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sábado, 6 de septiembre de 2014

El rey caído

      No dejaba de darle vueltas a lo acontecido en las últimas horas. Aquel suceso supuso un duro golpe para él, la confirmación de algo que en su subconsciente siempre intuyó pero que no supo, no quiso o simplemente tal vez no pudo nunca aceptar. Otra batalla perdida, un golpe al corazón de las ilusiones, al centro de los sueños, ese rinconcito que alberga todo ser y que es el auténtico motor de todos nuestros actos. Había sido víctima de una emboscada. Una ilusión, un engaño, una farsa. Todo lo vivido no había sido más que eso. Él creía que era un rey, pero ¿quién era realmente ahora, después de descubrir que no había sido más que un peón en un tablero? Jaque al Rey, se dijo para sí mismo. Jaque a un rey debilitado, a un rey sin reino, que había perdido a su Princesa, a su caballería, a sus escuderos y al que tan sólo le quedaban un puñado de peones para defender su última propiedad. Incapaz de permanecer quieto, su mente y su cuerpo se movían a la misma velocidad, pero no al mismo ritmo, y mucho menos en la misma dirección. No cesaba de caminar en círculos en torno a la mesa, un camino que le llevaba, irremediablemente, una y otra vez al mismo punto de salida. Una espiral de la que no conseguía salir, preguntándose una y otra vez cuál debería ser su próximo movimiento para evitar el jaque mate.