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sábado, 26 de julio de 2014

Dune du Pilat, la duna de arena más alta de Europa


         Con motivo de mi paso por Burdeos, decidí acercarme de nuevo a la bahía de Arcachón, famosa por sus ostras principalmente, y lugar de residencia de la duna de arena natural más alta de Europa: la duna de Pilat (o de Pyla). Ya había estado en éste lugar hace unos cuantos años, cuando se me ocurrió la brillante idea de pasar parte de un verano estudiando francés en Burdeos (en qué estaría pensando yo en aquella época...), y sentía curiosidad por ver si el lugar se había entregado al turismo definitivamente o no.
         En mi primera visita (a principios de la pasada década), recuerdo que no había grandes infraestructuras en la zona: parking gratuito en el pinar adyacente, un par de tiendas de recuerdos y un único restaurante. Hoy en dia, el lugar cuenta con unas escaleras para acceder a lo más alto de la duna (lo cual le quita parte de la gracia que tiene el lugar, que no es otra que intentar subir la duna por uno mismo), un centro de interpretación, las tiendas de recuerdos y los restaurantes se han multiplicado, el aparcamiento ya no es gratuito (4€ el pase para 4h y 6€ el pase diario) y en torno a la duna se ha creado un negocio que sirve para revitalizar, aún más si cabe, la bahía de Arcachón, situada a poco más de 30Km al oeste de la capital Girondina. 

Intrépidos subiendo la duna
         Mas allá de este viaje sin retorno hacia el turismo global, donde cada vez resulta más difícil (tal vez imposible?) encontrar sitios por descubrir, la duna mantiene su majestuosidad y belleza: sus más de 100m de altura (la altura oscila entre los 101 y 105m, dependiendo de las corrientes de arena causadas por los vientos) y 2,5Km de largo, con una anchura aproximada de 500m, la hacen merecedora del título de ser la duna natural más alta de Europa.



        Desde la cima, el contraste entre el bosque (que va desapareciendo a medida que la duna avanza incesantemente, a razón de 1 a 3m por año, devorando todo lo que encuentra a su paso) y el mar es sobrecogedor, con la gran masa de arena separándolos, como si de un juez parcial en una pelea entre púgiles  se tratara, sabedor de que el bosque no tiene ninguna oportunidad en esta lucha desigual entre fuerzas de la naturaleza.

La duna avanza entre 1y 3 metros por año


        De nuevo en medio de un desierto (pequeñito, pero desierto), de nuevo la soledad (pese a estar rodeado de cientos de desconocidos), de nuevo el recuerdo de las doradas dunas de Maspalomas en Gran Canaria. Pese a estar en pleno mes de Julio, los truenos anuncian la tormenta que se aproxima por el Sur; es hora de continuar el camino.
 

lunes, 21 de julio de 2014

Chartres: Mucho más que Notre Dame

       Cuando en una conversación uno de los interlocutores menciona Chartres, en el receptor suelen ocurrir dos cosas: o bien que no sepa de qué hablamos o bien que identifique esta pequeña localidad francesa con su conocida catedral de Notre Dame. En cualquiera de los dos casos, en mi opinión no se hace justicia en lo que respecta a la villa de Chartres, que tiene mucho más que ofrecer al margen de su catedral, que no obstante, constituye su mayor atractivo y su principal reclamo turístico, por razones justificadas y merecidas.

La Villa
Callejeando por Chartres
       Chartres, situada a algo menos de 100km al suroeste de París, es una pequeña localidad de unos 40000 habitantes que ofrece muchas posibilidades al visitante: el centro histórico permite al visitante sumergirse en la época medieval, ya que sus empinadas callejuelas empedradas, bordeadas por edificios medievales en muy buen estado de conservación, iglesias y parques, te transportarán (con un poco de imaginación, ¡claro!) a dicha época; los canales que bordean la zona baja de la villa son el lugar ideal para pasear al caer la tarde y guardan cierta similitud (salvando diferencias...) con ciertas ciudades belgas, y las numerosas calles peatonales repletas de comercios ofrecen al viajero la cara más moderna de una ciudad que combina tradición y novedad sin haber perdido su esencia original de lugar eminentemente religioso; y es que, la Catedral gótica de Notre Dame marca el futuro de ésta villa, al igual que marcó su pasado.
 
 



La Catedral de Notre Dame

      
Vista lateral de Notre Dame
Fachada principal


Parte posterior de Notre Dame
        La catedral, construida en los SXII-XIII y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se alza imponente por encima de cualquier otro edificio de la ciudad. La catedral es un lugar de trabajo más que de culto, ya que está sufriendo un profundo trabajo de restauración y el ruido de las obras en su interior sobresale por encima del silencio que suele reinar en estos lugares sacros. Personalmente creo que la restauración que se está llevando a cabo otorga mayor luminosidad y amplitud al edificio, si bien es cierto que dicha luminosidad puede eliminar la misteriosa atmósfera interior creada por la luz que se filtra por sus afamadas vidrieras...de momento la nave transversal no se ha restaurado y permanece con la piedra oscura original; veremos si cuando se restaure esta nave siguiendo el mismo patrón que se está empleando en las naves laterales, las vidrieras, protagonistas del edificio junto con su misterioso laberinto, siguen otorgando ese halo de luz que hace de este edificio algo especial. Que cada uno juzgue a la vista de las imágenes:
 



 
        La otra característica de Notre Dame es el laberinto de su nave central, rodeado de especulaciones, historias y supersticiones en torno a su origen, significado e historia. Nada se sabe a ciencia cierta, salvo que hoy en día constituye un símbolo que identifica inequívocamente a la catedral de Notre Dame de Chartres.
 
 
 
 
 
La ciudad antigua

Con la catedral como epicentro de todas las rutas y visitas turísticas a Chartres, las calles aledañas ofrecen un entramado irregular y caótico de pequeñas calles empinadas, estrechas y adoquinadas donde merece la pena "perderse" para descubrir las otras "joyas" de Chartres:
 
- La escalera de la Reina Berta, del SXVI:
 
 
- La iglesia de S. Aignan, del SXVI, que destaca por su interior colorista y sus amplias vidrieras:
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
- La Colegiata de San Andrés, cuya fachada románica marca la identidad de este edificio, convertido en museo en la actualidad:
 


- La Iglesia de S. Pedro, cuyo origen no se sabe con exactitud, si bien hay escritos del SVII que ya la mencionan. Frente a los mimos que recibe su vecina Notre Dame, llama la atención el abandono que presenta esta joya románica, en un estado de deterioro tal que ha obligado a poner redes para evitar que algún fragmento del techo se precipite sobre la cabeza de alguno de los "intrépidos" visitantes que deciden salir de las rutas turísticas para adentrarse en la historia de Chartres:
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
- La plaza del mercado:
 
 

La nueva Chartres

       El epicentro de la nueva ciudad lo constituye la Place des Epards (¡quién fuera niño para haberse dado un baño en las fuentes!), desde la que se puede acceder a la plaza del General de Gaulle y a la capilla de Sta. Fe, a unos cientos de metros de Notre Dame, de donde fluyen y a donde confluyen todos los caminos en Chartres, como si de Roma se tratara.
 
Place des Epards
Plaza del General de Gaulle


Capilla de Santa Fe
 
       El ayuntamiento, situado al sur de la ciudad, está rodeado de excavaciones, las cuales nunca dejan de sorprenderme (si excavas en una ciudad con cientos de años de historia, tal vez miles, ¿qué esperas encontrar salvo indicios de civilizaciones pasadas?)
 
 

Los canales

       Los canales bordean la zona este de la ciudad y ofrecen algunas de las imágenes más llamativas del "otro" Chartres, al menos para mí. Mención especial para el parque situado al norte, cerca del Pont du Massacre, al que se accede por una puerta de madera que en absoluto invita a ser cruzada (no sabes si estas entrando en una propiedad privada o en el parque que buscabas...). Una vez dentro, un remanso de tranquilidad, murallas medievales y una invitación para un merecido descanso.
 



 

        En definitiva, Chartres ha supuesto una grata sorpresa (al igual que lo fue Friburgo) y que bien merece una visita para descubrir los tesoros de su pasado.