El enésimo viaje por motivos laborales del año me llevó a Rabat, una breve estancia de tres días en la capital política de Marruecos y cuarta ciudad imperial del país, donde conseguí organizarme para dedicar algunos momentos a conocer, aunque fuera de forma superficial, los puntos más interesantes de la ciudad, incluida en la lista de lugares Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde el año 2012 (calculo que pude dedicar unas 5-6 horas al turismo...¡el trabajo manda!)
El viaje comenzó de forma accidentada merced a la nefasta gestión de equipajes realizada por Air France en el aeropuerto parisino de Charles de Gaulle, la compañía con la que volé desde Dusseldorf. Una escala de cerca de hora y media en la capital francesa parece no ser suficiente para mover una maleta de un avión a otro...lamentable. A mi llegada a Rabat me encontré con la desagradable sorpresa - en forma de sms de Air France, qué atentos - informándome de que mi maleta no se encontraba a bordo del avión en el que había llegado a la capital marroquí. Si normalmente este tipo de incidencias resultan incómodas en todo viaje, lo son mucho más cuando el motivo del viaje es laboral, viajas al país para reunirte con la Autoridad de Aviación Civil local, eres el ponente en una conferencia de dos días y te tienes que presentar en ese escenario con la ropa del viaje - llegué bien entrada la noche a Rabat, con todas las tiendas cerradas, y la conferencia comenzaba "temprano" al día siguiente, sin posibilidad de comprar nada (el auditorio lleno de gente con corbata y traje y yo con mis vaqueros desgastados, deportivas y camisa de sport...¡gracias Air France por el bochorno me hiciste pasar!) Mi equipaje llegó finalmente al día siguiente y, según las normas de Marruecos, no entregan maletas a domicilio, así que a todos los problemas antes mencionados se sumó el tener que desplazarme de nuevo hasta el aeropuerto a la conclusión de la primera jornada de trabajo para recoger mi equipaje. Aún estoy esperando una respuesta por parte de Air France a mi reclamación...
El aeropuerto de Rabat es muy pequeño, y es que Rabat, pese a ser la capital del país, no es uno de los principales destinos turísticos de la zona; apenas media docena de vuelos operan desde este aeropuerto diariamente, aeropuerto que se sitúa a menos de 10Km del centro de la ciudad (el taxi al centro cuesta entre 160-200 DNH por lo que vi en los carteles, porque por fortuna no tuve que coger ninguno durante mi estancia) La moneda del país es el dinar marroquí (DNH), y en el momento del viaje el cambio se situaba en torno a 1€ = 10,8 DNH.
Durante mi estancia en Rabat me alojé en el hotel Le Diwan by Sofitel (125€/noche), un buen hotel, convenientemente situado, con todo lo necesario para pasar una agradable estancia: amplias habitaciones, WiFi gratuito que funcionaba perfectamente, todo limpio, una cama comodísima (al final terminaré comprando una...) y un personal muy amable. El desayuno, sin ser nada especial, era correcto, con una mezcla de productos marroquíes y europeos, para todos los gustos. Tiene un centro spa (que no probé) y, por poner algún pero, "eché de menos" un gimnasio (en mi maleta iban las zapatillas y ropa deportiva...aunque también es cierto que con el incidente de la maleta tampoco hubiera tenido tiempo de usar el gimnasio en caso de haberlo tenido)
El emplazamiento que ocupa la ciudad de Rabat fue usado por Cartagineses, Fenicios y Romanos en el pasado, pero Rabat, como ciudad, fue fundada en el S.XII y utilizó la kasbah (fortaleza) como epicentro para el crecimiento y posterior desarrollo de la ciudad. De esta época datan la mayor parte de los escasos monumentos históricos que han llegado hasta nuestros días, como la Torre de Hassan y la fortaleza de los Oudayas. Posteriormente, la ciudad fue hogar de acogida para los miles de musulmanes expulsados de España en el S.XVII, lo que supuso un impulso al crecimiento y desarrollo de la ciudad.
Rabat, sin ser un destino turístico de primer orden en Marruecos, ofrece unos cuantos puntos de interés, fácilmente accesibles a pie desde cualquier punto del centro de la ciudad. Personalmente, el monumento que más llamó mi atención - más por su historia y lo que pudo haber llegado a ser que por lo que realmente es en la actualidad - fue la Torre de Hassan, una torre inacabada de 44m de altura (el proyecto original incluía una torre de 60m de altura - aunque hay bibliografía que indica que la torre proyectada podría haber llegado a tener 84m de altura), único resquicio del gran proyecto inacabado del sultán almohade Yaqub al-Mansur, que soñó con una gran ciudad amurallada en cuyo interior se alzaría una gran mezquita con cuatrocientas columnas, las necesarias para ostentar el título de la mezquita mas grande del mundo (por delante de La Giralda de Sevilla y la Koutoubia de Marrakech) Las obras se detuvieron a la muerte del sultán en 1199 y la ciudad cayó en el olvido. Años después el terremoto de Lisboa (1755) terminó por derribar lo poco que quedaba de aquel sueño, y hoy solamente quedan algunas de las columnas truncadas y el minarete de la que hubiera sido la mayor mezquita del mundo como testigos de la época de mayor esplendor que vivió la ciudad.
Justo al lado de la explanada ocupada por las columnas del sueño del sultán Yaqub al-Mansur se alza el Mausoleo de Mohammed V (abierto todos los días de 08:00 a 18:00, entrada gratuita), donde reposan Mohammed V y sus dos hijos. Resulta curioso que el edificio, construido en estilo tradicional musulmán marroquí, fuera diseñado por un arquitecto vietnamita. Las paredes están recubiertas de mármol blanco italiano, y el edificio está coronado por un techo piramidal cubierto de tejas verdes. El nivel inferior, que no se puede visitar, alberga los sarcófagos de Mohammed V (en el centro) y sus hijos (en las esquinas), tallados en ónix blanco pakistaní. Una preciosidad.
Al norte, en la desembocadura del río Bu Regreg en el océano Atlántico, frente a la hermana localidad de Salé, se ubica uno de los enclaves más llamativos de Rabat, la ciudadela de los Oudayas, que data del S.XII y es uno de los complejos más antiguos (si no el más) de la ciudad. La kasbah fue levantada en un risco sobre el estuario del rio Bu Regreg; su interior acoge una encrucijada de estrechas calles, pintadas en blanco y azul, un bonito lugar para perderse (literalmente) El entorno se asemeja (ligeramente) a la vista que ofrece la ciudad antigua de Jaffa en Tel Aviv.
Al lado de la kasbah de los Oudayas se encuentra la Medina de Rabat, un zoco amurallado en el que se puede encontrar de casi todo: alfombras, artesanía, calzado, túnicas tradicionales, especias...la construcción data del S.XVII y sirvió de lugar de acogida a los musulmanes expulsados de Andalucía. El lugar cobra especial atractivo al atardecer, cuando la presencia de gente se multiplica y los aromas provenientes de los puestos de comida tradicional inundan el ambiente. Uno de esos lugares que me gustan disfrutar y vivir, aunque en esta ocasión no pude recrearme tanto en la visita como me hubiera gustado. No obstante tuve tiempo para recorrer sus calles, observar la actividad comercial e incluso disfrutar de alguna delicia gastronómica local (ignoro el nombre e incluso los ingredientes de lo que comí...¡pero estaba bueno!)
Un poco mas alejado del centro (pero accesible andando, una media hora larga desde el hotel Le Diwan) se encuentra la necrópolis de Chellah, ubicada fuera de la ciudad, en un descampado frente a las murallas que delimitan el Palacio Real (que no pude visitar por falta de tiempo) Los trabajos de construcción de la necrópolis y del fantástico recinto amurallado que la rodea (no tan vistoso en la actualidad, ya que está siendo sometido a trabajos de renovación) datan del año 1339. La necrópolis se asienta sobre lo que fuera la ciudad romana de Salé Colonia, y en su interior se pueden observar vestigios de los asentamientos romanos, fenicios y cartagineses que ocuparon el emplazamiento antes de que los benimerines eligieran el lugar para la construcción de su necrópolis. La ciudad comenzó a caer en el olvido cuando uno de los sultanes decidió ser enterrado en Fez; sus sucesores siguieron la misma suerte y Chellah fue progresivamente abandonada. Un viaje al pasado a un precio muy asequible (10 DNH) En la actualidad numerosas colonias de cigüeñas blancas han decidido establecerse en la ciudad abandonada: se calcula que hay unos 75 nidos dentro del recinto y otros 25 en los alrededores de la muralla, así que no resulta extraño ver a algunas de estas aves surcando el cielo de la necrópolis.
Y poco más dio de sí mi primera visita a Marruecos (para 5-6h disponibles, ¡no está mal!) Como si de un suspiro se hubiera tratado, me encontré de nuevo a bordo de un vuelo de Air France con destino a Paris Charles de Gaulle, de regreso a Colonia via Dusseldorf (esta vez mi maleta llegó conmigo), donde el invierno ya se había apoderado del ambiente (una gélida temperatura de 4 grados me recibió a la llegada...atrás quedaban los 15-18 grados de la capital Marroquí), el escenario ideal para los cada vez más próximos en el tiempo mercados de Navidad en la ciudad del Rhin ¡Hasta la próxima!