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Me gusta viajar. No es un secreto, ni una novedad. Más que una afición es una pasión. Disfruto descubriendo los rincones de este planeta que nos ha tocado habitar, agradecido por la suerte obtenida, no sé en base a qué, de poder disfrutar de él y de poder recorrer lugares que tan solo unos años atrás no hubiera siquiera podido imaginar. Cada viaje es una experiencia, una oportunidad, un regalo. Sobre todo, sin duda, un regalo. Un regalo del que mucha gente no puede disfrutar, y soy consciente de ello, y mi pequeña contribución es tratar de compartir con todos aquellos que así lo deseen éstas experiencias, no con mucho éxito, la verdad, a juzgar por el éxito de éste espacio, pero por empeño personal que no quede.
Recuerdo que hace unos años, mi amigo Salva me preguntó "con qué lugar me quedaría" de entre todos los que he tenido la fortuna de visitar. Mi respuesta, como os podéis imaginar, fue de lo más política: no me puedo decantar por un lugar o por un viaje. Cada viaje está condicionado por las experiencias personales vividas: lo que para unos pudo resultar el paraíso, para otros pudo resultar un viaje ordinario (o incluso una pesadilla), simplemente por una climatología adversa, una compañía inadecuada o simplemente un mal recuerdo, que todo lo condiciona.
A mi modo de ver, los viajes, los lugares, se pueden clasificar de varias maneras, a saber:
- Aquellos lugares que no te cansas de visitar, donde las experiencias siempre han sido positivas y que te aportan algo nuevo en cada visita; en éste grupo estarían lugares que he tenido la fortuna de visitar varias veces y de los que siempre he regresado con un muy buen sabor de boca, deseoso de regresar, como Malaysia, Singapur, Tailandia, Finlandia o Estados Unidos.
- Un segundo grupo de visitas con altos y bajos, con puntos positivos y negativos en función de la región visitada, o simplemente del momento personal en el que se produjo esa visita. En mi caso podríamos hablar de Indonesia, Austria o Francia.
- El tercer grupo lo compondrían aquellos países que solo he visitado una vez (los menos, ya que la mayor parte de los países que he visitado los he visitado en repetidas ocasiones, para mi fortuna), de los cuales me traje muchas experiencias personales imborrables, y el deseo de regresar en algún momento de mi vida en el futuro, como Myanmar, Kenia o Cuba.
- A continuación se encuentran aquellos destinos que sólo he visitado una vez, y de los que no tengo un recuerdo ni positivo ni negativo; simplemente pasaron por mi vida, como destinos de tránsito, agradecido de haber podido disfrutar de la experiencia de vivirlos y concocerlos, pero sin un interés especial en repetir.
- Por último, aquellos destinos de los que guardo malos recuerdos, recuerdos que parece que ningún viajero ha experimentado (cuando leo blogs y artículos de viaje en internet, parece que nadie ha tenido nunca malas experiencias o malas elecciones de viaje...¡qué suerte!); por fortuna, no hay muchos destinos en éste grupo, pero algunos hay, llevándose sin duda mi viaje por libre a Senegal la palma de oro en cuanto a viajes a olvidar (con algo parecido a un secuestro exprés incluido).
En Marzo tuve la oportunidad de visitar, de forma breve y por motivos laborales, Chisinau, la capital de Moldavia. Chisinau entra de lleno dentro de la categoría 4 anteriormente explicada, y no habría escrito unas líneas sobre un destino que me resultó tan indiferente de no haber sido porque Moldavia ha sido el país número 70 que he visitado. Una cifra que sin duda merece una reseña, aunque la experiencia de viaje no fuera memorable. Como de costumbre la agenda de trabajo no me dejó mucho tiempo libre, pero es que tampoco hace falta mucho tiempo para descubrir los pocos lugares de interés que ofrece la ciudad. Ya desde el aire, poco antes de aterrizar, el paisaje invitaba a pensar que aquel no iba a ser uno de mis destinos favoritos.
Para mi estancia de 3 noches en la capital Moldava me alojé en el hotel Radisson Blu Leogrand (165 €/noche), un hotel con tan sólo 4 años de vida situado en pleno centro de la capital Moldava; buenas instalaciones, buena conexión a internet, habitación muy amplia y un servicio aceptable. Una buena elección, sin duda. Pese a estar en el centro de la ciudad, las vistas desde la habitación no eran precisamente para fotografiar, ¡pero esto es lo que hay en Chisinau!.
La convulsa historia del país en los S. XIX y XX desencadenó finalmente en el establecimiento de un país independiente en el año 1991, estableciéndose Chisinau como la capital del país, con una población que en la actualidad ronda los 600.000 habitantes. La herencia rusa es evidente, tanto en sus construcciones como en la mentalidad y comportamiento de sus habitantes, no acostumbrados en absoluto a la presencia de turistas (o visitantes) en su territorio. De poco te servirá saber varios idiomas en un país donde coexisten los dos únicos idiomas que reconocen y emplean: el ruso y el rumano.
Para ser franco, mi opinión es que Chisinau es una ciudad que presenta escasos alicientes - y ninguno de ellos justificaría por sí mismo una visita a la ciudad, como verás a continuación. La práctica totalidad de los sitios de interés se concentran en torno al comercial y céntrico boulevard Stefan cel Mare, epicentro de la actividad de la ciudad. En la calle abundan los locales destinados al cambio de divisas, locales comerciales de tecnología y moda y muchos puestos de vendedores ambulantes, lo que da muestra del carácter de la ciudad, anclada aún en el S.XX. Los edificios históricos, testigos del reciente pasado soviético de la ciudad, abundan también en éste ajetreado y bullicioso boulevard.
A ambos extremos del comercial boulevard se encuentran los principales reclamos "turísticos" de la ciudad: por un lado, la Catedral de la Natividad, ubicada en el Parque de la Catedral, que aglutina otros sitios de interés, como el Arco de Triunfo o la Torre de la Campana. La Catedral data del año 1830. Durante la II Guerra Mundial, la torre de la campana fue destruida en un bombardeo; la actual data del año 1997. El Parque de la Catedral se encuentra frente al Edificio de Gobierno, siendo éste el escenario habitual de manifestaciones y celebraciones locales (como pude comprobar el día de mi llegada).
Hacia el Sureste de la calle comercial merece la pena visitar el Monasterio Ciuflea, construido según los cánones de construcción de los edificios religiosos ortodoxos, con sus características cúpulas doradas. El complejo data de mediados del S. XIX, aunque solo fue en el año 2002 cuando se consagró como Monasterio. Desde mi punto de vista, el edificio más llamativo de la ciudad.
Y poco más...poco (o nada) pude descubrir durante mis paseos por las calles aledañas - ni tan siquiera mi fiel aliado google maps me sugirió nuevos lugares que poder visitar. En plena calle central hay numerosas muestras de edificios residenciales, de aspecto destartalado y descuidado. En cuanto sales de la calle principal, las calles se estrechan, los edificios menguan y la gente desaparece, llegando a dar incluso cierta sensación de inseguridad el caminar solo por aquellas vías (incluso a plena luz del día...). En cuanto a la gastronomía, pese a no tener queja de todo cuanto comí durante mi breve estancia, tampoco hubo nada que me dejara un sabor de boca especialmente bueno. Pero no todas mis impresiones de Chisinau son "negativas": es uno de los sitios más baratos en los que he estado (con excepción del hotel, que resultó ciertamente caro, pero es lo habitual en estos lugares si quieres alojarte en un establecimiento de ciertas garantías), y es que se puede comer por 2 ó 3 € (al cambio), o comprar botellas de vodka por unos 4 ó 5 € (para aquellos a los que les guste ésta bebida), por poner sólo un par de ejemplos. Y otro punto positivo: en plena crisis por el COVID-19 en medio mundo, a principios de marzo no se había identificado ningún caso en Moldavia...o al menos las autoridades no habían reportado afectados.
En definitiva, un destino que recordaré con más pena que gloria en mi memoria viajera, contento por haber tenido la oportunidad de visitarlo, pero también contento de no tener que regresar de forma habitual (al menos de momento), ya que el destino no será parte de mi agenda de viajes recurrentes durante los próximos años. Las despedidas suelen ser duras, pero decir "adiós" a Chisinau no me costó en absoluto, un destino del que posiblemente no hubieras sabido a través de éste espacio de no haber sido por el hecho de que la visita a Moldavia pasó a engrosar mi currículum viajero, convirtiéndose en el país número 70. Espero que éste número siga creciendo en el futuro cercano...¡pero que lo haga con sitios más interesantes!. ¡Hasta pronto!.