Translate

jueves, 17 de marzo de 2016

Montaña Palentina, seducción natural


       Un viaje siempre es especial. Una visita a la tierra natal también lo es. Más aún cuando se vive lejos y las oportunidades de visita no abundan. No es la primera vez que escribo sobre las virtudes de la montaña Palentina (La leyenda del gigante del valle estrechoCascada Mazobre), y seguramente, tampoco será la ultima. Para un apasionado de la naturaleza y buen aficionado a la montaña, tengo la enorme fortuna de haber nacido en una región en la que abundan los "tesoros" de montaña, paraísos naturales a los que se puede acceder en apenas una hora desde la capital de Tierra de Campos. La capital Palentina que me vio nacer atesora, en su zona norte, paisajes de montaña de una enorme belleza; una antesala digna de los majestuosos Picos de Europa que se alzan solo unos kilómetros más al norte. Si a ello se le añade la riquísima gastronomía local y el carácter y la calidez humana de las gentes que allí habitan, el resultado es simplemente irresistible. Así pues, cuando mi hermana me planteó la posibilidad de hacer una nueva ruta de montaña durante mi fugaz visita de fin de semana extendido, no dudé en apuntarme y unirme al grupo.


       Las recientes nieves caídas en otras zonas de la montaña cantabro-Palentina hicieron que está vez nos decantáramos por ascender al pico Almonga, de unos 1519m de altitud. El origen de la ruta se encuentra en Ruesga - pequeña localidad de la montaña Palentina que cuenta medio centenar de habitantes y se sitúa a unos cientos de metros del embalse de Cervera, a unos 1000m de altitud. La ruta, calificada como "sencilla" en los blogs visitados, nos debería llevar por un amplio sendero con escaso desnivel que discurre por el lateral de la montaña, rodeando diversos picos de la zona, para terminar regresando cinco horas más tarde al punto de salida, donde un frugal almuerzo nos esperaría para recompensar tanto esfuerzo. Como suelo decir, "fail to plan is plan to fail". Al llegar a Ruesga reparamos en que no sabíamos qué dirección tomar para iniciar la ruta, ya que la información en los foros no era consistente. Decidimos dirigirnos a un bar y preguntar a Mari, el peculiar dueño del local, que nos explica - a su manera - la mejor forma de alcanzar nuestro objetivo. 


      

      Dicho y hecho; en compañía de un precioso perro local que nos hizo compañía durante todo el día (enérgico e infatigable compañero de viaje), seguimos las indicaciones de Mari para llegar al primero de los puntos de referencia, la portona cerrada del cercado de ganado que deberíamos abrir para proseguir el camino. En seguida nos dimos cuenta que la ascensión no iba a resultar tan fácil como anticipaban los foros. En ausencia de caminos marcados - ausencia de caminos en definitiva -, y con la falsa sensación de seguridad que da tener la cumbre objetivo siempre a la vista, decidimos, como ya viene siendo habitual, lanzarnos a la conquista de la cumbre campo a través, por el camino más corto posible - al menos visualmente, total, ¡no parece que haya tanto desnivel! La ascensión resultó más dura de lo inicialmente previsto; finalmente, al cabo de dos horas de exigente ascensión, nos hayamos a los pies del pico vecino, el Pico las Cruces, a unos 1550m de altitud, dando por bueno el esfuerzo y tomando un reconfortante ágape al abrigo de unas rocas, disfrutando de una vistas espectaculares de la región. Y es que el viento soplaba con fuerza y las frías temperaturas nos obligaron a resguardarnos para poder disfrutar del merecido tentempié en tan idílico paraje.


      Durante nuestro descanso y favorecidos por la altitud del lugar y la amplitud de las vistas que desde allí se observaban, divisamos el camino que deberíamos haber cogido para acceder a la cima de una forma mucho más sencilla: el camino parte del aparcamiento situado al final del pueblo de Ruesga, justo a la izquierda del desvío que conduce al pantano. No entendimos cómo una referencia tan fácil de dar no se proporcionaba de forma tan simple y clara en ninguna de las webs de senderismo visitadas....(que si coge una calle paralela a la carretera principal - ¡en Ruesga solo hay una calle, no hay calles paralelas! -, que si desde el aparcamiento desciende al pueblo para tomar el camino de la derecha - no hay que bajar al pueblo!)



     


       Concluido el almuerzo y reconfortados por las vistas y los productos Castellanos (buen chorizo y queso), emprendimos el regreso por un camino distinto al empleado para ascender, con la esperanza de encontrar la senda "oficial" en algún momento, y a la espera de reencontrarnos con uno de los integrantes del grupo que abandonó, en compañía de nuestro infatigable amigo canino, la ascensión varias horas atrás. El descenso fue más sencillo que el ascenso, aunque no resultó exento de dificultades (menores, eso sí): descendimos por el surco del valle formado entre las distintas formaciones montañosas, atravesando bosques y disfrutando de la belleza del paisaje y de los peculiares juegos de luces y sombras originados por los rayos del sol que se filtraban entre los huecos de las desnudas ramas de los árboles. Tan solo un par de kilómetros antes de Ruesga dimos con el camino de la ruta, ¡por fin!...¡una vez mas descubriendo nuevos rincones de la geografía Palentina!




     Reagrupados (perro incluido), decidimos tomar un descanso en la terraza del bar de Mari para comentar sus valiosos consejos de ascensión...nada como unas cuantas risas y una caña para recuperar fuerzas, seguido de una abundante comida en el Bar Juanon, a base de sopas de ajo, las tradicionales jijas y carne a la piedra, sólo algunas de las especialidades de la casa, ¡qué decir de la gastronomía de la zona! Calidad, cantidad y buen precio (precio por persona en torno a los 15-17€, con bebida y postre) 



      Un pequeño contratiempo con la batería del coche (decidió agotarse sin consultarnos y sin previo aviso), demoró algo mas nuestro retorno a Palencia y prolongó nuestra estancia en Ruesga, algo que no supuso un problema en absoluto. 


     Con la noche apoderándose del lugar emprendimos finalmente el camino de vuelta a Palencia, con la certeza de que no será la última vez que visitemos esta región de sobra conocida para algunos de nosotros, pero que no por conocida deja de sorprender y ofrecer novedades en cada visita.