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Junio ha sido un mes muy pródigo en cuanto a días festivos en Alemania. Aprovechando uno de esos puentes, M y yo decidimos hacer una escapada cercana, en busca de unos días de tranquilidad y descanso en medio de la vorágine diaria de actividad (Junio fue también un mes muy ocupado, tanto personal como profesionalmente, con viajes cada semana y visitas de familiares en Colonia). Sin haber escuchado ni leído nada antes sobre la localidad, decidimos ir a Bergen op Zoom, al sur de Holanda, una localidad que parecía ofrecer la mezcla de ingredientes que buscábamos para esos días. Nos alojamos en el hotel Tulip Inn Bergen op Zoom (70€/noche), un alojamiento básico pero que respondió a las expectativas; bien ubicado (aunque en Bergen op Zoom todo está muy cerca), buena conexión a internet y habitación amplia y con acceso a un jardín exterior. La única objeción, no achacable al hotel, fue el ruido que sufrimos todas las mañanas causado por otros huéspedes en su ir y venir mañanero al abandonar el hotel (de nuevo...¡qué manía tiene la gente con madrugar estando de vacaciones!).
Nos plantamos en Bergen op Zoom con la única idea de descansar y visitar la cercana Amberes, visita que a la postre resultó ser una decepción debido a la ingente cantidad de obras que se están acometiendo en la ciudad, trabajos que están cambiando su fisonomía y desvirtuando, al menos temporalmente mientras duran tales trabajos, la belleza de la localidad; así que no os contaré nada sobre Amberes en ésta ocasión. Espero que en un par de años las lonas, las vallas y las máquinas hayan dado paso a los edificios y a los peatones y entonces volveré (espero) para contaros las bondades de una localidad que, aún entre escombros, muestra un gran potencial.
Bergen op Zoom conserva la esencia medieval de los orígenes de la ciudad: estrechas callejuelas y edificios con más de 800 años de historia son el testimonio que ha llegado hasta nuestros días de este pasado medieval del que la ciudad vive. La localidad es realmente pequeña, así que la mejor forma de conocerla es andando, recorriendo sus calles y pasadizos que inevitablemente conducen a la plaza del mercado (Grotte Markt), epicentro e imagen más representativa de lo que es la ciudad. En la plaza del mercado se encuentran buena parte de los atractivos de la localidad, como el ayuntamiento, un precioso edificio con una fachada ricamente decorada, el teatro municipal (de Maagd), que ocupa el espacio de lo que anteriormente fue una iglesia católica y que tiene capacidad para albergar hasta 650 espectadores, o la espectacular iglesia de Sta. Gertrudis, que toma el nombre de la patrona de la localidad. Se puede subir a la torre de la iglesia (previo pago de 2€), acceso que se realiza a través de una cerrada escalera de caracol con cerca de 250 escalones. Desde la parte superior se tienen unas vistas estupendas de la ciudad, vistas que también sirven para confirmar que la plaza del mercado es el epicentro de la actividad local y turística de la ciudad. La plaza está jalonada de bares y restaurantes en los que locales y visitantes se reúnen al abrigo de una buena cerveza (y de una manta o una estufa cuando el tiempo así lo requiere), hervidero de conversaciones intrascendentes (o no tanto) y de curiosos que observan desde las terrazas el ir y venir de la gente a su paso por la ciudad. Una experiencia que por sencilla no deja de tener su atractivo.
Pero hay vida más allá de la Grotte Markt en Bergen op Zoom. Tomando la Fortuinstraat hacia el norte se llega a la oficina de turismo, una visita más que aconsejable en toda localidad que se visita, pero aún más en Bergen op Zoom, ya que el edificio alberga unos jardines de época, así como una muestra sobre el pasado de la ciudad (de acceso gratuito). Adyacente a la oficina de turismo se ubica uno de los edificios más representativos de la ciudad, que no es otro que el antiguo palacio residencial de los señores y marqueses de la ciudad.
Al Este de la plaza del mercado se encuentra la Puerta de Nuestra Señora (o Puerta de los prisioneros), la única puerta que se conserva en la localidad de la época medieval, construida en torno al año 1335, fecha en que se construyeron las murallas de protección de la localidad. En el pasado la torre también desempeñó las funciones de prisión (de ahí su segundo nombre). A escasos metros de la puerta se puede ver una chapa metálica sobre el suelo que da acceso a las alcantarillas de la ciudad, un tramo renovado que conecta con la ciudad histórica y que puede recorrerse (si lo encuentras abierto, porque al menos durante nuestra visita por lo que nos comentaron en la torre solo abre los sábados y por un par de horas). No es que me muriera de ganas de meterme y caminar los 270m de recorrido abierto al público por las ciénagas de la ciudad, pero como experiencia hubiera resultado interesante.
Atravesando la puerta medieval se accede a la antigua zona portuaria, una zona recuperada y renovada en la que se pueden ver numerosos edificios históricos. El atractivo actual de la zona reside en la belleza del entorno, canales y edificios conviven en perfecta armonía, siendo los reflejos sobre las tranquilas aguas del canal el mejor ejemplo de esta ejemplar convivencia. Sin duda una de las imágenes más fotogénicas de la ciudad.
Si volvemos sobre nuestros pasos y nos dirigimos hacia el Este, pasando inevitablemente por la Grotte Markt, se puede visitar el centro comercial de la ciudad y la sinagoga (visita 2€), un pequeño edificio histórico testigo del pasado reciente más oscuro de nuestro continente. Un edificio modesto que aún conserva en el sótano las instalaciones que en otro tiempo se dedicaron a los rituales religiosos que la religión judía requiere. Durante nuestra visita recibimos todo tipo de explicaciones por parte del entusiasta guía del edificio (quizás más de las que yo personalmente hubiera necesitado, pero ante el ímpetu demostrado por nuestro guía, ¿cómo decirle que no?). Al norte se pueden visitar más vestigios de la época fortificada de la ciudad, y por supuesto, como de costumbre, lo mejor es simplemente disfrutar de la vida cotidiana de la localidad, pasear por sus calles tradicionales y dejarse llevar por el estilo de vida holandés. Durante los días de nuestra visita también tuvimos la suerte de coincidir con un certamen ecuestre que se desarrollaba en un céntrico parque de la ciudad cerca de nuestro hotel, y claro, viajando con M no dejamos pasar la oportunidad de acercarnos un par de mañanas a ver a los caballos y disfrutar del ambiente festivo del certamen.
En el terreno gastronómico poco que contar; probamos unos cuantos locales en el centro de la ciudad (ninguno típicamente holandés - que por cierto, ¿cuál es la comida típica de Holanda?), con mayor o menor acierto, pero sí nos gustó Brownies and Downies, un establecimiento gestionado por personas con discapacidad que ofrece platos sencillos (bocadillos, hamburguesas) pero muy elaborados y con un toque muy original y distinto. Nos gustó tanto la primera vez que repetimos un segundo día; una propuesta diferente que nos gustó bastante.
Y como, aún con feria equina incluida, Bergen op Zoom se nos quedó muy pequeña para nuestra estancia de 4 noches, nos lanzamos a recorrer un poco los alrededores, siempre con el beneplácito de la caprichosa meteorología del norte de Europa en Junio. Visitamos el litoral marítimo (en marea baja, así que el mar estaba bastante lejos), una antigua fortaleza (Fort de Roveere), entre cuyos reclamos se encuentra una construcción de madera y metal desde cuya cima se puede observar lo que queda de la fortaleza antigua (osea, nada) y un puente que, según rezaba la información de turismo, daba acceso a la fortaleza por debajo del nivel del agua del foso que rodea al recinto; al leer eso, me imaginaba un túnel subterráneo bajo el foso (nada del otro mundo, pero sí original, me pareció, al tratarse de un acceso a una antigua fortaleza), pero al llegar allí comprobé que en realidad el paso está simplemente atravesando el foso, por debajo del nivel del agua, eso sí, pero no era lo esperado. Curioso en todo caso.
Y claro está, estando en Holanda, no podía faltar una visita a los tradicionales molinos. La región en la que se enclava Bergen op Zoom es particularmente rica en estas construcciones, molinos que se encuentran en perfecto estado de conservación y en uso, dedicados a la venta de productos derivados de los cereales que en ellos se trabajan. Visitamos unos cuantos de ellos (de echo todos los que se señalaban en el panfleto que recogimos en la oficina de turismo). Hicimos el recorrido en coche aunque la idea inicial era haberlo hecho en bicicleta, pero como se suele decir, "en casa del herrero, cuchara de madera". Cuando en medio mundo resulta tremendamente sencillo alquilar bicicletas, en el país que más usa este medio de transporte de Europa (y posiblemente del mundo), nos resultó imposible alquilar una bicicleta para nuestra estancia. Increíble, pero cierto. Y hasta aquí lo que dio de sí nuestra estancia en Bergen op Zoom. Unos días de descanso que fueron muy bien recibidos y sirvieron para coger unas pocas energías, las necesarias para llegar a las vacaciones de verano (¡ya no nos queda casi nada!). Con las imágenes de los molinos holandeses y los colores del cercano parque de Zoom-Kalmthoutse Heide os dejo, ¡hasta la próxima!.