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sábado, 13 de noviembre de 2021

Inglaterra - Windsor, a orillas del Támesis

Tiempo de lectura: en torno a 2 minutos.

      Recientemente tuve que viajar a Londres por trabajo, y por aquello de cambiar y de conocer algo nuevo decidí alojarme en la pequeña localidad de Windsor, situada muy cerca de mi lugar de trabajo (el aeropuerto de Londres-Heathrow) y alejado del caos circulatorio londinense. Como de costumbre durante los viajes profesionales, hubo poco tiempo libre, pero el que tuve lo aproveché en descubrir un poco esta bonita localidad - a la que posiblemente tenga que regresar en el futuro por motivos profesionales. Si visitas Londres y tienes pensado hacer una excursión de medio día, Windsor puede ser una buena opción, ya que se encuentra muy bien comunicado con la capital (hay dos estaciones de tren), y el reducido tamaño de la localidad hace que en un par de horas lo hayas recorrido de norte a sur. 



      Windsor es hogar del castillo homónimo, famosa residencia de la familia real británica, una imponente fortaleza que domina la población y que es visible desde prácticamente cada rincón de la ciudad (y eso que no se ubica en ninguna colina), asentada a orillas del río Támesis, una fuente de vida y de actividad para esta pequeña localidad. Al margen del castillo, cuya visita es el motivo principal de quienes se acercan a ésta animada localidad (ni me planteé la visita del mismo principalmente por falta de tiempo e incompatibilidad de horarios, pero es que además durante mi breve estancia en Windsor - tan solo dos noches - el castillo estaba cerrado a las visitas), la verdad es que la localidad ofrece poquito, pero lo poco que ofrece, es bueno. El centro está formado por un puñado de calles y centros comerciales, nada que despertara mi interés, la verdad. La plaza del Mercado, situado justo enfrente del hotel en el que me alojé y a la que tenía vistas directas desde la habitación en la que pernocté, representa el presente del pasado comercial que forjó el carácter y la identidad de ésta localidad. 



      La escena cambia cuando te acercas al río; el Támesis actúa como frontera natural con la cercana localidad de Eton. Ambas están unidas - o separadas - por el puente de Windsor, que data del año 1828 y sobre el que no circulan vehículos desde el año 1970. Si cruzas el puente, sin saberlo, te encuentras en Eton, que también ofrece un par de visitas interesantes y sobre todo permite disfrutar de la tranquilidad de sus verdes prados y de relajantes paseos al borde del Támesis, siempre acompañado en la lejanía por el castillo, que todo lo observa.



     La otra orilla del Támesis, la de Windsor, es todo lo contrario a naturaleza y tranquilidad, y es que la zona es un potente imán para las actividades lúdicas, destacando el alquiler de barcas y la numerosa oferta de restauración existente. Y donde hay un río, normalmente hay buenas oportunidades para la fotografía, ocasión que no desaproveché para poder capturar un par de imágenes que poder llevar hasta ti, para que te puedas hacer una idea, muy elemental, de lo que Windsor ofrece. 






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