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lunes, 21 de octubre de 2019

Catedral de Colonia: descubriendo sus secretos desde las alturas.



     Entre viaje y viaje, casi de una punta del mundo al otro (literalmente, entre San Francisco y Jakarta), pude disfrutar de una semana en casa, en Colonia. Después de 10 años viviendo en la ciudad del Rhin, y casi de casualidad (como suele suceder con todas las cosas buenas), me enrolé en una visita guiada al tejado de la catedral de Colonia, una actividad cuya existencia desconocía hasta la fecha (he subido en un par de ocasiones a la torre de la catedral, experiencia que también recomiendo desde estas líneas).


     La catedral de Colonia es, sin duda, el edificio más representativo no solo de la ciudad, sino de esta región de Alemania, una catedral de estilo gótico que resulta impactante a la vista. La catedral se asienta sobre una antigua iglesia de la que se tienen registros que se remontan al año 870, aunque el edificio actual comenzó a tomar forma en torno al año 1248. Durante los 3 siglos siguientes los trabajos se desarrollaron ininterrumpidamente, y a pesar de ello, tan solo el ábside, uno de los lados de la nave central y la base de una de las torres llegaron a completarse en ese tiempo, sobre todo debido a las limitaciones técnicas de la época. Y de pronto, la construcción de la catedral se detuvo. No hay registros del motivo por el cual la construcción de estancó y permaneció detenida durante nada menos que otros 300 años, hasta que en torno a 1855, bajo el mandato del emperador de Prusia, se retomó su construcción, que finalizó tan solo 30 años más tarde. 7 siglos de historia plasmados en un edificio, historia que se repasa durante la visita que ahora os narro.



    La subida al tejado se realiza subido en un montacargas de cremallera, anclado a la fachada del edificio, toda una experiencia, la verdad. El traqueteante y tambaleante montacargas se toma su tiempo en ascender hasta los 40m de altura a los que se sitúa la plataforma de acceso al tejado. En esa plataforma de aspecto débil se desarrolla la primera parte de la visita, en la que la guía explica el origen de los distintos tipos de piedra que dan forma al icono de la ciudad, su origen y los problemas de abastecimiento sufridos desde los orígenes de los trabajos de construcción. La perspectiva de la ciudad a esa altura y desde esa posición cambia con respecto a todo lo conocido. La catedral muestra secretos que permanecen ocultos a la vista desde el suelo, como las heridas que aún conserva a consecuencia de los bombardeos sufridos durante la II Guerra Mundial, el color de los distintos tipos de piedra empleados en su contracción (imperceptible desde el nivel de acceso) o los tonos verdosos que lucen los capiteles que coronan los contrafuertes que dan estabilidad a los muros.


      Una vez dentro, llama la atención la estructura metálica que soporta el techo de la catedral: la estructura, que data de una fecha anterior a la  de la construcción de la torre Eiffel, se convirtió en su fecha en la mayor estructura metálica del mundo, y la que puede verse en la actualidad es la original del edificio (del S. XIX). Una maqueta muestra cómo eran los trabajos de construcción en la edad media, y la ingeniosa grúa con la que subían las piedras a la altura necesaria, cuyo mecanismo se basaba en dos ruedas sobre las que caminaban dos personas (estilo rueda de hámster). En el interior de la cubierta también se puede ver el águila original que en su día coronó las dos torres cuando la construcción se completó. Desde ahí se accede a un paseo que recorre el lateral y el ábside de la catedral por el exterior, y desde el que se tienen unas vistas excepcionales de la ciudad (y eso que la climatología el día de la visita no era la mejor...).





     La visita continúa subiendo hasta la espina que corona la intersección de la nave principal con la transversal, una plataforma a la que se accede por una escalera de caracol de metal forjado (la original, también del S. XIX) y que se sitúa unos 10m por encima del nivel de acceso al tejado. Desde allí las torres aún se alzan un centenar de metros hacia el cielo. Ni que decir tiene que las vistas desde aquella posición con inigualables.





      Como parte de la visita también se hace un recorrido por la galería superior interior de la catedral; la sensación de amplitud y de altura es simplemente inexplicable.




    En definitiva, una visita que no goza de la fama que merece y que te recomiendo hacer si tienes la oportunidad porque está muy bien organizada y te permite ver la catedral y la ciudad desde una perspectiva totalmente nueva, además de aprender mucho sobre la historia de esta construcción única y llena de historia. 



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