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miércoles, 14 de febrero de 2018

Giethoorn, la Venecia del norte


       Colonia tiene en los carnavales la celebración de más profundo arraigo popular de todas cuantas se celebran a lo largo del año. Para muchos de sus habitantes se trata de una forma de vida más que de una fiesta. Cada 11 de Noviembre a las 11:11h se inicia la temporada de Carnavales en la ciudad del Rhin, una época de celebraciones que tiene su punto álgido el jueves de carnaval (el día en el que las mujeres toman el control de la ciudad), celebraciones que concluyen con los multitudinarios e interminables desfiles del domingo y lunes de carnaval. En las celebraciones participa toda la ciudad, sin importar la edad; recuerdo que el primer año que los viví, casi recién llegado a la ciudad, disfruté del desfile del lunes – parcialmente, a las 4-5 horas decidí irme a casa ya que aquello no tenía visos de terminar – junto a un matrimonio bien entrado en los 80, perfectamente ataviados con los colores de la ciudad, rojo y blanco. Pero no todo es de color de rosa en los carnavales de Colonia: como en toda celebración festiva el alcohol suele pasar factura a unos cuantos, y las colas para entrar en los abarrotados lugares de ocio en lo que se repiten sin cesar las mismas canciones tradicionales nos quitan las ganas de salir a más de uno. En los últimos años he sido cura, vikingo, pitufo, hippy sesentero, payaso, vampiro, cantante de tuna…y este año tocaba descansar. Tanto a M como a mí nos apetecía pasar unos días tranquilos alejados del mundanal ruido, y nos escapamos a Holanda, más concretamente a Giethoorn, una bonita localidad al norte del país. Irónicamente decidimos huir de los carnavales pasando unos días en la “Venecia del norte”.




      Durante nuestra estancia nos alojamos en el Hotel Giethoorn (65€/noche con desayuno incluído), un alojamiento muy correcto: habitaciones no muy grandes pero cómodas, con mobiliario en muy buen estado, calefacción individual (muy importante con las temperaturas que había en el exterior durante nuestra visita), conexión WiFi gratuita muy buena y un desayuno buffet correcto (aunque echamos de menos algún producto caliente en la oferta) El establecimiento ofrece alquiler de bicicletas (10€/día) y un servicio de check-in y check-out automático (no hay recepción, ni por lo tanto personal a quien reportar problemas, en caso de haberlos tenido)


      Giethoorn es una pequeña localidad de algo menos de 3000 habitantes conocida como la “Venecia del Norte”. Los orígenes de este idílico paraje distan de ser tan “románticos” como uno pudiera pensar: la región despuntó económicamente gracias al comercio de la turba. La extracción de éste producto en la zona originó lagos, y la necesidad de transportar el material desembocó en la construcción de canales y acequias navegables, dando como resultado la hermosa localidad actual de Giethoorn, en la que parece que las casas (originalmente granjas) están construidas sobre islas, a las que solo se puede acceder a través de los puentes (en total hay cerca de 200), en su mayor parte construidos en madera por los propios vecinos para comunicar sus casas con las calles peatonales.







      En la parte antigua de la ciudad destacan, además de los canales y los puentes que los cruzan, principal seña de identidad de la localidad, las históricas casas con sus tradicionales tejados de paja – muchas de estas construcciones datan de los S. XVIII y XIX. Una vez en la localidad, el coche se queda en uno de los aparcamientos que esperan a la entrada de la localidad, ya que Giethoorn solo se puede descubrir andando, en bicicleta y, como no, a bordo de una embarcación surcando los canales. Las embarcaciones tradicionales para moverse por los canales, que guardan ciertas similitudes con las góndolas venecianas, se conocen como “punter” y se mueven impulsadas por largos palos. No vimos ninguna. Huelga decir que febrero dista de ser la mejor temporada para visitar la región, ya que ésta parece estar en estado de hibernación. Durante nuestra visita la mayor parte de los canales estaban congelados, hielo que solo desapareció parcialmente al final de nuestra estancia en las vías principales, las que utilizan las grandes embarcaciones turísticas movidas por motor eléctrico para recorrer la zona centro de la ciudad (paseo de una hora por 7,5€ – oficialmente, porque a nosotros nos ofrecieron el viaje por 6€ debido a la ausencia total de turistas) Debido a la falta de turistas, muchos de los establecimientos de restauración de la ciudad se encontraban cerrados; pese a ello, encontramos dos buenos locales de referencia durante nuestra estancia: De Witte Hoeve , muy cerca del hotel Giethoorn, ofrece comida de calidad a precios razonables (para tratarse de Holanda), con platos principales rondando los 15-20€, y Recreation Geythorn, un sitio de comida rápida muy frecuentado, situado en pleno centro de Giethoorn, donde es posible comer una hamburguesa por unos 5€ o un schnitzel con patatas y ensaladas por menos de 10€. Dos opciones muy recomendables, no solo por la comida, sino también por el servicio ofrecido.


     Viajar fuera de temporada también tiene sus ventajas: pudimos disfrutar de la localidad casi para nosotros solos, una visita casi privada. Según nos dijeron en De Witte Hoeve, los meses de Julio y Agosto concentran la mayor actividad turística de la zona, meses en los que se hace difícil incluso pasear por las estrechas calles que recorren los canales. Personalmente si he de elegir entre visitar la localidad en pleno apogeo floral rodeado de exuberante vegetación y de cientos de personas, con decenas de embarcaciones surcando los canales, o hacerlo en la tranquilidad del invierno, rodeado de un entorno tal vez no tan atractivo por la falta de flores pero pudiendo disfrutar de la tranquilidad del lugar y de las imágenes únicas que ofrecen sus aguas especulares, me quedo con esta última opción. Seguramente haya un punto intermedio entre la época de apogeo turístico y la ausencia total de actividad invernal (tal vez en torno a Abril o Mayo), pero eso lo descubriremos (espero) en una nueva visita en el futuro.






    A falta de paseos en barco, descubrimos la zona andando. La región es un paraíso para los amantes de la naturaleza y los paseos tanto a pie como en bicicleta. Andando recorrimos los 15,5Km que recorren los alrededores de la localidad, una de las rutas más conocidas de la zona, y nos adentramos en Waterloopbos, un hermoso bosque cercano con restos de numerosas construcciones cuya utilidad original no me quedó muy clara, donde hicimos un par de rutas de unos 3Km cada una en un entorno completamente distinto al que ofrecen los canales de Giethoorn.





     Además de Giethoorn, en los alrededores visitamos Zwartsluis, una pequeña localidad que, la verdad, no ofrece mucho, y Zwolle, una bonita localidad cuyo centro se ubica en una isla y que ofrece un puñado de vistas y lugares interesantes, como Sassenpoort, una puerta medieval que daba acceso a la ciudad amurallada y que data del S. XV, la basílica de Nuestra Señora con su torre (Peperbustoren), de 75m de altura, el Museo de Fundatie, que data del S. XIX (aunque la construcción actual con el "ovni" en el tejado es más reciente, del año 2012) y que orgininalmente albergó el Palacio de Justicia, o la plaza Grote Markt, donde se ubica la Iglesia dedicada al Arcángel Miguel, del S. XV.







     Si tienes oportunidad, te recomiendo pasar unos días descubriendo este bello rincón de Holanda, una localidad que parece salida de un cuento y que merece la pena disfrutar ¡Hasta la próxima!