Colonia tiene en los carnavales la celebración de más profundo arraigo popular de
todas cuantas se celebran a lo largo del año. Para muchos de sus habitantes se
trata de una forma de vida más que de una fiesta. Cada 11 de Noviembre a las
11:11h se inicia la temporada de Carnavales en la ciudad del Rhin, una época de celebraciones que
tiene su punto álgido el jueves de carnaval (el día en el que las mujeres toman
el control de la ciudad), celebraciones que concluyen con los multitudinarios e
interminables desfiles del domingo y lunes de carnaval. En las celebraciones
participa toda la ciudad, sin importar la edad; recuerdo que el primer año que
los viví, casi recién llegado a la ciudad, disfruté del desfile del lunes –
parcialmente, a las 4-5 horas decidí irme a casa ya que aquello no tenía visos
de terminar – junto a un matrimonio bien entrado en los 80, perfectamente
ataviados con los colores de la ciudad, rojo y blanco. Pero no todo es de color
de rosa en los carnavales de Colonia:
como en toda celebración festiva el alcohol suele pasar factura a unos cuantos,
y las colas para entrar en los abarrotados lugares de ocio en lo que se repiten
sin cesar las mismas canciones tradicionales nos quitan las ganas de salir a
más de uno. En los últimos años he sido cura, vikingo, pitufo, hippy sesentero,
payaso, vampiro, cantante de tuna…y este año tocaba descansar. Tanto a M como a mí nos apetecía pasar unos días
tranquilos alejados del mundanal ruido, y nos escapamos a Holanda, más concretamente a Giethoorn, una bonita localidad al
norte del país. Irónicamente decidimos huir de los carnavales pasando unos días
en la “Venecia del norte”.
Durante nuestra
estancia nos alojamos en el Hotel
Giethoorn (65€/noche con desayuno incluído), un alojamiento muy correcto:
habitaciones no muy grandes pero cómodas, con mobiliario en muy buen estado,
calefacción individual (muy importante con las temperaturas que había en el
exterior durante nuestra visita), conexión WiFi gratuita muy buena y un
desayuno buffet correcto (aunque echamos de menos algún producto caliente en la
oferta) El establecimiento ofrece alquiler de bicicletas (10€/día) y un
servicio de check-in y check-out automático (no hay recepción, ni por lo tanto
personal a quien reportar problemas, en caso de haberlos tenido)
Giethoorn es una pequeña localidad de algo menos de
3000 habitantes conocida como la “Venecia del Norte”. Los orígenes de este
idílico paraje distan de ser tan “románticos” como uno pudiera pensar: la
región despuntó económicamente gracias al comercio de la turba. La extracción
de éste producto en la zona originó lagos, y la necesidad de transportar el material
desembocó en la construcción de canales y acequias navegables, dando como
resultado la hermosa localidad actual de Giethoorn, en la que parece que las
casas (originalmente granjas) están construidas sobre islas, a las que solo se
puede acceder a través de los puentes (en total hay cerca de 200), en su mayor
parte construidos en madera por los propios vecinos para comunicar sus casas
con las calles peatonales.
En la parte
antigua de la ciudad destacan, además de los canales y los puentes que los
cruzan, principal seña de identidad de la localidad, las históricas casas con
sus tradicionales tejados de paja – muchas de estas construcciones datan de los
S. XVIII y XIX. Una vez en la localidad, el coche se queda en uno de los
aparcamientos que esperan a la entrada de la localidad, ya que Giethoorn
solo se puede descubrir andando, en bicicleta y, como no, a bordo de una
embarcación surcando los canales. Las embarcaciones tradicionales para moverse
por los canales, que guardan ciertas similitudes con las góndolas venecianas,
se conocen como “punter” y se mueven
impulsadas por largos palos. No vimos ninguna. Huelga decir que febrero dista
de ser la mejor temporada para visitar la región, ya que ésta parece estar en
estado de hibernación. Durante nuestra visita la mayor parte de los canales
estaban congelados, hielo que solo desapareció parcialmente al final de nuestra
estancia en las vías principales, las que utilizan las grandes embarcaciones
turísticas movidas por motor eléctrico para recorrer la zona centro de la
ciudad (paseo de una hora por 7,5€ – oficialmente, porque a nosotros nos
ofrecieron el viaje por 6€ debido a la ausencia total de turistas) Debido a la falta
de turistas, muchos de los establecimientos de restauración de la ciudad se
encontraban cerrados; pese a ello, encontramos dos buenos locales de referencia
durante nuestra estancia: De Witte Hoeve , muy cerca del hotel Giethoorn, ofrece comida de calidad a precios razonables
(para tratarse de Holanda), con
platos principales rondando los 15-20€, y Recreation Geythorn, un sitio de comida rápida
muy frecuentado, situado en pleno centro de Giethoorn, donde es
posible comer una hamburguesa por unos 5€ o un schnitzel con patatas y ensaladas por menos de 10€. Dos opciones
muy recomendables, no solo por la comida, sino también por el servicio ofrecido.
Viajar fuera de
temporada también tiene sus ventajas: pudimos disfrutar de la localidad casi
para nosotros solos, una visita casi privada. Según nos dijeron en De Witte Hoeve, los
meses de Julio y Agosto concentran la mayor actividad turística de la zona,
meses en los que se hace difícil incluso pasear por las estrechas calles que
recorren los canales. Personalmente si he de elegir entre visitar la localidad
en pleno apogeo floral rodeado de exuberante vegetación y de cientos de
personas, con decenas de embarcaciones surcando los canales, o hacerlo en la
tranquilidad del invierno, rodeado de un entorno tal vez no tan atractivo por
la falta de flores pero pudiendo disfrutar de la tranquilidad del lugar y de
las imágenes únicas que ofrecen sus aguas especulares, me quedo con esta última
opción. Seguramente haya un punto intermedio entre la época de apogeo turístico
y la ausencia total de actividad invernal (tal vez en torno a Abril o Mayo),
pero eso lo descubriremos (espero) en una nueva visita en el futuro.
A falta de paseos
en barco, descubrimos la zona andando. La región es un paraíso para los amantes
de la naturaleza y los paseos tanto a pie como en bicicleta. Andando recorrimos
los 15,5Km que recorren los alrededores de la localidad, una de las rutas más
conocidas de la zona, y nos adentramos en Waterloopbos, un hermoso bosque
cercano con restos de numerosas construcciones cuya utilidad original no me
quedó muy clara, donde hicimos un par de rutas de unos 3Km cada una en un
entorno completamente distinto al que ofrecen los canales de Giethoorn.
Además de Giethoorn,
en los alrededores visitamos Zwartsluis, una pequeña localidad
que, la verdad, no ofrece mucho, y Zwolle, una bonita localidad cuyo
centro se ubica en una isla y que ofrece un puñado de vistas y lugares interesantes,
como Sassenpoort, una puerta medieval que daba acceso a la ciudad amurallada y que data del S. XV, la basílica de Nuestra Señora con su torre (Peperbustoren), de 75m de altura, el Museo de Fundatie, que data del S. XIX (aunque la construcción actual con el "ovni" en el tejado es más reciente, del año 2012) y que orgininalmente albergó el Palacio de Justicia, o la plaza Grote Markt, donde se ubica la Iglesia dedicada al Arcángel Miguel, del S. XV.
Si tienes oportunidad, te recomiendo pasar unos días
descubriendo este bello rincón de Holanda,
una localidad que parece salida de un cuento y que merece la pena disfrutar ¡Hasta
la próxima!