Como se suele decir, lo bueno se hace esperar...así que la parte más esperada del viaje (Bagan) tenía que llegar necesariamente al final del mismo. Antes de llegar a Bagan viví la decepción (parcial) de Mandalay, que no cumplió con las expectativas, compensada en parte por la visita a varias antiguas ciudades reales, como Inwa, Mingun y Amarapura que ofrecieron un puñado de buenos momentos. La fiesta del agua, o fiesta del año nuevo birmano, también irrumpió en el viaje: muchos inconvenientes y pocas recompensas por vivir la festividad. Definitivamente si lo hubiera sabido, y si hubiera podido elegir las fechas, hubiera evitado permanecer en Myanmar durante esos días. Finalmente el principal objetivo del viaje, Bagan, no decepcionó. Pese a los detractores del lugar (que los hay), alegando que en muchos casos las pagodas que se ven en la actualidad son reconstrucciones que poco o nada tienen que ver con las originales (que también es cierto), el lugar es de esos que enganchan, con un magnetismo especial, uno de esos lugares en los que como suelo decir sólo la caída del sol y la oscuridad apoderándose de la tarde hicieron que me moviera del lugar cada día. Un lugar al que hay que dedicarle tiempo para descubrir por uno mismo la multitud de templos existentes en la planicie y para poder ser capaz de apreciar las diferencias entre ellos. Si quieres leer la crónica completa del viaje y ver las (muchas) fotos que he colgado, puedes acceder a través del siguiente enlace o en el menú de páginas de la derecha.
Muchos recuerdos y experiencias en estas casi tres semanas de recorrido por Myanmar y un poco de confusión, por qué no decirlo, ante la cantidad de lugares conocidos, miles de fotos y un sabor final agridulce: satisfecho por el viaje (que discurrió sin mayores problemas - y que al final es lo importante), el país y sus escenarios, con la espinita de alguna actividad que no pude realizar (como el trayecto en barco por el río Ayeyarwady entre Mandalay y Bagan) o visitas que se quedaron en el tintero por falta de tiempo (Mawlamyine y la zona del sudeste birmano, las cuevas Pindaya en las proximidades del lago Inle o el lugar de Mrauk U en la zona oeste), pero un tanto decepcionado con el comportamiento de un gran grupo de gente en Myanmar, que no ha resultado ser como esperaba.
De acuerdo a mi experiencia, en Myanmar te puedes encontrar a dos tipos de personas (supongo que como en cualquier parte del mundo): aquellos que con la apertura del régimen han hecho algún dinero o se dedican al incipiente negocio del turismo; estos no es que sean ricos, pero se comportan como si lo fueran (en el país de los ciegos el tuerto es el rey...) y su trato personal resulta difícil (hasta tedioso, diría yo), pues sólo ven en las personas (turistas en mayor medida, pero también birmanos) una oportunidad de hacer negocio y de incrementar su patrimonio. En la otra cara de la moneda se encuentran los birmanos de a pie, aquellos que te encuentras en las zonas más rurales y remotas, que simplemente siguen con su trabajo de siempre para ganarse la vida, amables y con una sonrisa siempre dispuesta, que te saludan y se acercan a 'hablar' contigo con la curiosidad como único motivo y sin ningún propósito oculto. Son gente afable, sencilla y de un trato excepcional (dentro de las limitaciones impuestas por el lenguaje, claro); son gente auténtica, el tipo de gente que esperaba encontrar a lo largo del viaje. Cuentan los que conocieron este hermoso país hace años (mucho antes de que el turismo descubriera este rincón del Sudeste asiático) que antes todos eran de este segundo tipo, ya que no existía el primero. Hoy por desgracia, el primer tipo de personas abunda y los del segundo tipo son una especia en peligro de extinción, me atrevería a decir; al ritmo al que cambian las cosas en Myanmar, dentro de pocos años costará encontrar gente dispuesta a ofrecer una sonrisa sin ningún tipo de compensación económica a cambio.
Por ir concluyendo esta larga crónica, si volviera a Myanmar en el futuro, sin duda incluiría las siguientes actividades dentro de mi itinerario, mis imprescindibles:
- Descubrir el barrio colonial británico en los alrededores de la pagoda Sule al atardecer y dejarse seducir por alguna de las delicias del cercano mercado nocturno de la calle Mahabandula.
- Recorrer el parque Bogyoke Aungsan en el centro de la ciudad de Yangon y recorrer el muelle de madera que bordea el lago Kandawgyi hasta llegar a las pagodas de Shewadagon y Maha Wizaya, para empaparse de su ambiente y disfrutar del colorido y animación al atardecer, viviendo en primera mano los rituales y celebraciones budistas que se desarrollan en el templo más venerado por los birmanos de cuantos existen en el país.
- Viajar en tren, un viaje que te transporta a mediados del SXX de una forma auténtica y única y que también permite descubrir la otra cara de la forma de vida de los habitantes de Myanmar, a los que se puede observar en sus quehaceres diarios a través de las ventanas y las cortinas agitadas por el aire del vagón que te transporta.
- Vvir el templo de la roca de Kyaikhtiyo, conversar con los monjes en la zona y dejarse llevar por el ambiente único de un lugar de peregrinación de tal relevancia para los budistas, al tiempo que el aroma a incienso inunda el lugar y el sol se pone tras la roca, rodeando el lugar de un halo de misticismo y dotándolo de una belleza difícil de describir.
- Tomar una barca tradicional en el lago Inle para recorrerlo y conocer la forma de vida de la gente que lo habita, descubriendo sus peculiaridades, sus mercados itinerantes, las pagodas y templos escondidos, para finalmente maravillarse con la grandeza de Inn Dein, el templo de las 1000 pagodas, en un escenario único y con la melodía de cientos de miles de campanillas agitadas por la suave brisa del lago.
- Visitar Amarapura y Mingun en los alrededores de Mandalay, dos de las antiguas ciudades imperiales para descubrir el que es el mayor puente de teca del mundo y el que podría haber sido el mayor templo construido por el hombre, superando a la gran pirámide de Gizé, de haberse concluido y de haber sido respetado por los fenómenos naturales.
- Perderse por la zona arqueológica de Bagan para descubrir los miles de templos que pueblan la planicie, dejándote envolver por el misterio que los encierra y adentrándote en los caminos más remotos para descubrir aquellos templos menos frecuentados pero no por ello menos interesantes. Disfrutar de una puesta de sol en uno de los lugares más mágicos que se pueda imaginar, donde la luz del sol del atardecer tiñe los templos de rojo en el horizonte y la bruma del polvo crea una especie de niebla baja de donde emergen orgullosos los templos.
- Alejarse de los restaurantes más turísticos y atreverse con los restaurantes tradicionales birmanos, donde no hay menús (tan sólo preparan un plato y es el que sirven a todo el que se acerque a comer) y donde el suelo es a menudo un terreno polvoriento, pero donde el trato es más personal y auténtico (a menudo te sentirás observado y casi siempre - al menos según mi experiencia - serás el único occidental) Tal vez las condiciones higiénicas no sean las mejores (nadie te garantiza que en los otros sí lo sean), pero a cambio la experiencia te meterá de lleno en la cultura birmana y te permite disfrutar de 'animadas conversaciones' bajo la luz de la luna y compartiendo una Myanmar bien fría.
Pero no todo han sido experiencias positivas; también ha habido cosas o comportamientos que no me han gustado, entre ellas:
- El comportamiento de la gente hacia los turistas por regla general (casi siempre buscando dinero) y de los profesionales del taxi en particular; los peores momentos de mis viajes suelen estar asociados a trayectos realizados en taxis o experiencias vividas (o sufridas en algunos casos) a bordo de los mismos. No es de extrañar que trate de evitarlos a toda costa, pero en ocasiones no hay más remedio.
- Las tasas impuestas a los extranjeros: como es habitual en los países del sudeste asiático, los turistas pagan más que los locales. Hasta ahí, parcialmente de acuerdo y lo puedo llegar a comprender, pues nuestros salarios (europeos) y nuestro nivel de vida no son los suyos. El problema viene cuando en un país como Myanmar, carente de servicios e infraestructuras, te hacen pagar precios europeos y pagar por todo (mientras que los locales no pagan absolutamente nada por acceder a los mismos recintos), y no contentos con cobrarte por entrar en recintos públicos (tasas de 10-20$, ¡que ya está bien!) luego también te cobran por la cámara de fotos, por una tasa especial de no se qué y si te descuidas hasta por respirar. Me gustaría que en España (o en Europa) se aplicase el mismo principio y los locales pudiéramos acceder gratis a todos los sitios culturales...¿cuánto tiempo tardarían en llover las críticas por parte de terceros países ante tal proteccionismo? No creo que penalizar con tasas (abusivas) las actividades turísticas sea la solución a los problemas del país, más bien creo que pueden acabar con su particular gallina de los huevos de oro antes de que esta haya llegado a poner un sólo huevo. Por lo vivido y lo leído antes del viaje, he podido comprobar que el incremento de precios es exponencial año tras año...¿hasta cuándo podrán mantenerlo? Myanmar corre el peligro de convertirse en un destino exclusivo sólo apto para carteras bien alimentadas (pero que no ofrece servicios a la altura de esas carteras, me temo) Me viene a la idea el capítulo de los Simpson en que un grupo de cineastas de Hollywood van a rodar una película a Springfield...
- La desagradable costumbre (desde mi punto de vista) que tienen todos (hombres y mujeres) de escupir en cualquier sitio y en todo momento: acepto que sea una costumbre nacional bien vista, pero a mí me causaba un efecto horrible. Mastican unas hiervas de menta rellenas con una sustancia (no sé que es) que retienen en la boca y se vuelve de color rojizo (cuando hablas con ellos, entre lo poco que se les entiende y que hablan entre dientes para que no se les vaya la hierva y el líquido rojizo que genera...¡se genera una situación incómoda!) y después de un rato lo escupen generosamente en cualquier parte...repito, es parte de su cultura y hay que aceptarlo, pero es de las cosas más desagradables que he visto durante mi viaje.
Un país, una cultura, un pueblo...una experiencia más y comienzo de la cuenta atrás para el próximo destino; ¿cuál será? ...