La zona
centro-oeste de Inglaterra fue el destino de nuestra última semana de las vacaciones
otoñales de este año. Comenzamos nuestro viaje en Liverpool, localidad que fue
una agradable sorpresa, ya que a los numerosos rincones interesantes de la
ciudad se une un ambiente de pubs y clubs de música que sin duda le otorgan una
personalidad única a la ciudad, orgullosa de sus vecinos los Beatles, pero
dispuesta a demostrar que cuenta con motivos más que suficientes como para
erigirse por sí misma en un destino turístico de primer nivel en la isla. La zona del puerto, declarada Patrimonio de la
Humanidad, es un recorrido por el pasado y el presente de la ciudad, recorrido
que tiene en el mar el nexo de unión.
En los
alrededores de Liverpool, descubrimos la playa de Crosby, con sus enigmáticas figuras
humanas desperdigadas y semienterradas poblando el arenal, y la localidad
medieval de Chester, una de las plazas medievales en mejor estado de conservación
de cuantas pueden verse en la isla.
Ya en Manchester pudimos descubrir algunos de esos
sitios curiosos que toda ciudad tiene, como las bibliotecas John Rylands y
Chetham, disfrutamos de la noche de los fuegos (Bonfire Night) y nos
maravillamos con los paisajes del distrito de los lagos, al norte de la ciudad.
Un recorrido de lo más completo que dio mucho de sí.
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