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En la primera parte de la crónica de mis últimos viajes a Islandia ya te hablé de la península de Snaefellesness y mis numerosas visitas al volcán. Pero como bien sabes, Islandia ofrece mucho más. En éste viaje me centré en la zona sur/oeste de la isla, descubriendo más en profundidad algunos sitios que ya conocía y descubriendo otros muchos (y los que me quedan por descubrir, porque la verdad es que como destino de naturaleza, hay pocos sitios que puedan igualar la riqueza y variedad que ofrece Islandia). Muchos lugares quedaron fuera de mi agenda en éstos viajes, pero ¡si quiero descubrir nuevos sitios no puedo visitar en cada viaje los que ya conozco!. El echo de tener la "base de operaciones" en un punto fijo tiene un inconveniente claro, y es que haces muchísimos kilómetros de ida y vuelta, a menudo por la misma carretera en días diferentes, pero es lo que hay. A cambio, te da la libertad de elegir la visita del día en función del tiempo, de los ánimos o de las ganas que tengas en cada momento de hacer tal o cual actividad. Lo ideal es hacer el recorrido circular e ir planificando bien las paradas para tratar de minimizar los kilómetros conducidos, aunque la verdad es que conducir en Islandia no exige mucho esfuerzo (la velocidad está muy limitada y las paradas para disfrutar del paisaje son continuas), pero sí exige tiempo (también por los dos factores señalados anteriormente). En futuras visitas me centraré en explorar otras áreas de la isla (norte, el éste fuera del anillo y las islas Vestman, por ejemplo - en sucesivas visitas, claro, que espero poder llevar a cabo), pero eso será el futuro (próximo, ¡espero!). Por el momento, te dejo con lo que dio de sí mi andadura por el país del hielo y fuego más allá de las inolvidables visitas al volcán y a la península de Snaefellsness.
Reykjavik.
La capital islandesa es a menudo la gran olvidada de los turistas que visitan la isla. Bien es cierto que si el tiempo es limitado, hay que elegir, y puestos a elegir entre visitar un glaciar o una ciudad, la elección está clara. Pero la capital islandesa ofrece numerosos atractivos que bien justifican una visita, aunque breve. En realidad tampoco necesitarás días para visitar Reykjavik, más bien horas, y siempre puedes utilizar tu estancia para hacer excursiones por los alrededores (y así evitas cambiar muchas veces de hotel), ya que hay muchos destinos fácilmente accesibles en coche desde Reykjavik (el círculo dorado, la laguna azul o Krysuvík, por citar solo algunos ejemplos). Uno de los grandes descubrimientos de mi estancia de Abril en la capital islandesa fue el hotel REK Inn, situado a escasos minutos andando de la característica catedral Hallgrímskikja, visita obligada en la ciudad. El REK Inn ofrece un alojamiento confortable, limpio y económico en el centro de la ciudad (¡en Abril reservé habitación por menos de 35€ de un día para otro! En Junio, los precios ya se habían disparado hasta los 140€), una opción a tener en cuenta en el futuro, sin duda.
La actividad se concentra en torno a la calle Laugavegur y a la catedral luterana de Reykjavik (Dómkirkjan), un bonito paseo repleto de tiendas (muchas cerradas durante mi visita...¡a ver cuántas vuelven a abrir!) y restaurantes en los que empaparse de la cultura de la ciudad (aunque dependiendo de la época en la que visites la ciudad puede que no veas a muchos locales transitando éstas céntricas calles de la ciudad). Cuando el hambre apriete, siempre puedes recurrir a los socorridos y típicos perritos calientes, o darte un festín a un precio más que razonable en el Vitabar, sin duda mi sitio favorito en la ciudad. Y no olvides pasear por la zona del puerto y el paseo marítimo que conduce hasta la escultura "el viajero del sol": en días claros, las vistas son excepcionales. Si quieres saber más sobre Reykjiavik, consulta mis anteriores entradas del blog, donde encontrarás información adicional sobre alojamientos, restaurantes y lugares de interés. Pero como de costumbre, mi recomendación es que simplemente descubras la ciudad a tu aire, a tu ritmo, sin prisas y sin mapas: no te vas a perder y seguro que ¡descubres lugares de lo más interesantes!.
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En el Vitabar vivi el debut de la selección española en la Eurocopa 2021. |
La península de Reykjanes
Muchos son los alicientes de ésta península, situada al sur de Reykjavik y en cuyo extremo occidental se encuentra el aeropuerto internacional de Keflavik. Entre los destinos más conocidos está la turística "laguna azul", cuya visita me atrevería a decir que es obligada para todo primerizo en Islandia. El volcán que ha entrado en erupción en 2021 también se encuentra en ésta península, así como el curioso puente que "une" (o separa) Europa y América (o mejor dicho, las placas tectónicas Europea y Americana). Conocida es también el área geotérmica de Krysuvík, una zona caracterizada por los ricos colores que las efusiones de gases han ido otorgando al terreno a lo largo de los años, terreno salpicado por numerosas piscinas de barro en ebullición, todo un desafío para los sentidos: para la vista, por la increíble y rara belleza de los paisajes que la historia evolutiva de la tierra ha dibujado en éstos terrenos, y para el olfato, por el intenso olor a azufre que emana de las fisuras de la tierra. Sin olvidar que para llegar hasta Krysuvík casi seguro que accedas por la carretera 42 que bordea el lago Kleifarvatn, una carretera que, para mi gusto, es de las más hermosas de la isla: un breve pero intenso tramo serpenteante al borde de un lago que sin duda no podrás recorrer de una sola vez, ya que el paisaje invita a parar (hay un par de áreas habilitadas para ello) y disfrutar de la belleza sinigual de éste rincón.
Continuando por la carretera 42 hacia el sur y tomando la 427 que bordea la costa en dirección oeste, se pueden visitar, a escasos kilómetros, los acantilados de Krísuvíkurberg, un lugar me atrevería a decir que bastante poco frecuentado (recomendable 4x4 para llegar hasta el final, aunque se puede hacer en coche normal - ¡yo lo hice!) que ofrece unas vistas espectaculares de éstos acantilados, que no son especialmente altos (entre 50 - 70 metros de altura) pero cuya visión desde lo alto sí impresiona. Los acantilados son un libro de historia que cuentan la evolución de las diferentes erupciones volcánicas que han dado forma a éste paisaje a lo largo de los siglos mediante diferentes colores. No es de extrañar que multitud de aves elijan los salientes rocosos de las paredes volcánicas para vivir aquí...¡menudas vistas tienen al despertar y al atardecer todos los días!.
A unos 5Km al Oeste se encuentra Selatangar, uno de esos sitios que solo visitas si realmente has estado en Islandia muchas veces y ya quieres rizar el rizo, porque la verdad es que el sitio, aun siendo histórico, carece de mucho interés (a mi al menos no me dijo nada...); aquí se encuentran los restos de lo que fue un poblado de pescadores que lo habitaron entre los S.XIV y XIX. La importancia de éstos asentamientos para la vida y sociedad islandesa en el pasado es evidente, pero hoy solo quedan los restos de lo que en su día fue uno de los más de 140 asentamientos de pescadores con que contaba la costa islandesa. Visita prescindible, desde mi punto de vista. El extremo occidental de ésta península lo ocupa el histórico faro de Garður, situado al borde del mar (como buen faro) ofrece una vistas estupendas del mar y del atardecer (más que nada por la orientación, porque no estuve allí para comprobarlo).
La costa Sur
La carretera circular 1 bordea la costa sur de Islandia, una carretera que recorrí varias veces durante mis viajes ya que alberga una gran cantidad de sitios de interés. El objetivo era haber llegado hasta la laguna de Jökulsárlón, visita de la que guardo un excelente recuerdo de mi viaje de 2015; tal vez por eso (por el buen recuerdo que no quiero empañar con un día de lluvia), o porque siempre me liaba haciendo o viendo algo que me llamaba la atención, o simplemente porque estaba realmente lejos de mi zona de alojamiento para ir y volver en el día, al final no llegué a visitarlo (pero volveré...). Fijé mi "límite operativo" por el este en el precioso y desconocido cañón de Fjaðrárgljúfur, al que se accede a través de una carretera de graba que se recorre bien sin necesidad de un 4x4. Desde el aparcamiento parte un sendero que bordea el cañón por el fondo del cual discurre un río; el sendero tiene unos 3 ó 4 miradores que ofrecen una estupendas vistas del cañón y del entorno. Aún habiendo camino, pasarela y miradores, por el estado de la naturaleza que bordea el camino está claro que para algunos "domingueros" sigue valiendo todo para obtener una foto, aún a costa de destrozar un entorno tan bello (hay senderos que no deberían existir, lo que significa que no son pocos los que no respetan las normas del parque). Al final del recorrido (de unos 800 metros) hay una plataforma de observación (horrible, pero mejor que destrozar la naturaleza, supongo) desde la que se tienen unas vistas inmejorables (bueno, tal vez con un dron la vista hubiera mejorado...¡pero aún no lo tenía en Abril!) tanto del cañón como de la catarata que alimenta el río que ha dado forma a éste espectacular enclave a lo largo de los años. Visita más que recomendable y un muy buen "descubrimiento".
Hacia el Oeste se encuentra la pintoresca localidad de Vík í Mýrdal, reconocible por su iglesia de tejado rojo y por su preciosa playa de arena negra desde la que se pueden ver las formaciones rocosas procedentes de antiguos acantilados y sobre las que abundan las leyendas, siendo la más popular la que afirma que las rocas son trolls petrificados por el sol. Desde Vík se puede subir la colina que se alza frente al mar (en 4x4 o a patita, unos 3 kilómetros de recorrido) desde la que se tienen unas vistas estupendas de la costa (y eso que el día no acompañaba mucho). Yo en realidad subí pensando que desde arriba podría acceder a la parte alta de la montaña en la que anidan muchos frailecillos, pero nada de nada: paisajes sí, frailecillos no. Bordeando por carretera ésta misma montaña, en dirección Oeste, se llega a la playa de Reynisfjara, una de las más bonitas, únicas y peligrosas de Islandia: no han sido pocos los que, ensimismados por la belleza del lugar y dando la espalda al mar, se han dado un buen susto o algo peor al ser arrastrado por las olas. Una playa de piedras negras que presenta en su entrada unas formaciones de columnas hexagonales formadas durante erupciones volcánicas pasadas. La playa reúne todos los ingredientes para pasar horas y horas disfrutando de las vistas, del mar, de los trolls...(sobre todo si la visitas por la mañana bien prontito como en mi caso y puedes disfrutarla en soledad, porque por las tardes alguna vez aquello parece una feria y le resta muchísimo encanto al entorno). Avanzando hacia el oeste se llega a Dyrhólaey, una zona de formaciones rocosas caprichosas a borde del mar, desde donde parte una ruta que llega al antiguo faro y desde el que se ven las rocas de Dyrhólaey en toda su magnitud. Antes se podía acceder a la zona de acantilados donde rompen las olas con una fuerza espectacular, pero ahora el acceso está cerrado y no se puede apreciar el espectáculo en toda su belleza. El precio de unos años de turismo excesivo, supongo. Una zona que está en casi todo viaje a la costa sur de Islandia, ya que todos éstos lugares son fácilmente accesibles desde la carretera 1.
Desde Vik y avanzando en dirección al oeste se llega hasta el aparcamiento de Sólheimasandur, desde el que sale el camino que lleva a uno de esos destinos que muchos no entenderán: los restos de un avión en una playa desierta. Como profesional de la aviación y persona que tiene un pedazo de fuselaje de un B747 presidiendo el salón de mi casa, la visita ya había tardado en llegar, pero puedo entender que haya gente que sienta cierta decepción al llegar al lugar y ver solo "chatarra" o que no entienda por qué éste avión atrae a tantos visitantes en la isla (con las maravillas que hay en Islandia, ¿por qué ir a visitar un avión abandonado?). Respetable, pero para algunas personas es una visita ¡más que interesante!. El camino hasta llegar a los restos del avión es completamente llano, de unos 5 kilómetros. El avión en concreto es un DC-3 que se estrelló en ésta playa en 1973 por causas que aún se desconocen. El estado de la aeronave (o lo que queda de ella) no es ideal, la verdad (los años - y los visitantes irrespetuosos - no se han portado bien con ésta joya de la aviación), pero el conjunto de aeronave varada en mitad de una playa infinita de arena negra es algo que simplemente no podía dejar de visitar. Visto de cerca, resulta increíble pensar que aquello pudiera volar por la fragilidad y sencillez de la estructura. Una visita muy interesante (sobre todo si tienes motivaciones aeronáuticas) y un lugar fotogénico como pocos. Pese a que el cielo estaba claro a mi llegada, las nubes se fueron apoderando del lugar, lo que dio al traste con mi idea inicial de probar suerte con las auroras en tan especial escenario (la verdad es que también hacía bastante frío como para estar ahí parado horas y horas esperando una posibilidad y con el coche a 5Km de distancia). Quizás en otra ocasión...
Siguiendo hacia el oeste por la carretera 1, a un par de kilómetros está el desvío para tomar la carretera 221 que lleva hasta el glaciar de Solheimajökull, otra de las joyas descubiertas durante el viaje de Abril, que fue bastante prolijo en éste sentido. Visitar un glaciar es siempre una aventura única; visitarlo en total soledad y en un día soleado es un sueño. Y ese escenario me encontré yo: desde el aparcamiento sale el camino que lleva al mirador desde el que se observa la lengua del glaciar (unos 700-800 metros). Pero una vez allí...¿Cómo no acercarse al glaciar para vivirlo más de cerca?. El acceso al glaciar está permitido (solo hay una indicación para advertir a la gente - insensatos - de los peligros de adentrarse en un glaciar solo, sin experiencia o sin el equipo adecuado), y a pesar de que no tenía el equipo adecuado y viajaba sólo, no pude resistirme a vivir la experiencia y me adentré por la lengua del glaciar (un poquito, tampoco mucho porque, aunque insensato, soy consciente de los peligros de un glaciar, que puede esconder muchas trampas). El sol estaba cayendo, así que tampoco quise tentar demasiado a la suerte, y cuando en tu "aventura" empiezas a escuchar el sonido de las piedras que se precipitan desde la morrera del glaciar, sabes que es hora de regresar, alternando la vista entre el suelo, para evitar dar un paso en falso, y la pared del glaciar por si algo llega de arriba de forma inesperada. Uno de esos sitios a los que me gustaría regresar, sin duda, con equipo adecuado en el futuro (la excursión por el glaciar de Vatnajökull que hice en 2015 me encantó por el glaciar en sí, pero la organización dejó mucho que desear y me quedé con ganas de adentrarme más en el glaciar, una espinita que espero poder quitarme en Solheiamjökull en el futuro).
Más hacia el Oeste se llega a la catarata de Kvernufoss y al museo Skógar; a la catarata se accede atravesando un terreno particular (curioso, pero así es), una catarata situada en un bonito entorno a la que por desgracia llegué al atardecer (y los paisajes sin la luz del sol no lucen igual), con poco tiempo para explorarlo como se merecía (me lié en la cercana Skógafoss como te contaré a continuación y el día da de sí lo que da de sí - como veis mis viajes son una continua improvisación y me voy dejando llevar). El museo Skógar estaba cerrado (consecuencias de la pandemia) pero al menos se puede ver el exterior en el que se reproducen las típicas construcción con tejado de turba que pueden verse en muchos lugares de la isla.
La joya de la corona en ésta zona es la catarata de Skógafoss, una cortina perfecta de agua de 25 metros de ancho y unos 60 de alto. No es la catarata más espectacular de la isla, pero sí una de las más reconocibles y visitadas, merced a su ubicación casi a pie de la carretera 1 y fácil acceso, tan solo unos metros desde el aparcamiento (vacío durante mi visita...una de las pocas cosas buenas de la pandemia). El escenario es soberbio, y de nuevo poder disfrutarlo en soledad no tuvo precio. En el costado de la catarata se alza una interminable sucesión de escalones que llevan a quienes se atreven a afrontarlos a la parte alta de la catarata, desde la que se tiene una perspectiva diferente de la misma, y única del paisaje en el que se enclava. Lo que seguramente pocos se atreven a descubrir es el camino que se abre justo después del mirador situado en lo alto de Skógafoss y que da acceso a innumerables saltos de agua que dan forma al cañón por el que discurre el camino. Desconozco la longitud del mismo, la verdad, porque a mí me pilló muy de sorpresa y no iba preparado para una caminata larga cuando visité Skógafoss (llevaba solo zapatillas, y en ese terreno y con numerosos riachuelos que atravesar al final acabé empapado y con dolor en los pies, pero anduve unos 5 kilómetos por sentido), pero recomiendo el treking porque seguro que te va a sorprender muy positivamente.
Más hacia el Oeste se encuentra la catarata de Seljalandsfoss, de la que ya te hablé en la primera parte de ésta entrada, y muy cerca de Sellfoss se encuentra Urriðafoss, una recomendación del hermano de M y que según reza el cartel informativo que hay en el aparcamiento pasa por ser la catarata más caudalosa de toda Islandia (algo que cuesta creer viendo otras cataratas que hay al norte de la isla, pero ¡si el cartel lo dice será verdad!). La catarata se encuentra en el cauce del río Pjórsá, el río más largo de Islandia (230Km) y que abarca unos 8000 kilómetros cuadrados; el caudal medio del salto, de apenas 6 metros de altura, es de unos 350 metros cúbicos por segundo, pero puede llegar hasta los 1000-1500 metros cúbicos por segundo durante algunas fases de la primavera. Y más allá de cataratas y visitas, a cada paso vas a encontrarte con paisajes que bien merecen una parada y curiosidades que captar con tu cámara y tu memoria. Como ves, miles de experiencias, y ¡todas ellas se localizan en una zona muy limitada del sur de Islandia!.
El Centro Oeste de la isla
Durante mi viaje de Junio, tuve la fortuna de contar con un 4x4 durante mi estancia, circunstancia que aproveché tanto como pude, teniendo en cuenta que no contaba con ello (fue un upgrade gratuito de la empresa de alquiler de coches) y que por lo tanto no tenía nada preparado. Pero una vez que te mueves en un 4x4 y no tienes la limitación de evitar las temidas carreteras F, se abre todo un universo nuevo de posibilidades. Las carreteras F no es que sean malas, la verdad, pero están restringidas a vehículos todo terreno (aunque por muchas se podría ir con un coche normal - de echo hay quien va - pero si es de alquiler y te pasa algo, la compañía no se hace cargo y el seguro no te cubre...), y conducir por ellas es una gozada: cambios de nivel, derrapes, ríos, caballos, puentes de madera...¡quiero repetir!. Por no hablar de los paisajes que te permite descubrir, pero vamos por partes.
Pero empecemos por destinos accesibles (de forma legal) para todos los vehículos; las tres visitas que casi todo visitante primerizo realiza en la círculo dorado son la espectacular catarata de Gullfoss, Geysir y Thingvellir, un lugar declarado Patimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1972 merced a su relevancia histórica (aquí se estableció el primer parlamento del mundo) y geográfica, con fisuras que son un libro abierto sobre la historia de la tierra. El parque es también el hogar de la catarata de Öxarárfoss, muy pintoresca y enclavada en un entorno único. A vista de pájaro es como mejor se observa la zona y las fisuras de la tierra en ésta singular zona de Islandia.
Pero hay mucho más que ver en ésta zona, como la catarata de Háifoss, situada en un recóndito paraje, protegida por las montañas entre las que se precipita creando un paisaje espectacular. Se puede bajar hasta la base de la catarata (supongo que mejor cuando haga buen tiempo y no tanto aire, porque yo terminé empapado, y eso que me quedé bastante lejos...). El viento, fortísimo aquellos días (para sacar alguna imagen me tuve que ir arrastrando a ras de suelo hacia el borde del cañón porque las rachas de aire eran fortísimas...) impidió que mi pequeño nuevo juguete se diera una vuelta por el aire, pero las imágenes a ras de suelo (nunca mejor dicho) no tienen desperdicio.
Lo que yo no sabía es que en ésta zona se encontraba otro de esos lugares únicos de la isla no muy conocidos, la cascada de Brúarárfoss; para disfrutar de éste maravilloso lugar hay que caminar en torno a una hora desde el aparcamiento (terreno llano), pero el tiempo invertido, que no el esfuerzo, es recompensado con creces cuando te encuentras frente a éste paisaje de cristalinas aguas azuladas. La cascada en sí no es muy grande, pero el entorno, la belleza del salto y el color del agua le dan una personalidad única. Fue una de las visitas, de nuevo improvisadas, que más me gustó de mi viaje de Junio. ¡Juzga por ti mismo!.
Y hablando de aguas azules, no puedo dejar de recomendarte visitar, algo más al norte, las cascadas de Hraunfossar y Barnafoss. Había visitado ambos lugares durante mi primer viaje en 2015, pero el día de aquella visita llovía a mares. En ésta ocasión pude disfrutar de la visita en compañía del sol, y fue completamente diferente. Si os preguntara qué tienen en común todas las cataratas seguramente muchos me responderíais que son saltos de agua en el curso de un río. Pues bien, Hraunfossar no sería una catarata según esa definición, ya que el agua de la catarata no procede de un río sino que es fruto de las corrientes y filtraciones de agua sobre el terreno que se precipitan al río a través de formaciones de rocas volcánicas. Rocas que lloran. Precioso. El agua parece proceder de ninguna parte, y sin embargo ahí está, dando forma y color a uno de los paisajes más encantadores de Islandia. El río sobre el que desembocan Hraunfossar tiene unos rápidos a través de formaciones de roca volcánica aguas arriba, Barnafoss. La historia popular que rodea Barnafoss es muy triste: Barnafoss se traduce como "cascada de los niños". Cuenta la leyenda que dos niños decidieron seguir a sus padres cuando éstos se dirigían a la iglesia y les habían dicho que se quedaran en casa. Desoyendo el mandato paterno, decidieron tomar un atajo hacia la iglesia que pasaba por un puente de piedra sobre los rápidos del río. Bien por la altura, el vértigo o el tremor de las aguas bajo sus pies, ninguno de los niños consiguió pasar el puente y ambos murieron ahogados. En venganza, la madre ordenó destruir el puente para que nadie más sufriera la misma suerte. Las bravas aguas de éste desfiladero recuerdan a aquellos niños que dieron nombre a este paso. Sea como fuere, el desfiladero es impresionante y bien merece una visita. ¡no olvides apuntarlo en tu cuaderno de viaje!
Y ahora sí, ¡vamos a sacarle partido al 4x4! Tampoco tuve mucho tiempo de exprimirlo, la verdad, pero algo pude hacer. De regreso desde Hraunfossar y Barnafoss, decidí "perderme" y regresar a Reykjavik por la F550, que casualmente pasa al lado del glaciar de Langjökull, el segundo glaciar más grande de Islandia. La verdad es que la carretera estaba en muy buen estado, y para nada parecía una F; no sé muy bien en qué se basaran para hacer éstas distinciones. Lo que sí pude ver es que otras F´s estaban cerradas (seguramente intransitables por el agua). En éste glaciar se puede visitar un túnel hecho por el hombre dentro del glaciar, experiencia que me pareció del todo prescindible (me sonó a turistada total, y habiendo sido creado por el hombre, veo un sinsentido que los mismos que claman que el glaciar está retrocediendo continuamente por la acción del hombre, lo perforen con un túnel por el simple disfrute, con las consecuencias que los cambios de temperatura creados por los visitantes puedan tener...solo digo eso) y decidí simplemente explorar una parte de la superficie por mí mismo, a pie. Una sensación única el estar solo en medio de tal escenario. El viento comenzó a hacer de las suyas durante mi paseo y tuve que recogerme a toda prisa porque la ventisca amenazaba con volverse más violenta. Pero tuve tiempo de disfrutar del escenario, de la experiencia y de acabar completamente exhausto.
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¡Ahí estoy! sí, sí...¡soy yo! |
Y llegamos al plato fuerte del viaje, al destino que quería visitar sin saber dónde se encontraba y al que llegué fruto de la más absoluta casualidad. Conduciendo sin tener un destino claro llegué a las cataratas de Hjálparfoss, formadas hace unos 3000 años en un episodio volcánico en la isla. Y desde allí me aventuré por las carreteras F, a ver qué me encontraba. Y me tocó el premio gordo. Comencé a ver montañas de llamativos colores rojizos, y obviamente había leído y visto imágenes de algunas de ellas, pero no sabía dónde estaban, así que decidí seguirlas a través de aquellas divertidas carreteras de arena y barro (¡suuuuper divertidas!) y finalmente llegué a las conocidas como Tierras Altas de Islandia y simplemente, y a primera vista, quedé hechizado por la belleza del lugar. Tuve que dejar el coche antes del aparcamiento, ya que había que cruzar un río y he escuchado a M demasiadas historias contadas por su hermano sobre turistas que acaban con el coche destrozado o arrastrados por la corriente por atreverse a vadear ríos sin experiencia, así que decidí no dar oportunidad a ser uno de ellos; así como para los aspectos físicos soy muy atrevido, cuando se trata de afrontar algo con algo que no es mío, soy un poco más precavido. En cualquier caso, desde el río (que se puede cruzar cómodamente por un puente) hasta la oficina de turismo (que estaba cerrada porque eran como las 9 de la tarde cuando llegué) hay escasos 500 metros, así que aparqué el coche, hice un vuelo de reconocimiento (que me enamoró) y me dirigí hacia el parque para hacer alguna ruta andando.
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El río que no me atreví a cruzar con el coche...
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La verdad es que lo de improvisar en los viajes tiene su punto positivo (el viaje es una sorpresa y no sabes qué te deparará el día), y también sus inconvenientes, como llegar a semejante paraíso de belleza al caer la tarde...¡no quiero ni imaginarme cómo tiene que ser ver éste lugar un día soleado! No quiero imaginármelo, pero espero vivirlo porque volver a éste lugar, vuelvo. Eso lo tengo clarísimo (no se cuándo, pero volveré). Aprovechando los pocos rayos de sol que aún se filtraban ente los riscos de las montañas, me dispuse a hacer una caminata (que de nuevo no tenía ni idea de a dónde me llevaría, pero vi un camino, palitos de colores y como los niños me puse a seguir los palitos...), parando a cada paso para tratar de capturar, aunque mínimamente, la belleza que mis ojos estaban teniendo la fortuna de disfrutar en vivo (y os podéis imaginar que totalmente solo...). El agua procedente del deshielo de los neveros tenía un color azul increíble, y las montañas, aún cubiertas parcialmente por la nieve, mostraban una gama de colores difíciles de procesar por mi mente: rojos, verdes, naranjas...¡qué maravilla!. Siguiendo los palitos de colores llegué a una zona en la que los palitos cambiaban de color, y decidí seguir los que subían colina arriba (para bajar ya habría tiempo), y llegué hasta la zona alta de la montaña donde los vapores procedentes del interior de la tierra se filtraban por las grietas del terreno y daban un aspecto misterioso a aquel lugar ya de por sí mágico. Las vistas desde arriba ni os las imagináis (porque las fotos se quedan muy lejos de la realidad en éstos escenarios...al menos las mías). Y en aquel paraíso natural hice una paradita para comerme un par de bocadillos (uno de ellos de buen chorizo castellano, ¡que ésta vez no se me olvidó!) y pensar en lo afortunado que era - con todo lo que estamos pasando, en aquel momento me olvidé de todo y solo me lamentaba por no haber llegado antes, ¡bendita preocupación!.
Inicié el descenso y tomé la bifurcación para seguir los palitos del otro color y así, en teoría, regresar por otro camino distinto...¡eso al menos me decía la lógica! y así fue. Tuve que pasar por algunos tramos con muchísima nieve, como veréis en alguna foto, que afortunadamente estaba bastante congelada y no me hundía mucho (pero me hundía...), y acabé regresando por la orilla de un río que me llevó hasta el punto de partida. Ruta perfecta. Una de la mañana marcaba mi reloj. En aquel momento, y ya en el coche, pensé en quedarme hasta el amanecer (la idea de ver aquello con sol no se iba de mi cabeza), pero para aquello aún quedaban varias horas: aunque "amanecía" en torno a las 3 de la mañana, para que el sol tuviera cierta altura como para iluminar todo el escenario por encima de las montañas tendría que haber esperado mínimos unas 7 - 8 horas calculo, y después de un día largo (llevaba todo el día por ahí), sin comida y sin tan siquiera agua, y con el frío calándome hasta los huesos (¿os acordáis de la zona de nieve que comenté que sí te hundías?...pues eso), decidí emprender el camino de regreso al apartamento, con la tristeza que sientes cuando abandonas un lugar del que no te querrías haber movido, pero con la alegría esperanzadora de volver de nuevo algún día. Sin duda, el descubrimiento personal del viaje. Os dejo con las imágenes, sobran las palabras.
Y hasta aquí lo que dieron de sí mis viajes a Islandia en la primavera de éste año, limitados a una zona muy concreta de la isla. Por supuesto hubo mucho más: paradas improvisadas a pie de carretera para tomar fotos o disfrutar de un simple salto de agua, largas horas en coche (afortunadamente me gusta conducir, pero la verdad es que he hecho muchísimos kilómetros en éstos viajes), horas de espera, nervios e ilusión mirando al cielo en busca de destellos de luz y color (que llegaron en un puñado de ocasiones), cenas tradicionales islandesas (salchichas y cerveza) en buena compañía y en un ambiente relajado, y sobre todo, la sensación de volver a viajar, de volver a disfrutar viajando y descubriendo nuevos lugares. Deseo que el relato y las imágenes te hayan entretenido y hayan servido para que desconectes, al menos de forma temporal, de la incómoda realidad que nos está tocando vivir. ¡Cuidaros mucho y hasta pronto!.
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