En los últimos 8 años he visitado la República Checa en torno a una treintena de veces, siempre por motivos profesionales. La mayoría de esas visitas se han centrado en las dos principales ciudades del país, Praga y Brno (Brno, a la sombra de Praga), siendo ésta última la que se ha llevado la mayor parte de las visitas. Para llegar a Brno la opción más lógica y cómoda volando desde Colonia es hacerlo vía Viena, y desde allí coger un coche de alquiler para llegar a Brno, bien a través de Bratislava, en Eslovaquia, o a través de Mikulov en la República Checa. Con tanto viaje y la flexibilidad que da tener un coche de alquiler, en éstos años he tenido la suerte de poder descubrir muchos rincones de este bonito país del centro de Europa, circulando por carreteras secundarias y haciendo paradas siempre que la agenda lo permitiera.
Recientemente tuve la oportunidad de visitar Plzeň, cuna de la cerveza tipo Pilsen, a la que ésta pequeña localidad ha dado fama mundial. Plzeň cuenta con 170000 habitantes, y su casco histórico ofrece un puñado de sitios interesantes que esperan a ser descubiertos por los viajeros que deciden alejarse del tradicional circuito turístico por el país (o por aquellos que disponen de más tiempo en su viaje) Plzeň no ofrece muchas opciones de alojamiento, y de entre las disponibles me decanté por el hotel Courtyard by Marriott (140€/noche), situado a escasos cinco minutos andando de la plaza de la catedral, que ofrece unas habitaciones con un espacio un tanto justo, y donde la modernidad brilla por su ausencia: muebles en buen estado pero antiguos, un tono un tanto sombrío en la decoración de las habitaciones (sensación acrecentada por el tiempo lluvioso durante mi visita), pero todo funcionando correctamente. Buena conexión WiFi gratuita y posibilidad de aparcamiento en el edificio. Quedé muy descontento con el trato del personal del hotel, muy poco profesionales (a modo de ejemplo, al dejar el hotel y pagar en recepción, avisé que tenía el coche en el aparcamiento; una vez montado en el coche, nadie abría la puerta, así que después de llamar al timbre un par de ocasiones sin obtener respuesta, tuve que volver a aparcar para subir a recepción y pedir que me abrieran; en total, unos 10 minutos solo para salir del establecimiento – sin contar el tiempo del check-out, que tampoco fue rápido precisamente. En el futuro valoraré alguna otra opción de alojamiento.
- Catedral de S. Bartolomé, dominada por la torre de algo más de 102m. de altura, la más alta de la República Checa y a la que se puede subir (por algo más de 1€). Sin duda alguna el edificio más representativo y visitado de la ciudad, situado en una amplia plaza flanqueada por edificios que siguen la tradicional arquitectura checa, entre los que se encuentra el edificio del ayuntamiento, que data del S.XVI. Las vistas desde la torre, como de costumbre, bien merecen el esfuerzo de la subida de los más de 300 peldaños que hay que abordar para disfrutar de la recompensa final.
Ayuntamiento de la ciudad |
- La gran sinagoga, la mayor de todas cuantas se pueden ver en la República Checa y la quinta más grande a nivel mundial, data de finales del S.XIX. Construida en estilo morisco-romanesco, da fe de la importante y prospera comunidad judía que un día acogió Plzeň. En la actualidad el edificio acoge diferentes conciertos y exhibiciones gracias a su excelente acústica.
- El Museo de Bohemia Occidental, que alberga una colección de más de dos millones de artículos, incluyendo una colección de armas europeas de los S.XIV-XVII.
- La cervecería Pilsner Urquell, verdadero motor económico de la región, cuyos orígenes se remontan al año 1842. Su fama ha inspirado más del 65% de las cervezas que se embotellan a nivel mundial bajo la denominación “pils”, “pilsener” o “pilsner”. Ni que decir tiene que es difícil encontrar una cerveza en los restaurantes locales que no sea Pilsner Urquell.
- El edificio de la ópera, bonito edificio neo-renacentista que data de finales del S. XIX.
Pero Plzeň ofrece mucho más: los que gocen de más tiempo (o simplemente de ganas para ello), pueden visitar el museo de la cerveza, ubicado en su emplazamiento medieval original, visitar el subsuelo histórico de la ciudad, que data del S.XIV, el Memorial Patton, tributo a la armada americana que libero la zona del suroeste de la región de Bohemia en el año 1945, o perderse en uno de los numerosos y extraños museos de la ciudad: el museo de las marionetas, el museo de los monstruos, el museo de la ciencia, el museo de los libros e impresoras, el dinopark, o simplemente recorrer el coqueto casco histórico de la localidad, plagada de parques y sitios donde tomarse un respiro y dejarse llevar. Una localidad que concentra en un espacio reducido la esencia de Bohemia y que bien merece una breve visita.