Desde hace cuatro años tengo la fortuna de visitar Gran Canaria con cierta asiduidad, lo que me ha permitido descubrir algunos rincones que no podía imaginar tan siquiera en hallar en una isla. Desde que hace dos años mi vida diera un vuelco a causa de los
acontecimientos que se sucedieron durante mi estancia en la isla y que a
la postre originarían el comienzo (aún no sé muy bien de qué), los sentimientos
que experimento cada vez que visito de nuevo las islas afortunadas son
contradictorios. Por un lado está el recuerdo de aquel 20 de noviembre, evento
que siempre estará ligado a Gran Canaria, aunque los hechos sucedieran a miles
de kilómetros de allí; un triste recuerdo que no merece estar vinculado a tan
hermoso lugar, pero así es. Por otro lado, la isla de Gran Canaria es, en mi modesta
opinión, uno de los rincones más bellos que podemos encontrar no sólo en
España, sino en toda Europa. Un lugar que combina como pocos pueden hacer mar y
montaña, ocio y trabajo, relax y actividad, una especie de Maracaibo español en
donde, tal y como cantaba La Unión, se unen cielo y mar.
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Cielo y mar, en el Parque Natural Tamadaba |
La zona sur aglutina la mayor parte de la oferta turística de la
isla, con destacados santuarios donde practicar el buceo o el snorkel, como El
Cabrón (sí, sí...así se llama) o Las Burras, y destinos como Playa del Inglés o
Maspalomas que se han erigido por méritos propios como puntos de referencia de
un turismo predominantemente británico, alemán y nórdico, una auténtica Babel
donde en ocasiones puede resultar complicado encontrar un hispanohablante.
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Dunas de Maspalomas, espacio natural protegido |
Los
turistas pasean sin complejos luciendo el recién adquirido tono rojizo de su
castigada piel por el largo paseo marítimo que recorre el litoral desde S.
Agustín hasta Maspalomas, 6 km que constituyen una continua sucesión de playas
de fina arena negruzca que va cambiando de tonalidad hasta alcanzar el dorado
característico del espacio protegido de las Dunas de Maspalomas, donde mar y
desierto mantienen una feroz lucha buscando imponer su hegemonía en la zona.
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Mar y desierto, en su particular pulso |
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Caminando por playa del Inglés |
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Paseo marítimo entre S. Agustín y Maspalomas, al fondo |
En
la zona sur es posible, no obstante, disfrutar de una oferta turística menos
masificada. Zonas como S. Agustín, Puerto Rico o Taurito ofrecen buenas alternativas
para aquellos que se quieran alejar del epicentro turístico sin renunciar por
ello a una buena oferta de playa y restauración, más orientada al turismo
nacional.
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Atardecer desde un hotel en Maspalomas |
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Playa de S. Agustín |
Donde para la mayoría de la gente termina Gran Canaria, es donde realmente
empieza para mí. El sur y las Dunas de Maspalomas no son más que la punta del
iceberg de lo que la isla ofrece al visitante. Si el litoral sur es la seña de identidad turística de Gran Canaria, con hermosas localidades como Puerto Mogán o Arguineguín al suroeste, el verdadero corazón de la isla y sus
tradiciones más arraigadas se encuentran en el interior, viaje para el que
inevitablemente requerirás un coche.
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Puerto Mogán, en la costa suroeste |
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Puerto Mogán |
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Puerto Mogán |
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Puerto Mogán |
Desde Puerto Mogán puedes acceder a Mogán, en el interior de la isla, bordeando el parque de Güigüi, donde la vegetación sustituye a los paisajes volcánicos. En ésta ruta hallarás el molino de viento que data originalmente de finales de 1700, aunque el actual data de 1998 cuando concluyó la reconstrucción a la que se sometió tras resultar gravemente dañado por un incendio un siglo atrás. En la costa suroeste las serpenteantes carreteras te permiten descubrir la otra cara de la costa canaria: una sucesión de acantilados, a cual más hermoso, que sólo podrás descubrir si estás dispuesto a enfrentarte al implacable guardián de los mismos, guardián que toma la forma de estrecha carretera: una sucesión de curvas sin fin en una ascensión al borde del acantilado que parece no terminar nunca (sensación que también tendrás en el viaje de descenso para regresar ya que el norte y sur de la isla no están comunicados en la costa oeste) Una delicia para aquellos a quienes les guste conducir (y para copilotos con poca tendencia al mareo) y un infierno para ciclistas y personas propensas al vértigo, a los cambios de presión y a los mareos.
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El molino de viento de Mogán |
Dejando el sur, sus acantilados y playas, nos dirigimos hacia el norte por la vertiente este, que comunica mediante autovía de tres carriles el sur y el norte de la isla. Si te adentras hacia el interior de la isla, muy pronto apreciarás el cambio en el paisaje. Municipios como Ingenio, Carrizal o
Agüimes, en la costa este y muy cerca del aeropuerto, ofrecen la versión más auténtica y menos conocida de
la isla y sus habitantes, pequeños núcleos urbanos en cuyo centro histórico
parece haberse detenido el tiempo. Edificios e iglesias de arquitectura
colonial que te recordarán a aquellos de América latina.
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Vista de Agüimes |
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Hacia el interior de la isla, el paisaje cambia radicalmente |
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Ingenio |
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Ingenio, con su iglesia |
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Por las calles de Ingenio |
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Iglesia de Agüimes |
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Por las calles de Agüimes |
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Agüimes contiene numerosas estatuas animando sus calles |
El viajero que se
adentre hacia el interior de la isla por Ingenio, se verá sorprendido por
numerosos barrancos, cuya belleza innata se verá añadida si se tiene la fortuna
de visitarlos después de que éstos hayan recibido la siempre inusual visita del
agua de lluvia, ya que lucirán un aspecto verdoso que nada tiene que ver con el
aspecto árido que lucen la mayor parte del año, recuerdo de su origen volcánico.
De entre ellos me permito destacar el barranco de Guayadeque, al que se accede
por una sinuosa carretera que discurre ascendiendo por el interior del barranco
hasta llegar a una pequeña ermita en la cima, desde donde las vistas deleitarán
varios de tus sentidos. No sólo la vista se verá recompensada por esta visita,
ya que en el restaurante del mismo nombre (antes conocido como Tagoror) que se haya a sólo unos metros de la citada
ermita, varios más de tus sentidos recibirán su recompensa y premio, a modo de
deliciosas especialidades locales que podrás degustar en el entorno único de la
cueva en la que se haya el restaurante. Calidad y buen precio en un sitio
distinto y original como pocos.
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Carretera de acceso al barranco de Guayadeque |
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De camino al barranco podrás visitar las antiguas
viviendas de los habitantes de la zona |
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Vista general del barranco de Guayadeque |
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Barranco de Guayadeque |
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Ermita en el mirador de Guayadeque |
En el norte se encuentra la capital, Las Palmas de Gran Canaria, cuya oferta es muy limitada. Una ciudad enquistada en el pasado, con algunos barrios que transmiten una imagen no acorde con la isla a la que representa. Salvando un par de puntos de interés, la capital canaria se ha quedado a medio camino entre convertirse en una urbe del SXXI o permanecer en su original y único pasado. El resultado de tal transformación inacabada da como resultado, desde mi punto de vista, una ciudad sin personalidad.
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Catedral de Las Palmas de Gran Canaria |
Saliendo de la capital en dirección este, podrás encontrar una curiosa escultura de roca volcánica, situada a pie del mar; un buen lugar para tomar algo en una de las terrazas que hay en las cercanías y disfrutar de la vista del mar.
La costa noroeste, la gran desconocida y a menudo olvidada de la isla (por
encontrarse en una zona remota de difícil acceso), presenta su mejor tarjeta de
visita con una sucesión de verdes colinas que se adentran en el mar como si de
una cola de dragón emergiendo de las profundidades se tratara. En esta zona
encontrarás paisajes que fácilmente podrían haber servido como escenarios de
rodaje de la serie Lost. La localidad de Agaete, pequeño pueblo pesquero, es la puerta de acceso al Parque Natural Tamadaba. Una zona que no puedes pasar por alto si realmente quieres conocer la isla.
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El mar rompiendo sobre el muelle de Agaete |
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Agaete, pequeño pueblo pesquero |
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La pequeña iglesia de Agaete |
Desde el cercano puerto de la Aldea, en la costa oeste, en los días claros podrás observar la isla de Tenerife con el Teide asomando entre las brumas en el horizonte.
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El Teide se adivina en el horizonte |
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Costa del Parque Natural de Tamadaba |
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Una vista difícil de imaginar después de visitar Maspalomas |
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Sucesión de acantilados volcánicos en Tamadaba |
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La cola del dragón, emergiendo de las profundidades del mar |
El norte de la isla es la ruta de acceso natural al montañoso interior de Gran
Canaria. En nuestro viaje pasaremos por la localidad de Arucas, conocida por su famoso ron y que posee una preciosa iglesia y un completo parque botánico.
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Una de las calles de Arucas |
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La preciosa iglesia de Arucas |
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La plaza central de Arucas, con su casa consistorial |
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El parque botánico de Arucas |
Hacia el interior, la localidad de Teror es un buen lugar para descansar después de un tramo de curvas y ascensiones que pondrán a prueba tu pericia como conductor. Comienza a insinuarse otro paisaje, lejos de las playas y las verdes colinas del este y sus acantilados, el terreno se torna más árido a medida que la ascensión continua.
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¡Curvas vienen! |
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Teror |
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Plaza central de Teror |
El epicentro de la isla se encuentra en Tejeda, señalado mediante una cruz justo en frente del Parador de la Cruz de Tejeda, plaza en la que además podrás
visitar un mercado con muestras de la artesanía local de la isla. El Parador
está en un enclave privilegiado y sus habitaciones no te defraudarán; es la
merecida recompensa a un largo viaje que te llevará desde la costa hasta los 1050m
de altitud por medio de una carretera con giros continuos de 180 grados y
pendientes imposibles (no es extraño encontrar nieblas en esta zona si se
recorre después de la puesta de sol). La zona ofrece numerosas rutas de treking
que podrá recorrer incluso el más inexperto trekker, pero no por ello son menos
interesantes para el experto andador.
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La cruz de Tejeda que señala el epicentro de la isla |
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Vistas del interior montañoso de la isla desde una de las
rutas de treking que parten de Tejeda |
Hacia el interior de la isla se halla el icono Canario por excelencia, el Roque
Nublo, una extraña formación rocosa de 80m de altura que se alza aislado,
soberbio y orgulloso de su célebre pasado (no en vano es la imagen de los
antiguos y añorados billetes de 1000 pesetas) dominando el valle, vigilante
sobre el basto dominio de terreno que se haya a sus pies desde su privilegiada situación
a 1813m. Los antiguos moradores veneraban este lugar, que hoy es una visita
imprescindible en el interior de la isla. Para acceder al mismo tendrás que
recorrer andando un trayecto de unos 3-4km desde la base del aparcamiento más
cercano por un terreno volcánico pedregoso, por lo que un buen calzado es más
que aconsejable.
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El Roque Nublo |
El punto más alto de la isla, el Pico de las Nieves, se haya a 1949m de
altitud, donde se encuentra el Mirador de las Nieves; a los pies de la base
militar que gobierna esta zona de la isla, el mirador recibe su nombre de las
antiguas neveras que se hayan en la zona y que aún pueden visitarse
actualmente, aunque obviamente están en desuso. Las neveras servían para
acumular la nieve de la montaña, que posteriormente se transportaba mediante
mulas a las distintas zonas de la isla, una ardua y poco reconocida tarea, ya
que durante el trayecto y como consecuencia del progresivo aumento de las
temperaturas conforme se iba descendiendo, tan sólo llegaba a su destino un
porcentaje en torno al 30-40% del total cargado en origen. No es extraño salir
de Maspalomas con un sol espléndido y 28 grados y encontrarse con una cerrada
niebla y 15 grados menos al llegar al mirador. Yo he tenido que hacer varios
intentos en sucesivas visitas para poder divisar un panorama más o menos claro;
la vista es simplemente espectacular. El valle y las dunas del sur de la isla
son fácilmente reconocibles. En días muy claros dicen que incluso se puede
divisar Tenerife. Yo aún no he tenido la fortuna de comprobar si el dicho es
realidad.
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Una de las neveras del Pico de las Nieves |
Y mientras me alejo, escribo y reviso estas notas, a 33000 pies de altura
pienso que tal vez las playas de Gran Canaria no son las más hermosas, ni sus
aguas las más transparentes ni sus montañas las más altas, pero la combinación
única que ofrece la isla de tan dispares paisajes en un territorio de apenas 1600
km2, hacen de este enclave un lugar único que sin duda merece la oportunidad de
ser visitado y descubierto. Además, ¿en qué otro lugar podrías disfrutar de
amaneceres como el de la imagen?