La maleta que había esperado pacientemente
durante una semana sin actividad (algo inusual) volvió a llenarse y recobró su
siempre presente afán viajero para, recién estrenado el año, poner rumbo a
Madrid primero (una breve escala "técnica" para recoger a M), y
Segovia después. Y es que el primer destino vacacional del año tuvo como
destino una de esas ciudades que no por cercanas o conocidas dejan de ofrecer
interés, y que presenta con el acueducto y la ciudad vieja, declaradas
Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985, sus bazas más notables para
justificar una escapada a la ciudad que se ubica en la confluencia de los ríos
Eresma y Clamores.
Para nuestra estancia en Segovia decidimos
alojarnos en el Hotel Infanta Isabel (54€/noche), un hotel con personalidad
propia, con historia. Y es que el edificio del hotel, que tiene en su ubicación
uno de sus principales bastiones (en plena Plaza Mayor, frente a la Catedral),
data del S.XIX y combina a la perfección tradición y funcionalidad (dejando al
margen el tema del ascensor, que es de todo menos funcional...por suerte nos
alojamos en la primera planta) El establecimiento ofrece amplias habitaciones,
con una decoración personalizada (lejos de la falta de identidad que identifico
a menudo en muchos de los hoteles que visito por motivos profesionales, donde
al despertar no sabes si estas en Hamburgo o en Singapur porque todas las
habitaciones son iguales), con balcón y con unas vistas espectaculares de la
Catedral y la Plaza Mayor. Nos asignaron el balcón más patriótico de todos.
Establecimiento limpio, ofrece buena conexión WiFi gratuita, frigorífico en la
habitación, agua embotellada gratuita, servicio de té y café y aparcamiento de
coche valet (15€/noche). Una elección inmejorable para nuestra escapada
invernal.
Para hacer honor a la verdad, el objetivo
del viaje era comenzar el año de la mejor forma posible, en la mejor compañía y
de forma relajada, así que el destino elegido no hizo más que mejorar las
perspectivas del viaje, pero una vez allí... ¡cómo escapar a la historia y a
los monumentos del lugar! Personalmente me resulta imposible estar en un sitio
interesante y resignarme a "solo" descansar. Por fortuna para M, la
ciudad vieja de Segovia es pequeña y se puede recorrer fácilmente andando; en
una jornada uno puede recorrer la mayor parte de sus puntos de interés, así que
nosotros, que tuvimos mucho más tiempo, nos lo pudimos tomar con mucha calma
(¡pero no quedó rincón por conocer - o redescubrir en mi caso!)
Una de las visitas obligadas es la Catedral
de Nuestra Señora de la Asunción y de San Frutos (3€ la entrada general, 2€ si
se compra en combinación con la entrada a la torre, que cuesta 5€ adicionales),
conocida popularmente como la Dama de las Catedrales por sus dimensiones
y su elegancia, es una de las ultimas catedrales góticas construidas en Europa
(data de los S.XVI - XVII) Con más de 100m de largo, 50m de ancho y más
de 30m de altura en su nave central, consta de 18 capillas y tres puertas de
acceso. La torre, construida con el objetivo de ser más alta que la Giralda de
Sevilla y más ancha que la de la Catedral de Toledo, es su principal motivo de
orgullo. Y en origen lo consiguió. Un incendio originado por un rayo en una
tormenta destruyó la estructura de madera que coronaba la torre; la estructura actual, que no guarda proporción alguna con el
resto de la torre, es la solución que los arquitectos de la época encontraron
para reparar los daños del incendio. La altura actual es unos 20m menor que la
altura que tuvo la estructura original. Se puede subir a la torre a ciertas horas,
una visita de una hora de duración que resulta un poco pesada por la cantidad
de datos (prescindibles a mi modo de ver) que ofrecen en cuanto al coste de su
construcción, de su reparación, de su mantenimiento... Sin embargo resulta muy
interesante visitar la vivienda del campanero, situada en la torre justo por
debajo del nivel del campanario, conocer el mecanismo de llamadas empleado y,
como de costumbre, disfrutar de las soberbias vistas que ofrece la terraza
ubicada en el nivel del campanario. Una visita imprescindible, no apta para
claustrofóbicos, ya que el ascenso se realiza a través de una angosta escalera
de caracol.
Algo más al norte se ubica el Alcázar, uno de los monumentos más visitado en España (5,50 € la entrada al
palacio y al museo; 2,50 € el acceso a la torre de Juan II) Palacio Real en su
origen (allá por el S. XII) fue una de las residencias favoritas de los reyes
de Castilla, fue reconvertido en edificio militar tras su destrucción por un
incendio en el año 1862, albergando en la actualidad el Archivo General Militar
de Segovia. Destaca la decoración mudéjar de sus salones, aunque personalmente
lo que más me gusta del Alcázar es, además del aspecto externo del edificio, la
ubicación sobre la que se alza, en un alto en la confluencia de los ríos Eresma
y Clamores. Las vistas de Segovia desde la torre tampoco tienen desperdicio. Y para observar la magnífica ubicación en toda su grandeza lo mejor
es alejarse algo más hacia el norte para poder observar el complejo en la
distancia. Uno de los mejores puntos para disfrutar de una vista sublime es el
mirador de la pradera de S. Marcos.
Las murallas de Segovia, que recorren el
casco antiguo de la ciudad, llegaron a tener un perímetro de 3Km, con 80 torres
y cinco puertas, de las cuales se conservan tres en la actualidad: S. Cebrián,
Santiago y S. Andrés, que da acceso a la judería. En la construcción de la
muralla se reutilizaron lápidas de la necrópolis romana sobre la que se
asienta. Su estado de conservación es envidiable, y se puede recorrer en parte,
lo que supone sin duda un aliciente más para visitar la ciudad a fondo y
dejarse seducir por el encanto del casco antiguo.
El póker ganador de Segovia lo completa, no podía ser de
otra manera, el acueducto, la obra de ingeniería civil romana más importante de
España y autentico emblema de la ciudad. La fecha de la construcción no se
conoce con certeza, pero se estima que se construyó a finales del S. I o
principios del S. II. Obra maestra de la geometría, los sillares de granito que
lo conforman se unen sin argamasa alguna entre ellos. Fascinante. La longitud
total es de unos 15Km, aunque la mayor parte del recorrido es subterráneo. El
tramo visible tiene más de 800m de longitud y una altura máxima de 29m. Y todo
se mantiene simplemente por el contacto y apoyo de unas piedras sobre otras. Lo dicho...fascinante.
Pero es que Segovia ofrece mucho más. La calle de Juan
Bravo es la principal arteria comercial de la ciudad antigua; conecta la Plaza Mayor
con la calle Cervantes, que desemboca en el acueducto. Una calle muy vital y
activa, llena de locales comerciales de todo tipo que rebosa vitalidad (hasta
que cierran los comercios, momento en el que se convierte en un desierto de
gente) En torno a esta calle se ubican la mayor parte de los restaurantes (turísticos)
de la ciudad, con precios y menús para todos los gustos. Para los amantes del
cochinillo (entre los que no me cuento), la visita al restaurante de Cándido o
el Duque es casi obligada (plato de cochinillo por unos 22-24€) A medio camino
entre la Plaza Mayor y el acueducto se encuentra la Iglesia de San Martín, un
templo de origen mozárabe con estilo románico del que se conoce su existencia
desde el año 1117. Destaca su galería porticada y a portada de la fachada
occidental, que pasa por ser una de las puertas más grandes del románico
español. En la misma calle pero más cerca del acueducto se encuentra la Casa de
los Picos (o del toblerone…según se mire), construida a finales del S. XV. La
casa perteneció al verdugo de la ciudad, que era de origen judío, por lo que se
la conocía como la Casa del Judío. Cuando la propiedad cambio de manos en el S.
XVI, el nuevo dueño quiso romper con el pasado judío y decidió cubrir la
fachada con picos de granito, y la casa pasó a conocerse como la Casa de los
Picos (el nombre derrocha ingenio...) La leyenda cuenta que bajo uno de los 360 picos que adornan la fachada
hay un tesoro.
Iglesia de San Esteban |
Pasear por las calles empedradas de la ciudad vieja es una experiencia que no te puedes perder. No es difícil imaginar cómo sería la vida en estas calles tiempo atrás. Murallas, iglesias, sinagogas…todo tiene cabida en estas calles. La Iglesia de San Esteban, templo románico que data originalmente del S. XII, donde destacan su torre de 56m de alto y el pórtico con diez arcos ricamente decorados, es una visita recomendada, así como el barrio de la judería, habitado por la comunidad judía desde el S. XII hasta la promulgación del Edicto de Granada en el año 1492 por los Reyes Católicos, aunque a mi juicio es el barrio que peor ha sabido afrontar el paso del tiempo y uno de los que menos transmiten en cuanto a cómo fue en su época de máximo esplendor.
Ya fuera de los límites de la muralla que delimita la ciudad vieja, destaca la Iglesia de la Vera Cruz, nombre que recibió al recibir un fragmento de esta reliquia; un templo de estilo románico (S. XII) rodeado de misticismo en cuanto al origen de su construcción, que unos atribuyen a los Templarios y otros a la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén. Con una planta dodecagonal (los ábsides y la torre se añadieron después), es uno de los templos de este estilo mejor conservados a nivel Europeo. Cuenta la leyenda que durante la vela de un caballero de la orden encargada de custodiar la reliquia de la Vera Cruz, su cuerpo fue atacado por los grajos. El prior maldijo a estas aves, impidiéndoles acercarse a la iglesia. Desde entonces se dice que nadie ha vuelto a ver grajos en la Vera Cruz.
Y hasta aquí todo lo que dio de sí nuestra visita a Segovia, una de las
muchas ciudades-tesoro que tenemos en España y a las que a menudo no concedemos
el tiempo necesario para dejarnos seducir por su historia… ¡y de esto las
ciudades castellanas tienen bastante! Tengo pendiente una entrada sobre mi
ciudad natal, Palencia, otra de esas ciudades que bien merece una visita por la
cantidad de monumentos históricos que atesora, pero eso será para más adelante.
¡Hasta pronto!