Translate

martes, 24 de febrero de 2015

La leyenda del Gigante del Valle Estrecho, montaña Palentina


     No es la primera vez que escribo sobre el norte de la provincia de la que soy oriundo, ni probablemente será la última. La Montaña Palentina encierra numerosos tesoros que están esperando a ser descubiertos por los viajeros. Rutas en coche recorriendo sus pueblos y pantanos, o andando para descubrir sus paisajes y a sus gentes, aptas tanto para excursionistas experimentados como para no iniciados; una completa oferta de turismo que aúna a la perfección la actividad, la naturaleza y la incomparable oferta gastronómica de la región. 

       En esta ocasión, y con motivo de las copiosas (e históricas, me atrevería a decir) nevadas sufridas semanas atrás, muchas rutas de montaña del norte no son accesibles, bien por el espesor de la nieve acumulada en la montaña que hace que las rutas sean impracticables o bien por falta de acceso a muchos de los caminos que llevan al punto de inicio de las mismas, así que nos decidimos por la sencilla ruta del Sendero del Gigante del Valle Estrecho, una ruta de dificultad baja (5 km en total) pero que la abundante nieve se encargó de complicar un poquito más. La idea en cualquier caso era la de pasar un día en la nieve, objetivo que se cumplió con creces. 
       

       El comienzo de la ruta (que en condiciones normales no transita por un sendero definido, así que con la nieve caída podéis imaginaros) se encuentra en el Km 15,5 de la carretera P610 que une las localidades palentinas de Cervera de Pisuerga y Velilla del Río Carrión. En un aparcamiento con capacidad para 15 turismos (y 6 bicicletas...curioso dato), la nieve únicamente dejaba al descubierto tres plazas de aparcamiento, gracias al trabajo realizado por las quitanieves en la zona. 


      El desnivel total de la ruta es de algo menos de 150m. La senda se inicia con una ligera ascensión que se prolonga por cerca de un kilómetro, hasta que se accede al primer mirador de la zona; para acceder al mismo hay que desviarse ligeramente de la senda marcada por las huellas en la nieve que guían nuestro recorrido, hasta llegar al lugar, un mirador que ofrece unas vistas espectaculares de la montaña y los pueblos que crecen bajo su protección, todo cubierto por un hermoso y efímero manto blanco. 




       Regresando sobre nuestros pasos hasta la senda original, la segunda parte de la ruta discurre por un terreno llano, donde la Peña Redonda destaca sobre todas las formaciones montañosas de la zona por su peculiar forma. La ruta concluye en el mirador de Cadalcio, un lugar estupendo para reponer fuerzas con un apetitoso (y bien merecido) montadito de chorizo (de la tierra) y para pasar un rato disfrutando del paisaje y haciendo fotos del mismo. En éste mirador hay un cartel informativo que servirá al viajero para identificar los diferentes picos y montes que se divisan desde allí, que si bien no destacan por su altura sí lo hacen por su abundancia y su agrupada distribución. El panel informativo relata la historia del Gigante que da nombre al valle, un alegato según se narra al dolor que sufren todos los padres al ver a sus hijos alejarse de la Montaña Palentina (una leyenda antigua que se encuentra de plena actualidad en el SXXI, por las pocas oportunidades que encuentran los jóvenes para encontrar trabajo en esta zona)



     La leyenda reza así:

       Cuenta la leyenda que en la región residía un gigante que tenía una única hija a la que amaba entrañablemente, pero ella no se sentía feliz a su lado ya que no encontraba a ningún pretendiente, ni ningún mozo de los alrededores quería entablar relaciones con ella, pues todos los hombres del Valle Estrecho tenían miedo al Gigante.

       Ella quería marchar de aquellas tierras pero no lo conseguía, pues su padre la vigilaba y tenía personas en su entorno comprometidas en su cuidado. Su única salida era por las montañas y cierta vez lo intentó por un sendero del monte Cadalcio, pero fue sorprendida y castigada severamente. Su padre, para evitar que se repitiera el intento, colocó en el paso unas grandes rocas, que en la actualidad allí existen. 

      Ella lloraba y suplicaba a su padre que la dejase marchar, pero él se mantuvo en su postura durante meses y años. Por fin un día, y ayudada por una persona de su confianza, la hija del Gigante preparó con hierbas del campo un brebaje con el que roció la comida de su padre, el cual cayó en un profundo sueño después de degustar la comida. 

       Ya libre de la vigilancia de su padre se encaminó hacia le Peña Redonda, desde donde dió vista a Tierra de Campos, hacia la cual se marchó.

La Peña Redonda a la izquierda...¿puedes ver al gigante recostado?
       Cuando el gigante se despertó montó en cólera al enterarse de la desaparición de su hija. Sus voces y gritos retumbaron por el Valle Estrecho, las rocas cayeron y hasta las fieras del bosque se refugiaron en sus cuevas. Buscó por todos los pueblos hasta que un viajero le informó que su hija se encontraba lejos de estas montañas ya que un señor poderoso la había acogido bajo su protección. El gigante, después de esta noticia tan desconsoladora, se puso triste y en su casona reinó el silencio, hasta que un día arrasó su casa, alejó su ganado, despidió a los servidores y se marchó al monte, remontando la Peña redonda y se quedó mirando la horizontalidad de tierra de campos por donde su hija se marchara.




       Allí pasó días y noches sin hablar con nadie, sin comer ni dormir, hasta que una tarde cuando el sol se ocultaba se acostó sobre la Peña Redonda, se puso un pañuelo sobre sus ojos, cruzó las manos sobre su pecho y se durmió. Cuentan que un frío intenso se sintió en el valle, llegaron días de lluvia, nieblas y grandes tormentas. 

      Pasados varios días amaneció un sol radiante, pero qué insólito hecho el gigante había crecido más, mucho más y se había convertido en una estatua de piedra recostada sobre la Peña Redonda. Las lágrimas de sus ojos habían formado un gran surco que bajaba hasta los bosques; la sangre de su corazón, roto por el dolor, había penetrado en la tierra y por eso hoy existe una fuente que la llaman "colorada". Cuando se acerca la fecha en la que murió el gigante, el gran lago subterráneo que se formó con sus lágrimas se embravece y lanza sus aguas con fuerza por la boca de la fuente Desondonada.

Una ayudita para localizar al gigante recostado sobre la Peña Redonda...¡es que la nieve despista!

      Lamentando la suerte del Gigante, emprendemos el regreso al aparcamiento, el cual discurre mucho más rápido que la ascensión, si bien echamos de menos unos plásticos o unas palas para arrojarnos ladera abajo (¡para la próxima vez seguro que no lo olvidamos!)


Haciendo un "angelito"...¡no comment!

¡Nuestro homenaje al Gigante caído!

      Después del "enorme" esfuerzo y desgaste físico originado por la excursión, nada mejor que reponer fuerzas en uno de las numerosas casas restaurante de la zona. En esta ocasión nos decidimos por Casa Coya, situado en la pequeña pedanía de Rabanal de los Caballeros, a algo menos de 5Km de Cervera, en dirección a Potes. Un tradicional y abundante cocido de la región (con sus tres platos separados, como lo hacían nuestras abuelas y aún siguen haciéndolo algunas madres - la mía entre ellas) nos sirve para cargar fuerzas para afrontar el camino de regreso a Palencia, no sin antes parar en el embalse de Requejada que ofrecía unas vistas espectaculares del atardecer con el reflejo de la luz del sol sobre la escasa porción del embalse que permanecía en estado líquido. De camino a Palencia las nubes y el cielo rojizo dieron paso a la luna, en cuarto creciente, perfectamente acompañada por Venus y Marte, que estas fechas estaban prácticamente alineados siendo visibles a simple vista (para todos menos para el conductor, ¡claro!)


Acueducto sobre la cola del embalse de Requejada


      Y esto es todo cuanto dio de sí nuestra nueva escapada al norte; mis compañeros de "aventura" (Sandra, Gloria, y los dos Luis - Luismi y 'Cubillo') tendrán oportunidad de repetir experiencia probablemente antes del final del invierno. A mi me toca regresar a las llanuras de la región de NordRhein Westfalen en Alemania, que ofrece también interesantes sitios por descubrir pero donde se echa de menos (y mucho) la montaña, la gente y la gastronomía de mi tierra. 

     Hace apenas un mes cerraba la crónica de mi viaje a Laponia con un "hasta la próxima" por la falta de planes concretos de viajes. La situación ha dado un vuelco y los planes se amontonan en mi cabeza y en mi agenda, disponiéndome a afrontar un final de invierno y una primavera de lo más ajetreada, que me llevará, si todo sigue según lo esperado, a disfrutar de un corto periodo de vacaciones en Roma en tan sólo un par de días, al misterio y exotismo de Malasya y Miannmar desde finales de marzo hasta principios de mayo, para continuar con un refrescante rafting en el río Ara en el Pirineos aragonés y un emocionante curso de buceo en Cantabria, todo ello en la primera mitad de mayo, sin olvidar el concierto de Roxette en Madrid el día 13. Viajes y actividades de las que os mantendré puntualmente informados a través de este blog e instagram (elviajerodelasnubes).


miércoles, 18 de febrero de 2015

Kölle Alaaf!

      
       Carnaval. Una época del año y una celebración que tradicionalmente asociamos con ciudades como Río de Janeiro, Venecia, Cádiz o Gran Canaria y con términos como samba, murga, diversión, buen tiempo (a pesar de celebrarse en invierno...) Pero seguro que muy poca gente asocia "carnaval" con Alemania, y más concretamente con Colonia, donde esta fiesta se vive en su máxima expresión. Yo fui el primer sorprendido cuando viví mi primer carnaval en tierras teutonas, allá por el año 2010 (¡qué lejano parece quedar a estas alturas!) Si el carnaval de Río se caracteriza por las escuelas de samba y tiene el sambódromo como catedral de la fiesta estos días, el Veneciano se asocia a glamourosos y elaborados trajes de época con sus características máscaras y el acto de elección de la reina del carnaval Canario es su punto álgido, en Colonia el carnaval es de la gente  (el significado del término local Kölle Alaaf viene a significar más o menos eso, que Colonia es de todos) y en los días de fiesta es difícil encontrarse en el centro con alguien que no vaya ataviado con algún tipo de atuendo carnavalesco.

El carnaval de Colonia es probablemente el más largo del mundo; las celebraciones comienzan puntuales cada 11 de Noviembre a las 11:11am. Esa fecha y esa hora marcan el pistoletazo de salida de una fiesta que se prolongará hasta el miércoles de ceniza. Ese día suele ser de los más jóvenes, sin grandes celebraciones más allá del discurso "oficial" que inaugura la temporada de carnavales y algún concierto, pero la fiesta se encuentra en la calle, donde puestos de salchichas y de Kolsch, la cerveza local, inundan los barrios céntricos haciendo su agosto en pleno mes de noviembre. Particularmente es el día que menos me gusta del carnaval de Colonia; es frecuente ver a gente completamente borracha a las 8-9 de la mañana, así que os podéis imaginar el panorama en torno a las tres de la tarde.
       A partir de esa fecha no es extraño ver a gente disfrazada, principalmente durante los fines de semana, ya que los distintos grupos o comparsas de carnaval se reúnen para los preparativos de la gran cabalgata, organizan cenas y comidas y ultiman los preparativos de la gran semana de carnavales.
Carnaval del 2010, al término del desfile del lunes
       Los carnavales de Colonia los organiza un comité de fiestas fundado en 1823. Este comité es el encargado de "designar" a los tres principales personajes del carnaval de Colonia: la virgen, el príncipe y el campesino (die Jungfrau, der Prinz y der Bauer) Estos títulos no son gratuitos - hay que pagar para ser elegido, pero entre los privilegios del puesto, el príncipe, el más alto representante del carnaval, preside todos los actos organizados.
¡En el 2011 nos lo curramos un poco más!
Carnaval 2010, el primero, ¡me pilló por sorpresa!
         La semana grande de carnavales comienza el jueves de carnaval, el Weiberfastnacht, el día de las mujeres, que asumen el control de la ciudad tras recibir las llaves de la ciudad de manos del alcalde. Ese día las mujeres mandan (¿sólo ese día?...) y no se les puede negar nada. La fiesta comienza en la mañana, donde grupos de mujeres recorren, tijera en mano, las calles y lugares de trabajo para hacerse con su preciado botín: pedazos de corbata. Así que si eres hombre y tienes que trabajar ese  día, no lleves tu mejor corbata de seda italiana a la oficina....la fiesta se prolonga durante todo el día hasta altas horas de la madrugada (durante la semana de fiestas los bares no tienen horario de cierre), con grupos de música en la calle y bares abarrotados donde resulta difícil entrar...y a veces ¡hasta salir! la batucada anima cada barrio y cada rincón de la ciudad...siempre que el tiempo lo permita ¡una buena alternativa a los bares!
En 2012 de vikingo asolando la aldea gala de Astérix
2014, sesión de mañana                            
        
           La fiesta en la calle continúa durante todo el fin de semana, hasta llegar al domingo, donde se celebra el desfile infantil, una interminable cabalgata donde participan decenas de colegios y agrupaciones locales que arrojan todo tipo de golosinas y pequeños juguetes a los asistentes, siendo los niños los grandes protagonistas, tanto dentro como fuera del desfile, aunque no los únicos: las personas que participan en el desfile obsequian con flores a los asistentes, flores que entregan personalmente una a una (nada de pelearse por conseguir un buen puñado de ellas) a todos sin excepción: niños, mujeres y hombres se van del desfile con un buen ramo de flores año tras año.
Desfile del domingo, año 2011


Desfile del domingo, año 2011
    
        El punto álgido del carnaval de Colonia es no obstante el lunes de carnaval (Rosenmontag), el día del desfile oficial del carnaval, presidido por el príncipe del mismo y donde decenas de comparsas desfilan en sus carrozas y mostrando sus disfraces a los miles de asistentes que esperan la llegada de la cabalgata, una cabalgata que se prolonga varias horas (un año aguanté durante cinco horas en el mismo sitio, bajo una lluvia de golosinas, chocolates y ositos de gominola y no se adivinaba el final de la cabalgata) y donde todo el mundo, sin excepción, participa de la fiesta, al ritmo de las pegadizas canciones locales de carnaval - con el Viva Colonia a la cabeza, una especie de himno local, con letra en dialecto Kolsch, pero donde el estribillo principal es un llamativo viva Colonia en español - cantando y bailando al ritmo que marcan las distintas orquestas y recogiendo todo lo que va cayendo a tus pies (o mejor dicho te golpea la cabeza...y es que hay que tener cuidado porque desde las carrozas se lanza de todo...desde los tradicionales caramelos y osos de goma de Haribo, originarios de la cercana Bonn, hasta caja de bombones completas de un tamaño considerable o tabletas de chocolate)
       Aquí puedes escuchar el Viva Colonia en directo, ¡lo bueno empieza a partir de los 35 segundos!

¡Este año tocó pitufar!
        Lo quieras o no, regresarás a casa con un cargamento completo de chucherias (las bolsas que consiguen los niños son difíciles de imaginar...el contraste alemán a la tacañería tradicional en las cabalgatas de los Reyes  Magos en Palencia, donde conseguir un simple caramelo es misión casi imposible) Niños y ancianos, todos participan de la fiesta, muchos de ellos vestidos en los tradicionales colores de la ciudad, el rojo y el blanco. Una experiencia que llamó mi atención cuando me instalé en Colonia y que año tras año atrae a miles de visitantes de todo el mundo que llegan a Colonia para disfrutar de una semana de fiesta al grito de Kölle Alaaf!


2014, sesión de tarde/noche

      

sábado, 7 de febrero de 2015

La destrucción del anillo regente


       La vida es dura. No, no lo escribe una persona que lo ha perdido todo en una de las numerosas catástrofes naturales que asolan nuestro planeta o en una absurda guerra (aunque en este caso el adjetivo sobra, ya que la palabra "guerra" lleva implícitos, entre otros muchos, los adjetivos 'absurda' e 'irracional') Lo escribe una persona que es consciente de pertenecer al selecto y reducido grupo de personas con salud, trabajo (ni bueno, ni malo, simplemente un trabajo como lo son todos) y con las necesidades básicas (incluso alguna más no tan básica) cubiertas. Bajo este prisma, una persona como yo no debería permitirse tan sólo pensar que la primera afirmación de este escrito es cierta, y mucho menos escribirla. Pero la vida tiene altibajos, y de vez en cuando te golpea, y los golpes duelen (por muy acostumbrado que estés a ellos) y entonces es fácil esconderse en el tópico y decir aquello de "qué dura es la vida".

       En mi caso ése golpe, el definitivo, el que puso mi mundo del revés no fue una simple bofetada, si no más bien una paliza por lo inesperado, la brusquedad y el sinsentido de la misma. Aquel día perdí toda esperanza, mis ilusiones y los sueños de toda una vida. Se me ocurren pocas cosas peores que vivir sin esperanza, ilusiones ni sueños; incluso los más desfavorecidos, aquellos para los que la vida es realmente dura, tienen la esperanza de una vida mejor, el sueño de un país sin guerras, la ilusión de recuperar lo perdido, el anhelo de una vida mejor. Mi profundo respeto y admiración hacia ellos.

      Y como todos, tuve que aprender a vivir de nuevo, una vida nueva, a caminar sólo, sin el bastón en el que tanto me había apoyado, a convivir con hermosos sueños que se repiten una y otra vez pero que se tornan en pesadillas cuando sobresaltado salgo de mi letargo y vuelvo a ser consciente de la realidad, a soportar la pesada carga emocional y los recuerdos asociados a una sencilla carta de apenas 30 gramos de peso (una carta de la que muy poca gente conoce de su existencia), escrita a la vieja usanza, de puño y letra y desde el corazón, una carta destinada a ésa persona que nunca más estará a mi lado y que me he empeñado, irracionalmente, en llevar conmigo durante todo este tiempo - mi anillo regente, mi tesoro - mientras recorría el mundo de norte a sur - desde el círculo polar Ártico hasta el África subsahariana - y de oeste a este - el contraste entre el silencio del gran cañón del Colorado y el rugido de los volcanes indonesios, en busca de recuerdos y experiencias.

       Estos golpes te descolocan, te sacan de la "plácida" y cómoda rutina en que convertimos nuestras vidas y te afectan hasta tal punto que dejas de ser la persona que eras. Yo no soy la excepción y me he convertido en una persona distinta. En este cambio he aprendido a valorar mucho más las cosas que realmente importan y que casi siempre pasaban desapercibidas ante mi mirada, tal vez por la sencillez de las mismas o seguramente por estar centrado en cosas secundarias: la grandeza que se oculta tras un abrazo sincero (sinceridad, que palabra tan fuerte y tan frágil al mismo tiempo), la profundidad de una mirada amiga, la fuerza de una sonrisa que todo lo puede y que derriba todas las barreras, la calidez y belleza de la llama de una vela que ilumina una habitación, la magia de un cielo cubierto por una alfombra de estrellas, una simple, compleja y perfecta gota de agua, una nube vista desde 11000 metros de altitud, un amanecer, un atardecer, una canción...Hechos sencillos que despreciaba. En mi opinión, una vez cubiertas las necesidades básicas, la vida es muy sencilla, mucho más simple que la complejidad con que a menudo nos empeñamos en disfrazarla, buscando problemas donde no debería haberlos.




        Ante los problemas, mi abuela materna - ¡qué gran mujer! - siempre decía que "todo se puede solucionar, menos la muerte". Sin faltarle razón a la afirmación anterior, yo la completaría diciendo que la solución a un problema siempre debe partir de uno mismo, y por supuesto hace falta voluntad para solucionar el problema, que suele implicar a varios actores, y entonces entra en juego el diálogo, la familia, los amigos...en una palabra, las personas. Parece que la cosa se va complicando...pero sólo lo parece, en esencia sigue siendo muy sencillo. En mi opinión todo se reduce a tres factores a los que debemos prestar la máxima atención: personas, experiencias y recuerdos, con el tiempo como única limitación y juez inexpugnable, aquel del que nadie escapa (y mira que ha habido intentos - y los seguirá habiéndo - por escapar a su rigor) y la salud como condición necesaria. Rodéate de personas altruistas y descarta a aquellas que sólo buscan un salvavidas para sí mismas (idea que comparto con Rocío Moreno, que recientemente expuso esta idea en un artículo publicado en Neupic), disfruta cada momento como si fuera el último, acumula experiencias, que son la salsa de la vida, y gestiona correctamente el tiempo, el bien más preciado del que todos, sin excepción, disponemos, para hacer que los recuerdos de esas experiencias y personas que poblaron tu vida te acompañen en tu mente, en un álbum de fotos o en una tarjeta de memoria.



Un remanso de tranquilidad a 11000 metros de altura


      Y pese a todo y a mi alegato por la sencillez, aún sigo buscando la felicidad plena, esa que no se limita a un cierto momento si no que te acompaña durante todo lo que haces en cada día, una búsqueda que se ha convertido (si es que no lo era ya) en el objetivo principal de todo cuanto hago, con la ilusión de que los pequeños momentos me conduzcan por fin a esa felicidad completa que no supe apreciar ni valorar cuando la tuve. Sí, para mi desgracia he de admitir que la tuve y no supe - o tal vez no quise - verla. Ciego, centrado en cosas secundarias, siempre había un "pero" que me impedía disfrutar del momento. Esa etapa ha quedado atrás: una vez superado el momento delicado derivado de una compleja operación que tuvo que sufrir mi tía más querida (y a la que desde aquí quiero mandar un fuerte abrazo y desearle una completa recuperación), no hay, afortunadamente, grandes nubarrones que amenacen mi estabilidad emocional (aunque en la vida todo puede cambiar de forma casi instantánea); sigo teniendo, como todos, días buenos y días no tan buenos (hoy, sin ir mas lejos, ha sido uno de esos días no tan buenos), pero trato de evitar que éstos días no tan buenos me ganen la partida.

       Y mientras escribo esta reflexión personal, cómo no, a 33000 pies de altura, contemplando un manto blanco bajo mis pies al tiempo que el sol se pone dotando al cielo de una intensa tonalidad rojiza, todo ello con Elton John de fondo (¡uno de esos pequeños grandes momentos, sin duda!), también pienso en ti, amigo mío, que estás atravesando un momento difícil y te animo a que como yo he hecho, atravieses el monte del destino y arrojes al fondo de la montaña de fuego todo aquello que te impide pensar con claridad y disfrutar de las cosas buenas del momento, que seguro las hay. Por mi parte, he tomado una difícil decisión y me he deshecho de mi tesoro...el momento de pasar página ha llegado.