hindú construido entre los siglos VIII y X. Se puede acceder al interior de la mayor parte de los templos, pero no esperes ver mucho: una sencilla sala - que desvela algunos secretos relativos a las técnicas de construcción de los templos - desnuda de adornos y de representaciones de deidades es todo lo que verás.
 
 
 
        En el mismo recinto, pero una vez se sale del templo principal, se pueden visitar otros tres templos (incluidos en el precio de la entrada normal), aunque dos de ellos no son más que ruinas y están en proceso de rehabilitación. El tercero, el más alejado de Prambanan hacia el norte, Candi Sewu, data del año 850 y originalmente estaba formado por un templo budista en el centro rodeado por cuatro anillos que agrupaban unos 240 pequeños templos, de los que apenas quedan en pie (después de haber sido reconstruidos) una veintena de ellos, seguramente azotados por las mismas catástrofes naturales que su vecino del sur.
 
 
Entrada al templo Candi Sewu, con los guardianes en la puerta

Una característica habitual, imágenes de buda decapitadas
       Tras mi visita a Candi Sewu, tomé el minibús para dirigirme al otro templo, el Ratu Boko (o palacio del rey Boko, al sur), un trayecto de unos quince minutos que te traslada a lo alto de una colina donde se deben tener unas vistas soberbias del Candi Prambanan y del volcán Merapi en días claros, y digo se deben porque durante mi visita el cielo no estaba claro del todo: Prambanan se divisaba entre neblinas y el volcán tan sólo se insinuaba al fondo, envuelto en nubes. Una vez más el tiempo me impedía disfrutar de la vista de uno de los volcanes más impresionantes de Java, como ya sucediera en Costa Rica con el Arenal.
Candi Prambanan desde la colina de Ratu Boko
       El templo en cuestión he de admitir que no merece la pena en absoluto, ya que su estado de conservación es pésimo y sólo se conserva parte de la entrada al templo y las piedras que marcan el perímetro de lo que en otra época pudo ser un gran templo ceremonial hindú, que data del SIX. El complejo incluye lo que debieron ser lugares de baño, al fondo del recinto. A cambio del “esfuerzo” y el tiempo invertido en visitar este "templo", tu entrada combinada te permitirá disfrutar de una bebida gratis en la terraza de la cafetería del centro de visitantes, con unas vistas extraordinarias de la zona; merece más la pena la terraza y pasar un rato allí que la propia visita al templo.

Entrada al templo de Ratu Boko
      Para la mayoría de los turistas que visitan esta zona, la visita termina a la salida del templo de Prambanan. Sin embargo, en la zona hay otros templos que, si tienes tiempo y ganas de alejarte del circuito turístico, puedes recorrer fácilmente por tu cuenta, ya que todos ellos se encuentran en un radio de no más de 5Km.
 
 
 
Candi Pleosan
       Para acceder al primero de ellos, el Candi Pleosan, me dirigí nuevamente al norte, pasando el Candi Sewu (pero por fuera del recinto). Está a unos 3km de Prambanan. Yo hice el trayecto andando (una media hora), pero a la salida del Candi Prambanan se puede tomar un becak para llegar allí, si no te gusta mucho caminar. El Candi Pleosan es de entrada libre (aunque te pidan una entrada en la puerta, ¡no tienes que pagar!) Tan sólo tienes que registrarte en la hoja de entrada, pero el acceso es gratuito. El templo se divide en dos complejos, norte y sur, aunque el más interesante es el situado al norte, ya que el otro no está restaurado y no hay mucho que ver. El complejo del norte está constituido básicamente por dos templos gemelos, rodeados de otros menores. Cada uno de los edificios principales tiene tres naves en su interior, comunicadas entre sí y donde se observan de nuevo estatuas de buda decapitadas. El complejo se encuentra en buen estado de conservación y el conjunto me sorprendió agradablemente, así que en mi opinión la visita mereció la pena.
 
Vista general de Candi Pleosan, con los dos templos gemelos
          A la salida del templo, como no es un destino turístico masivo, no había ojeks ni becaks esperándote (¡ahora que los necesitaba!) Como preguntando se llega a Roma ( o en mi caso a mi próximo destino, el grupo de templos del oeste), pregunté a una señora que vivía justo enfrente del templo por un ojek y se ofreció gustosa a que su hijo hiciera de guía. Tras la habitual negociación sobre el precio, me dispuse a visitar los restantes templos de la zona: 
  • Candi Sari, un templo que sigue la configuración de tres cuerpos del Candi Pleosan, aunque es probable que Candi Sari sea más antiguo. Sin tener el magnetismo de ninguno de los templos visitados hasta ahora, llamaron mi atención los relieves exteriores.
Candi Sari
  • Candi Kalasan: a apenas 200m al sur de Candi Sari, se sitúa este templo cuya construcción data del año 778 y que ha sido parcialmente restaurado; se cree que en su origen estaba cubierto de una colorida capa y una imagen de Buda se alojaba en su interior; hoy no queda nada de aquello.

Candi Kalasan
  • Candi Sambisari, un templo dedicado a Shiva y descubierto en 1966 por un agricultor mientras araba la tierra, y es que el templo se encuentra por debajo del nivel del terreno.


Candi Sambisari
        Ninguno de estos templos puede rivalizar con Prambanan pero la visita, en mi opinión, es interesante en cualquier caso para tener una idea más completa de lo que ésta zona significó, desde el punto de vista religiosa y espiritual, en el desarrollo de la comunidad asentada en éstos territorios.


Candi Prambanan por la noche


Con los protagonistas del Ramayana Ballet
         Para finalizar el día, una sesión de teatro tradicional, el Ramayana Ballet (250.000 IDR, www.borobudurpark.com), a los pies del templo Prambanan. Lo mejor del espectáculo fueron sin duda alguna las estupendas vistas de las que gocé durante la actuación, con el templo iluminado al fondo, testigo de una representación que no ofrece mucho y que por momentos se puede hacer pesada y aburrida; ambientada en una época en la que las deidades convivían en la tierra con los humanos y con la música tradicional javanesa - interpretada en directo sobre el escenario - como hilo conductor de la representación, podrás seguir el desarrollo de la compleja historia gracias a unas pantallas situadas en los laterales del escenario, que de otra forma sería francamente difícil de seguir. Una turistada de la que podía haber prescindido sin ningún problema. De las varias categorías y precios que ofrece el teatro, siguiendo el consejo leído en un blog, compré las entradas de segunda categoría (la primera categoría es la VIP, pero no disfrutan de vistas al templo al encontrarse en la zona más baja y próxima al escenario). El resto de asientos no tienen este problema, y el teatro es bastante pequeño así que no perderás detalle de la actuación aunque estés situado más arriba o incluso en los laterales. Dos horas y media después, tocaba regresar al hotel. el conductor que me había acompañado en mi visita a los templos por la tarde me esperaba con su ojek a la salida de la representación para llevarme de vuelta a Yogya, con el tiempo justo para cenar algo, descansar y preparar la visita al otro gran destino de la zona al día siguiente: Borobudur.


La representación del Ramayana Ballet


            Borobudur


       La predicción del tiempo anunciaba una mañana nublada, así que decidí jugármela y no contratar la  archipopular excursión a Borobudur para ver amanecer (no tiene mucho sentido si no hay amanecer como tal...y para ser franco soy más aficionado a los atardeceres que a los amaneceres) Al levantarme las dudas sobre si había acertado o no se disiparon, ya que una cortina gris cubría el cielo de Yogyakarta; un cierto alivio me embriagó al comprobar que la predicción había sido acertada. Para llegar a Borobudur utilicé uno de los pequeños minibuses que unen las distintas localidades en Java. El bus partía de la estación de Jombor al norte de Yogya, accesible por medio del TransJogya. El recorrido dura algo menos de una hora (15.000 IDR a la ida y 20.000 IDR a la vuelta...!cosas del directo!) y el bus te deja a pocos metros de la entrada al templo, que puedes recorrer andando o usando uno de los becaks que te reciben al llegar. Pagada la entrada correspondiente (en esta ocasión en la ventanilla de turistas... 144.000 IDR con carnet de estudiante) y ataviado con mi saron para cubrir las piernas (obligatorio en todos los templos budistas), me dirijo con emoción a uno de los destinos que a priori más llamaban mi atención en este viaje. De pronto, majestuoso, aparece ante mis ojos una maravilla gestada hace 1200 años y que ha sobrevivido a erupciones volcánicas (la más reciente y devastadora la sufrida en el año 2010 cuando el volcán Merapi cubrió el templo con una capa de 5cm de cenizas volcánicas) y atentados terroristas. Pese a todo, el templo mantiene su magnetismo.
 
 
Entrada al templo de Borobudur

Recorriendo las distintas terrazas del complejo

       Emplazado en un entorno privilegiado, en el fondo de un valle rodeado de palmeras, y con la silueta del Merapi vigilante y amenazador al fondo, las nubes se fueron dispersando conforme pasaron las horas, dando paso a un día soleado y caluroso, un día estupendo y acorde a la espectacularidad del templo. Borobudur está formado por más de 2 millones de bloques de piedras en forma de cuadrado con una base de 118x118m (sinceramente no me paré a contar el número de bloques...el dato es de la guía de viajes), seis terrazas cuadradas coronadas por otras tres circulares con cuatro escaleras para llegar a lo más alto en las direcciones de los cuatro puntos cardinales.
De camino a las terrazas superiores
 
 
 










 
          El recorrido debe comenzarse por la escalera Este y se debe recorrer en sentido de las agujas del reloj (hay que dar un par de vueltas a la primera terraza para mostrar respeto al templo), y se debe continuar en la misma forma recorriendo el resto de las terrazas, un recorrido de 5Km que realizarás acompañado por ricos y decorados relieves hasta alcanzar la zona más alta, el nirvana para los budistas, coronado con 72 imágenes de buda encerradas en sus respectivas estupas.
 
 
En una de las terrazas circulares superiores

Tan solo un par de estupas están abiertas (resultaron dañadas durante un acto terrorista sufrido por el templo). El resto,
en la mayoría de los casos, alberga imágenes de buda decapitados - sólo una docena de ellos mantienen la cabeza


Una vista incomparable...¡si no fuera por el del polo amarillo que se cuela en todas las fotos!

      
         Después de haber agotado todas las excusas posibles para permanecer por más tiempo en éste lugar único, me decido a abandonarlo, con la melancolía que se siente al abandonar un lugar de un significado tan especial, un sentimiento agridulce, mezcla de tristeza por abandonarlo y satisfacción al comprobar que el lugar merece su fama. El descenso del templo debe hacerse por la escalera Norte, al final de la cual te encontrarás con una legión de vendedores que pueden resultar muy insistentes si les muestras el más mínimo interés por alguno de sus artículos. Al final del paseo podrás acceder al museo arqueológico del sitio, que te contará la historia y significado del complejo.

         Antes de partir de vuelta a Yogyakarta, decido visitar el cercano templo de Mendut (10.000 IDR) El templo no es comparable al de Borobudur pero merece la pena una corta visita para poder ver al Buda de más de tres metros de altura que custodia su interior, uno de los pocos (y sin duda el más grande) que se conservan en los templos de Java emplazado en su posición original, flanqueado por otras dos estatuas de similar tamaño. Como curiosidad, Buda está representado con los pies apoyados en el suelo, algo poco habitual en este tipo de representaciones.
 
 
Exterior del templo de Mendut
Imagen de Buda en el interior del templo de Mendut
 
        Al regreso a Yogya la noche se va apoderando poco a poco del día, pero las horas de sol aún me brindaron la oportunidad única de ver el atardecer desde la piscina situada en la azotea del hotel. Un broche casi perfecto a un día muy completo. Antes de finalizar el día (como ya he dicho, anochece muy pronto en Java) aún tuve tiempo de entretenerme por la calle Malioboro, cenar algo y darme el capricho de un masaje balinés en el centro de masajes que se encontraba en frente del hotel (1,5h, 175.000 IDR) En teoría debería haber sido un masaje relajante, pero para ser fiel a la verdad, no lo encontré tranquilizante en absoluto; me causó un tremendo dolor en los gemelos, hasta el punto que le tuve que pedir a la masajista que dejará de "castigarme" con tanta dureza. El dolor duraría un par de días....lo justo para recuperar sensaciones y volver a probar suerte con un masaje más suave en la isla de Bali.
 
 
Palacio Presidencial, al final de la calle Malioboro

               Yogya y volcán Merapi


       Mi último día en Yogyakarta comenzaba temprano en la mañana, ya que la agenda del día era intensa. El amanecer fue sin duda el más claro de los vividos en Yogya, con nubes pero con el color azul predominando en el horizonte. Después del desayuno en el hotel, lo abandoné con rumbo al Kraton, el palacio del sultán (accesible mediante un paseo de unos 30 minutos desde el hotel, entre otras muchas posibilidades) La entrada al palacio es una aventura en sí misma. Hay dos entradas, situadas en distintos puntos de acceso, con distinto precio y que ofrecen acceso a salas distintas dentro del complejo.... La entrada "buena" cuesta 12.500 IDR (más 1.000 IDR si quieres hacer fotos con la cámara)

 
En una de las dependencias del Kraton
          Una guía del Kraton me acompañó, junto a otro visitante, para explicarnos el significado de las distintas estancias, su uso y peculiaridades, en un tour gratuito de algo menos de una hora que sirvió para comprender un poco más la historia y tradiciones de la región, y para percatarme, a juzgar por el número de visitantes – en su mayoría indonesios – y por el tono empleado por la guía cuando se refería al sultán (tanto al actual como a los anteriores) del respeto y profunda admiración que siente el pueblo indonesio por esta figura, al que consideran prácticamente un dios (la guía nos comentaba que durante la erupción del Merapi en el 2010 Borobudur resultó muy afectado por las cenizas, pero que estas prácticamente no afectaron a Yogyakarta, gracias a las oraciones del sultán que rezó por ello...´igual tiene algo que ver el hecho de que Borobudur está mucho más cerca que Yogya del volcán y la dirección del viento´, pensaba yo para mí), algo extraño por el profundo contraste existente entre la suntuosidad y ostentación con la que vive el sultán y la pobreza de la gente en la calle, ocupando aceras y esquinas día y noche en busca de unas miles de rupias que les permita llevarse algo a la boca. La inevitable paradoja de todo país asiático.
 
Uno de los patios del Kraton, acceso al patio central
 
          El Kraton no ofrece mucho mas (es el palacio empleado por los primeros sultanes, y de ahí su relevancia, pero no es muy llamativo); la mayor parte de las salas las componen objetos personales del padre del sultán actual, unos cuantos objetos curiosos y regalos de distintas personalidades, salas de ceremonias y un gran patio central con un reluciente y brillante suelo de mármol que varias personas se encargan de mantener impoluto continuamente al tiempo que evitan que sea pisado por los visitantes (si no se pisa, no se ensuciará mucho, ¿no?) y donde se representan a diario (excepto los viernes) distintas muestras de la cultura Javanesa: musicales, danza o teatro dependiendo del día de la semana, entre las 10:00 y las 12:00 horas.
 
El patio central con su reluciente suelo de mármol

         A la salida del templo me dirijo al Taman Sari, el palacio de agua, en otros tiempos parte del Kraton, independiente hoy en día del mismo (dos sitios, dos entradas, más ingresos) En mi búsqueda de la entrada al Taman Sari (nada intuitiva, desde mi punto de vista, y para nada bien señalizada), me pierdo en el antiguo mercado de las aves (que fue trasladado a otro lugar al sur de Yogya hace unos años) y el entramado de callejuelas que lo rodean, hasta que doy con un edificio en ruinas donde un amable lugareño decide acompañarme y contarme la historia de la zona y sus características. La compañía resultó de lo más grata e interesante, y pude aprender sobre la zona y visitar lugares que de otra forma no hubiera podido. Básicamente el hombre me contó que toda la zona en tiempos pasados estaba cubierta de agua, de ahí que haya túneles que la recorren por el subsuelo, y que eran empleados por el sultán para desplazarse entre las distintas dependencias, cuando decidía no hacerlo en barca por los canales en superficie – canales de agua que hoy en día ya no existen. De hecho llegamos a recorrer alguno de esos túneles para acceder al Taman Sari. Pagada la correspondiente entrada de acceso, me dispongo a visitar el recinto, acompañado por mi particular guía local (12.500 IDR por la entrada y 2.000 IDR por la cámara de fotos en esta ocasión). 
 
 
Vista general del complejo, con las dos ´piscinas´
que sin lugar a dudas han vivido tiempos mejores
 
           El recinto está compuesto por un par de piscinas (actualmente son simplemente recintos con un palmo de agua) y las instalaciones aledañas (vestuarios, dormitorios y sala de oración) empleadas por el sultán, sus mujeres e hijos. La primera de las piscinas estaba reservada a la descendencia del sultán. La segunda era la destinada a las mujeres del sultán; el sultán, desde la segunda planta del edificio que gobierna la instancia, lanzaba una flor a esta piscina; la afortunada que se hacía con ella, tenía el privilegio y honor de ser llamada al dormitorio del sultán en dicha planta, además de acceder a la tercera piscina, en otra instancia y reservada sólo al sultán y a sus elegidas.
La piscina reservada a las esposas del sultán, con la torre desde la que
el sultán lanzaba la flor para "elegir" compañía
         Saliendo del complejo, tuve la oportunidad de visitar un taller donde un artista estaba realizando una pintura utilizando la técnica de batik, una técnica original de ésta región de Java y que consiste en pintar empleando únicamente puntos, utilizando una herramienta muy peculiar para ello. En Yogya encontrarás multitud de sitios que venden todo tipo de artículos (mayoritariamente vestidos, camisas o camisetas, pero también tapices o lienzos para decoración) anunciados como Batik, pero un rápido examen de los mismos te convencerán de que no son más que producciones industriales, algo que también se refleja en el precio (una pieza original de tamaño medio no bajará de 50€, mientras que esas imitaciones las conseguirás por 5-10€, si negocias bien el precio con el vendedor)
 
 
Planta inferior de la mezquita subterránea
         Mi particular guía quiso mostrarme los túneles de acceso a una mezquita subterránea, empleada por el sultán y que también permanecía por debajo de las aguas de la superficie. El camino hacia dichos túneles transita por callejuelas estrechas ocupadas por viviendas, lo que me llevo a pensar que si se conoce la zona se puede acceder al palacio por esta vía y evitar pagar la entrada, ya que no pasamos ningún control de salida, algo que confirmó el guía con una sonrisa socarrona. No obstante, la verdad es que no se sí sería capaz ese dar de nuevo con dicha entrada “secreta” entre tal laberinto de calles. Un túnel más y de pronto nos encontramos en el centro de la mezquita circular subterránea con dos plantas, la inferior reservada para las mujeres y niños y la superior para uso exclusivo del sultán. La dirección a La Meca la marca en este caso la única escalera de acceso a la planta superior.
 
Escalera de acceso a la planta de oración del sultán, indicando la
dirección de La Meca
 
          Después de tan gratificante y fructífera visita, me despido de mi compañero agradeciéndole su tiempo y explicaciones con unas decenas de miles de rupias (aunque no me pidió nada, me pareció lo justo) y emprendí rumbo a la estación sur de autobuses, Terban, donde tenía intención de coger un autobús con rumbo a Kaliurang para visitar el volcán Merapi, aprovechando el día más claro que me había brindado mi visita a esta región de Java central.



        El primer contratiempo del viaje llegó cuando ya en la estación compruebo que no hay autobuses a mi destino (aquí la guía de viaje no estaba en lo cierto). Improvisando decido contratar los servicios de un ojek para ir directamente al punto de observación del volcán, situado a unos 30km de Yogyakarta. Tras la habitual negociación, una vez acordado el precio y el recorrido, me subo a la moto con rumbo al Merapi. La inconfundible silueta de este precioso volcán y su humeante cráter me acompañaron durante todo el camino. El acceso al volcán está "controlado", de forma que hay que pagar sólo por acercarse a unos 10km de la zona de observación (3.000 IDR). En el campo base, una imponente imagen de este monte Fuji en miniatura se alza ante mis ojos, con su cráter humeante, permanentemente amenazante (no en vano es uno de los volcanes más activos del planeta con un periodo medio entre erupciones de entre 5-10años), cautivador y destructivo a partes iguales. En la zona una legión de empresas ofrecen distintas actividades - ahora que ya no hay ríos de lava fluyendo por sus colinas, principal reclamo hasta hace unos años después de su última erupción, las actividades se centran en rutas de moto, 4x4 o treking para acceder a la cima, algo que puede hacerse en una jornada, tiempo que por desgracia no tenía, así que me limité a hacer un par de horas de ruta (el tiempo acordado por el que me esperaría el nefasto y peligroso conductor de ojek que me había llevado hasta allí) para preparar el terreno para mi próxima visita, en la que intentaré subir a la cima de este coloso destructor.
 
 
El cautivador volcán Merapi


         De nuevo esa sensación, la misma experimentada el día anterior al dejar Borobudur, una última mirada hacia atrás antes de subirme a la moto y de suspirar un ´hasta luego Merapi´; tenemos una cita en mi próxima visita a Java.

        De regreso a Yogya, decido "matar" las horas que me faltaban antes de la salida del tren hacia Blitar visitando el mercado de aves, que como ya comenté ahora se encuentra al sur de la ciudad. La entrada al mercado se encuentra a una media hora caminando desde la parada del TransJogya mas cercana. El mercado supuso la nota negativa del día: tal vez mi  idea inicial no era la correcta, pero cuando vas a visitar un mercado que se anuncia como de aves, espero ver aves, de todo tipo, pero principalmente aves llamativas y tal vez algún pollo, gallina o pato. Nada más lejos de la realidad: el mercado alberga todo tipo de especies animales, desde los habituales pollitos de colores y patos hasta extraños reptiles (incluyendo algunos dragones de Komodo), pasando por un variado abanico de especies tales como murciélagos, búhos miniatura, gallos de pelea, boas, peces, ratones (empleados para alimentar a reptiles a los que son muy aficionados por estos lugares), aves tropicales y para mi sorpresa gatos y perros, todos ellos en unas condiciones lamentables, algo que por otro lado no se les puede reprochar: considerando como viven muchas personas no se les puede pedir que traten a los animales mejor que a muchos de sus semejantes. Aceptando el hecho de que todos son animales y por lo tanto no cabría hacer distinciones, por mi especial predilección hacia ellos no puedo por menos que recordar el estado de los perros, todos cachorros y la mayor parte de ellos sin agua ni alimento. Una reflexión aún más terrorífica invade mi cabeza, ya que en las dos semanas que llevaba en Java no había visto a una sola persona paseando con su perro por la calle....prefiero no pensar el uso que les dan, aunque desgraciadamente en Bali me confirmaron que los musulmanes de Java son muy aficionados a la carne de perro. Disgustado con la visita abandono el lugar.
 
 

         Una última parada en la calle Malioboro para comprar algún recuerdo de Yogyakarta, una última cena en la localidad y hacia la estación Togu, muy cercana al hotel, donde el tren Malioboro Express de las 20:15h me llevará puntual en un viaje de 5 horas y media hasta Blitar, mi próxima parada en el recorrido por Java.

 
La animada calle Malioboro, centro de actividad de Yogya
 
Togu, símbolo de Yogya
 

            Templo de Panataran y volcán Kelud



Mosaicos de Candi Penataran
        Después de descansar (que no dormir...) algo más de 4 horas tras mi llegada a Blitar, me puse de nuevo en movimiento. El plan del día incluía la visita al templo Candi Panataran y al volcán Kelud. Blitar es una población pequeña y las opciones de transporte no abundan, como en el resto de Indonesia, así que decidí hacer el trayecto en ojek de nuevo (¡todo un experto a éstas alturas de viaje!) Tras la pertinente negociación y acuerdo sobre el itinerario, nos ponemos en marcha, rumbo al templo Candi Panataran, que está a unos 10km al norte de Blitar. El templo, sin ser llamativo, es uno de los templos que más fielmente reflejan la arquitectura religiosa javanesa del SXII, pero su estado de conservación es lamentable. La entrada es libre, aunque no tardarán en pedirte una donación... ¡cada cual que obre en conciencia! En algo menos de una hora ya lo había recorrido, sesión de fotografías incluida, así que rumbo al Kelud.
 
Vista general del complejo Candi Penataran

          El camino hacia el volcán está en muy mal estado; en algunos tramos más que carretera hay un camino de piedras que viajando de paquete en una moto no es que sea muy cómodo. La carretera de entrada al volcán está "controlada" al igual que lo estaba la de acceso al Merapi, así que hay que pagar la correspondiente tasa de visitante y de vehículo para acceder...los primeros pensamientos sobre una especie de mafia Indonesia aparecen en mi mente, algo que no tardaría en corroborar. Empezaba a estar claro que los accesos no están restringidos por motivos de seguridad, y además a los visitantes se nos cobra del orden del 1000% más (si, no me he pasado de ceros...) que a un local (en el mejor de los casos, porque normalmente los locales no pagan) Tras unos 10km por un camino horrible, el segundo grupo "mafioso" aparece, obligándonos a detener la moto y continuar a cambio de 20.000 IDR en una de las suyas para recorrer los últimos 2-3km de subida....extraño que con mi vehículo no pueda subir (si eres extranjero, porque los nacionales pasaban como Pedro por su casa...), pero con el suyo sí. Pese a que detesto este tipo de comportamientos y siempre que puedo no los apoyo (no cambiaré el mundo, pero al menos tengo la certeza de que conmigo no harán mucho negocio), en este caso y por la premura de tiempo para volver a Blitar a coger el bus hacia Malang, pienso que sólo son 1,3€ y decido pasar por el aro (a regañadientes, ¡he de decir!) El volcán Kelud entró en mi cuaderno de viaje porque leí que era muy accesible y la visión que se tenía era muy gratificante, con un lago sulfuroso en su cráter y un acceso a través de un túnel de unos 200m que excavaron los japoneses. Al llegar arriba, de nuevo hay que bajar de la moto y continuar andando durante unos 20-25 minutos hasta la cima. Expectante, inicio la ascensión en busca del lago y el túnel japonés. Al final del recorrido sólo encontrarás un cartel con un aviso (en indonesio, así que no iba conmigo), pero sin señales de muerte ni nada de eso que hagan pensar en un peligro real si se va más allá. Y por cierto ni rastro ni del túnel ni del lago...así qué decido aventurarme por ese sendero "prohibido" en busca de mis objetivos, aunque mi aventura al margen de la ley duró poco ya que enseguida me "invitaron" a abandonar mi empresa por la inestabilidad del terreno, o al menos eso pude entender por el lenguaje físico empleado por mi “protector”, ya que saliendo de Yogya es realmente difícil encontrar a alguien que entienda algo de inglés. Aquí se produjo uno de los primeros diálogos absurdos que me acompañaron continuamente durante el viaje, ya que ellos te siguen hablando en indonesio (no comprenden que no hables esa lengua tan empleada mundialmente...a cambio puedes hablar - o chapurrear - varios idiomas como en mi caso, ¡pero si no hablas indonesio no esperes más que risitas y gestos de incomprensión por su parte!), yo les explico que no les entiendo, que mejor en inglés, y ellos siguen en indonesio...al final decido hablarles en español y lo curioso es que asentaban con la cabeza....¡no comment!
 
El último tramo de acceso al volcán es sólo
accesible a pie: el acceso resultó muy dañado durante
la última erupción en febrero 2014

        Finalmente otro visitante con unas nociones básicas de inglés me explicó el porqué de la no existencia del lago y del túnel. Al parecer (y es cierto, tal y como comprobé en cuanto tuve conexión a internet de nuevo) el volcán entró en erupción de forma violenta y sin avisó el pasado 14 de febrero de 2014, llevándose por delante el lago, el túnel y hasta el cráter original; una explosión de apenas unos minutos sirvió para cambiar definitivamente el paisaje de esta zona, que nunca volverá a ser el que era. Entre el caos que reinaba en la zona, pude divisar parte del túnel que sólo unos meses antes daba acceso a la zona alta del volcán; ahora el volcán es mucho más alto, pero el acceso no es posible. La visión desde la parte accesible de la cima es dantesca: un desierto de arena y lava petrificada, donde se puede observar perfectamente la destrucción causada por la reciente erupción y todo lo que se llevó a su paso.
 
Lo que queda del volcán Kelud
 
 
Blitar
          Decepcionado con la visita, y con el día en general, que no había respondido a mis expectativas por distintos motivos (hasta en tres ocasiones distintas  personas me preguntaron que por qué viajaba sólo, algo que me incomodó profundamente) , emprendo el camino de vuelta a Blitar, para dar un pequeño paseo por el centro antes de coger el autobús que me llevaría a Malang (15.000 IDR, 2,5horas); ´el autobús de la muerte´, me dije, incluso llegué a pensar que si bajaba de una cierta velocidad estallaría al más puro estilo de la película speed...un slalom entre motos, coches, camiones...lo único que hacía el conductor era pegar volantazos de un lado a otro, tratando de evitar todo vehículo que venía de frente, y pitando sin parar, como avisando "yo no me voy a apartar así que ¡ya sabes lo que tienes que hacer!" si he sobrevivido a ese viaje, creo que estoy a salvo de casi cualquier cosa...

      Una vez en Malang, directo al hotel en taxi para recuperarme del susto. Como el taxista me pareció agradable le propuse que me llevara y recogiera de Cemoro Lawang los días siguientes. Aceptó encantado, aunque yo me quedé sorprendido de que aceptara mi precio sin discutir (y eso que era barato), y para asegurarme le escribí en un papel y le mostré en un mapa dónde quería ir, y él seguía encantado con el trato, así que me fui tan contento a cenar, ya que el viaje a Cemoro Lawang para visitar el Bromo era una de las cosas que me quitaban el sueño por lo complejo de hacerlo por libre. Una estupenda habitación de hotel y una suculenta cena en un buen restaurante fue todo lo que pude ver de Malang. Tal vez la próxima vez. Otro día largo, y por todo lo vivido y lo experimentado, el peor de mi estancia en Indonesia. Decido apagar la luz y cubrirme con la mullida colcha, mientras el esponjoso colchón me arropaba en su seno. Mañana será otro día...




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