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sábado, 4 de julio de 2015

Sobre volar...o cómo hacer realidad un sueño

     
Mis tiempos de motero quedaron atrás...
quizás no por mucho tiempo...
      






         Piloto de vocación (frustrado) Ingeniero de formación y aeronáutico de profesión. Con este curriculum no es de extrañar que el aire sea casi como mi "elemento natural", aquel que mayor sensación de libertad me ha ofrecido y me sigue ofreciendo (aunque en los últimos tiempos también me haya decidido a experimentar el medio acuático, un medio en el que he de reconocer que no me siento tan cómodo - al menos de momento... -, sin olvidar el medio terrestre que tan buenos momentos me deparó sobre todo durante mi época de motero...¡qué tiempos!) 



       A las experiencias acumuladas durante los cientos de vuelos comerciales en los que me he embarcado, bien por motivos personales o profesionales (y sus correspondientes horas de vuelo), se suman unas cuantas experiencias en otros medios de transporte aéreo no tan convencionales. 




       Las pequeñas ventanas ovaladas son la puerta a un mundo de imágenes y recuerdos que merecen ser contemplados y apreciados como lo que son, únicos; una especie de puerta para acceder a mi particular Narnia: la estampa de la superficie helada de Groenlandia o de la Laponia finlandesa, el rojizo desierto del Sáhara, los Alpes vistos desde 11000m de altura en un día despejado, siluetas de ciudades claramente identificable desde  33000 pies, los deltas de los gigantescos ríos Asiáticos, un avión que se cruza a sólo unos cientos de metros en un cruce de vías aéreas, la luna que me acompaña durante el trayecto en un vuelo nocturno, las nubes y sus caprichosas formas y, sobre todo, el increíble espectáculo ofrecido por el sol en su ocaso diario son los motivos que hacen que normalmente permanezca "pegado" a ese pequeño plástico ovalado que es la única frontera entre el asiento y el magnífico espectáculo que se muestra al otro lado. 






       Pero ahí no ha quedado la cosa; mi afición por volar me ha llevado a probar diversos tipos de artilugios para surcar el aire, en unos casos, o caer a través de él en otros, en busca de esa sensación de libertad, de la realización de un sueño que hoy es tan fácil de conseguir que casi asusta: volar. 

       La forma mas tranquila de hacerlo sea posiblemente en globo (no apto para personas con vértigo, ya que asomarse por la barquilla a 1000m de altura puede impresionar) El globo (que es mucho más complejo de lo que aparenta en cuanto a construcción y manejo), ofrece una sensación de tranquilidad difícilmente superable: no hay ruidos externos, tan solo el sonido del quemador y el aire fluyendo; un despegue muy suave y un aterrizaje cuya precisión dependerá en gran medida de la pericia del piloto. El inconveniente es que sabes de dónde sales pero no dónde aterrizarás y te puedes encontrar con alguna sorpresa durante el vuelo, como la que me sucedió volando en Brno (República Checa) cuando el aire nos llevó directos a la senda de aterrizaje del aeropuerto de la ciudad y el piloto recibió un mensaje de la torre anunciando de la presencia de un A320 en aproximación para aterrizaje y que se acercaba hacia nuestra posición, solicitando que ascendiéramos a 1000m a la mayor brevedad posible...el experimentado piloto, dueño de una prestigiosa compañía de fabricación de globos y subcampeón del mundo en varias ocasiones en la modalidad de vuelo de precisión, me dijo que nunca le había pasado algo parecido a lo largo de todas sus horas de vuelo...¡lo tomé como algo positivo y posiblemente irrepetible!




     El velero ofrece unas sensaciones únicas (posiblemente el medio más divertido que he probado) Gracias a un curso en mi etapa trabajando en Aviación Civil en Madrid tuve la oportunidad de realizar varios vuelos en este artefacto de enormes planos y cuya principal característica es la ausencia de motor, y que se mantiene flotando en el aire merced a las corrientes, y que ofrece una maniobrabilidad y estabilidad únicas: loopings, entradas en pérdida, caídas en picado, giros verticales...nada saca de sus casillas a estas aeronaves, cuya principal desventaja es la necesidad de un avión que efectúa el remolque hasta los 4000-5000m de altura, momento en el que el velero se desengancha y comienza el vuelo de forma autónoma: con el único sonido del aire acompañando el trayecto ofrece, desde mi punto de vista, las sensaciones mas puras. 



      El helicóptero ha sido otro de los medios utilizados (para sobrevolar Nueva York o el Gran Cañón) en algunos de mis viajes. Al haberlo utilizado para vuelos turísticos (no recreativos) las sensaciones fueron muy limitadas, pero las vistas que ofrecen merece la pena del elevado desembolso que este tipo de vuelos suelen requerir. 





       Los ultraligeros y avionetas ofrecen sensaciones mucho mas "fuertes", moviéndose merced a las corrientes de aire, pero nada comparable a precipitarse al vacío desde 4000m de altura: nunca olvidaré la sensación (de acongojo...por ser educado) que sentí cuando a esa altitud se abrió la puerta de la avioneta y me asomé al vacío, donde se supone que debía saltar, y el monitor de salto dijo "nos toca"



       Así las cosas, los Reyes Magos tenían una difícil empresa este año y me regalaron, entre otras cosas, un vuelo en autogiro, invento español de Juan de la Cierva y precursor del helicóptero (aunque el invento no haya tenido ni el desarrollo ni el empuje  que potencialmente ofrece) Después de un intento fallido por avería (ooops!) finalmente el pasado lunes 29 de junio conseguí cobrarme mi regalo en el Aeródromo de Casarrubios, en el límite de provincia entre Madrid y Toledo (www.gyroclubdelacierva.es) El principio del autogiro es muy sencillo: un motor situado en la parte posterior impulsa la aeronave, mientras que la hélice superior gira libremente debido a la corriente de aire que la atraviesa. La ventaja es que en caso de parada del motor trasero (el impulsor), el autogiro desciende libremente en autorrotación merced a sus palas sustentadoras. Además hoy en día cuentan con un paracaídas incorporado, así que volar es muy seguro.  




       Tras una breve carrera, la aeronave se eleva de forma muy suave, lenta y segura sobre el terreno, ganando altura progresivamente. A pesar de las elevadas temperaturas de ese día a la hora del vuelo (por encima de los 40 grados a las 17:30h) y la existencia de corrientes térmicas que tan divertido hace volar en velero en estos días, me sorprendió que el autogiro apenas se movió (algún vaivén y bajadas repentinas de un par de metros de altura, pero nada realmente excesivo), así que el vuelo discurrió de forma muy tranquila, solo perturbado por un par de descensos en barrena y algún que otro giro cerrado para probar las virtudes del invento español (¡después de "pinchar" al piloto para que me demostrara que el aparato podía hacer algo más!) 





      El tiempo de la actividad pasó volando (nunca mejor dicho) y sin darme cuenta me encontré de nuevo en tierra, en un aterrizaje que ya quisiera experimentar en algunos vuelos comerciales: ni el más mínimo impacto al aterrizar, flotando hasta el momento de tomar tierra. Tras el aterrizaje, tiempo para hablar con el piloto y con mi amigo Edu que acudió a la cita, para averiguar algo más sobre la aeronave y los requisitos necesarios para obtener la licencia de piloto. De momento el tema queda aparcado...si algún día me decido, el velero ocupa la primera posición para repetir. Seis meses después, el regalo de mi madre y mi hermana se hizo realidad, y con él otro pequeño sueño: el de volar en una aeronave tan peculiar como el autogiro. Así que sólo me queda decir, ¡gracias por el regalo!

Cuando el piloto usa el móvil durante el vuelo...parece que el autogiro no debe ser muy complicado de manejar
       Para finalizar, un pequeño vídeo (unos cuatro minutos) sobre el vuelo:




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