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En la vertiente oriental de la costa cantábrica se encuentra
uno de los múltiples y espectaculares enclaves que nos regala la rica geografía
nacional y que si tienes ocasión, no debes dejar de visitar: San Juan de Gaztelugatxe. Personalmente yo
“descubrí” éste lugar hace muchos años, cuando en el canal público de
televisión mostraban imágenes de enclaves nacionales entre el espacio vespertino
dedicado a las noticias y el dedicado a la previsión meteorológica. Estoy
hablando de hace muchos años (posiblemente entre 15 y 20). Y después de ver las
imágenes tuve claro que algún día visitaría aquella pequeña ermita situada en
lo alto de un islote ubicado en el mar, ermita a la que se accede a través de
un serpenteante camino escalonado, un camino que parece abrirse paso a través
de las agitadas aguas del mar cantábrico. Y a pesar del deseo por conocer el
lugar y la relativa cercanía a mi lugar de origen, los años han pasado y
habiendo encontrado tiempo para visitar rincones de medio mundo (algunos de
ellos de escaso valor turístico, por qué no admitirlo), nunca se dieron las
condiciones para visitar esta pequeña joya del norte de la península.
Hace unos
años el lugar se hizo famoso a nivel mundial al convertirse en Rocadragón en la
serie Juego de Tronos, el hogar de Daenarys Targaryen (la primera de su nombre,
la que no arde, rompedora de cadenas, madre de dragones, reina de los Ándalos,
los Rohynar y los Primeros Hombres, señora de los Siete Reinos y Protectora del
reino, khaleesi del Gran mar de hierba, señora de Rocadragón y reina de
Meeren…Daenarys para los amigos) y las visitas se hicieron imposibles debido a
la afluencia de gente que descubrió por la famosa serie éste particular
enclave (o al menos visitarlo como merece, con tranquilidad y sin multitudes).
Las autoridades impusieron un número máximo de visitas diario para evitar que
el lugar, prácticamente desconocido hasta entonces para la mayoría de los españoles,
muriera de éxito, por lo que es necesario obtener una entrada (gratuita) para
acceder (https://web.bizkaia.eus/es/gaztelugatxe). Y a principios de Julio, con motivo de una breve estancia de
vacaciones en mi Palencia natal, y aprovechando la calma aparente creada en
torno a la actividad turística por la pandemia de Covid-19, nos lanzamos a
descubrir San Juan de Gaztelugatxe.
Debido a la situación creada por el Covid-19, el libre
acceso al camino que lleva a la ermita se ha limitado: en la actualidad se
accede por Urizarreta y se
regresa por el camino habitual, por Ermu, para evitar el cruce de gente durante el
ascenso y descenso. Las vistas desde el punto de control ya son espectaculares,
anticipo de lo que vamos a poder vivir unos minutos más tarde. Mientras en Castilla las tormentas anegaban los campos y las ciudades, nosotros
disfrutamos de un tiempo cálido y soleado durante nuestra visita. El mundo al
revés.
La ermita que se encuentra en lo alto del islote se alza
unos 80 metros sobre el nivel del mar y originalmente databa del S. X, aunque el edificio
actual data del año 1980, ya que la iglesia quedó destruida por un incendio
ocurrido dos años antes. A la ermita se accede a través de un estrecho y
peculiar camino escalonado; el número de escalones no está claro, ya que hay
varios números que se disputan el “honor”: 231, 229, 237 ó 241 (siendo éste último el número que figura en el folleto turístico oficial). En cualquier caso la
subida es relajada (en el fondo se salvan solo 80 metros de desnivel, ya que
desde la entrada hasta el inicio del camino que da acceso a la isla la senda es
descendente - con una fuerte pendiente, eso sí), así que es una visita apta para todos los públicos (pese a las
alarmistas recomendaciones que se pueden leer en numerosos foros, blogs o
incluso en la página web oficial, recomendado hacer el recorrido con calzado de
montaña….un poco exagerado todo, la verdad, teniendo en cuenta que el camino de
ida no llega al kilómetro y medio, y el de regreso se queda ligeramente por
encima de los 2,5Km - en torno a los 4Km
el recorrido completo de ida y vuelta). Ni que decir tiene que las vistas son
espectaculares desde cualquier ángulo: desde el acceso al serpeteante camino que lleva a la ermita, desde la ermita, las vistas de la costa…un paraje de gran belleza mires hacia donde lo mires.
Y si a la belleza del lugar en sí le sumas el atractivo especial que tiene para los seguidores de la saga de Juego de Tronos, la experiencia ya es redonda. Con imaginación puedes sentirte por unos instantes en
la piel de John Snow, conversar con Daenarys, disfrutar viendo volar a sus hijos o incluso “intimar” con uno de ellos. Eso sí, ni rastro del
vidriagón ni de las grutas de las que se extrae (cosas de la ficción).
Personalmente me hubiera quedado allí todo el día (a mí estos lugares me apasionan, y para colmo de suertes no había mucha gente), pero no pudo ser, y me quedé con (muchas) ganas de
visitar el lugar por la tarde con marea alta; en cualquier caso, una buena
excusa para regresar en el futuro.
Y aprovechando el viaje, pues nos dimos una vuelta por
Bermeo, localidad costera cercana a la ermita, donde pasamos el resto del día y
dormimos en un apartamento turístico situado en pleno puerto viejo, el lugar más
característico y visita imprescindible en la localidad: las coloridas
y estrechas casas se reflejan en las aguas de un puerto dedicado al amarre de
embarcaciones de todo tipo y cuyas aguas se convierten durante el verano en
improvisado (o no tanto) lugar de baño para locales y visitantes (con servicio
de socorrista incluido). El malecón se convierte en una plataforma de salto para
los más jóvenes y el ambiente relajado ayuda a olvidar, al menos por unos
momentos, la tremenda situación que estamos viviendo: las mascarillas dan paso
a los bañadores y los bronceadores solares. Bermeo ofrece un puñado de sitios interesantes para visitar, como la Cofradía Vieja (San Pedro), en desuso desde el año 1993, La Iglesia de Santa Eufemia, también conocida como la iglesia del puerto, construida inicialmente sobre una isla que ya no existe ya que se ha incorporado a la ciudad, la torre Ertzilla que acoge al museo del pescador, las esculturas del puerto o el Arco de San Juan, por citar solo alguno de los lugares que se pueden recorrer en un corto paseo, ya que la localidad no es muy grande y todo queda cerca. Al caer la tarde, déjate seducir por la gastronomía local ofrecida por los numerosos restaurantes que se encuentran en la zona del puerto viejo, pero no te retrases mucho porque cierran más bien pronto (o tal vez es que nosotros salimos a cenar demasiado tarde...).
Una visita que llevaba mucho tiempo esperando poder realizar y que no defraudó; me quedaron muchas ganas de pasar más tiempo en la zona, pero este año las vacaciones han sido como han sido y vendrán tiempos mejores en los que se puedan organizar los viajes como solíamos hacer tan solo unos meses atrás, ¡seguro!. Hasta entonces, seguiremos tratando de improvisar viajes y experiencias para no perder las buenas costumbres. Hasta pronto y !a cuidarse!