No es la primera vez que escribo sobre el norte de la provincia de la que soy oriundo, ni probablemente será la última. La Montaña Palentina encierra numerosos tesoros que están esperando a ser descubiertos por los viajeros. Rutas en coche recorriendo sus pueblos y pantanos, o andando para descubrir sus paisajes y a sus gentes, aptas tanto para excursionistas experimentados como para no iniciados; una completa oferta de turismo que aúna a la perfección la actividad, la naturaleza y la incomparable oferta gastronómica de la región.
En esta ocasión, y con motivo de las copiosas (e históricas, me atrevería a decir) nevadas sufridas semanas atrás, muchas rutas de montaña del norte no son accesibles, bien por el espesor de la nieve acumulada en la montaña que hace que las rutas sean impracticables o bien por falta de acceso a muchos de los caminos que llevan al punto de inicio de las mismas, así que nos decidimos por la sencilla ruta del Sendero del Gigante del Valle Estrecho, una ruta de dificultad baja (5 km en total) pero que la abundante nieve se encargó de complicar un poquito más. La idea en cualquier caso era la de pasar un día en la nieve, objetivo que se cumplió con creces.
El comienzo de la ruta (que en condiciones normales no transita por un sendero definido, así que con la nieve caída podéis imaginaros) se encuentra en el Km 15,5 de la carretera P610 que une las localidades palentinas de Cervera de Pisuerga y Velilla del Río Carrión. En un aparcamiento con capacidad para 15 turismos (y 6 bicicletas...curioso dato), la nieve únicamente dejaba al descubierto tres plazas de aparcamiento, gracias al trabajo realizado por las quitanieves en la zona.
El desnivel total de la ruta es de algo menos de 150m. La senda se inicia con una ligera ascensión que se prolonga por cerca de un kilómetro, hasta que se accede al primer mirador de la zona; para acceder al mismo hay que desviarse ligeramente de la senda marcada por las huellas en la nieve que guían nuestro recorrido, hasta llegar al lugar, un mirador que ofrece unas vistas espectaculares de la montaña y los pueblos que crecen bajo su protección, todo cubierto por un hermoso y efímero manto blanco.
Regresando sobre nuestros pasos hasta la senda original, la segunda parte de la ruta discurre por un terreno llano, donde la Peña Redonda destaca sobre todas las formaciones montañosas de la zona por su peculiar forma. La ruta concluye en el mirador de Cadalcio, un lugar estupendo para reponer fuerzas con un apetitoso (y bien merecido) montadito de chorizo (de la tierra) y para pasar un rato disfrutando del paisaje y haciendo fotos del mismo. En éste mirador hay un cartel informativo que servirá al viajero para identificar los diferentes picos y montes que se divisan desde allí, que si bien no destacan por su altura sí lo hacen por su abundancia y su agrupada distribución. El panel informativo relata la historia del Gigante que da nombre al valle, un alegato según se narra al dolor que sufren todos los padres al ver a sus hijos alejarse de la Montaña Palentina (una leyenda antigua que se encuentra de plena actualidad en el SXXI, por las pocas oportunidades que encuentran los jóvenes para encontrar trabajo en esta zona)
La leyenda reza así:
Cuenta la leyenda que en la región residía un gigante que tenía una única hija a la que amaba entrañablemente, pero ella no se sentía feliz a su lado ya que no encontraba a ningún pretendiente, ni ningún mozo de los alrededores quería entablar relaciones con ella, pues todos los hombres del Valle Estrecho tenían miedo al Gigante.
Ella quería marchar de aquellas tierras pero no lo conseguía, pues su padre la vigilaba y tenía personas en su entorno comprometidas en su cuidado. Su única salida era por las montañas y cierta vez lo intentó por un sendero del monte Cadalcio, pero fue sorprendida y castigada severamente. Su padre, para evitar que se repitiera el intento, colocó en el paso unas grandes rocas, que en la actualidad allí existen.
Ella lloraba y suplicaba a su padre que la dejase marchar, pero él se mantuvo en su postura durante meses y años. Por fin un día, y ayudada por una persona de su confianza, la hija del Gigante preparó con hierbas del campo un brebaje con el que roció la comida de su padre, el cual cayó en un profundo sueño después de degustar la comida.
Ya libre de la vigilancia de su padre se encaminó hacia le Peña Redonda, desde donde dió vista a Tierra de Campos, hacia la cual se marchó.
La Peña Redonda a la izquierda...¿puedes ver al gigante recostado? |
Cuando el gigante se despertó montó en cólera al enterarse de la desaparición de su hija. Sus voces y gritos retumbaron por el Valle Estrecho, las rocas cayeron y hasta las fieras del bosque se refugiaron en sus cuevas. Buscó por todos los pueblos hasta que un viajero le informó que su hija se encontraba lejos de estas montañas ya que un señor poderoso la había acogido bajo su protección. El gigante, después de esta noticia tan desconsoladora, se puso triste y en su casona reinó el silencio, hasta que un día arrasó su casa, alejó su ganado, despidió a los servidores y se marchó al monte, remontando la Peña redonda y se quedó mirando la horizontalidad de tierra de campos por donde su hija se marchara.
Allí pasó días y noches sin hablar con nadie, sin comer ni dormir, hasta que una tarde cuando el sol se ocultaba se acostó sobre la Peña Redonda, se puso un pañuelo sobre sus ojos, cruzó las manos sobre su pecho y se durmió. Cuentan que un frío intenso se sintió en el valle, llegaron días de lluvia, nieblas y grandes tormentas.
Pasados varios días amaneció un sol radiante, pero qué insólito hecho el gigante había crecido más, mucho más y se había convertido en una estatua de piedra recostada sobre la Peña Redonda. Las lágrimas de sus ojos habían formado un gran surco que bajaba hasta los bosques; la sangre de su corazón, roto por el dolor, había penetrado en la tierra y por eso hoy existe una fuente que la llaman "colorada". Cuando se acerca la fecha en la que murió el gigante, el gran lago subterráneo que se formó con sus lágrimas se embravece y lanza sus aguas con fuerza por la boca de la fuente Desondonada.
Una ayudita para localizar al gigante recostado sobre la Peña Redonda...¡es que la nieve despista! |
Lamentando la suerte del Gigante, emprendemos el regreso al aparcamiento, el cual discurre mucho más rápido que la ascensión, si bien echamos de menos unos plásticos o unas palas para arrojarnos ladera abajo (¡para la próxima vez seguro que no lo olvidamos!)
Haciendo un "angelito"...¡no comment! |
¡Nuestro homenaje al Gigante caído! |
Después del "enorme" esfuerzo y desgaste físico originado por la excursión, nada mejor que reponer fuerzas en uno de las numerosas casas restaurante de la zona. En esta ocasión nos decidimos por Casa Coya, situado en la pequeña pedanía de Rabanal de los Caballeros, a algo menos de 5Km de Cervera, en dirección a Potes. Un tradicional y abundante cocido de la región (con sus tres platos separados, como lo hacían nuestras abuelas y aún siguen haciéndolo algunas madres - la mía entre ellas) nos sirve para cargar fuerzas para afrontar el camino de regreso a Palencia, no sin antes parar en el embalse de Requejada que ofrecía unas vistas espectaculares del atardecer con el reflejo de la luz del sol sobre la escasa porción del embalse que permanecía en estado líquido. De camino a Palencia las nubes y el cielo rojizo dieron paso a la luna, en cuarto creciente, perfectamente acompañada por Venus y Marte, que estas fechas estaban prácticamente alineados siendo visibles a simple vista (para todos menos para el conductor, ¡claro!)
Acueducto sobre la cola del embalse de Requejada |
Y esto es todo cuanto dio de sí nuestra nueva escapada al norte; mis compañeros de "aventura" (Sandra, Gloria, y los dos Luis - Luismi y 'Cubillo') tendrán oportunidad de repetir experiencia probablemente antes del final del invierno. A mi me toca regresar a las llanuras de la región de NordRhein Westfalen en Alemania, que ofrece también interesantes sitios por descubrir pero donde se echa de menos (y mucho) la montaña, la gente y la gastronomía de mi tierra.
Hace apenas un mes cerraba la crónica de mi viaje a Laponia con un "hasta la próxima" por la falta de planes concretos de viajes. La situación ha dado un vuelco y los planes se amontonan en mi cabeza y en mi agenda, disponiéndome a afrontar un final de invierno y una primavera de lo más ajetreada, que me llevará, si todo sigue según lo esperado, a disfrutar de un corto periodo de vacaciones en Roma en tan sólo un par de días, al misterio y exotismo de Malasya y Miannmar desde finales de marzo hasta principios de mayo, para continuar con un refrescante rafting en el río Ara en el Pirineos aragonés y un emocionante curso de buceo en Cantabria, todo ello en la primera mitad de mayo, sin olvidar el concierto de Roxette en Madrid el día 13. Viajes y actividades de las que os mantendré puntualmente informados a través de este blog e instagram (elviajerodelasnubes).