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sábado, 11 de noviembre de 2017

Doha: una breve - pero interesante - toma de contacto con Qatar

      
      Doha, la capital del estado de Qatar, fue el destino de un nuevo viaje de trabajo a principios de Octubre. Recién llegado de Jakarta (tal cual), y después de disfrutar de algo más de doce horas de descanso en casa, me puse de nuevo rumbo a Frankfurt para volar a Doha, una escala habitual en mis viajes a Asia pero un país que nunca había visitado ya que hasta la fecha nunca había pasado el control de pasaportes que marca el límite entre ese territorio apátrida en un aeropuerto y el territorio nacional del país del que se trate. Como de costumbre, volé con Qatar Airways, aunque en esta ocasión el nivel de confort no fue el habitual ya que los retrasos en la entrega de los nuevos A350 por parte de Airbus hicieron que la ruta entre Frankfurt y Doha se cubriera con aviones de la compañía brasileña LATAM, cuyo confort en cabina poco tiene que ver con el que ofrece la compañía de bandera del país árabe. 


      La península que ocupa el país, de 180Km de largo por 75Km de ancho, tiene una extensión ligeramente inferior a la de la provincia de Salamanca y es el hogar de algo más de 2,5 millones de personas (que se concentran mayoritariamente en torno a la capital), de los cuales en torno a 250.000 son nacionales cataríes. Del mismo modo que sucediera en otros países de la zona, la suerte (y la riqueza) les sonrió hace unas décadas, cuando comenzaron las explotaciones (y exportaciones) del petróleo y sobretodo del gas del país, lo que les ha llevado a convertirse en un tiempo récord en uno (si no el más) de los países más ricos del mundo y un referente en oriente medio por su saber hacer diplomático (aunque la situación actual y el bloqueo iniciado por otros países de la zona diga lo contrario) y su abierta mentalidad (el 90% de su población lo conforma gente llegada de todos los rincones del mundo) Poco queda de aquel pueblo que se ganaba la vida con la recolección de perlas; la situación de los cataríes ha mejorado mucho desde entonces, como aprendí durante mi visita de mano de un expatriado que reside en el país desde hace una década, pero sobre esto escribiré más adelante. 


       La puerta de entrada en el país es el Hamad International Airport, un novísimo aeropuerto inaugurado en el año 2014, actualmente sobredimensionado, ya que tiene capacidad para triplicar las operaciones que se llevan a cabo actualmente (pero es que los planes de la compañía de bandera del país pasan por duplicar su ya extensísima flota de aviones en los próximos 5 años) El edificio cuenta con todo lo que se puede esperar: el vestíbulo central es el punto de acceso a los pasillos donde se encuentran las puertas de embarque y alberga tiendas de todo tipo, restaurantes y zonas de ocio. Para acceder a las puertas más lejanas incluso hay unos monorraíles automáticos internos que recorren los largos corredores que parten del vestíbulo central. El único punto negativo es la conexión WiFi en la terminal, que si bien gratuita, no funciona todo lo bien que podría esperarse: el proceso de registro es tedioso y hay zonas donde simplemente no hay conexión, y si vas andando en busca de tu puerta de embarque lo más normal es que pierdas la conexión en algún momento y tengas que volver a pasar por el proceso de registro. La escultura de un oso con una lámpara en la cabeza ocupa el lugar de honor del lado aire de la zona de pasajeros, una escultura que anteriormente se encontraba en el edificio Seagram de Nueva York pero que fue comprada por la familia real catarí por algo menos de 7 millones de dólares en una subasta…¡no hay como tener dinero para no saber en qué gastarlo!



      Para la ocasión me alojé en el hotel Oryx Rotana (130€/noche), situado cerca del aeropuerto, más conveniente por motivos profesionales. Buen hotel, con una habitación muy amplia y todo novísimo, lo esperado de un hotel de esta categoría: desayuno variado y de muy buena calidad (exquisito diría, al igual que el buffet de la comida, excepcional), buena conexión WiFi y mucho espacio en la habitación, todo lo necesario para pasar una semana de una forma muy cómoda alojado allí – aunque por desgracia no tuve siquiera tiempo de ver ni la piscina ni el gimnasio. Como de costumbre con este tipo de alojamientos, el problema es que no hay muchas cosas cerca (ni para ver, ni para salir a cenar), aunque siempre se puede coger un taxi para ir al centro (sorprendentemente el precio de los taxis es muy barato, unos 10-15 QAR – 3 ó 4€ al cambio), que no queda muy lejos (Doha no es muy grande) Sin duda para la próxima visita elegiré un hotel más céntrico para poder explorar la zona a conciencia ya que en ésta ocasión, aunque la visita fue muy reconfortante desde el punto de vista profesional, también fue muy exigente y no dejó tiempo para conocer la ciudad (y ésta vez, debido a la sobrecarga de trabajo y viajes, así como al hecho de que seguramente tendré que regresar a la ciudad a lo largo de 2018, decidí no prolongar la estancia; habrá mejores ocasiones en el futuro) Así las cosas, únicamente pude dar una vuelta por los (pocos) lugares representativos que ofrece la ciudad el ultimo día de mi estancia, una vez finalizada la actividad profesional y antes de regresar a Colonia a la mañana siguiente.




       Al ocaso de aquella ultima tarde de estancia en la ciudad me acerqué a la zona del Corniche (el paseo que discurre bordeando la costa) hasta el puerto Dhow, desde donde se tienen posiblemente las mejores vistas del skyline de la ciudad (parece que está muy lejos, pero en menos de diez minutos en coche uno se planta en medio de aquella maraña de rascacielos) Mas allá del centro (construido en terreno ganado al mar y reservado casi en exclusiva a los hoteles y edificios empresariales), la ciudad continua su expansión mar adentro: islas artificiales, siguiendo el modelo marcado por Dubai, están destinadas a ser el refugio de los millonarios, turistas adinerados y excéntricos de turno cuando se hayan completado los trabajos de construcción, ya que actualmente solo hay tierra y algunas grúas en la zona. 

Museo de Arte Islámico, El Corniche - Doha
       Al margen del centro, el interés se centra en los alrededores del antiguo zoco (que no es tal, ya que es una construcción nueva, imitando las antiguas construcciones tradicionales de la zona, eso sí) El zoco Waqif es el lugar de encuentro de los expatriados (los cataríes no frecuentan estos lugares tan poco exclusivos…), una sucesión de comercios de especias, telas y recuerdos, así como de restaurantes, sin duda uno de los lugares más animados y vistosos de la ciudad.  





       Enfrente se puede ver una enorme escultura denominada “la perla” (qué derroche de imaginación), tributo al artículo que sustentó la mediocre economía del país hasta la aparición del gas y el petróleo, así como el centro islámico de Qatar, sin duda el edificio más representativo de la ciudad. Y poco más. El resto del territorio de Doha está ocupado por centros comerciales (muchos, y grandísimos), parques, jardines y palacios reales. 



      La única tarde que tuvimos “libre”, mi compañero de trabajo y yo quedamos con un antiguo compañero de aquel que vive y trabaja en Doha desde hace años. De primera mano pude conocer algunos detalles ciertamente curiosos sobre la vida en Doha, una cárcel de oro, pero cárcel al fin y al cabo. Todos los negocios que hay en el país son propiedad o están controlados, en mayor o menor medida, por el estado. Según nos contó, los habitantes del país se podrían dividir, siempre según su opinión, en tres categorías:

     - Los cataríes, que obviamente son los que mejor viven. Desde el momento en el que nacen reciben dinero del estado. No es de extrañar que cuando alcanzan la mayoría de edad son todos ricos, muy ricos. A partir de ese momento, y dependiendo de su puesto en la escala social (cuánto de cerca están emparentados con la familia real o la clase alta), reciben un puesto de trabajo y un sueldo acorde a su posición. A modo de ejemplo nos comentó que hay cataríes que, debido a los problemas de aparcamiento en el centro y porque no les gusta mucho andar, aparcan sus lujosos coches a la puerta de la oficina en la que trabajan; la multa por aparcar mal es de unos 200€/día, lo que significa que al final del mes pagan unos 4000€ en multas, y parece no importarles mucho porque lo siguen haciendo día tras día. No es difícil imaginar que sus sueldos, aún estando en el escalón medio/bajo de la clase social catarí (de otra forma no trabajarían en una oficina), les permiten hacer frente a estas multas sin inmutarse (la multa por saltarse un semáforo en rojo es de…¡1500€! – escrito en los carteles al lado de los semáforos, ¡sin trampa!)


      - Los expatriados “cualificados”, aquellos que gozan de una cierta holgura económica en el país, lo que les permite vivir muy por encima de las posibilidades que tendrían en sus respectivos países de origen, pero cuya libertad está un tanto comprometida ya que incluso para salir del país necesitan el permiso de sus empleadores (sin él, las fronteras del país están cerradas para ellos) 

     - Los expatriados “no cualificados” que se dedican a la construcción y similares: no es difícil imaginar que las condiciones de vida de este grupo distan de ser lo que se considera “normal”, a pesar de ser los verdaderos artífices de la espectacular transformación del país en las últimas décadas. El empleador retiene el pasaporte del expatriado mientras dure su contrato (increíble, pero según nos contó, cierto) Las personas viven hacinadas en pisos compartidos a las afueras de la ciudad sin ningún tipo de seguro social o ventajas: a las primeras de cambio te pueden echar del país. Pese a todo, el grupo más numeroso de la población (cuesta imaginar cómo serán las condiciones de vida en sus países de origen cuando prefieren este tipo de vida, rodeados de un lujo y riquezas que nunca podrán alcanzar) 

      Por supuesto, esta es la opinión de un expatriado del grupo 2 en Qatar, pero más o menos encaja con lo que pude ver durante mi visita de una semana de duración, hablando también con la gente de la compañía a la que fui a visitar en Doha


      Una visita turística muy breve, pero suficiente para hacerme una idea de la ciudad y la sociedad catarí, y para sentar las bases para una futura visita, algo mejor planificada y con más tiempo espero, en el futuro, suficiente también para establecer algunas similitudes y diferencias con Dubai, el próximo destino puramente vacacional del que disfruté en compañía de M a finales de Octubre, pero eso os lo contaré, con mucho más detalle (todo el que otorga el haber pasado una semana completa de vacaciones en la capital de oriente medio, un destino en el que la mayoría de las personas emplean, como mucho, un par de días o tres en conocer) en una futura entrada. ¡Hasta la próxima!