Tiempo de lectura: 5 - 7 minutos
A esas alturas de año, a punto de afrontar la recta final de éste 2021, creo que podemos estar de acuerdo en que 2021 no está siendo el año de la recuperación de cierta normalidad que todos anhelábamos (al menos se va a quedar muy lejos de mis pretensiones). En términos de viajes, 2021 no está siendo mucho mejor que 2020: los países siguen con sus fronteras cerradas, y aquellos que las han abierto obligan a pasar larguísimas cuarentenas a quienes osan visitarlos. A nivel Europeo estamos viviendo ciertas aperturas, pero viajar resulta demasiado complicado éstos días (quizás volar nunca vuelva a ser tan fácil como lo era antes). Para quienes habíamos hecho de viajar (y de volar) nuestra forma de vida, 2021 está siendo un año incluso más duro que el pasado: en 2020 había esperanzas de recuperar cierta normalidad, y en 2021 la realidad nos ha golpeado con toda su crudeza para hacernos ver que, por mucho que lo deseemos, nada volverá a ser como antes. Así las cosas, y ante la imposibilidad de volar y viajar tanto como me gustaría, decidí embarcarme en un proyecto que me acercara, de alguna forma, a un avión de nuevo. La fortuna se alió conmigo a finales del año pasado y, con la inestimable ayuda de varios colegas del sector (muchísimas gracias a Alejandro, que me puso en contacto con César, quien "convenció" a los bomberos - que suelen hacer prácticas en aeronaves que van a ser destruidas para prepararse ante posibles emergencias - para que cortaran el panel antes de destrozar el avión, y a Zacarías, que me ofreció toda su ayuda para el corte y almacenado del panel hasta que fue enviado), conseguí hacerme con la pieza fundamental sobre la que ha girado mi proyecto personal de éste año 2021: un panel de fuselaje de un B747-400 con mucha historia (para los más curiosos o aficionados a la aviación, pueden consultar todos los detalles de éste avión, y ver muchas fotos del mismo en https://www.planespotters.net/airframe/boeing-747-400-ec-ksm-wamos-air/r684ze).
Un poco sobre la historia del avión
El avión en cuestión del que procede el panel que ahora decora el salón de mi casa tiene mucha historia (como todos los aviones), pero es que además ésta historia es una historia muy cercana. La aeronave comenzó a surcar los vuelos y a acumular experiencias allá por el año 1994, prestado servicio en Singapore Airlines, donde permaneció hasta que en Junio del 2008 fue comprado por la antigua Pullmantur. Entre los años 2008 y 2014 fue operado por Pullmantur, con periodos de leasing a Garuda Indonesia, Biman Bangladesh Airlines y Saudi Arabian Airlines. A finales del 2014 Pullmantur pasó a ser Wamos Air, y la aeronave siguió prestando sus servicios bajo los nuevos colores hasta su retirada de servicio y destrucción en Noviembre del 2020. Lo curioso de la aeronave es que el primer viaje que hice a Malaysia, en el año 2009, fue para "recoger" (como parte de mi trabajo para la importación de la aeronave a Europa) a su hermano gemelo, otro Boeing 747-400 operado entonces por Malaysian Airlines y comprado también por Pullmantur en aquellas fechas. Este avión fue retirado del servicio en enero del 2020, también bajo la bandera de Wamos Air. Hubiera sido una preciosa coincidencia haber conseguido un panel de fuselaje de aquel avión en el que volé en vuelo de prueba en Kuala Lumpur en 2009. El azar quiso que un pedazo de ésta aeronave se salvara de la destrucción (https://www.lavanguardia.com/vida/20201124/49678532437/alguaire-ultimas-horas-boeing-747.html).
El proyecto
Después de haber recorrido todo el mundo en multitud de ocasiones, el último viaje (hasta la fecha) de lo que ha quedado de aquel B747-400 no fue todo lo glamuroso que debiera: desde Sabadell viajó a Madrid y de Madrid a Colonia atado a un palé a bordo de un camión de mercancías (una historia en sí misma, porque la fecha del envió coincidió con las fechas de la histórica nevada sufrida en Madrid en enero de éste año, lo que retrasó el envío bastante). Una vez en Colonia, el panel se acomodó en el balcón de mi casa, convertido en un improvisado taller de trabajo, donde ha pasado varios meses hasta que di por terminado el proyecto hace tan solo unas semanas. Han sido 6 meses de trabajo (con interrupciones por los pocos - aunque largos - viajes que he realizado), de esfuerzo y de aprendizaje continuo (cómo trabajar el metal, cómo enderezar maderas arqueadas, etc.). En el proceso me he hecho con un verdadero arsenal de herramientas y útiles de trabajo (que nunca vienen mal): un buen taladro, una sierra eléctrica, una remachadora, bridas, químicos para quitar la pintura, papel de lija surtido, remaches de varias dimensiones y longitudes, angulares, innumerables brocas, tornillos especiales para madera, lima de metal, discos y pasta de pulir, pintura, soportes, guantes de trabajo...¡realmente, además de tiempo, he invertido bastante dinero en el proyecto!. Y con todas las herramientas disponibles, poco a poco fui dando forma al proyecto, cubriendo todos los detalles: desde el lijado y saneado de la superficie hasta el diseño y producción (casera) de la placa identificativa del panel. En las imágenes que siguen en ésta entrada, os muestro parte de la evolución de los trabajos de forma cronográfica:
La parte que a priori parecía la más compleja, fue al final lo más fácil (¡con diferencia!): trabajar con madera nunca ha sido mi fuerte, pero he descubierto que todo cambia cuando cuentas con las herramientas adecuadas; hacer los cajones de la estructura resultó rápido y mucho más sencillo de lo esperado (aunque hubo que solventar algún problemilla de diseño para evitar las cabezas de los remaches de la estructura interna rebajando localmente el espesor de los soportes de madera). Trabajar el exterior es lo que más tiempo (y esfuerzo) me ha llevado: quitar la pintura fue la parte sencilla (y eso que la pintura aeronáutica va con una imprimación especial), pero me precipité al tratar de eliminar la pintura cuando el producto aún no había hecho todo su trabajo y eso complicó todo el proceso porque el exterior quedó con un acabado que no era el esperado. He de reconocer que el resultado final no es el que buscaba, pero al final desistí de mi objetivo, que era conseguir un efecto metal natural similar al que lucían los antiguos aviones, pero para tratar de llegar hasta ese acabado he pasado por todos los estados: en ocasiones el acabado me quedaba demasiado rayado y mate, en otras ocasiones conseguí casi un efecto espejo...un proceso de prueba y error agotador. En mi defensa argumentaré que es muy complicado conseguir el mismo nivel de acabado en una pieza tan grande empleando métodos de lijar y pulir manuales...sí, manual. Todo el lijado y pulido ha sido a mano. ¡No os hacéis ni idea!. Las siguientes imágenes muestran la evolución del proceso, y aunque puedan parecer "iguales", os aseguro que hay mucho trabajo y cambio entre cada una de ellas.
Pero finalmente, y tras haber solventado uno a uno todos los "problemillas" que el proyecto me iba presentando conforme avanzaba y de haber solucionado el tema del colgado en la pared con nota (el panel en cuestión pesa finalmente unos 30 Kg), puedo disfrutar cada tarde de un pedazo de la historia aeronáutica reciente e imaginar las historias de los pasajeros que durante tantos años miraron a través de esas ventanas hacia el fascinante mundo que se mostraba al otro lado, como yo he hecho en innumerables ocasiones y espero volver a hacer lo más pronto posible. Hoy, recuerdos de mis últimos viajes ocupan el lugar de los pasajeros, y soy yo el que observa desde el exterior este panel de fuselaje suspendido en la pared, volando, el entorno en el que el Boeing, como un servidor, se sentía más cómodo y que seguro desearía, como yo, no haber abandonado nunca. Este es mi homenaje personal a uno de los modelos de la aviación comercial más exitosos de la historia. Una historia de la que ahora disfruto desde casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario