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lunes, 29 de mayo de 2017

Me gusta volar

     
      Me gusta volar. Es una realidad. De las innumerables experiencias que he vivido en el medio aéreo a lo largo de los últimos veinte años (la mayoría a bordo de aeronaves en vuelos comerciales, incluyendo algunas no muy agradables, tales como aterrizajes frustrados, alertas de colisión entre aeronaves en aproximación, tormentas, turbulencias, etc.), solo recuerdo una ocasión en la que me haya sentido incómodo en el aire, y no fue otra que el preciso momento en el que la puerta de la avioneta que me llevaba para realizar un salto en paracaídas se abrió a 4000m de altura, justo antes del salto. Fue el único momento en el que estando en el aire pensé "¿qué hago yo aquí?" La duda desapareció tan pronto "salté" al vacío; recuerdo muy bien el momento, esa sensación de libertad, el aire sobre la cara, contemplar el horizonte hasta donde la vista alcanza, la velocidad en la caída, flotar....


      De todos los artilugios que han sido creados por el hombre con el objeto de hacer realidad el sueño de volar (algunos de los cuales he podido probar, http://elviajerodelasnubes.blogspot.de/2015/07/sobre-volaro-como-hacer-realidad-un.html), el que ofrece las sensaciones más puras, en mi opinión, es el velero, seguramente por el silencio que rodea al vuelo, realizado sin ayuda de motores, la indescriptible sensación que supone encontrarse flotando en el aire, utilizando las corrientes, como los pájaros, para ascender y descender, vuelo en estado puro. Pero el vuelo es complicado: para llegar a tener esa sensación de libertad se necesita (ademas de tener/alquilar un velero, claro está) una avioneta que efectúe el remolque hasta la altura deseada en la cual el lastre se suelta y te permite quedar, ahora sí, a merced de las corrientes. 



      Y aún en el caso del velero, una estructura rodea tu cuerpo, así que las sensaciones son distintas de las que se tienen en un salto en paracaídas, mucho más naturales. Y cuando crees que ya está todo inventado, de nuevo surge una nueva forma de "volar" y a alguien se le ocurre crear un túnel de viento vertical que reproduzca las condiciones y sensaciones de un salto en paracaídas, pero sin los inconvenientes de aquel; no es nada nuevo, si bien su uso estaba destinado a profesionales por su elevado coste. En los últimos años han proliferado los centros de éste tipo destinados a todo tipo de público, y si bien los precios distan de ser accesibles para todos los bolsillos, sí permiten experimentar la sensación de flotar en el aire sin sufrir los inconvenientes de un salto en paracaídas. 

     Los Reyes Magos se suelen portar bien conmigo, y el pasado 6 de enero de 2017 no fue una excepción, así que entre los regalos que poblaban el suelo de mi casa bajo el árbol de navidad en Palencia se encontraba un bono para realizar 4 vuelos de un minuto de duración en el túnel de viento de MadridFly (https://es.madridfly.com/) El bono esperó paciente en la mesita de mi dormitorio de Colonia hasta que se diera la oportunidad de poder ser usado, y fue en un viaje de trabajo a Madrid realizada a mediados de Mayo cuando pude aprovechar la visita para materializar la experiencia. 



       La experiencia resultó de lo más entretenida. Una media hora antes de tu hora de reserva te equipan con el mono, gafas y casco y te dan una breve clase teórica explicando los principios de la cámara de vuelo, las señas para comunicarse, posición, etc. Una vez concluida la parte teórica, comienza la practica. Un reloj te va indicando el tiempo que te falta en tu vuelo (la cuenta se inicia en 1 min. 15 seg, para compensar el tiempo perdido por los cambios entre participantes), así como la velocidad del aire (en mi caso llegó a marcar unos 185Km/h, a un 80% de potencia), y una cámara de fotos perfectamente situada se ocupa de sacar las mejores instantáneas de tu vuelo. El vídeo se graba desde la parte inferior del túnel, así que las imágenes resultan muy diferentes a todo lo que hayas podido ver. Tras un primer vuelo de familiarización con el entorno, en el segundo vuelo ya subes y bajas por la cámara de vuelo (bueno, te suben y te bajan), ¡sin duda lo más entretenido de la experiencia! Los otros dos vuelos sirvieron para "perfeccionar" la técnica (con pocos progresos por mi parte...¡pero algún progreso hice!) y repetir los ascensos y descensos por la cámara. Como se va entrando por turnos, al final la aventura se demora por una media hora dentro de la zona de vuelo. 





    Al margen del vuelo, las instalaciones ofrecen un bar con servicio de restauración (hamburguesas y ese tipo de cosas) hasta las 1700h, y una tienda donde se pueden comprar artículos que te recuerden tu vuelo. En definitiva, un negocio redondo (si se calcula el precio por minuto y el número de personas que pueden volar en un día, las cifras marean), con unas instalaciones muy bien montadas y con todo lo necesario para poder disfrutar de la sensación de flotar en el aire, pero sin tener que saltar de un avión a 4000m de altura. ¡Un excelente regalo, queridos Reyes Magos! Y gracias también a Edu por el perfecto reportaje fotográfico de la experiencia ;-)


Datos de interés:
  • 99€ por cuatro vuelos, de 1min cada uno.
  • Hay que estar unos 45 minutos antes de la cita, para el briefing teórico, ponerse el traje, etc.
  • Fotos digitales: 5€/foto
  • Foto papel: 10€/foto
  • Video: 15€
  • Tus acompañantes pueden verte/grabarte/sacarte fotos desde el FlyBar, aunque por la posición de la cámara de vuelo, frente a un ventanal, las fotos pueden salir un poco a contraluz (dependiendo de la luz y hora del día)



sábado, 13 de mayo de 2017

Bangalore, la India menos turísitca

  
       La ciudad aún dormía, y el despertador se empeñó en apartarme de la comodidad de la cama del hotel Traders en KL para dirigirme muy temprano (demasiado...) al aeropuerto, desde donde debía tomar un vuelo de Malaysia Airlines rumbo a mi siguiente destino, Bangalore, en India. Siendo honesto, la zona sur de India no se encontraba en mi lista de países para visitar; sí he pensado en visitar la zona del triángulo dorado al norte del país, viaje que espero materializar en el futuro, pero no considero que esa zona sea realmente el reflejo de lo que es el país. Pero en cuestiones de trabajo no decido a dónde tengo que viajar, y prefiero pensar que una vez tengo que visitar una ciudad nueva, seguro que ésta tiene algo que ofrecer y decido aprovechar y exprimir la experiencia al máximo. Para viajar a India necesita visado - al viajar por motivos laborales tuve que pedir un visado profesional, pero si se viaja por motivos turísticos se puede obtener un visado on-line o una "visa on arrival" directamente al llegar al aeropuerto y pagar la correspondiente tasa. El vuelo discurrió según lo esperado, con llegada en hora a Bangalore unas cuatro horas después de la salida de Kuala Lumpur, con un servicio de entretenimiento y gastronómico correcto por parte de Malaysia Airlines. Cubierto el tramite del pasaporte y maleta en mano, me dirigí a mi hotel en Bangalore, el Sheraton Grand Bangalore (170€/noche), un hotel muy cómodo, con una habitación muy amplia y con todas las comodidades necesarias para pasar casi una semana allí. Internet funcionó perfectamente (aunque tuve que pagar un suplemento para hacer uso de él, unas 1250 IRP/día), el desayuno es muy abundante y de calidad, y el establecimiento ofrece tres restaurantes, centro de negocios, spa, gimnasio (de los más completos que he visto en un hotel) y piscina entre otros servicios. El hotel se encuentra muy cerca de una parada de metro/mono raíl (Sandal Soap Factory), y a escasa distancia del ISKCON en Chord Road, una de las visitas obligadas en la ciudad. En las proximidades también hay un centro comercial con numerosas tiendas y un "food court" con establecimientos de comida rápida. Los restaurantes que hay en los accesos al centro son más selectos y occidentales (y también más caros para el estándar indio, rondando la comida con bebida los 800-1200 IRP): un chino, un indio, un italiano y un alemán constituyen la oferta gastronómica de la zona. Probé todos menos el italiano, y la verdad es que sólo repetiría (aunque sin mucho entusiasmo...) en el indio. 



        Bangalore. Con casi 6 millones de habitantes es la quinta ciudad más poblada del país, y se ha convertido en los últimos años en un centro tecnológico de referencia en la India...eso es lo que dicen los datos y las estadísticas, porque la ciudad se empeña en decir otra cosa. Posiblemente ésta sea la crónica sobre un viaje más corta y con menos fotos de cuantas haya escrito hasta la fecha. Y es que Bangalore ofrece un sinfín de imágenes basadas en sensaciones, de esas que no se pueden plasmar en una fotografía, y mucho menos por escrito, aunque lo intentaré (asumiendo que posiblemente fracase estrepitósamente en el intento) La ciudad ofrece un puñado de puntos de interés, que se encuentran dispersos por la ciudad, por lo que acceder a ellos requiere tiempo, y la recompensa no suele justificar el tiempo empleado. Los alrededores ofrecen, a priori, visitas mucho más interesantes, pero en un viaje de trabajo es imposible organizar una excursión a un parque, cascada o templo que se encuentra a más de una hora en coche de la ciudad, así que me limité a tratar de conocer la ciudad en los ratos que el trabajo me dejó al término de mi actividad laboral diaria y antes de que la puesta de sol hiciera estéril cualquier intento, ya que después del ocaso la iluminación en las calles de la ciudad es muy deficitaria. 







      Caminar por las calles principales de Bangalore no es agradable. Al ruido infernal del tráfico y de las bocinas - que usan sin parar como si alguien las hiciera caso (cuando su uso se convierte en un acto tan cotidiano como respirar, dejan de cumplir su función, algo que parecen no entender en ciertos países), se une el caos circulatorio, basado en la ley del más fuerte, la frecuente ausencia de aceras y la más absoluta falta de educación vial, lo que hace que caminar por esas avenidas o tratar de cruzarlas se convierta en una actividad de riesgo. Visualmente la recompensa tampoco justifica el peligro: ausencia de edificios notables, templos o de cualquier rastro de diseño arquitectónico en las fachadas de sus castigados edificios y descuidados negocios locales. La actividad comercial gira en torno a MG Road y Brigade Road, donde se pueden encontrar infinidad de centros comerciales, tiendas y restaurantes, con un toque un tanto occidental. Para mi sorpresa, los precios en las tiendas (de moda, de ropa deportiva) son similares a los Europeos...por contra, el precio del billete sencillo del metro (o mono raíl) es de solo 17 IRP (1€ = 70 IRP) El mono raíl funciona bastante bien y ofrece coches muy nuevos y buena frecuencia de paso...todo lo contrario que el autobús, que también probé por curiosidad y que no recomiendo por motivos prácticos (aunque si quieres experimentar la vida de Bangalore, un recorrido en autobús te acerca más a la experiencia real) 



       Cuando se abandonan las calles principales y se camina por las enrevesadas calles que conforman la ciudad, la percepción visual no mejora, pero sí la sensorial. El catálogo de sensaciones e imágenes que ofrece un paseo por una calle "normal" de Bangalore, aquellas donde se desarrolla la vida cotidiana de sus habitantes, es indescriptible. Guardo en mi memoria muchas sensaciones, pensamientos, aromas e imágenes de muchas personas que vi en mi viaje, personas que aunque no me hablaron me dijeron muchas cosas, ¡la fuerza de una mirada! Pero soy de esa extraña clase de personas que consideran que hacer una fotografía de un primer plano de una persona es, en cierta medida, una "falta de respeto", una invitación a que la persona fotografiada piense que la considero diferente, y eso me lleva a guardar mi cámara, y archivar estas imágenes sobre personas, las más valiosas, en mi memoria. 

      Bangalore. Una ciudad sucia, muy sucia. Y muy particular. Resulta ciertamente curioso ver toda clase de ganado andando libremente por las calles, desde ovejas y gallinas hasta vacas, vacas sagradas (aunque el aspecto de algunas de ellas delata que de sagradas tienen poco hoy en día) El tráfico las esquiva, y ellas circulan ajenas al ruido y el caos que gobierna la ciudad; la basura se convierte frecuentemente en su principal fuente de alimento, al tiempo que se convierten, sin saberlo, en el objetivo de las cámaras de los pocos occidentales que nos atrevemos a abandonar la "jaula" de cristal que suponen la mayoría de los hoteles de categoría de la ciudad, situados en zonas pobres (de hecho cualquier zona de la ciudad puede considerarse tal - y eso que la gente de allí comentaba que Bangalore es mucho mejor que cualquier otra ciudad de las que se puedan encontrar en la zona...), y adentrarse en la realidad de la urbe, de sus habitantes, a los que no les falta una mirada amable, una sonrisa curiosa en su rostro. Comentaba la gente de la organización a la que visité que los extranjeros éramos considerados invitados en su país, y como tal nos trataban, y es cierto. Ni una queja al respecto: la gente se ha mostrado muy respetuosa, no invadiendo el terreno personal; no te sentirás agobiado como en otros países, donde tratan de venderte algo a toda costa, o simplemente de engañarte. Una experiencia muy gratificante en ese sentido. Si las ciudades son el reflejo de la gente que las habita, entonces Bangalore es una gran ciudad (aunque el tráfico y su descuidada arquitectura se empeñen en transmitir el sentimiento contrario)







      Y poco más puedo contar de mi primera (y breve) experiencia en India. Casi dos semanas después del inicio del viaje y un mes después de haber salido de casa con destino a Egipto, inicié mi regreso a Colonia, un largo viaje con Emirates vía Dubai, a donde llegué a bordo de un B777 dotado de una cabina muy espaciosa y cómoda, sin duda la mejor en la que he volado en este tipo de vuelos de corta duración (unas 3,5h), y desde allí de nuevo a bordo de un A380 a Düsseldorf (después de una interminable escala nocturna de casi nueve horas en el aeropuerto de Dubai, donde apenas pude descansar por el ruido ambiente, los continuos avisos por la megafonía del aeropuerto y porque a alguna mente privilegiada se le ocurrió poner la zona de descanso del lounge justo encima de la zona se acceso al lado aire del aeropuerto donde se realizan los controles de seguridad, con lo que el ruido de las bandejas y los pitidos de los escáneres eran continuos), en la ya conocida y estupenda cabina business de la que había disfrutado en los vuelos de ida a Kuala Lumpur vía Dubai





      Casi 24h después de salir de mi lugar de trabajo en Bangalore, por fin llegué a casa. Y de nuevo, pese a las escalas efectuadas en Dubai, no tuve oportunidad se conocer ésta ciudad tan única como artificial...la luz se ha encendido...¡objetivo a la vista! De momento, los planes de viaje para los próximos dos meses me llevarán a Portugal, España e Islandia (viajes de ocio), así como a Egipto, Gales, España (en un par de ocasiones) y República Checa (por motivos profesionales); una agenda de lo más cargada...¡acompáñame a través de este canal! 



martes, 9 de mayo de 2017

Kuala Lumpur - Cuevas Batu


     13 horas. Las horas que tuve entre viaje y viaje. Las horas que pasé en Colonia desde que llegué de mi viaje de vacaciones con M recorriendo Egipto hasta que emprendí el viaje por carretera hacia el aeropuerto de Düsseldorf, donde comenzó un nuevo viaje de trabajo que me llevaría a Kuala Lumpur y Bangalore durante las próximas dos semanas. Un viaje eminentemente profesional, pero con un fin de semana entre destino y destino, por lo que esperaba poder hacer algo de turismo, aunque breve, en aquellos lugares. 



    Mi primer destino fue Kuala Lumpur, una vieja conocida; allí comenzó mi particular romance con Asia, y cada viaje a Malaysia es especial, y los disfruto como si fuera el primero. En esta ocasión volé con Emirates, a bordo de un A380-800, vía Dubai. Volar en business es siempre toda una experiencia, pero con Emirates la experiencia comienza antes del vuelo, ya que ofrecen un servicio de traslado con chófer desde el domicilio hasta el aeropuerto. Una vez en el aeropuerto, Emirates dispone de su propia sala business (¡nada de compartir con otras compañías!), y ciertamente la oferta está un paso por delante de todo lo que he experimentado hasta ahora. Una vez a bordo (toda la planta superior del A380 está ocupada por las clases First y Business), el asiento es similar al de otras compañías, pero mejorado: mini-bar individual, tablet para manejar los contenidos multimedia (con una oferta impresionante), pantalla de gran tamaño, mayor anchura y espacio para el pasajero, acabados en símil madera, bar con lounge en la parte trasera de la cabina, servicio de cócteles...en definitiva, ¡una gozada! Todo lo que ganan en la experiencia pre-vuelo lo pierden, en parte, durante el vuelo, ya que el servicio presenta algunas carencias, como la ausencia del famoso (¡y esperado!) neceser de viaje en vuelos diurnos (¡sorprendente!), una oferta gastronómica limitada (y excesivamente orientada a paladares árabes) y una atención más que discreta: mucho tiempo entre platos en las comidas (¡hasta 40min en el vuelo DUB-DUS!), bebidas servidas a destiempo...


      22 horas. Las que pasaron desde que salí de mi domicilio en Colonia hasta que llegué a mi hotel en Kuala Lumpur, el Traders KLCC, la misma elección que hice el año pasado en mi visita a Malaysia (110€/noche, habitación executive) La habitación 2323 me brinda unas estupendas vistas de las torres Petronas. Una habitación muy cómoda y amplia, un servicio impecable junto a una muy buena conexión a internet, imprescindible en todo viaje de trabajo, fueron los motivos que me llevaron a repetir experiencia en el corazón de Kuala Lumpur




     Y una vez en Kuala Lumpur, el trabajo y el tiempo empleado a diario en los desplazamientos desde KLCC hasta KLIA, mi lugar de trabajo, dejaron poco (ningún) tiempo para el turismo. Al menos pude aprovechar la tarde del viernes y el sábado completo para redescubrir mis zonas favoritas de la ciudad, y conocer algún rincón que se me había escapado hasta la fecha. 



Cuevas Batu



      He tenido la fortuna de visitar Kuala Lumpur en varias ocasiones, y he descubierto la ciudad plano en mano, a la antigua usanza, perdiéndome y encontrándome, caminando por caminar a la espera de la siguiente sorpresa que me pudiera deparar la ciudad, o buscando aquellos edificios simbolizados por grotescos dibujos en el mapa proporcionado por el hotel que indicaban la existencia de un punto de interés. Quizás fuera por eso por lo que nunca deparé en estas cuevas (¡no aparecían en mis mapas!), hasta que por casualidad di con ellas un día buscando visitas que hacer en los alrededores de la ciudad, y me propuse visitarlas en mi próxima visita a Kuala Lumpur, y aquella ocasión había llegado. Las cuevas toman su nombre del cercano río Batu y son el escenario de la peregrinación anual de en torno a 1,5 millones de fieles que acuden al lugar para honrar al dios guerrero Murugan, a quien están dedicadas las cuevas templo, a las que se puede acceder fácilmente en tren desde la estación KL Sentral, o KL (2,5 RMG/trayecto) El trayecto dura unos 20-25 minutos y el tren te deja a escasos metros de la entrada al recinto. La frecuencia de trenes durante los fines de semana es muy escasa (cada 45 minutos), por lo que es mejor informarse antes de los horarios (para no tener que estar esperando como hice yo...¡45 minutos! Entre semana los trenes circulan cada 15 minutos. 

      La entrada a las cuevas está presidida por la que hasta la fecha es la mayor representación de una deidad hindú en el mundo (casi 43m de altura, inaugurada en 2006) La deidad dorada marca el comienzo de una ascensión compuesta por  272 escalones que desembocan en la cueva del Templo, en cuyo interior hay diversos santuarios con distintas representaciones hindúes. Esta cueva esta prácticamente cerrada (tan solo tiene un par de pequeñas aberturas laterales al exterior, por donde se filtran los rayos del sol), y en ella se respira un ambiente místico y espiritual; el agua que se filtra por su techo produce un efecto de lluvia permanente en el recinto, lo cual no hace si no aumentar esa sensación especial, al estar en una cueva en la que "llueve". 






      El templo principal se encuentra más adelante, en la siguiente cueva (que no es tal porque está abierta al cielo), un precioso recinto natural al que se accede subiendo otros 63 escalones donde se enclava, en un ambiente único, el pequeño templo hindú. Esta combinación de naturaleza y misticismo hace de éste un lugar con una personalidad única y muy especial. 







     Al margen del templo principal, cuya entrada es gratuita, en el recinto se pueden hacer varias visitas extras (todas ellas con coste):
  • Templo Ramayana (5 RMG), el primero que te encontrarás al salir de la estación de tren, presidido por una enorme representación de una figura mítica de color verde. El interior de la cueva presenta numerosas representaciones que narran la vida de esta deidad hindú; la cueva es de unas dimensiones mucho menores que las del Templo, aunque también presenta una ascensión interior de unos 100 escalones que conducen a...¡ninguna parte!...¡podrían indicarlo al comienzo de la escalinata!




  • Saliendo del Templo Ramayana y caminando hacia la entrada principal se puede visitar una especie de zoo o recinto donde aparentemente se muestran distintos animales autóctonos (15 RMG) Viendo el aspecto del recinto, prescindí de la visita.
  • La cueva oscura, una cueva natural a la que se accede por la escalera principal de acceso al Templo (35 EGP) poco antes de llegar al mismo. Hay visitas guiadas de 45 minutos de duración en las que se recorren las cuevas y se explican detalles sobre sus habitantes (murciélagos, gusanos, larvas...) y su fauna; por la información que se ofrece en la entrada y las explicaciones previas que dio la guía decidí ahorrarme la experiencia de caminar a oscuras con un casco con una lucecita pisando sobre guano y aguas estancadas y quien sabe que otras lindezas (pero como siempre...¡para gustos!)




      La visita a las cuevas se puede realizar fácilmente en unas cuatro horas, incluyendo traslados, así que aun queda tiempo para dejarse seducir por las calles de Kuala Lumpur. En esta ocasión decidí bajar del tren en KL (la antigua estación de trenes), para poder visitar la mezquita nacional, ya que en anteriores visitas siempre la había visto por fuera al estar cerrada. Ésta vez sí pude acceder al recinto (semi-descalzo...vi que un par de personas iban con calcetines, y como se suele decir..."allá donde fueres haz lo que vieres") Pude descubrir el recinto (excepto la sala central de oración, que está reservada a los fieles musulmanes), y me sorprendió poder andar tan libremente por aquel lugar (a los grupos de visitantes les colocan unas túnicas azules, para tenerlos bien localizados), así que me vine arriba y me conecté a la red WiFi gratuita que tiene el recinto, y me puse a escribir a M, a mi madre, a mi hermana, a intentar llamar a un amigo cuyo cumpleaños se me había casi olvidado (¡según el horario español le felicité en hora!)...vamos, que debí de llamar algo la atención y me invitaron a salir para dejar los calcetines...y como yo ya pisé descalzo todos los templos que tenia que pisar en mi vida durante mi viaje a Myanmar,  decidí abandonar el lugar (después de disfrutar de la conexión WiFi unos minutos más...normalmente compro una tarjeta SIM a la llegada, pero con un viaje tan corto y un teléfono nuevo que no sabia si la aceptaría...) Una visita, la de la mezquita nacional, que me resultó muy interesante y que tenia ganas de hacer. 



      Después del estupendo tiempo del que gocé por la mañana, la tarde amenazaba tormenta...¡y vaya si cumplió su amenaza! Cuando llueve en las zonas tropicales...¡llueve! Y más vale estar a cubierto porque si no es como un baño pero en cuestión de dos segundos. La primera explosión tormentosa me pilló muy cerca del mercado central, así que aproveché para dar una vuelta (se ofrecen todo tipo de recuerdos de la ciudad, artículos se artesanía y textiles a precio fijo, y sin presionar al comprador que puede pasear tranquilamente por los pasillos entre las tiendas) Como no escampaba, decidí probar el "food court" de la planta superior, que presenta especialidades tailandesas, indonesias y chinas mayoritariamente a unos precios muy competitivos (entre 7,5-18 RMG cada plato, en función del contenido) Una buena elección (como casi siempre en este tipo de lugares) El precio es inferior al que se paga en el barrio chino, en Jalan Alor, otro de mis lugares favoritos en KL, aunque en Jalan Alor puedes disfrutar de una gigantesca cerveza Tiger bien fría acompañada por varios platos...¡una experiencia, la de Jalan Alor, que no hay que perderse!


Mercado  central de Kuala Lumpur


       Finalizada la tormenta proseguí con mi paseo, y con la noche acechando la ciudad me dirigí a la Plaza Merdeka, donde se encuentra el Museo de la Ciudad de Kuala Lumpur y el Club Selangor, y desde donde se puede disfrutar de una de las vistas más hermosas y distintivas del skyline de la ciudad, con las torres gemelas y la torre Menara abriéndose paso entre el resto de los edificios. La tarde finalizó con la tradicional y esperada visita a la calle Petaling, donde se pueden encontrar todo tipo de recuerdos e imitaciones de casi todo lo que se pueda imaginar: bolsos, carteras, camisetas, relojes...pese a lo esperado de la visita, esta vez no compré nada ya que no encontré ninguno de los artículos que iba buscando (por primera vez desde que visito esta calle tuve la impresión de que está perdiendo fuelle y ya no es lo que era...veremos si fue solo una sensación o se convierte en un hecho, aunque para ello tendré que esperar a mi próxima visita...)






     Sin tiempo para más me dirigí al hotel a preparar la maleta. La tan esperada visita a Kuala Lumpur había pasado tan rápido que casi no me había enterado. 4 días en un suspiro. Y es que en Kuala Lumpur el tiempo pasa tan rápido que asusta; el romance continua...¿cuándo será nuestro próximo encuentro?