Entre viaje y
viaje, casi de una punta del mundo al otro (literalmente, entre San Francisco y
Jakarta), pude disfrutar de una semana en casa, en Colonia. Después de 10 años
viviendo en la ciudad del Rhin, y casi de casualidad (como suele suceder con
todas las cosas buenas), me enrolé en una visita guiada al tejado de la
catedral de Colonia, una actividad cuya existencia desconocía hasta la fecha
(he subido en un par de ocasiones a la torre de la catedral, experiencia que
también recomiendo desde estas líneas).
La catedral de
Colonia es, sin duda, el edificio más representativo no solo de la ciudad, sino
de esta región de Alemania, una catedral de estilo gótico que resulta
impactante a la vista. La catedral se asienta sobre una antigua iglesia de la
que se tienen registros que se remontan al año 870, aunque el edificio actual comenzó a
tomar forma en torno al año 1248. Durante los 3 siglos siguientes los trabajos
se desarrollaron ininterrumpidamente, y a pesar de ello, tan solo el ábside,
uno de los lados de la nave central y la base de una de las torres llegaron a
completarse en ese tiempo, sobre todo debido a las limitaciones técnicas de la
época. Y de pronto, la construcción de la catedral se detuvo. No hay registros
del motivo por el cual la construcción de estancó y permaneció detenida durante
nada menos que otros 300 años, hasta que en torno a 1855, bajo el mandato del
emperador de Prusia, se retomó su construcción, que finalizó tan solo 30 años más
tarde. 7 siglos de historia plasmados en un edificio, historia que se repasa
durante la visita que ahora os narro.
La subida al
tejado se realiza subido en un montacargas de cremallera, anclado a la
fachada del edificio, toda una experiencia, la verdad. El traqueteante y
tambaleante montacargas se toma su tiempo en ascender hasta los 40m de altura a
los que se sitúa la plataforma de acceso al tejado. En esa plataforma de
aspecto débil se desarrolla la primera parte de la visita, en la que la guía
explica el origen de los distintos tipos de piedra que dan forma al icono de la
ciudad, su origen y los problemas de abastecimiento sufridos desde los orígenes de los trabajos de construcción. La perspectiva de la ciudad a esa altura y desde esa posición cambia
con respecto a todo lo conocido. La catedral muestra secretos que permanecen
ocultos a la vista desde el suelo, como las heridas que aún conserva a
consecuencia de los bombardeos sufridos durante la II Guerra Mundial, el color
de los distintos tipos de piedra empleados en su contracción (imperceptible
desde el nivel de acceso) o los tonos verdosos que lucen los capiteles que coronan los
contrafuertes que dan estabilidad a los muros.
Una vez dentro,
llama la atención la estructura metálica que soporta el techo de la catedral:
la estructura, que data de una fecha anterior a la de la construcción de la torre Eiffel, se convirtió en
su fecha en la mayor estructura metálica del mundo, y la que puede verse en la actualidad es la original del
edificio (del S. XIX). Una maqueta muestra cómo eran los trabajos de
construcción en la edad media, y la ingeniosa grúa con la que subían las
piedras a la altura necesaria, cuyo mecanismo se basaba en dos ruedas sobre las
que caminaban dos personas (estilo rueda de hámster). En el interior de la
cubierta también se puede ver el águila original que en su día coronó las dos
torres cuando la construcción se completó. Desde ahí se accede a un paseo que
recorre el lateral y el ábside de la catedral por el exterior, y desde el que
se tienen unas vistas excepcionales de la ciudad (y eso que la climatología el día de la visita no era la mejor...).
La visita
continúa subiendo hasta la espina que corona la intersección de la nave
principal con la transversal, una plataforma a la que se accede por una escalera
de caracol de metal forjado (la original, también del S. XIX) y que se sitúa unos 10m por encima del nivel de
acceso al tejado. Desde allí las torres aún se alzan un centenar de metros
hacia el cielo. Ni que decir tiene que las vistas desde aquella posición con
inigualables.
Como parte de la
visita también se hace un recorrido por la galería superior interior de la
catedral; la sensación de amplitud y de altura es simplemente inexplicable.
En definitiva, una visita que no goza de la fama que
merece y que te recomiendo hacer si tienes la oportunidad porque está muy bien
organizada y te permite ver la catedral y la ciudad desde una perspectiva
totalmente nueva, además de aprender mucho sobre la historia de esta construcción única y llena de historia.
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