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viernes, 10 de febrero de 2017

Tromsø, entre fiordos y auroras boreales

     2016 fue un año excepcional en cuanto a viajes se refiere. 2017 ha comenzado con la misma intensidad, y después de tres semanas viajando de forma consecutiva por motivos profesionales, había llegado la hora de un pequeño respiro, del ya tradicional viaje invernal al norte de Europa. Un viaje que llegó de forma inesperada y que he de reconocer que no afronté inicialmente con toda la motivación y energía que todo viaje merece. El destino elegido fue Tromsø, en Noruega, el último de los países nórdicos que me quedaba por visitar. 



     El motivo de esa (inusual) falta de motivación inicial, al margen de la cascada de asuntos personales y profesionales abiertos, que amenaza con ahogarme, se encontraba en la previsión que anunciaba malísimas condiciones climatológicas de la zona; el mal tiempo estando de vacaciones es siempre una mala noticia, pero si se recorre media Europa en busca de una oportunidad para disfrutar de auroras boreales y te encuentras, a unos 70 grados de latitud Norte, con lluvia y temperaturas entre 5-10 grados, la desilusión se apodera hasta del más optimista. 




     Pero allí estábamos, y poniendo al mal tiempo buena cara nos lanzamos a descubrir las bondades de la región, una región bendecida con una geografía única y espectacular que no tardó en conquistarnos: cascadas de agua helada, fiordos congelados, paisajes donde la nieve se resistía a abandonar el lugar que por derecho le corresponde en estas latitudes y en ésta época del año, un mar cuyas aguas muestran colores que rivalizan con aquellos que ofrecen muchos de los mares de los mejores destinos de turismo de playa del mundo...





     Si lo que ofrece ésta región de Noruega en superficie conquista, lo que puede llegar a ofrecer en las alturas, en el cielo, enamora. Se trata de una región especialmente propicia para la observación de auroras boreales. Al estar situada tan al Norte, incluso si la actividad solar (la responsable de que el cielo se ilumine en la noche) es baja, si el tiempo lo permite, hay muchas posibilidades de disfrutar de este soberbio espectáculo de la naturaleza. Las temperaturas son suaves (la temperatura media de enero a marzo ronda los -2/-3 grados), y el terreno montañoso origina fuertes contrastes climáticos, haciendo posible pasar de la lluvia a los cielos despejados de una isla a otra, lo que añade un punto más de incertidumbre a la aventura de lanzarse a la caza de auroras (¡por si no fuera ya suficientemente difícil!) La suerte que no tuvimos el año pasado en Saariselka la tuvimos éste año en Tromsø, y aún bajo unas condiciones meteorológicas tan adversas pudimos dar con una ventana de cielo despejado que nos permitió disfrutar del espectáculo único de ver en vivo una aurora boreal. Y no sólo eso...hay algo más. Pero eso te voy a dejar que lo descubras por ti mismo, leyendo la crónica del viaje que nos llevó a descubrir la región de Tromsø y los secretos que se ocultan en sus fiordos y en el cielo que los cubre (pero te doy una pista con las fotos de abajo) Como de costumbre, puedes acceder a la crónica con las fotos en el menú de la derecha de la pagina, o a través, del siguiente enlace:



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