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sábado, 18 de junio de 2016

Singapur, encantado de haberte conocido

       
        Singapur es una isla, capital del estado soberano del mismo nombre que aglutina 63 islas. Uno de los destinos más promocionados a nivel mundial y cuya visita no podía demorar más, así que cuando surgió la oportunidad no lo dudé y decidí extender mi estancia en la zona unos días para poder descubrir esta ciudad de la que había escuchado muchas opiniones positivas. Singapur se ha convertido, por méritos propios y en un tiempo récord, en un destino de primer orden a nivel mundial, y no le faltan motivos para ello: tradición y modernidad de dan la mano en éste paraíso terrenal, una ciudad capaz de aunar un extenso y bien conservado legado colonial, la tradición de sus barrios étnicos (Chinatown, el barrio árabe y Little India) y la modernidad de su distrito financiero y la zona de la Marina, el auténtico icono de la ciudad. 

El distrito financiero, con el puente del Jubileo, inaugurado en 2015
con motivo del 50 aniversario de la independencia del país
        El largo viaje quedó justificado en el mismo instante en que la zona de la Marina se abrió a mis ojos. El icónico hotel Marina Bay Sands es probablemente el lugar más fotografiado y admirado de la ciudad, y los alrededores de la ciudad ofrecen excelentes lugares en los que disfrutar de excelentes vistas que la ciudad ofrece. Si a ello se le añade la excelente ubicación geográfica de la isla, el resultado es que se pueden disfrutar de increíbles y cálidos atardeceres, difíciles de imaginar en cualquier otro lugar del planeta. Pero si aún te faltan motivos para visitar (física o virtualmente) este lugar, tal vez la noria más alta del mundo (165m) o la posibilidad de conocer al Merlion (mítica criatura mitad pez mitad león, símbolo de la ciudad) t hagan cambiar de idea.


        Si quieres saber más sobre los secretos que encierra esta fenomenal ciudad, la isla bonita, te invito a que leas la crónica completa de mi viaje a Singapur, a la que puedes acceder desde el menú situado a la derecha de la página, o a través del siguiente enlace:




         Como de costumbre, espero que disfrutes de la experiencia y ¡buen viaje!



Reykjavík y la península de Reykjanes


      Islandia. Tantos años habiendo querido visitar esta enigmática tierra de fuego y hielo y, casualidades del destino (o no), me encontré de nuevo a bordo de un avión con destino a la capital más septentrional del planeta tan sólo nueve meses después de mi primera y completa visita a uno de los lugares que mas me han fascinado de cuantos he tenido la inmensa fortuna de visitar (http://elviajerodelasnubes.blogspot.de/p/islandia-recorriendo-la-isla.html) En esta ocasión la agenda era mucho mas relajada; bien es cierto que durante la visita nueve meses atrás quedaron pocos puntos de la isla por visitar (¡de los considerados "imprescindibles" no dejamos ninguno pendiente!), pero siempre hay lugares nuevos que descubrir o redescubrir con otra mirada.

HARPA, sede de la orquesta sinfónica islandesa y de la ópera islandesa
      En esta ocasión viajé, en muy buena compañía, en vuelo directo de Germanwings (ahora Eurowings...) desde Colonia, mucho mas confortable y puntual que en la ocasión anterior con Vueling. A bordo del A319, a la una de la madrugada el sol aún se alza sobre el horizonte. Una sensación extraña, ya que hay más claridad que la que había casi tres horas atrás cuando salimos de Colonia. Durante el vuelo pude asombrarme, fascinarme y disfrutar de la indecisión del sol, que ofreció el magnífico y único espectáculo de un atardecer continuo de tres horas de duración, un atardecer que bien podría haber sido también un amanecer, ya que el sol, lejos de desaparecer entre las nubes, parecía querer alzarse sobre el horizonte, declarando su hegemonía sobre la noche...al menos en esta época del año, a esas latitudes y a esa altitud. Ya había disfrutado el sol de medianoche anteriormente, pero en esta ocasión pude hacerlo a 11000m de altura...¿se puede pedir más?




Medianoche y con luz, una constante durante la visita
     






        Finalmente, y propiciado también por el descenso del avión hacia nuestro destino final en Keflavik, el sol parece rendirse y sucumbir a su ocaso, aceptando su destino después de haber mantenido, eso sí, una igualadísima y preciosa contienda para disfrute de aquellos (pocos pasajeros) que permanecimos pegados a las pequeñas ventanas ovaladas del A319 observando el espectáculo; ventanas que como suelo decir, marcan el límite entre la realidad y la fantasía de quien mira a través de ellas con la mirada ilusionada de quien disfruta cada vuelo como si fuera el primero, algo que no deja de ser verdad en cierta medida, ya que no hay dos vuelos iguales. A mis "taitantos" años y con cientos de vuelos a las espaldas (y los que me puedan quedar, que espero sean muchos más), aún sigo encontrando motivos de ilusión en cada experiencia de viaje.








          Ya instalados en nuestro coqueto apartamento en el centro de Reykjavík (alquilado a través de www.airbnb.de, al precio de 100€/noche), tiempo para descansar y emprender un fin de semana extendido que a la postre fue algo mas ajetreado de lo inicialmente esperado. En mi anterior visita a la capital islandesa pude disfrutar y descubrir sus animadas calles durante un par de días; la mayoría de los puntos de interés ya habían sido visitados, pero siempre hay algo nuevo que descubrir en una ciudad en continuo cambio como Reykjavík, y lugares ya conocidos que redescubrir con otra mirada, en otra compañía. Con la calle Laugavegur como epicentro de todos los recorridos por la ciudad, pude disfrutar de nuevo del ambiente de sus comercios, de sus animados restaurantes y bares, y de los icónicos lugares de la capital, como la catedral de Reykjavík - un modesto edificio que data de 1787 y que se alza junto al edificio del Parlamento - , el ayuntamiento, la iglesia luterana de Hallgrímskirkja - uno de los símbolos de la ciudad -, el Harpa, pasear al borde del mar...una ciudad con un encanto especial, con personalidad propia.

Oficina del Primer Ministro
Catedral de Reykjavík

Iglesia luterana de Hallgrímskirkja


Escultura El viajero del Sol

       A la lista de lugares visitados se unieron la Perla, un centro cultural situado en un alto, a las afueras de la ciudad y que ofrece unas de las mejores vistas de la capital desde su mirador circular exterior; en su origen era un espacio dedicado al almacenamiento de agua caliente de origen geotérmico. En la actualidad acoge un par de tiendas de recuerdos y un restaurante en su planta superior, además del ya mencionado mirador panorámico (acceso gratuito)




     También visitamos la zona costera de Fjördur, al sur de Reykjavík, con su puerto pesquero y el hotel vikingo (en la calle Strandgata) como principales reclamos. Más allá de los puntos de interés visitados, en esta ocasión además contamos con la compañía de una persona casi autóctona de la isla por los años que lleva viviendo allí y de una islandesa, una experiencia impagable, ya que nos permitió descubrir un buen puñado de sitios interesantes en los que comer y tomar una cerveza en ambientes alejados de los tradicionales circuitos turísticos (¡gracias a Hildur y Carlos!) Entre ellos me quedo con el Vitabar, situado muy cerca de la Hallgrimskirkja, en la confluencia de las calles Vitastígur y Bergbórugata, donde disfrutamos de una estupenda comida (filete de ternera perfectamente preparado y con una completa guarnición y cerveza Viking de medio litro por 3100 ISK), el Svarta Kaffi, en Laugavegur 54, donde disfruté de una curiosa, sabrosa y completa cena a base de sopa servida en un pan vaciado y empleado a modo de plato hondo para la ocasión, el Kaldi bar, en Laugavegur 20b, donde sirven unas estupendas cervezas islandesas (de Akureyri), o el Sky Lounge & Bar, en la octava planta del hotel Center Hotels frente al Harpa, donde a una buena cena se le une el atractivo de unas estupendas vistas de la zona costera y portuaria de la ciudad. Sin duda toda una experiencia y un placer el haber podido disfrutar de estos lugares durante la visita.


Strandgata


Viking hotel, escultura del dios vikingo Thor
Interior del Harpa
        Para terminar con el recorrido de los puntos visitados en Reykjavík y alrededores, un par de descubrimientos más: al Oeste de la ciudad se encuentra la península de Grotta, una zona que, además de albergar el faro que lleva el mismo nombre, también es una reserva natural de numerosas especies de aves. Debido al espacio protegido de éste área, no nos fue posible acceder al recinto ya que se encuentra cerrado del 1 de Mayo al 15 de Julio por protección de las aves (en período de cría), así que nos tuvimos que conformar con verlo en la distancia. Y finalmente, la residencia del presidente del país, una bonita construcción en medio de una península, y cuya principal característica son las impresionantes medidas de seguridad puestas en marcha a fin de garantizar la seguridad y privacidad del Primer Ministro: un cartel a la entrada del recinto junto al aparcamiento advierte de la zona que no se debe traspasar. Ni rejas, ni guardias...un simple cartel, y la gente lo obedece y no invade la propiedad. Ciertamente cuando viajas y ves este tipo de cosas te das cuenta de cuánto hemos de aprender aún de nuestros vecinos del norte; no me imagino el acceso a la Moncloa o a la Zarzuela con un simple cartel como medida disuasoria a fin de preservar la privacidad de nuestros "dirigentes"...


Grotta
Las infraestructuras ferroviarias en Islandia no están muy desarrolladas; en la imagen, el tramo más largo de
vía férrea jamás construido en Islandia (Geirsgata, zona del puerto)
Reykjavíkurtjörn, el lago del ayuntamiento
Restaurante con el tradicional techo de turba, en Frakkastígur
         La excursión del fin de semana por los alrededores de Reykjavík discurrió por Reykjanes, una zona ya visitada parcialmente en Septiembre, pero que, en compañía de nuestro guía ofreció algunos puntos más de interés desconocidos hasta la fecha. El emblema turístico de esta zona es el Blue Lagoon, que no visitamos en esta ocasión (con el precio que tiene entrar, visto y disfrutado una vez, ¡más que suficiente!) Visité de nuevo la zona geotérmica de Krýsuvík - Seltún, con sus fumarolas, pozos de agua hirviendo y aromas de azufre característicos, un paisaje espectacular que no por conocido deja de sorprender y fascinar. La visita continuó en Gunnuhver, vigilado en la distancia por el faro de Reykjanes, otra zona de actividad geotérmica muy activa desde cuyos miradores y pasos elevados se tienen una vistas espectaculares de la zona. El nombre de Gunnuhver deriva del de un fantasma, Gunnu, cuya única posesión - un cazo de cocina - fue tomada por el propietario de la vivienda en la que habitaba cuando Gunnu no pudo pagar la renta. Gunnu, enfadado por haber perdido todo cuanto tenía, dejó de comer y murió. En el camino hacia el cementerio, la persona que llevaba el féretro notó que éste se volvió muy ligero, y mientras se cavaba la tumba, la gente escuchó voces que decían "no hay necesidad de cavar, no voy a estar mucho tiempo". Era el espíritu de Gunna, que al día siguiente se vengó del propietario de su vivienda, que apareció muerto con todos los huesos fracturados. Después de aquel acontecimiento, la península al completo cayó bajo el poder de Gunna: la gente enloquecía y aquellos que veían al espíritu morían. Para librar a la región de Gunna, la gente local acudió a un pastor, que les entregó una bola de hilo que debían usar par que Gunna corriera tras el cabo suelto de la bola; la bola lo conduciría a un pozo del que no podría salir. Aún hay gente que dice escuchar los gritos de Gunna corriendo tras el cabo suelto de hilo. 

Gunnuhver y el faro de Reykjanes
Seltún
Seltún


Gunnuhver
       Para reponer fuerzas, nada mejor que otro de esos platos típicos locales, una estupenda sopa de langosta (¡exquisita!), acompañada del tradicional pan con mantequilla islandesa, en Grindavik, en el restaurante Bryggian, en un modesto local situado frente al muelle. Y para terminar el recorrido antes de emprender el regreso a Reykjavík, visita al puente ente continentes, una de esas curiosidades que quedaron pendientes en la primera visita a la isla, principalmente por falta de tiempo. El puente se asienta sobre los bordes de las placas Americanas y Eurasiáticas, que se separan a razón de dos centímetros al año. El puente, que no deja de ser una turistada, permite al visitante poner sus pies sobre dos "continentes" (al menos geotectónicamente hablando) casi al tiempo...pude visitar el continente americano y regresar al europeo al menos 4 veces en unos pocos segundos...el tiempo que me llevó saltar de una placa a la otra, lo que tardé en cansarme de andar dando saltos sobre el puente como un chiquillo (la edad....) 

Grindavík
Con la energía proporcionada por la sopa de langosta, soportar el puente entre las placas tectónicas estaba "chupado"



       La experiencia concluyó con una formidable cena organizada por los familiares de nuestra anfitriona islandesa a base de langosta y asado de cordero, regado con estupendos caldos de la Ribera del Duero, un menú digno de un restaurante con estrella Michelín, pero en un ambiente mucho mas entretenido e informal. 

Aeropuerto de Kéflavik, 0200am, aún con luz y con el sol asomando entre las nubes al despegar
      Con una hora de retraso salimos de Reykjavík, en torno a las dos de la mañana hora local, con la claridad inundando el ambiente. Tan pronto ascendimos por encima de las primeras nubes, el amanecer se mostró ante nuestros ojos (había cambiado los asientos al otro lado de la cabina respecto a los ocupados durante el vuelo de ida, con la esperanza de disfrutar de un espectáculo similar al disfrutado durante el vuelo de ida...¡y así fue!), y en esta ocasión fue el amanecer quien nos acompañó durante las tres horas de recorrido hasta nuestra llegada a Colonia, de regreso a la monotonía del día y la noche en sucesión continua. El viaje terminó como empezó: mirando a través de aquellos "óvalos mágicos", disfrutando del espectáculo y de la compañía de la persona que me acompañó durante el fin de semana y que se sentaba a mi lado, dando forma a esta nueva entrada del blog, y comenzando, como de costumbre, a planificar la próxima escapada de vacaciones (¡que de viajes de trabajo ya voy servido!)...de momento aún sin definir, ¡pero algo llegará antes de la temporada de viajes de Otoño - Hakuna Matata!



Vista de uno de los glaciares de Islandia
al amanecer desde el avión


lunes, 13 de junio de 2016

Los Arribes del Duero


       Del mismo modo que Noviembre es el mes de la visita a los mercados navideños de Colonia, Mayo se está convirtiendo en el mes de las aventuras fluviales, de los trajes de neopreno y del turismo de montaña. Como ya sucediera en años anteriores conseguimos que las agendas de un grupo de amigos llegados de todas partes de España y Alemania (en nuestro caso) coincidieran para reunirnos en Villarino, en el Parque Natural de los Arribes del Duero, muy cerca de la frontera hispano portuguesa. Para la ocasión nos alojamos en la Casa Rural Arribes de Villarino (http://www.casaruralarribesdevillarino.es/, 30€/persona el fin de semana), un estupendo alojamiento con todo lo necesario para acoger hasta 12 personas, en seis dormitorios dobles, dos de ellos totalmente independientes del resto de la casa situados en la planta superior, y los otros cuatro en la planta principal de la vivienda (la mitad de ellos con baño propio), donde se encontraban las estancias comunes: comedor, cocina, terraza, patio con barbacoa...todo un lujo por ese precio. La excusa en esta ocasión era disfrutar de un día haciendo descenso de barrancos en la zona, pero la caprichosa climatología hizo que "mayo marceara", así que a pesar de disfrutar de un tiempo soleado y templado, sufrimos las consecuencias de las fuertes lluvias caídas en la zona durante las semanas anteriores, lo que hizo que la actividad de barrancos tuviera que ser suspendida debido al excesivo caudal en el río (el responsable de la empresa organizadora comentó a nuestro "focal point" en el grupo que no se veían ni los anclajes para las cuerdas en los márgenes del río de la cantidad de agua que bajaba), así que tuvimos que cambiar la actividad por un, a priori, más relajado paseo en piragua. Para ello nos desplazamos hasta Ciudad Rodrigo, sede de la empresa organizadora (www.turismo-activo.net), un poco alejado de Villarino, pero es que éste no era el plan inicial. Con respecto a la empresa organizadora, todo fenomenal por su parte: gestionaron el cambio de actividad de forma eficaz y nos devolvieron la diferencia con respecto al importe pagado (el descenso de barrancos costaba 30€ y las piraguas solo 20€), y hasta nos devolvieron el dinero de una plaza que al final no utilizamos en un tiempo récord, además de mostrarse muy simpáticos en todo momento (y nos mandaron las fotos del descenso que hicieron desde una piragua, algo que en otras ocasiones nunca llegamos a conseguir)



       A nuestra llegada, el ya tradicional desafío de enfundarse en el traje de neopreno y la consiguiente sesión de fotos, al término de la cual nos dirigimos en furgoneta unos kilómetros cauce arriba del río Águeda para comenzar el descenso en piragua. Las consignas de seguridad y unas prácticas de remo en seco...antesala de lo que nos esperaba en vista de nuestra destreza en el manejo del remo... Para hacer más interesante el descenso, lo hacemos en piraguas de dos ocupantes...algún osado incluso se atrevió a decir "¡estas no vuelvan ni haciéndolo a propósito!"... Lo dicho...muy atrevido. 


       En cuanto las piraguas comenzaron a salir, en orden una detrás de otra (bueno...lo de orden mas o menos...hicimos lo que pudimos), quedó claro que no iba a resultar tan fácil como presumíamos: en la primera corriente, la piragua que no volcó acabó bien en los matorrales o bien en la zona de remanso de un canal lateral que se había creado por el exceso de caudal...¡el comienzo fue todo un éxito, vamos! Y así, entre risas, vuelcos  y hasta choques contra los pilares de los puentes (sí, tal cual...¡hubo quien hasta empotró la piragua en un pilar de un puente y la dejó allí a su suerte!) discurrió nuestro descenso por el río Águeda: hubo quien demostró ser un experto en eso de descender en posición de seguridad por el río (sin piragua, claro), otros mostraron su lado más altruista y se deshacían de los remos sistemáticamente, por si alguien aguas abajo los pudiera necesitar más, y quien pasó más tiempo tratando de subir a la piragua que sobre ella. Un trayecto de apenas 5Km que seguramente en condiciones normales se podría haber hecho en unos 15-30 minutos pero que a nosotros nos llevó algo más de hora y media...por aquello de amortizar los 20€ pagados por la actividad :-) ¡Muy divertido, recomendado al 100%!





       






      Al término de tan exigente descenso, disfrutamos de la bebida y tapa en el bar del local, incluida en el precio de la actividad, nada mejor para despedirnos de Ciudad Rodrigo y poner rumbo a Villarino, donde una estupenda comida nos esperaba, a base de especialidades de la tierra: callos, cangrejos y una parrillada para poner el punto y seguido. 


Salir de la piragua finalmente fue de lo más complicado de la actividad ;-)

       Sin descanso nos dirigimos al Pozo de los Humos, situado a apenas 18km de Villarino en dirección a Masueco, y a la que se accede después de un paseo de unos veinte minutos desde el aparcamiento de coches. Con las abundantes lluvias caídas el espectáculo se antojaba formidable, pero resultó un tanto decepcionante. El salto, de unos 50m de altura, se puede ver desde dos lugares: desde uno de  ellos se "siente" más el salto de agua, y desde el otro se ve realmente, aunque en la distancia - al que fuimos, en Pereña de la Ribera. Quien había visitado primero el otro punto de observación nos comentó que no merecía la pena la caminata para lo que luego se ve. Desde donde estábamos nosotros tampoco es que se viera mucho, ya que el salto queda muy, demasiado, lejos y no se aprecia su fuerza. Y eso que iba cargado de agua...de otra forma no sé qué hubiéramos visto. Un tanto decepcionados con la vista emprendimos el regreso a la casa rural para "disfrutar" del espectáculo de Eurovision...




       Quienes pudieron prolongar la estancia un día más visitaron el salto del Pozo Airon, también en la zona, y a juzgar las fotos con las que me bombardearon parece ser que fue la opción correcta ya que parece mucho más espectacular que su vecino. 


     Para completar la experiencia, muy cerca de Villarino también se puede visitar la presa del embalse de Almendra, una auténtica obra de ingeniería que pasa por ser uno de los principales reclamos de la zona para hacer una breve parada. La presa, de 200m de altura, es la más grande de España, y el embalse uno de los de mayor capacidad de la geografía española. 


     En definitiva, un fin de semana muy completo que respondió, de nuevo, a las expectativas, y es que siempre es un placer compartir tiempo con este grupo de amigos ¡Hasta la próxima!