A principios de septiembre, y aprovechando la celebración
del GP de Fórmula 1 de Monza, hice una escapada a Milán para visitar la ciudad
y acudir al GP en el circuito que otrora fuera sinónimo de velocidad, el
circuito de Ferrari, Monza. Más allá de las horas bajas por las que atraviesa
la Scuderia (y que ya duran unos cuantos años, desde que primero las flechas
plateadas y después el toro de la bebida energética dejaron al caballino rampante en una situación de
inferioridad técnica nunca conocida hasta la fecha), y de los continuos cambios
de normativa que han convertido el actual campeonato en un espectáculo aburrido
y sin emoción alguna (lo que debería ser un campeonato de velocidad y
desarrollos tecnológicos se ha convertido en una carrera por la eficiencia de
consumos, por encontrar al mejor aerodinámico o al diseñador más astuto capaz
de concebir un diseño al límite de un reglamento ambiguo), el fin de semana se
presentaba como una oportunidad de conocer una de las ciudades más renombradas
de Italia y de acudir a la cita anual con la Fórmula 1 en un nuevo circuito.
Milán
Si tuviera que resumir en una sola palabra mi opinión con
respecto a Milán, ésta sería decepción. Bien es cierto que un par de días de
"turismo" no son suficientes para conocer una ciudad de las
dimensiones de Milán, pero también es cierto que si una vez visitados los
sitios más emblemáticos de la ciudad ésta no es capaz de despertar un mínimo interés en el visitante, el
sentimiento de decepción es inevitable.
Milán tiene dos aeropuertos, el de Linate, situado al este de la ciudad, y el de Malpensa.
Yo volé a éste último, situado a unos 45km al noroeste del centro de la ciudad
y bien comunicado por tren (siempre que tu destino no sea la estación central
de Milán, ya que sólo hay dos trenes a la hora, que parten de forma casi
consecutiva; el primero emplea unos 50 minutos en el recorrido y el segundo una
hora y media....en la práctica por lo tanto solo hay una conexión por hora). La
primera impresión a la llegada a la estación Milano Centrale no puede ser más
deprimente: el edificio es grandioso, imponente, pero la suciedad y el ambiente
que se respira en los alrededores, ocupado por todo tipo de tribus urbanas e
inundado por un hedor irrespirable, hará que no quieras más que salir de
aquella zona a toda costa. La situación de camino al hotel, situado a un par de
kilómetros del Duomo, no mejora demasiado: suciedad, oscuridad y una sensación
de inseguridad impropia de una ciudad de tan reconocido prestigio. La
percepción a la luz del día no mejora mucho. De mi visita de un par de días
solo puedo destacar los siguientes lugares de interés (uno imprescindible y los
restantes por aquello de llenar el tiempo y por hacer algo más que recorrer la
ciudad tratando de hallar restos del glamour que la hicieron famosa)
Plaza del Duomo |
Evidentemente la visita obligada no es otra que la Catedral, el Duomo,
verdadero epicentro turístico de la urbe. Exteriormente llama la atención su
pórtico, la limpieza del conjunto y el exquisito trabajo realizado por los
grabadores en esta magnífica obra cuya construcción abarca nada menos que cinco
siglos, desde que se puso la primera piedra a finales del SXIV hasta la
conclusión de la misma en 1965.
Plaza del Duomo, con las galerias Vittorio Emanuele II a la izquierda |
Interior del Duomo...le falta la magia de otras grandes catedrales |
Vista de la ciudad de Milán |
Si exteriormente el Duomo llamó ciertamente mi
atención, he de decir que visitando el interior no experimenté la misma
admiración. El interior resulta algo lúgubre, con unas vidrieras que no
transmiten mucho y que no cumplen con el principal cometido para el cual fueron
concebidas, que no es otro que dotar de luminosidad al interior, añadiendo esos
matices luminosos presentes en otras grandes catedrales y ausentes en la de
Milán. Lo que más me gustó de la visita no obstante no fue ni el exterior ni el
interior; lo más destacado es que tienes la posibilidad única de caminar por
las terrazas del edificio, obteniendo una perspectiva totalmente distinta del
complejo, de los alrededores, de la ciudad. La subida puedes hacerla en
ascensor (11€) o a pie (7€); la subida a pie por las escaleras no es angosta,
ya que no es la típica subida en espiral, si no que se realiza por pequeños
tramos de escaleras que van definiendo el contorno de un cuadrado; tampoco es
una ascensión exigente, ya que tan sólo ascenderás a unos 70m, y es que la
altura no es la principal característica de este icono Milanista.
Los pináculos del Duomo, desde la terraza |
La Plaza del Duomo |
Plaza de S. Babila |
A apenas 50m del Duomo, se sitúan las afamadas galerías
Vittorio Emanuele II, que deben su nombre al primer rey de la Italia unificada.
Lujo y ostentación, pero nada del otro mundo, en mi opinión no merecen la fama
que las precede. A la salida de las galerías se encuentra la Scala, edificio
que si bien por dentro no dudo de su belleza (no lo visité), por fuera pasa
totalmente desapercibido y solamente con la ayuda de un mapa podrás
identificarlo, ya que su apariencia es sumamente ordinaria y aséptica.
Interior de las galerias Vittorio Emanuele II |
La Scala de Milán |
La animosa Vía del Mercante primero, que conecta con la
Vía Dante después, repleta de restaurantes y terrazas para tomarse un respiro
mientras se observa el devenir de la ciudad,
dan acceso al Castello Sforzesco, fortaleza que data del SXIV que hoy
alberga un museo de arte.
Via Dante, con el Castello Sforzesco al fondo |
Atravesando la fortaleza, los refrescantes jardines y sus
fuentes te conducirán al Arco della Pace.
Castello Sforzesco |
Jardines del Castello Sforzesco y Arco della Pace |
Decepción. Para ser la ciudad con mayor renta per cápita
de Italia, no se percibe el mínimo atisbo de tal riqueza y la exclusividad
asociada paseando por sus precariamente conservadas calles.
Monza
El circuito de Monza se encuentra a unos 20km al norte de
la ciudad y está comunicado por tren con el centro de la ciudad (con mayor o
menor frecuencia en función de la estación de partida; nuevamente la estación
de Milano Centrale ofrece las peores comunicaciones - estación que si bien recibe el
nombre de "central" no es para nada la más céntrica de la ciudad; las
mejores conexiones las ofrece la estación de Pta. Garibaldi). El acceso del
sábado, día de los entrenos oficiales, fue una pesadilla. Trenes abarrotados,
denotando una falta de previsión y una organización mediocre - por no decir
pésima - de un evento de tales características. Por suerte el trayecto es
corto, de unos 15min. El domingo, día de la carrera, la situación mejoró y se reforzaron
los servicios de acceso al circuito. A la llegada a Monza hay que tomar un
autobús que te acerca un poco al circuito (el servicio de autobuses funcionó
correctamente durante todo el fin de semana, y siempre había autobuses
esperando para que el flujo de visitantes no se amontonara en la estación de
tren). Unos 20-25 minutos de trayecto y aún había que caminar otros 20-30
minutos hasta llegar al acceso al circuito (¡dependiendo de donde esté tu
asiento!). Nuestras localidades estaban situadas antes de la parabólica, en la
parte exterior (grada 21), última fila (con pantalla gigante justo en frente para poder seguir la carrera), y esto fue lo mejor, ya que te permite
muchísima libertad de movimiento sin preocuparte de la persona que pueda estar
sentada detrás. La grada está relativamente cerca de la pista, comparada con
otros circuitos. La vista desde nuestra posición era más o menos la siguiente:
Vista hacia la derecha desde nuestra localidad |
Vista hacia la izquierta, entrada en la parabólica, desde nuestra localidad |
¡Para que no haya dudas de a quien he venido a animar! |
Al margen del resultado de la carrera y de la paupérrima
actuación de los Ferrari en su circuito, la carrera no tuvo ninguna emoción
(algo previsible a tenor de lo visto a lo largo de todo el campeonato).
La 'Drivers parade', a su paso por nuestra localidad |
Grande Alonso! |
El circuito de Monza se caracteriza por la indiferencia
(o permisividad) que muestran los comisarios al término de la carrera,
permitiendo que los aficionados invadan la pista para tratar de llegar a la
recta de meta y ver la entrega de premios - de hecho a los pocos minutos de
concluir la carrera, los primeros aficionados desfilaron ante nosotros en sus
bicicletas, para asombro de todos los asistentes. Lamentablemente mis
compañeros de viaje en esta ocasión no me "permitieron" disfrutar de la
experiencia de abordar la pista, tal como hicimos en Spa, ni tan siquiera de
ver por las pantallas la entrega de
premios. Con la carrera terminando en torno a las 15:30 y con los vuelos hacia
nuestros respectivos destinos partiendo de Malpensa a partir de las 20:00,
hubiéramos tenido tiempo más que de sobra para "disfrutar" de una
forma más completa del Gran Premio, pero a cambio salimos literalmente a la
carrera del circuito para finalmente esperar en el aeropuerto durante 3 horas
(¡no fuésemos a perder el vuelo de vuelta!)
En definitiva, un fin de semana largo, difícil desde el punto de vista personal, y que no respondió a
las expectativas que tenía depositadas en él.
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